Los intermediarios y los precios: ¿hay que resolver ese problema?

Por Karina Gálvez Chiú

Vidas en Vueltabajo V. Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.

Vidas en Vueltabajo V. Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.

He vuelto a ver en varios programas de opinión en la televisión, arremeter contra los precios que establecen en los mercados agropecuarios los comerciantes de estos productos y las afectaciones consecuentes para los que viven de un salario.

La opinión pública no es siempre la que se expresa en los medios, principalmente cuando los medios están absolutamente en manos del Estado. Pero es evidente que los medios de difusión cubanos quieren presentar a los intermediarios como los culpables de los precios de los productos agrícolas.

Es histórica la práctica de convertir en problemas, situaciones que realmente son beneficiosas para cualquier sociedad. En Cuba, desde hace más de 50 años, el tema de los intermediarios no se termina de tratar. Durante un tiempo son los rezagos del capitalismo, otro tiempo son los vagos que quieren vivir sin trabajar (“lucrando con lo que producen los demás”, es una manera muy usada para expresar esta concepción de los intermediarios), durante un tiempo fueron “un mal necesario”, y durante los últimos años, en que se legalizaron nuevamente algunas actividades por cuenta propia, los intermediarios resultaron una necesidad.

En realidad, los comerciantes, llamados en Cuba intermediarios, han existido siempre porque son una necesidad del mercado, pero sobre todo son una necesidad humana. A través de los comerciantes los productos llegan hasta los rincones más alejados de los centros de producción. La mayoría agradecemos no tener que dar largos viajes para adquirir productos necesarios, gracias a que alguien se dedica a traerlos hasta nuestras casas. Y en gran escala, ninguna economía se ha sostenido sin la actividad comercial. Unos producen, otros comercian, otros venden sus servicios y cada uno en su rol, garantiza el funcionamiento de la economía. Continuar varados en considerar ético, solo producir y vender lo que cada cual produzca, es detenernos muchos siglos atrás. Que existan los comerciantes es algo ético y beneficioso para la sociedad.
Y al parecer, para la opinión oficial en Cuba, el problema de la existencia de los intermediarios es que alteran los precios de los productos.

Ellos no son los únicos

También el Estado cubano actúa como intermediario y, en muchas ocasiones, hace lo mismo o peor que los pequeños comerciantes. Por ejemplo, cuando se desempeña como empleador de empresas con capital extranjero o de cubanos que prestan servicios en el extranjero. Es el Estado cubano quien escoge los trabajadores que pueden ser empleados por compañías extranjeras en Cuba, según criterios políticos, y los salarios devengados por esos trabajadores o por médicos, personal de salud, técnicos y otros profesionales en otros países, es talado por el Estado hasta en un 80%, arrogándose el derecho de pagar en moneda nacional exiguas cantidades. Es una intermediación éticamente inaceptable.

Evidentemente no parece tener nada en contra de la “intermediación”. El problema se le presenta cuando esta la realizan los ciudadanos.

Debemos reconocer que los precios de los productos en los mercados agropecuarios, donde los vendedores son privados, están por encima del poder adquisitivo de la mayoría de la población cubana. En el periódico 14ymedio, se publican diariamente precios de algunos productos en varias provincias de Cuba. Por ejemplo, una libra de frijoles negros (este producto forma parte de la dieta básica diaria de los cubanos), se vende a un promedio de $10,00, MN; una cabeza de ajo, $3,00, MN, una libra de tomates $10,00, MN. Si el salario medio es de menos de $500,00, podemos tener una idea de las posibilidades adquisitivas que puede tener una familia donde solo se reciba uno o dos salarios. Mucho peor para quien vive de una jubilación. También es justo reconocer que estos productos no tienen, la mayor parte de las veces, una calidad que se corresponda con el precio.

Hasta este punto podemos estar de acuerdo con la crítica. Pero no creo que los periodistas que realizan estos programas de opinión hayan completado su trabajo. Espero que próximamente, los gerentes y funcionarios de las cadenas de tiendas por divisas también deban explicar a los televidentes por qué los frijoles cuestan en ese mercado $1,50 CUC (37,50 en MN), que es casi 4 veces lo que cuesta en los mercados privados; o por qué el aceite subió el precio de un día para otro (de $1,35 CUC a $2,40 CUC); o por qué la leche en polvo cuesta alrededor de $6,00 CUC ($150,00 MN) el kilogramo. Incluso, podríamos preguntarles por qué una cerveza, de producción nacional, cuesta $1,00 CUC ($25,00 MN). ¡Ojalá que la explicación que ofrezcan no sea el manido argumento del bloqueo!

Los comerciantes privados no son los únicos que venden a precios altos y muy por encima del valor de los productos. El Estado los supera con creces.

¿Quiénes son los responsables?
A simple vista se detectan, por lo menos, dos visiones del asunto: la de los que piensan que los responsables son los vendedores y se expresan en los medios de difusión estatales cubanos; y la de los que piensan, sin poder expresarse hasta ahora en los medios de difusión, que el responsable es el que paga el salario, o sea, el Estado.

En los programas de opinión de la televisión cubana que han tratado el tema, los responsables parecen ser los vendedores en los mercados. Algunos productores dicen establecer precios muy por debajo de los de los mercados cuando le venden los productos al comerciante privado, (intermediario), lo que pone en manos de este último la posibilidad de vender a precios más asequibles para el bolsillo de los trabajadores. El no hacerlo, lo convierte, según esta visión, en un ser ambicioso, que no tiene en cuenta las dificultades de los trabajadores cubanos para ganar dinero. Parece que el precio de cada producto es un problema de la conciencia de los vendedores, quienes son cuestionados por querer ganar más de lo que necesitan.

Contraria a esa opinión hemos escuchado otra, en el ambiente más expresivo de la Cuba real: la calle. Los precios son un indicador que está en relación directa con los ingresos de los ciudadanos. Los precios son altos porque se comparan con los salarios que devengan los trabajadores cubanos, los cuales son insuficientes para vivir con dignidad. Si el salario medio en Cuba estuviera alrededor de los 3000 o 4000 CUC, esos precios no se considerarían altos. Ni siquiera fuera caro ir de vacaciones a Varadero. Luego entonces, podríamos decir que los precios no son el problema de raíz, sino lo salarios.

Realmente esta situación ha sido reconocida en diferentes ocasiones por el gobierno cubano, actualmente propietario de la gran mayoría de las empresas cubanas. Incluso se ha intentado mejorar los ingresos de los trabajadores con medidas como por ejemplo: la legalización del envío de remesas, la ampliación del trabajo por cuenta propia con la posibilidad de tener más de uno (incluyendo uno con el Estado), la posibilidad legal de trabajar después de la jubilación, los estímulos en pesos convertibles en empresas productivas o dedicadas al turismo.

De cualquier manera hay una realidad aplastante: en estos momentos es imposible en Cuba comer (no digo vivir que es más amplio) con un salario.

La verdad y lo cuestionable de las dos visiones

Ciertamente los comerciantes deben tener ética en su comportamiento en el mercado. Vender productos de mala calidad a altos precios, es una falta de ética comercial que, debe eliminarse.
Pero utilizar doble rasero para cuestionar una situación, tampoco es ético. Los productos de primera necesidad en Cuba se comercializan a precios que están por encima del poder adquisitivo de los cubanos que trabajan por un salario. Este análisis es válido tanto para los comerciantes privados como para el Estado cuando actúa como comerciante.

Sin embargo, ¿es solo el comerciante quien establece los precios de los productos?, ¿no interviene en ello también el consumidor? Hay que reconocer que ningún comerciante establece un precio a la mercancía que no pueda ser pagado, por lo menos, por una parte los consumidores, los que tienen ingresos suficientes y/o priorizan ese consumo. El precio también depende de la demanda. Entonces podemos también culpar de los precios altos a aquellos consumidores que pueden pagarlos. Si no existieran quienes pueden y están dispuestos a comprarlos, los productos no se venderían a esos precios.

Por otra parte, es imprescindible mencionar, cuando hablemos de los precios, aquellos costos que tienen los comerciantes que no se refieren al producto directamente. Por ejemplo, los impuestos o el mantenimiento de equipos y medios de trabajo (pesas, envases, transportación, estiba). Todo debe entrar a formar parte del precio del producto. Y pueden seguir apareciendo culpables.

No debe pedírsele a los comerciantes que establezcan precios por conciencia, porque la ética en la práctica económica incluye la obtención de la máxima rentabilidad de la actividad que se realice.

En cuanto a los salarios, es impresionante que aún los más altos, no alcancen para vivir con dignidad. No obstante, si bien es cierto que son absolutamente injustos en las empresas cubanas, es justo reconocer que estos dependen también de un conjunto de factores que influyen en su cuantía. Un salario justo debe establecerse sobre la base de la eficiencia que genere ganancias suficientes como para pagar según el trabajo de cada cual y este no es el caso de casi ninguna empresa estatal cubana.

Una empresa ineficiente, sin materias primas de calidad, con administraciones con muy poca o ninguna autonomía de gestión y comprometidos primero con la política, sin trabajadores competentes, no puede producir con calidad, ni obtener ganancias suficientes para pagar salarios justos. Si le agregamos a esto que la empresa sea un monopolio y desarrolle su labor en un ambiente de no competencia, de más demanda que oferta (lo que garantiza que los productos se consuman aun sin calidad y a cualquier precio), y de poco peligro de quiebra; así como de pocas posibilidades de defensa de los derechos de los trabajadores (los sindicatos están al servicio de las administraciones), podemos considerar la poca necesidad que tiene la empresa estatal cubana, de pagar salarios justos.

Parece que el Estado tampoco puede pagar salarios justos solo por reconocer la necesidad de los trabajadores. Tiene que obtener ganancias.

Las leyes del mercado funcionan

Es necesario ir más profundamente en el análisis de los precios en Cuba. Durante más de cincuenta años se ha intentado ir contra las leyes del mercado, sin utilizar sus mecanismos.
Desde los años noventa ha habido intentos de introducir prácticas de mercado en la economía cubana sin lo esencial del mercado: la libertad de iniciativa privada.

Actualmente el gobierno continúa tomando medidas en medio de una política de liberar y centralizar, que no ha dado ningún fruto sostenible. Seguimos viviendo la crisis económica que afecta al país desde la caída de la URSS. No hemos podido prescindir de la dependencia externa (Venezuela) y los salarios (con excepción de los de los médicos, subidos recientemente) no pasan de un CUC diario.

Es cierto que la economía es una ciencia social y sus leyes “deben ser reformables por esencia” (como dijera Martí), pero reformables implica que no las podemos ignorar. Si no se paga bien, no se trabaja bien. Si no se trabaja bien, no se produce lo necesario. Si hay escasez, los precios suben. Si no hay competencia, no hay estímulo al crecimiento (mucho menos si la competencia es desleal). Si no hay crecimiento, no hay prosperidad. Sin prosperidad no puede haber redistribución justa.

A lo mejor el culpable de los precios altos es el mercado. Ese a quien el sistema político cubano teme y repudia desde hace más de cincuenta años. El mercado, que se impone con mucha fuerza, en una economía centralmente planificada y controlada.

Resolvamos este problema con economía y no con política

Tenemos suficientes muestras de control del mercado, en países con sistemas de libre mercado, como para pensar que este no debe ser regulado. La intervención del Estado en países altamente desarrollados como los Países Bajos, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, ha ayudado a paliar los efectos de crisis económicas muy importantes. Y ha sido el Estado, como regulador del ambiente económico, quien ha sostenido el mercado, paradójicamente, esquivando sus imposiciones y regulando sus externalidades, pero utilizando para ello mecanismos económicos: su política tributaria, su política monetaria, su derecho a la concesión de subsidios, o tarifas arancelarias sin abandonar los mismos mecanismos cuya eficacia ha demostrado la ciencia económica.

El problema no son los precios que establecen comerciantes privados o estatales, o los trabajadores ineficientes, o las empresas irrentables, o los salarios insuficientes. Es el conjunto de todo ello. Es la economía cubana que no arranca, que no se recupera de la larga crisis. Es el sistema económico cubano que está sustentado sobre la base de una excesiva centralización y una injusta distribución de recursos y ganancias. Un sistema que pretende, después de demostrada su ineficacia, “actualizarse” mediante una estrategia de “freno y aceleración” al mismo tiempo.

Resolvamos el problema de los precios, de los salarios de las empresas ineficientes, sin buscar culpables entre los actores de esta obra que es la economía cubana. El problema es de la obra: de guion, de dirección. Libertad de iniciativa privada, legalización y respeto a la propiedad privada, estímulo a la generación de riqueza. Todo esto en un marco legal que proteja la libertad económica de cada ciudadano y ciudadana así como sus derechos como consumidores. El empoderamiento económico es una garantía de la verdadera soberanía. Cada vez más ciudadanos empoderados, significa mayores posibilidades de que las leyes del mercado puedan ser utilizadas a favor de construir una sociedad próspera y sustentable. Sin ignorarlas ni erigirlas en verdades absolutas e irreformables.

Resolvamos el problema de la economía cubana con economía.

Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.

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