Luis Álvarez: ciervos, lobos y astros. Exposición de artes visuales

Por José A. Quintana de la Cruz
 
 
Luis Álvarez es una revelación. Hasta el 21 de enero, día en que se presentó al público su muestra “Viejo Invierno”, pocas personas conocían el potencial de su talento. Juan Carlos Rodríguez, director del Museo de Arte de Pinar del Río, acertó en brindarle al joven artista la oportunidad de instalar en el mismo su primera exposición personal.


 

 
Por José A. Quintana de la Cruz

 

Luis Orlando Älvarez Corral.

 
 
Luis Álvarez es una revelación. Hasta el 21 de enero, día en que se presentó al público su muestra “Viejo Invierno”, pocas personas conocían el potencial de su talento. Juan Carlos Rodríguez, director del Museo de Arte de Pinar del Río, acertó en brindarle al joven artista la oportunidad de instalar en el mismo su primera exposición personal.
 
 
“Viejo Invierno” es una muestra cuyos colores no remiten a la frialdad ni las palideces lumínicas de la estación que le da nombre; muy por el contrario, son los colores cálidos y sobre todo los oscuros los que prevalecen para crear un clima adecuado al horror provocado por una cacería sangrienta. Un ambiente rembraniano por el uso de no siempre bien logrados claroscuros, y goyesco por la intención de enmarcar estéticamente lo macabro.
 
“Viejo Invierno” es la objetivación plástica de una historia personal, la del creador. Es, hecha con colores, aceites y metales, la expresión de su psicología íntima, sobre todo de sus miedos y de la asunción (¿resignada?) del papel de víctima. A partir de los símbolos del lobo y el ciervo, es decir, del destino y el artista, la libérrima imaginación de cualquier espectador podría generalizar e igualar la bestia al poder, a los ricos y a los ganadores sociales a ultranza, y al ciervo a las víctimas de los anteriores. Pero esas serían otras historias, las del público.
 
Echemos una mirada a algunas obras. Danza, un cuadro que provoca pavor y sensualidad, es la más oscura de todas. Los tonos negros del entorno de los danzantes, el ciervo y el lobo, lejos de contribuir a la iluminación del foco central, parecen constituir un agujero negro dispuesto a tragarse las figuraciones. Pero hay unos giros cadenciosos en los cuerpos, unas líneas casuales que semejan glúteos, un erotismo subliminal imprevisto, que invocan más a Eros que a Tanatos. El azar es un creador invisible e inesperado.
 
Un objeto escultural precioso, en pose de realeza, espera al visitante en el fondo de la galería. Se trata de una circunferencia inscrita en un octágono. En la mitad superior, sobre hierro oxidado, están esculpidos en bajo relieve los protagonistas de la historia. La mitad inferior es un humus pétreo, cimiento nutricio. Justo en el medio del círculo, cuatro recipientes, cual lámparas votivas o colectores de sangre, esperan el sacrificio para cobrar significado. Para realizar esta obra, cualquier creador debe hacer las veces de obrero, artesano y artista…y trabajar muy duro. En el caso de Pako (Luis), los esfuerzos se multiplican al carecer de las herramientas y materiales adecuados.
 
“Camino” es un cuadro bello, bien concebido y terminado. Útil para la reflexión, el disfrute estético y la decoración. Al final de un trillo hecho de carbones, una delicada, líricamente iluminada y degollada cabeza de ciervo, corona la obra. Esta cabeza, la luz que emerge de la misma, la calidad de esa luz, certifican la maestría de este principiante. Las pequeñas manchas que deslucen la superficie pictórica de esta obra, como los defectos de composición en otra, quizá sean necesarias para recordar al pintor el estadio de su carrera en que se encuentra.
 
El último cuadro, si el recorrido se hace comenzando por la derecha, es el autorretrato del artista. Él es el ciervo. Nadie diría que es la obra de un principiante. Véalo, disfrútelo. Más de trescientos pedacitos de uñas del propio creador forman la coraza de un cuervo subrepticio que parece emparentado con la serpiente emplumada de los aztecas. Aquí también el azar usó los pinceles. Descúbralo.
 
La exposición que precedió a esta mostraba obras de Lorie, de Loló Soldevilla y de Amelia Peláez. Una exposición con dignidad estética. Confieso que tuve temor de experimentar desfavorablemente el cambio. No fue así.  
 
José Antonio Quintana de la Cruz

(Pinar del Río, 1944).
Economista jubilado.
Médico Veterinario.
Reside en Pinar del Río.
Scroll al inicio