La política cubana en tiempo de Cuaresma

Martes de Karina

Desde el discurso oficial hasta las opiniones cotidianas más frecuentes, aluden fundamentalmente a la culpa de los ciudadanos en la ineficiencia y el mal funcionamiento de la sociedad cubana.

Que si hay que hacer un mayor esfuerzo, que si la gente no quiere trabajar, que si el problema es que no hay control, que la juventud solo piensa en recrearse, que los vendedores particulares quieren hacerse ricos por los precios, que si los especuladores, que, que, que…

Todo eso es verdad. Pero no es la única verdad. Ni siquiera la principal verdad. Lo cierto es que cuando el mal es general, las causas hay que buscarlas más profundamente. Pudiera ser que en algunos sectores sociales los problemas se solucionen haciendo un mayor esfuerzo o controlando mejor. Es posible que algunos jóvenes no estén bien educados, o que algunos vendedores sean abusadores. Pero si al mirar nuestra sociedad, nos damos cuenta de que los males suceden en todos los sectores y en la mayoría de las ocasiones, entonces estamos en presencia de uno o varios fenómenos más profundos que la mala actuación ciudadana. De cualquier forma, si solo fuera una mala actuación ciudadana, es fruto de la falta de educación cívica, que es responsabilidad de las instituciones como la familia, la escuela, el Estado.

Que el discurso estatal culpe a los ciudadanos y, a veces culparnos entre nosotros mismos, puede paralizarnos o impulsarnos a actuar de manera poco razonable. La sensación de culpa es una de las peores fuentes de agobio del ser humano. Y una sociedad agobiada por el peso de la culpa, no funciona.

Debemos romper el círculo vicioso de echar la culpa a los demás. Se necesita que cada cual reconozca en qué ha fallado y hasta dónde puede remediarlo. Claro que tendríamos que hacerlo también los ciudadanos, pero lo mejor sería que ese proceso comenzara por las instancias superiores de la política en Cuba.

Siempre las instancias superiores deben hacer un mayor esfuerzo para tener actitudes humildes, por eso, cuando suceden, son altamente valoradas por los ciudadanos, y casi siempre, ejemplares. No se trata de reconocimientos de responsabilidad que nos hagan sentir peor a los demás, como por ejemplo: “es que cometimos el error de darle mucha libertad a las empresas”, o “es que no pensamos bien las cosas y ahora algunos se aprovechan para hacerse ricos”. Ese tipo de afirmaciones, no constituyen aceptación de responsabilidad o de culpa, sino que solo son el lamento de quien no nos valora como personas independientes y capaces de actuar bien sin la orientación o la vigilancia paternalista. Se trata de que las autoridades se sometan al escrutinio ciudadano y acepten la crítica sin límites, el cuestionamiento y las sugerencias de expertos. Algunas serán justas y otras no, pero escuchar con respeto es lo mínimo para reconocerse vulnerable e incompleto.

No interpretar cada decisión ciudadana de actuar con libertad, sin infringir la ley, como un desafío a la autoridad, sería señal de un comportamiento cívico y le daría nuevos aires a la política cubana.

Humildad en vez de soberbia. Apertura en lugar de atrincheramiento ante los ciudadanos. Confianza en lugar de sospechas. Reconciliación en lugar de crispaciones y violencia verbal. Serenidad y tolerancia ante lo diferente, ante la crítica. La Cuaresma de este 2018 es un buen momento para cambiar el espíritu de la política en Cuba.

 


Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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