El maniqueísmo, la satanización y la paranoia: últimos recursos del totalitarismo

Por Dagoberto Valdés Hernández
 
Gritos en el laberinto. Obra de Cora Liliana González.

Gritos en el laberinto. Obra de Cora Liliana González.

El temor a perder el poder total sobre cada ciudadano y sobre la vida social se convierte en paranoia sin curación cuando el totalitarismo ve que la vida cotidiana y la naturaleza humana le escamotean pequeñas cuotas de poder al ejercer la soberanía personal o grupal.
Tengo la convicción de que esta es la raíz de todas esas revelaciones periodísticas, programas televisivos que satanizan a ciudadanos y ciudadanas cubanas y entrevistas patéticas que preguntan, por ejemplo, si saben usar el condón o si necesitan que alguien les venga a entrenar en el cuidado medioambiental a sorprendidos transeúntes o preparados interlocutores.
Satanizar a personas, a organizaciones internacionales o a estados, incluso demonizar a todo lo que suene a sociedad civil independiente, sin una objetiva valoración de los hechos, suponiendo oscuras intenciones de subversión y conspiraciones en todo lo que se hace fuera de los organismos estatales o políticos de un País, sea en Estados Unidos, en China o en Cuba, no es solo un abuso de poder político y mediático, sino un severo descrédito para quien autoriza o permite esta liviandades que dividen a cubanos contra cubanos y a países contra países por el hecho de pensar distinto y tener opciones políticas, económicas, religiosas o culturales diferentes. Ese autodescrédito aumenta cuando se critica a alguien por defender los derechos humanos universales. Que “ser de los Derechos Humanos” esté considerado por la cultura popular como “un problema” es un signo inconfundible del daño provocado por este tipo de campaña propagandística.
Otro recurso, desesperado y debilitante de la necesaria unidad en la diversidad de la Nación cubana, es el maniqueísmo político, económico, social y cultural. Como sabemos, esta visión de la existencia y esta tarea inquisidora fue fundada como movimiento religioso-cultural por el persa Mani (216-276 d.C) intentó fundar una secta religiosa que sostenía que “al principio la luz y las tinieblas estaban total y absolutamente separados”; que por una gran catástrofe moral y social la creación se había contaminado; y que la labor de la religión “era separar la luz de la oscuridad” por todos los medios posibles, identificar y desmembrar el bien del mal, y devolver a la creación, dígase a la sociedad y a las personas, a su “dicotomía primigenia”.
Como fenómeno religioso el maniqueísmo desapareció en la Edad Media, pero sobrevivió como forma de pensar o de actuar en todos los movimientos, filosofías y modelos políticos que han intentado excluir, segregar, discriminar y perseguir al diverso. Desde Savonarola hasta Stalin. Desde Hitler al Ku-Klux-klan. Desde la Inquisición a los actos de repudio y los fusilamientos reales o mediáticos.
En la actualidad el maniqueísmo se ha sofisticado en sus formas, no en su esencia. Lo hace de diversas formas:
–          Negando la fundamental igualdad, en dignidad y en derecho, de todos los seres humanos y todas las sociedades. Para el maniqueísmo actual los que piensan como una parte excluyen y satanizan a todos los “otros”. Unas sociedades son “buenas” en su totalidad o por lo menos lo están construyendo y las demás sociedades son “malas” aunque tengan cosas buenas que no son más que espejismos y cantos de sirena para engañar a ignorantes o incautos.
–          Negando la fundamental diversidad del universo, de las personas y de los modelos de convivencia. La biodiversidad es una realidad incuestionable pero no es aceptada por los maniqueístas políticos o culturales.
–          Bloqueando el siempre creciente y enriquecedor proceso de mezcla antropológica y mestizaje cultural que conducirá irremediablemente a una globalización universal que no separará el trigo y la cizaña, como recomendó Jesús de Nazaret, como postuló el Padre Félix Varela en sus “Cartas a Elpidio contra la impiedad, la superstición y el fanatismo”; como lo predicó y defendió el Apóstol de nuestra República que quería que esta fuera “con todos y para el bien de todos”.
Cuba necesita reconstruirse a sí misma como un Hogar Nacional en que “quepamos todos”. Necesitamos la soberanía y la diversidad para edificar el añorado hogar nacional.
A esta convivencia incluyente y pacífica se oponen la propaganda manipuladora y maniquea que convierte en “malos” a los discrepantes y en “subversivos” a cualquiera que actúe de manera independiente. Asombra la incoherencia con que se defiende la independencia nacional y con que se persigue la independencia ciudadana, sin la cual la primera es pura entelequia demagógica. Satanizar la discrepancia es momificar la dialéctica del cambio y enmudecer la dialógica de la paz. Todos sabemos hacia dónde conduce el silencio de los corderos.
Cada vez que veo una de estas patéticas campañas “reveladoras de planes subversivos y desestabilizadores” no puedo evitar que brote de mi limitada capacidad de raciocinio la siguiente pregunta:
¿Por qué esto solo sucede en regímenes autoritarios? ¿Por qué en Uruguay o en Japón, en Dinamarca o Angola, en Costa Rica o en Canadá, no aparecen estos “conspiradores”? Allí hay visitantes extranjeros que van a organizar cualquier campaña contra el VIH-SIDA, enseñan a usar condones, patrocinan proyectos culturales, o publicaciones independientes y no pasa nada con ellos. Reviso y rastreo por el mapamundi y cada vez que escucho de la “revelación” de esos planes subversivos coincide con sistemas de gobierno que temen a sus propios compatriotas y a cualquiera que en su país ayude a empoderar a los ciudadanos.
Lo que necesita un modelo autoritario son ciudadanos subalternos, súbditos, no personas independientes. Esto se hace más absurdo en sistemas políticos y sociales cuya esencia dicen que es redimir de la alienación a los obreros y campesinos y salvaguardar la independencia y la soberanía de la Nación. No puede haber liberación persiguiendo a los independientes. Otra cosa es tejer convivencia para que los independientes no sean individualistas ni sectarios.
Nación somos todos y cada uno de los ciudadanos. Su soberanía es la de todos. Así no habrá unos cubanos “más independientes que otros”.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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