La verdad, requisito indispensable de la sociedad ideal

Foto de Margarita Fresco.
  • La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, Justicia, Amor y Libertad.
  • Juan Pablo II

La naturaleza de la verdad está bajo ataque en nuestra sociedad y, lamentablemente, somos incapaces de debatir la verdad civilizadamente. La verdad se debate en la plaza pública, en los medios sociales y hasta en la prensa con memes* sarcásticos. Sí, podemos disfrutar con humor los memes sarcásticos pero, seamos honestos, los memes no educan ni persuaden. Peor aún, se llega al extremo de la descalificación del discrepante y hasta del insulto. Estas actitudes agudamente antagonistas son las que provocan un caos social. Sin embargo, es indispensable reconocer que la verdad tampoco admite interpretaciones diversas. La verdad es singular y definitiva. Yo no tengo “mi verdad” ni tú tienes “tu verdad”, como si pudiera haber dos o más verdades sobre un mismo tema o concepto. La verdad es estrictamente exclusiva.

Es cierto que la verdad suele ser también muy elusiva. Por consiguiente, cuando hay discrepancias, se impone la humildad necesaria para comprender que, en ese caso, solo estamos enfrascándonos en la búsqueda de la VERDAD definitiva: la legítima, la que no admite controversias. Es aconsejable leer el libro de H. H. Joachim, 1906, The Nature of Truth, Oxford: Clarendon Press, para que tratemos de desenredar este concepto en nuestro entendimiento. Joachim insiste en que para que algo sea verdad es indispensable que abarque “toda la verdad”, “la verdad completa” o indiscutible (p. 90). Los juicios, creencias o interpretaciones personales ciertamente no son toda la verdad: no son indiscutibles. Tales juicios son, según Joachim, solo verdaderos hasta cierto punto, o ni siquiera eso. Esto quiere decir que cuando se producen discrepancias respecto a la verdad o a un hecho, debemos respetar la opinión ajena porque quizás nos enriquezca con sus argumentos en la búsqueda racional de la verdad absoluta y auténtica.

Esta actitud de búsqueda y tolerancia es la antítesis del relativismo, que pretende que hay verdades que dependen de la cultura y que son tan válidas como las de otras culturas. Y que tan legítima es “mi verdad” como la de cualquier otra persona o grupo social. Al confrontar las doctrinas, las creencias o la fe, debemos preguntarnos, ¿encierran la verdad? Una creencia es verdadera si (y solo si) es parte de un sistema coherente de creencias que ha sido sometido a profundos análisis y verificación. Y es en la coherencia así alcanzada de la doctrina que despierta nuestras creencias donde va comprendida la VERDAD.

¿Qué es la verdad? Esta pregunta planteada por Pilato, cuando se disponía a juzgar a Jesús, manifestó en esa capciosa interrogante su propia visión del mundo. Vivía en un mundo en el que no existía la verdad absoluta. Un mundo relativista y, por tanto, plagado de contiendas feroces, odios y crueldades. Podemos imaginar que la voz de Pilato al formular su pregunta fuera despreciativa y llena de desdén. Podemos imaginarlo regodeándose en la burla, enojado porque Cristo se atrevió a predicar la verdad (“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, Juan 14:6).

¿Qué es la verdad? En breves palabras, se define como aquello que se ajusta al hecho o a la realidad. Es autenticidad, veracidad o actualidad. En una palabra, la verdad es “realidad”. Las cosas son como son en la realidad y no en las intenciones, la imaginación o la diversa interpretación de unos y otros. Teológicamente, la verdad es lo que es consistente con la mente, la voluntad, el carácter, la gloria y el Ser de Dios. La verdad es la autor revelación de Dios mismo. Es lo que es porque Dios lo declara así y así lo hizo. En otras palabras, toda verdad debe definirse en términos de Dios, cuya naturaleza misma es la verdad y quienes creen en Él están en camino hacia la verdad existencial.

En resumen, en una doctrina que apunte en esa dirección de diálogo, entendimiento y respaldo de una ética definida y coherente, es donde radica la posibilidad de establecer una sociedad estable. Volviendo a Joachim, él toma la “coherencia sistemática” como una norma de “evidencias significativas”. Es decir, concluye que la verdad es cuestión de cómo se relacionan entre sí las creencias en una doctrina determinada.

Solo una creencia podría estar en una relación de justificación y entendimiento con otra creencia cuando los puntos de coincidencia puedan ser compatibles y legítimos para ser capaces de aspirar a ser “la verdad”. Estas condiciones permiten que nada más que las propiedades de un sistema de creencias que abarca una ética definida y coherente sean los rasgos que determinan la justificación y el reconocimiento de “la verdad” capaz de sentar los cimientos de una sociedad moral. Combinando esto con la tesis de que una creencia plenamente justificada es verdadera, puede estructurarse un argumento a favor de la teoría de la coherencia** para poder identificar una verdad, o reconocerla como “la verdad absoluta”.

La Doctrina Social de la Iglesia católica (DSI) plantea que el reconocimiento de “la verdad” es el requisito indispensable para que las relaciones sociales sean fecundas y conformes a la dignidad humana. El hecho de tratarse de un documento católico no excluye su pertinencia para ser aceptado o reconocido como válido por otras creencias dentro de una comprensión integral de la doctrina de Jesús, el Cristo, en coherencia con los avances humanistas, científicos y técnicos. Según Benedicto XVI, se trata de la relación entre razón y fe, por un lado, y por el otro, entre razón y amor. Y añade en su discurso a los miembros de la Comisión teológica en diciembre de 2010 que “no hay justicia sin verdad y la justicia no se desarrolla plenamente si su horizonte se limita al mundo material”.*** De este modo, el Papa nos dice que la búsqueda de la verdad es esencial y que no depende de las decisiones humanas.

Por tanto, no es indispensable ser cristianos para comprender que la búsqueda de la verdad, cuando se hace con un sentimiento de amor al prójimo, de comprensión y de respeto, es la ética estabilizadora de una sociedad saludable y progresista. Sencillamente, podemos afirmar que una sociedad basada en una estructura ética establecida por una religión que acepta esta búsqueda y promueve la comprensión y la tolerancia, es una sociedad ideal.

* Concepto o comportamiento que se propaga de persona a persona a despecho de la tradición o de los hechos históricos o científicos.

** Véase también Young, James O., 2001, “A defense of the coherence theory of truth”, Journal of Philosophical Research, 26: 89–101. para una defensa reciente de una teoría de la coherencia.

*** Discurso de Benedicto XVI a los miembros de la plenaria de la Comisión Teológica Internacional. Sala del Consistorio, Viernes 3 de diciembre de 2010 [https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2010/december/documents/hf_ben-xvi_spe_20101203_cti.html]

 

 


Gerardo E. Martínez-Solanas (La Habana, 1940).
Es economista graduado en The City University of New York (CUNY) en 1984.
Licenciado Cum Laudae en Ciencias Políticas en el College of Liberal Arts and Science: City College of New York (CCNY) en 1981.
Ha trabajado 35 años al servicio de las Naciones Unidas en distintas funciones profesionales.
Es miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia.
Reside en Estados Unidos.

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