Más vida para los cubanos: menos vida para el sistema económico y político

Por Karina Gálvez Chiú
 
Foto de Jesuhadín Pérez Valdés.

Foto de Jesuhadín Pérez Valdés.

 

Recientemente The Washington Post publicó que una compañía de Alabama recibió el permiso del departamento del tesoro de los Estados Unidos para producir tractores en el Mariel y ser vendidos a precios moderados a los campesinos cubanos.

 

Con escepticismo o cinismo, muchos se preguntan: ¿de dónde van a sacar el dinero los campesinos cubanos para comprar tractores?

 

Es lógico pensar así. Durante 57 años, el sistema económico y político cubano ha sumido la nación en la miseria. Cuba parece ser una nación que no representa mercado para ninguna oferta.

 

 

Recuerdo que, hace 20 años, en los estudios escolares se enseñaba que lo malo de la época capitalista en Cuba era que la oferta era muy variada y abundante, pero no estaba al alcance de la mayoría, que no tenía acceso a ingresos suficientes. ¡Qué ironía!

 

El economista cubano Juan Triana, de la Universidad de La Habana, en una reciente intervención en el Congreso de Latin American Study Association (LASA) en Puerto Rico, afirmó que Cuba tiene los mismos problemas económicos que otros países de América Latina y el Caribe. Los problemas económicos, influyen en toda la vida social y política, por lo que no podemos decir que no tenemos los mismos problemas también sociales: personas sin ingresos suficientes para la canasta básica, desempleo, marginalidad y hasta violencia en las calles. También tenemos problemas políticos como la corrupción y la violación de derechos fundamentales.

 

Definitivamente entonces, no puede decirse que la solución a los problemas económicos del mundo, es el sistema planificado de la economía con la consiguiente limitación a la iniciativa privada. Ya hemos probado durante 57 años. Y, si bien el sistema de economía de mercado, probado durante mucho más tiempo, produce también problemas de todo tipo, por lo menos respeta el derecho de los ciudadanos a gestionarse su vida y ejercer su iniciativa personal. Sin contar con que solo los países con economías de mercado han logrado alcanzar elevados niveles de prosperidad.

 

Lo cierto es que los ciudadanos cubanos nos la vemos difícil para sobrevivir, para adquirir el alimento diario. ¿Cómo ponernos a pensar en comprar “tractores”? ¿Cómo ponernos a pensar en comprar lo que ofrezca la inversión extranjera en Cuba?

 

Esta es una manera de ver las cosas. Bien cierta. Pero no es la única.

 

La diversidad de opiniones

 

Gracias a Dios el debate sobre el cambio hacia la democracia en Cuba se enriquece. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos es uno de los hechos que lo promueve, junto con las reformas realizadas en los últimos años, bajo el nombre de “actualización del modelo”.

 

Parece gestarse un ambiente de debate en el que, contrario a lo que ha ocurrido comúnmente en Cuba, no existen solo dos posiciones. Es cierto que unas opiniones se mueven en el espacio de mantener el gobierno actual y otras en el de cambiarlo, pero han aumentado las opiniones sobre las formas de hacer una u otra cosa.

 

En el espacio de mantener el gobierno actual, están los más radicales y los que quieren cambios dentro del mismo sistema, que a su vez se atomizan en los distintos niveles de cambio deseados. Por ejemplo, están los académicos, con un debate (no público), que recientemente pudo apreciarse también en el congreso de LASA en Puerto Rico, abogando por un cambio económico hacia el mercado, pero manteniendo la planificación, o por un cambio social que abra el acceso masivo a Internet; junto a los que defienden las actuales reformas y la estrategia de ir muy despacio en los cambios. Por otra parte están los ciudadanos que aún confían en el sistema pero que también debaten más abiertamente sobre la necesidad de un cambio en la vida de la gente, y aquellos que intentan defender el ritmo actual de las reformas.

 

En el otro ambiente, en el de los que desean un cambio definitivo en Cuba hacia la democracia, están los que desean que este se realice de forma violenta (que no son muchos), los que desean que sea rápidamente pero de forma pacífica, y los que desean que este cambio continúe produciéndose de forma gradual. A su vez cada uno de estos grupos puede estar dividido en opiniones que van desde un cambio realizado desde y con el gobierno, hasta las que afirman que no debe ni dialogarse con el gobierno actual.

 

Cualquier opinión es válida y forma parte del debate serio siempre que no niegue los hechos. Empeñarnos en tratar de negar lo que va pasando, por el deseo de que no estuviera pasando, es poco serio y nos hace perder el tiempo. Por ejemplo, ¿para qué debatir si se debe o no producir el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos? Este es un hecho. ¿Para qué debatir si Cuba debía abrirse o no a la inversión extranjera o al trabajo por cuenta propia? Ya eso sucedió. ¿Cómo negar que en Cuba se han producido pequeños y superficiales cambios que desfiguran, aun cuando esencialmente no lo cambian, el totalitarismo del Estado?

 

Otra cosa muy distinta y conveniente es discutir sobre el efecto de este nuevo escenario en que ahora nos movemos como nación y como ciudadanos.

 

Un debate interesante es el que se produce entre los que creen que los pequeños cambios fortalecen al Estado cubano y los que creen que fortalecen al ciudadano.

 

¿Fortalecen los pequeños cambios al sistema económico y político cubano?

 

Esto solo sería posible si el sistema cubano tuviera más fortaleza de la que le adjudicamos. Nunca ha funcionado el sistema para producir riquezas, ni para distribuir con justicia. Al pasar de los años, los cubanos somos cada vez más pobres y cada vez más dependientes. Este ha sido el fruto de 57 años de socialismo. Esta ineficiencia del sistema es lo que ha provocado la necesidad de cambios.

 

Para que el sistema económico y político cubano se fortalezca con los pequeños cambios, los ciudadanos cubanos tendríamos que conformarnos con ser empleados mal pagados en empresas estatales, trabajadores por cuenta propia con más restricciones que posibilidades, o empleados de firmas extranjeras pagados en una proporción de $2,00 por cada $25,00 que gane.

 

Tendríamos que conformarnos también con tener Internet solo en algunos espacios públicos. Conformarnos además con una libertad de expresión limitada al marco de la ideología oficial, con el permiso de criticar hasta un nivel que roce las altas esferas gubernamentales y sin la posibilidad de intervenir en la solución de los problemas. Con unas elecciones manipuladas por un solo partido y con los mismos líderes o los que ellos designen.

 

Solamente se fortalecería el sistema cubano si nos conformáramos con vivir de remesas familiares. Si nos acomodáramos a subsidios estatales.

 

Si nos conformamos con esto y aceptamos el ritmo y las decisiones del gobierno, sin protagonizar nuestra historia, el sistema cubano puede fortalecerse como un modelo de socialismo con algún mercado, pero sin respeto a las libertades y los derechos fundamentales.

 

Pero sobre todo se fortalece el sistema cubano si creemos que solo el cambio definitivo de gobierno, es el cambio, y no aprovechamos los pequeños cambios para afianzarnos y empujar la cerca que nos frena.

 

Más vida para los cubanos: menos vida para el sistema económico y político

 

Estas dos cosas son inversamente proporcionales: mayor vida para el pueblo cubano, menos vida para el sistema totalitario cubano de economía y política.

 

Luego, resultará ventajoso para los cubanos todas las aperturas económicas que lleguen al nivel de la vida personal y familiar, si las aprovechamos en bien de nuestras libertades.

 

Y aquí está el verdadero problema. Llevamos muchos años de totalitarismo que hacen que cualquier cambio se quede en la esfera del gobierno y se materialice en indicadores económicos que no se reflejan en la vida de los cubanos. Esto es ya inadmisible. Es hora de que los cubanos aprendamos a no aceptar estas realidades como si vinieran del cielo.

 

Por tanto tenemos dos retos para que los cambios superficiales se profundicen y nos lleven al verdadero y definitivo cambio hacia la democracia y la prosperidad:

 

– Que empujemos todos, especialmente los inversionistas y gobiernos extranjeros incluidos, hacia una mayor incidencia de las aperturas en la vida de los ciudadanos.

 

– Que exijamos todos, ciudadanos, inversionistas, interlocutores frente al gobierno cubano, el reconocimiento y respeto de nuestros derechos.

 

Si el gobierno cubano está dispuesto a dialogar con los Estados Unidos, ¿cuándo lo va a hacer con la oposición y la sociedad civil cubanas? Si existe una ley de inversión extranjera, ¿cuándo podremos invertir los cubanos? Los cambios que se están produciendo hacia afuera, deben ser acelerados dentro de Cuba.

 

La buena noticia es que, en última instancia, depende mucho de nosotros.

 

Volviendo a los tractores

 

¿Quién asegura que los campesinos cubanos no tendrán dinero para adquirir tractores producidos en Mariel por una empresa norteamericana?

 

¿Serán los mismos que aseguraban que en Cuba nadie podía tener celulares, o ir a hoteles en Varadero, o comprar casas o autos?

 

El poder adquisitivo de los cubanos es insospechado. Muchos cubanos han podido, no solo tener celulares, sino celulares de última tecnología; visitar hoteles cinco estrellas; o acceder a Internet, a pesar de los precios aparentemente prohibitivos para cualquier ingreso en Cuba.

 

Y todo esto se ha hecho al margen de lo que el Estado ha permitido o querido.

 

¿Por qué hay que esperar que el gobierno cubano dé las libertades?

 

Hasta ahora la mayor expectativa ha sido que se liberen las fuerzas productivas para lograr la prosperidad y que se cambien las leyes para vivir en libertad.

 

¿Y si la dinámica es al revés: o sea, que el avance hacia la prosperidad nos lleve a presionar para la liberación de las fuerzas productivas; o la vivencia de mayores grados de libertad personal nos lleve a presionar para la eliminación de las leyes injustas? ¿Nos vamos a oponer a ello?

 

Ojalá que el cambio se produjera ya y de la mejor manera para todos. Pero tengamos en cuenta que depende de nosotros.

 

¿Quién puede asegurar que los campesinos cubanos no tendrán dinero para comprar tractores en el Mariel?

 

Alegrémonos los que queremos el cambio en Cuba de que se abra esta posibilidad. El cambio en Cuba pasa por el cambio en cada cubano. Cada campesino que compre un tractor es un campesino que cambia, sobre todo porque disminuye su dependencia del Estado. Por tanto acelera el cambio definitivo hacia la democracia.

 

Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).

Licenciada en Economía.

Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico.

Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.

Vive y trabaja en Pinar del Río.

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