MÁS DE INFLACIÓN

Miércoles de Quintana

Como la COVID, la inflación se extiende por el mundo, y como en la pandemia, cada país intenta resolver su inflación descuidando los beneficios de la cooperación internacional. ¡Qué necesidad tiene el mundo de que funcione la Organización de las Naciones Unidas!

Pero es de la inflación en Cuba de lo que trataré aquí. Digo, para comenzar, que desde 1959 la economía cubana ha padecido cuatro episodios de inflación. En los primeros sesentas del siglo pasado tuvo un auge inflacionario benévolo y favorable. La política económica keynesiana con la que se estrenó el gobierno revolucionario, disminuyó drásticamente el desempleo, rebajó en 50 por ciento los alquileres y emprendió un programa de obras públicas que lanzó mucho dinero a la calle. Pero había una economía activa, aun saludable, que tuvo la capacidad de oferta para equilibrar la demanda solvente, es decir, el hambre de consumo de los tenedores de dinero. Aquel auge inicial se tradujo en apoyo político al gobierno.

En la década de 1970 hubo otra recaída inflacionaria, pero el país la palió con recursos endógenos y la decisiva ayuda del campo socialista. Entonces el gobierno hacía estudios que le mantenía alerta con respecto a la inflación. El Banco Nacional de Cuba (BNC) monitoreaba la cantidad de dinero en la calle a través del denominado plan de caja, el que se debatía dos veces por mes en todas las provincias. Se realizaban estudios de gastos por grupos de ingresos en la población y se construía un plan general de ingresos y gastos reales. Se conocía el dinero que había en la calle, las intenciones de gastarlo de sus tenedores y había stocks de mercancías para comprar el dinero callejero. No había desaparecido la ayuda del campo socialista.

Esto de comprar el dinero callejero puede parecer un chiste. Pero no lo es. Frenar o hacer retroceder la inflación es costoso para cualquier país. En Estados Unidos se ha comprobado que disminuir la inflación en un 1 por ciento le cuesta al país más de 400 mil millones de dólares. En los noventas del siglo pasado, y con el PIB (Producto Interno Bruto) calculado a precios de 1996, le costaba 300 mil dólares bajar un punto porcentual a la inflación.

La FED (Banco Central de Estados Unidos), cuando se dibuja un proceso inflacionario, aun con trazos delicados, alza las tasas de interés, endurece los créditos, detiene o hace lentas las inversiones, induce desempleo, vende bonos del tesoro, vende dólares a financieros internacionales y saca dinero de la calle y, así, paga por todo ello más de 400 mil millones de dólares para bajar un punto a la inflación. ¿Qué le parece? ¡Y pensar que hay perogrullos esquineros que disertan sobre lo fácil que es controlar la inflación!  

Si hay mucho dinero en la calle y pocos productos y servicios para ofrecer, cualquiera diagnostica inflación. La siente sin necesidad de pensarla.

El banco central de cualquier país hace un estimado razonable del dinero que se necesita circulando para que la economía funcione. Solo necesitan tres variables en una ecuación. Las mercancías (servicios) y sus precios respectivos. Y la velocidad de rotación del dinero. Si éste anda rápido su viaje del bolsillo a la calle y de ésta al bolsillo, se necesita menos plata. La misma plata compra varias veces. Piénselo.

Pero en Cuba se realizó un ordenamiento económico que parece no haber tenido en cuenta el daño que hace mucho dinero en la calle sin mercancías para cambiarlas por él. ¿Cuánto dinero hay en la calle y en las cuentas bancarias? En los años 70 del pasado siglo ello no era secreto. ¿Cuánto costaría bajar un punto porcentual a la inflación cubana? ¿En cuántos años se pudiera controlar sin excluir el bloqueo de Estados Unidos? ¿Quién sabe de esto?

Del Período Especial, que fue el tercer episodio inflacionario, se salió milagrosamente. Salieron a relucir reservas materiales insospechadas y las otras de resiliencia del pueblo. Un milagro popular. ¿En qué nivel se encuentran hoy las existencias de esas reservas?

  • José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
  • Economista jubilado.
  • Médico Veterinario.
  • Reside en Pinar del Río. 

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