La pelota cubana: qué, por qué y cómo

Por Dimas Castellanos
 
Qué está ocurriendo
 
Cuba, después de ubicarse en el pelotón de los países que encabezaban las olimpiadas, comenzó a descender desde 1996 en Atlanta hasta la última edición de Londres 2012. En la pelota, que es el objetivo del presente análisis, ocurrió algo similar.


 

Por Dimas Castellanos Martí
 
Qué está ocurriendo
 
Alexei Ramirez, pelotero cubano en la MLB.
 
Cuba, después de ubicarse en el pelotón de los países que encabezaban las olimpiadas, comenzó a descender desde 1996 en Atlanta hasta la última edición de Londres 2012. En la pelota, que es el objetivo del presente análisis, ocurrió algo similar. De campeona olímpica y mundial ha retrocedido año tras año. El declive, que comenzó por los Clásicos -campeonatos mundiales en los que los atletas entregan a los aficionados del mundo un espectáculo de la mayor calidad- se extendió a otros eventos internacionales y también al interior del país.
 
En la primera versión de los Clásicos (2006), Cuba ocupó el segundo lugar. En la segunda versión (2009), aunque fue superior en ofensiva, pitcheo y defensa, en 18 entradas no lograron anotar una sola carrera frente al equipo de Japón, para descender al quinto puesto. En la tercera versión (2013), el mentor cubano Víctor Mesa, afirmó: Ganaremos el Clásico. A eso vinimos, no a otra cosa, pero la realidad fue otra; la República Dominicana y Puerto Rico, dos pequeñas islas caribeñas, con un juego integral y combativo, avanzaron hasta la final, mientras la Mayor de las Antillas quedó relegada al quinto puesto ocupado en la versión anterior.
           
En los meses de julio y agosto pasados, ante eventos de menor exigencia, el mentor espirituano Yovani Aragón conquistó la corona en el Torneo Interpuertos de Rotterdam y el manager Roger Machado al frente de los Tigres de Ciego de Ávila, hizo lo mismo en la tercera edición del World Baseball Challenge, en Canadá. Sin embargo, en el tope con la selección universitaria de Estados Unidos, a la que habían derrotado en ocho oportunidades anteriores, el equipo Cuba exhibió un bajísimo rendimiento: débil bateo, elevada cifra de ponches, fallo en los primeros bates, tácticas desacertadas, errores en fildeo y en tiro a las bases y permitieron 15 robos en 16 intentos. Mientras la escuadra estudiantil se presentó con 12 lanzadores que exhibieron velocidades entre 93 y 98 millas. Con mayor experiencia y un promedio de edad de 26,6 años, los cubanos fueron superados por amateurs cuyas edades oscilaban entre los 19 y los 23 años.
 
La derrota en los Clásicos, donde participan jugadores de Grandes Ligas se repitió ante verdaderos amateurs, un indicativo de que algo anda muy mal en el pasatiempo nacional. Una mirada retrospectiva devela un hecho indiscutible. Antes de la abolición de la pelota profesional, Cuba contaba con una larga historia de triunfos en eventos foráneos. Después de la Primera Serie Mundial de Béisbol Amateur, celebrada en Londres en 1938, las cinco siguientes se efectuaron en el estadio La Tropical de La Habana, de las cuales la Isla ganó cuatro. Mientras que la Serie del Caribe, que surgió a petición de Cuba para decidir el mejor equipo de la región, los del patio se impusieron en la primera de 1949 y después, hasta 1960, triunfaron en otras seis, las últimas cinco de forma consecutiva. A ello hay que agregar que Cuba, entre los países latinoamericanos, fue la principal cantera de las Grandes Ligas.
           
Estrechamente relacionado con las derrotas están las “deserciones”. Casi todos los mejores pitchers de los últimos 20 años han abandonado la Isla. Desde René Arocha hasta los más recientes como Odrisamer Despaigne (Industriales), Misael Siverio (Villa Clara), José Dariel Abreu (Cienfuegos). Y con ellos cientos de peloteros de todas las posiciones, muchos de los cuales brillan como estrellas en las Grandes Ligas (Kendry Morales, Alexei Ramírez, Yoenis Céspedes, Aroldis Chapman y Yasiel Puig), por solo citar cinco de una interminable lista. El último, hasta hoy, fue el avileño Yozzen Cuesta Padrón, que escapó hace apenas unos días en Prince George, Canadá, donde se disputó el World Baseball Challenge.
 
Ese retroceso respecto al resto del mundo recomienda abandonar la estrategia trazada en 1961 y en su lugar acelerar los pasos, que tímidamente se están dando, para regresar al camino que no se debió abandonar. De momento la posibilidad de volver a la Serie del Caribe que tendrá lugar en la Isla Margarita, Venezuela, depende del resultado de las negociaciones que se están efectuando, ya que por medio se interpone el efecto negativo de las leyes norteamericanas emergidas del diferendo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos: una prueba del perjuicio de la política en el deporte.
 
El sueño tanto de los aficionados como de muchos peloteros cubanos que brillan en la Pelota Profesional es poder representar a Cuba en el Cuarto Clásico (2017). No es un gran reclamo, es sencillamente permitirles que defiendan los colores de su bandera, a la que no han renunciado, como lo hace el resto de los peloteros participantes de la Serie del Caribe, para que puedan entrar y salir de su país sin ser calificados de desertores -una repugnante calificación y un estigma- que lo único que refleja es la naturaleza totalitaria de un régimen que concibe la nación como un ejército.
 
Por qué está ocurriendo
 
A un costo insostenible para cualquier país subdesarrollado, el intento gubernamental de ubicarse en la cima del deporte mundial fracasó. Los resultados obligan a replantearse la concepción que predominó en el último medio siglo. La subordinación a la política y a la ideología –remanente de la fenecida Guerra Fría– se expresa en que el Estado asume totalmente la dirección, el control y los costos del sector a cambio de la fidelidad de los atletas como requisito inviolable.
 
Es necesario recordar que una de las tesis, sino la principal, del pensador y pedagogo francés Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos Modernos, consiste en que: El deporte puede movilizar las pasiones más nobles como las más viles; puede desarrollar tanto el altruismo y el sentimiento del honor como el afán de lucro; puede llegar a ser casi caballeresco o corrupto, viril o brutal. Ahora bien, los sentimientos nobles, el altruismo y el honor, el espíritu caballeresco, la energía viril y la paz son requisitos primordiales de las democracias modernas. Precisamente el emblema del Comité Olímpico Internacional (COI) y de los propios Juegos Olímpicos fue elegido para simbolizar ese ideal: una bandera con cinco aros de distintos colores entrelazados sobre un fondo blanco, que representa la concordia entre los cinco continentes.
 
El gran valor del deporte, basado en esos principios, consiste en apartarse de todas las construcciones sociales que tiendan a la división de los seres humanos, como ocurrió con los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín (1936), utilizados por Adolfo Hitler para promover el nacionalsocialismo; o como los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) y los de Los Ángeles (1984), boicoteados respectivamente por Estados Unidos y la Unión Soviética.
 
La relación entre política y deporte no es nueva. Estuvo presente durante las luchas independentistas; en el discurso modernizador del autonomismo; en presidentes de la República como Gerardo Machado y Fulgencio Batista, precisamente durante el primer mandato constitucional de este último se fundó la Dirección General de Deportes y Educación Física, antecesora del Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER). Fiel a esa tradición, después de 1959, Fidel Castro se convirtió en el jefe de Estado que más intervino en el deporte, especialmente en la pelota. La diferencia con épocas anteriores, es que ahora se trata de un proyecto totalizador, que erradicó la participación de la sociedad civil en el deporte, convirtió a los atletas en soldados y suprimió el profesionalismo, con el consiguiente perjuicio para las estrellas cubanas, todos o casi todos procedentes de los sectores sociales más humildes.
 
Durante décadas, como vimos, con la “pelota libre” Cuba estableció la supremacía en las competencias amateurs centroamericanas, panamericanas y mundiales y utilizó esas victorias como propaganda política. El 2 de enero de 1967 el jefe de la revolución dijo: Se erradicó el deporte profesional, y sobre todo, se erradicó en aquel deporte, que era uno de los más populares: la pelota… Pero lo más interesante es que jamás ningún deportista profesional cuyo negocio es el deporte, jugó con tanto entusiasmo, con tanta entereza, con tanto coraje, como el que llevan a cabo nuestros deportistas, que no son profesionales. Pero nada se dijo del perjuicio que representó para los peloteros cubanos, con estirpe de estrellas, que fueron impedidos de medirse con los mejores del mundo, ni que los fanáticos de la Isla se privaron de deleitarse con el béisbol profesional que, en vivo o por las cadenas de radio y televisión, disfrutaban desde cualquier punto del país.
 
Lo más grave de esa concepción, de corte voluntarista, consiste en que no previó que la ausencia del contacto con el profesionalismo iba a mermar la calidad de la pelota cubana hasta el punto en que estamos hoy. Aunque en realidad el profesionalismo no se erradicó; si entendemos por profesional al que percibe un salario por la labor que desempeña, los peloteros de la Serie Nacional, que reciben su sueldo por esa función, aunque aparezcan en las nóminas de centros de trabajo, son profesionales.
 
La euforia condujo a proclamar la gran victoria sobre la pelota esclava. Rebosante de orgullo, en octubre de 1975, el jefe del Estado expresó: Si en otros países de América Latina no existe la revolución social, no se desarrolla la revolución social; por mucha técnica; por muchos entrenadores que contraten; por muchas cosas que inventen, no podrán obtener los éxitos que obtiene Cuba en el deporte. Sin embargo, otra cosa ocurrió cuando se reiniciaron los choques con equipos profesionales.
 
El descalabro nos toca más fuerte por tratarse de un deporte que se jugaba en la Isla desde la segunda mitad del siglo XIX. El Habana Baseball Club -pionero de los equipos cubanos- se creó alrededor de 1868; el primer partido oficial se sitúa en Palmar de Junco en 1874; el Almendares se fundó en 1878 y la Primera Liga Cubana también data de esa época. Esos y otros antecedentes explican por qué en la segunda mitad de ese siglo en Cuba existían unos 200 equipos, decenas de publicaciones dedicadas al deporte y los tabaqueros cubanos en Cayo Hueso y Tampa pudieron llevar ese pasatiempo al sur de La Florida. Por esos antecedentes, junto a las guerras de independencia, el baile y la música, la pelota formó parte del proceso de conformación de nuestra identidad nacional y devino práctica sociocultural de la mayor importancia.
 
Cómo salir de la crisis
 
Cuando las crisis hacen metástasis en todo el cuerpo social es absurdo pensar que el deporte, parte de ese todo, pueda mantenerse al margen de las afectaciones. Mucho menos seguir soñando con la utopía de gran potencia deportiva sin base económica que la sustente.
 
El Estado asume y paga los gastos de la preparación a cambio de que los atletas pongan todo su pensamiento y sus músculos en función de causas ajenas a la naturaleza del deporte. En esa concepción político-idelógica radica la principal causa del fracaso en las competiciones y del éxodo permanente de los atletas. Atribuirlo a otros factores como el robo de cerebros, aunque tenga algo de cierto, es un facilismo. Sencillamente la subordinación de los seres humanos a un sistema piramidal, carente de los derechos y libertades fundamentales, obstaculiza la obtención de resultados destacados en el deporte, porque los atletas quedan impedidos de actuar como sujetos libres.
 
El asunto es tan evidente que la propia prensa oficial ha abordado el problema en las últimas semanas, pero ha omitido la causa principal: la mezcla del deporte con asuntos extradeportivos, lo que les impide desentrañar las verdaderas claves del fracaso.
 
En un trabajo del periodista Oscar Sánchez Serra, publicado en el diario Granma los días 23, 24 y 26 de agosto, bajo el título genérico Por las venas abiertas de nuestro deporte, se pregunta: ¿Qué le pasa a nuestro deporte? ¿Estamos en un franco retroceso? ¿Por qué? ¿Es reversible? ¿Habrá caducado nuestro sistema de desarrollo en esta esfera social? Y se responde: Estamos por debajo de las expectativas que le hemos creado al pueblo; sí, hemos retrocedido; por alejarnos de los principios en los que sustentábamos nuestro modelo de desarrollo deportivo; es reversible y no ha caducado el modelo, solo se trata de recuperarlo, adecuándolo a las nuevas exigencias. Es decir, para Sánchez Serra, el problema radica en el alejamiento de los principios; precisamente de los principios que han conducido al descalabro, ¿o es que en algún momento se implantaron otros diferentes?
 
En otra parte cita a los velocistas Silvio Leonard, Enrique Figuerola, Rafael Fortún y Pepe Barrientos, para concluir que tenemos el gen del velocista. Lo que pierde de vista Sánchez Serra, si aceptáramos como cierto lo del gen, es que el factor genético en ausencia de libertades, resulta insuficiente. Así lo ha demostrado Jamaica, esa pequeña isla caribeña, que sin los principios enarbolados por Cuba y sin revolución social, ha logrado los éxitos que exhibe en la velocidad a nivel mundial.
 
En cuanto al profesionalismo afirma que el deportista cubano… ha hecho del compromiso con su pueblo la propia razón de sus triunfos. Cuando precisamente la estrategia trazada desde el Estado lo ha impedido. Si Sánchez Serra estuviera en lo cierto no tendríamos que lamentarnos de los cerca de 400 peloteros que han huido del país. Para validar su tesis cita las palabras de Alfredo Despaigne a su regreso de la participación en la Liga Profesional mexicana, quien expresó, que haría todo porque su equipo, Granma, clasifique para la final de la Serie Nacional y jugar con el equipo Cuba, a la vez que desea volver a jugar con los Piratas de Campeche, porque con el dinero que le toca por el contrato ayuda a su familia. Palabras que demuestran cómo hasta un ligero aumento en la parte que reciben de los contratos tiende al acercamiento entre intereses personales y estatales. Pero si el objetivo de esos contratos es aplicar a los atletas la misma política que a los cooperantes que marchan al exterior, volverán a fracasar. Lo que se impone es permitir que el atleta se contrate y pague un impuesto al Estado, de tal forma que pueda disponer libremente del resultado de su labor profesional.
 
Por su parte, el semanario Trabajadores, del lunes 26 de agosto de 2013, en Strikes de un largo juego, Joel García, en un análisis más cercano a la realidad, acerca de las “deserciones” reconoció que: Para nadie es un secreto que nuestras limitaciones económicas, el asedio obstinado de los cazatalentos o scouts dentro y fuera del país, las insuficiencias en las atenciones culturales y personales a muchos deportistas, así como la propia realidad cambiante de la sociedad -apertura migratoria, diferencias visibles de ingresos, etc.- son causas latientes, entre otras cosas, que no justifican, pero si han acelerado los abandonos y deserciones de peloteros de nuestras delegaciones, como se constata en ejemplos recientes. Según su criterio, la “directriz fundamental en el futuro pudiera resumirse en preservar una serie nacional con la mayor calidad posible y establecer bases jurídicas para una inserción posterior a su culminación en ligas de América o sus similares de Asia. Y agrega que si bien esas acciones por sí solas no detendrán las “deserciones”, sí rompería la inercia, el pantano del que es urgente salir para no seguir desangrándonos de jóvenes talentos e ídolos de la afición.
 
En ambos análisis (Granma y Trabajadores), uno menos, el otro más cerca de la realidad, está ausente un hecho indiscutible: la salida de la crisis pasa por excluir del deporte los factores extradeportivos y devolver a la sociedad civil el papel que le corresponde en esa materia. El hombre es hombre cuando es libre, cuando puede combinar los intereses nacionales con los individuales. Sencillamente, los discursos han demostrado con creces su insuficiencia. La consigna de regresar con el escudo o sobre el escudo, exhibir los más altos per cápita de medallas de oro por habitante y alardear de que podemos combinar algo que no pueden hacer los jugadores profesionales porque nuestros atletas ni se venden, ni traicionan a su pueblo y a su Patria, demostró su falsedad. Para que Cuba ocupe no el lugar cimero, sino el que le corresponde por su nivel de desarrollo, la ausencia de libertades que obstaculizan a los atletas debe cesar.
 
Referencia
1Pierre de Coubertin (París, 1863-Lausana, 1937). En 1894 invitó a representantes de 14 países para fundar el Comité Olímpico Internacional (COI), institución que presidió desde 1896 hasta 1925.
 
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Dimas Cecilio Castellanos Martí (Granma, 1943).
Periodista independiente.
Licenciado en Ciencias Políticas (1975).
Diplomado en Ciencias de la Información (1985).
Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos (2006).
Miembro del Instituto de Estudios Cubanos.
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