La política y sus dilemas según Max Weber

Jueves de Yoandy

La política está indisolublemente mezclada a las relaciones de poder, ya sea para distribuirlo, conservarlo o transferirlo, pero siempre en un vínculo con un marcado interés por lograr “algo”, ya sea por aspiraciones personales o por la verdadera intención de servir a la polis. He ahí el dilema weberiano ampliamente debatido en cuando a la representación política y calidad en las gestiones de gobierno se trata. La pregunta de ¿política como vocación o como profesión? es recurrente en los momentos actuales. Darle una respuesta certera se puede tornar muy difícil porque puede primar la subjetividad, los grados de empatía, la respuesta del representante político a un interés propio que no necesariamente tiene que corresponderse con un interés colectivo o más generalizado. “Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder “por el poder”, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere”. Esta aspiración se puede concretar en unos fines como se refiere, idealistas, que promulguen las ideas del poder para servir, la garantía de las libertades fundamentales, la búsqueda del Estado del Bienestar; pero también puede recaer en las deformaciones clásicas que conocemos que se pueden dar en torno al poder. A saber, entre otras, la corrupción, los autoritarismos, los caudillismos, los sectarismos, la exclusión e intolerancia a la divergencia de criterios.

Tres formas de dominación de la especie humana

Existen tres aspectos esenciales relacionados con la dominación de los hombres por parte del Estado, entre los que figuran la legitimidad, es decir, la fuerza de la tradición, la costumbre, la norma que establece la conducción de las mayorías por una minoría encargada por “todos” para esa función. Por otro lado, dicha dominación se sustenta en la legalidad, es decir, en todos aquellos instrumentos que hacen oficiales las regulaciones por las que el pensamiento y la razón deben conducirse, si no se pretende recaer en las violaciones del convenio establecido entre los hombres (una parte) y el Poder Legislativo (otra parte que representa al Estado como institución). El tercer justificante de esa dominación es el que más se aborda en la obra del filósofo alemán, y es el que relaciona al carisma, a la autoridad que no otorga el poder, ni la legitimación, ni la legislación, sino la gracia natural e intrínseca de la figura del político; es decir “la dominación producida por la entrega de los sometidos al “carisma” puramente personal del “caudillo”. En ella arraiga, en su expresión más alta, la idea de vocación… de alguien que está internamente llamado a ser conductor de hombres, los cuales no le prestan obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal, sino porque creen en él”.

Políticos ocasionales, semiprofesionales y profesionales

En la empresa política es evidente que no solo aparece la figura del político de vocación como un ente aislado de la administración, ya sea de los medios materiales o del personal administrativo, sino que, la tendencia de los Estados modernos es hacia la separación entre las personas y los medios materiales con los que se cuenta para llevar a cabo la administración. De estas relaciones se deriva el concepto de políticos profesionales, entendidos como aquellos que actúan al servicio de la política, pero que adquieren de ella los medios materiales para su subsistencia; lo que hace que el carisma, si bien no va a un segundo plano, no es lo más esencial a la hora del ejercicio de las funciones conferidas.

En este amplio debate de los tipos de políticos, por vocación o de profesión, Max Weber recalca que “Se puede hacer “política” (es decir, tratar de influir sobre la distribución del poder entre las distintas configuraciones políticas y dentro de cada una de ellas) como político “ocasional”, como profesión secundaria o como profesión principal”. Y realiza a continuación un buen análisis que demuestra que la persona humana es por su naturaleza un animal político ya que interviene, directa o indirectamente, durante su cotidianidad: en la toma de decisiones relativas a apoyar o disentir sobre el curso de determinado asunto de interés social, en el ejercicio del voto en los comicios electorales, y en la formulación de estados de opinión y criterios públicos a través de los medios de comunicación social, a través de la vox populi, y en el seno de su hogar hacia los más cercanos. A esto le llama políticos ocasionales, para luego distinguir entre los políticos semiprofesionales y los profesionales. Cuando habla de semiprofesionales, los relaciona con aquellas personas cuya percepción y vivencia de la política no está fundamentada en una necesidad ni material ni espiritual, con una participación esporádica, altamente pasiva y muy lejos de poner su vida al servicio de la política, ni por entero, ni principalmente, ni de cualquier forma que no fuese puramente circunstancial”. Esta posición tiene una implicación ética importante ya que vincula la política con el utilitarismo, viendo solamente en ella un medio para obtener beneficios y no un modo de servir a los demás. Para contrarrestar esta posición existe otro tipo de políticos que son aquellos que son profesionales, y en torno a ellos centra el padre de la sociología uno de los grandes dilemas que suscita hasta hoy numerosos debates en los ámbitos del poder y la sociedad civil.

Este conflicto, contraposición, par dialéctico, relación dual, o función ambigua de la política, como se le quiera llamar, es el centro de la obra de Weber. Desde la sociología, el uso de un lenguaje pertinaz, sencillo y con reiteradas comparaciones con la vida cotidiana (relaciones humanas, de pareja, diálogo religioso, historia universal y obras literarias) expone un problema, a la vez que ofrece recursos para entenderlo y solucionarlo en la medida que las capacidades humanas lo permitan.

 

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
    Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
    Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
    Responsable de Ediciones Convivencia.
    Reside en Pinar del Río.

 

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