La hora de la piñata y el día después

Por Williams I. Rodríguez Torres
 
Foto tomada de Internet.

Foto tomada de Internet.

Hace casi dos años amanecimos con un alegrón, uno de aquellos que estremecen el alma y mueven el piso, uno de los que no tiene costumbre de recibir el pueblo cubano. Cuba y los Estados Unidos comenzarían a normalizar sus relaciones diplomáticas. La reacción popular no se hizo esperar, la gente estaba alegre, “Ahora sí se acabó el abuso”, “Se acabó la miseria”, “Se acabó el hambre”, eran algunos de los comentarios que se escuchaban al transitar por cualquier calle de este país; se empezó a soñar nuevamente. El pueblo que andaba en tinieblas comenzó a ver la luz, empezó a soñar, a tener esperanzas, la gente fue feliz soñando un mejor futuro.

 

Con los días nos fuimos enterando de conversaciones, de pasos de acercamiento entre los dos gobiernos y la esperanza de la gente iba en franco ascenso; el general-presidente prometía una vez más un futuro de felicidad a un ritmo sin prisas, pero sin pausas, aunque ya de pausas este pueblo esté cansado, aunque muy aprisa gran parte de los jóvenes cubanos decidan no esperar y lanzarse a una aventura incierta, a la conquista de la “tierra de sus sueños” a como dé lugar.

 

Con el correr de los días y los meses, la opinión pública comenzó a dividirse, unos confiamos en que el proceso iniciado no tiene retroceso y ha caído en una metamorfosis lenta y rara, en una transición muy a lo caribeña, muy cubana, sin muchos parecidos a las acontecidas décadas atrás en la gran Europa, o a otras más recientes en nuestro continente; otros caen en el escepticismo y la antipatía, mientras que otra parte de nuestros compatriotas no cree absolutamente en nada de lo que se dice, niegan que algo bueno pueda suceder, se rehúsan a creer que algún cambio esté sucediendo. Pero si hacemos balance de lo acontecido en los casi dos últimos años, indudablemente encontraremos ejemplos claros de una maquinaria que ha echado a andar para no detener el rumbo, porque va cuesta abajo, se han dado pasos de no retorno, porque el retorno sería una estrepitosa caída, un error irreparable que el pueblo cubano no estará dispuesto a asumir. De errores y fracasos, de locas aventuras y obstinación ha estado lleno el camino de los últimos cincuenta y seis años de nuestra historia. No importa que en ocasiones se avance y en otras se parezca retroceder, es que como dice el refranero popular “compraron cabeza y le cogieron miedo a los ojos”.

 

Durante estos 21 meses transcurridos, en el seno de la sociedad civil ha habido diversos criterios, hay quienes aplaudimos la decisión de la Casa Blanca en el cambio de política, en el acercamiento al pueblo cubano y su realidad, a la implementación de medidas que empoderen al pueblo y les permita tomar el control de su realidad y tomar conciencia de que el cambio que necesitamos solo podrá realizarse en la medida que lo deseemos y que tomemos responsabilidad asumiendo los riesgos que conlleva. Solo siendo ciudadanos comprometidos con nuestra realidad, sin dobleces ni rincones morales lograremos un diálogo pacífico, capaz de transformar nuestro entorno sin violencia. Por otra parte, no pocos se oponen rotundamente a este golpe de timón dado por el gobierno norteamericano en cuanto a política respecto a Cuba, hay quienes se sienten traicionados y hasta ofendidos.

 

Es importante respetar el criterio ajeno, es necesario dar valor a las diferentes posturas asumidas por los miembros de nuestra sociedad civil, que a mi modesto criterio, le queda mucho por andar, pero que ha madurado bastante. No es bueno criticar maliciosamente la posición asumida por los demás, no es sano desacreditar a quienes creen en el diálogo y la reconciliación, o a los que prefieren las marchas en las calles; cada quien toma el camino que considera correcto, lo importante es siempre hacerlo buscando lo mejor para Cuba, e intentando respetar incluso a la persona de los más radicales y represores.

 

No es secreto para nadie que en el plano internacional el zapato se nos está apretando, yo diría que el barco está haciendo agua. Cada vez más va cerrándose el círculo de países de izquierda, o populistas. Escándalos, corrupción, violencia, mal manejo de finanzas, clientelismo, son algunas de las cosas que han dado al traste en países a los que Cuba les ha tenido como socios comerciales, de los que ha dependido económicamente en las últimas dos décadas. Esto, más la crisis migratoria actual y el evidente descontento popular, van dando muestras claras de un inevitable desmerengamiento.

 

La sociedad civil, en su proceso de maduración, ha de afianzarse en cuanto a proyectos, propuestas, sobre todo, desde una posición común. No me refiero a una igualdad de criterios, eso sería más de lo mismo, me refiero a planes para la Cuba futura, a saber qué hacer el día después, a trazar estrategias para conducir a la nación en el momento de la mayor oscuridad, a la hora de romper la placenta y salir a la luz, a esa luz que ya muchos vemos cercana, pero también la luz de golpe provoca ceguera. Para ese momento de aturdimiento nacional es tarea de nuestra sociedad civil timonear la nave hacia un astillero y no podemos dejar para mañana el plantearnos el futuro que deseamos para nuestros hijos. Eso sería dejarla a la deriva. No le toca al gobierno de los Estados Unidos de América el planificar nuestro futuro, el moldear el camino de salida, el darle feliz término a nuestra situación actual, no obstante lo bueno que es el restablecimiento de estas relaciones y de toda la ayuda que necesitaremos para la reconstrucción nacional.

 

La hora de la piñata está por llegar, ya hay algunos pícaros cogiendo los cordelitos, esperando que suene el cornetazo para tirar de ellos y tratar de coger la mayor cantidad de golosinas para comer y para llevar, para darles algo a los primitos que quedaron en casa y algún caramelo para los amiguitos, pero la mayor parte para sí. Esto no es nuevo, esto ha sucedido a lo largo de la historia, ejemplos lejanos y otros mucho más recientes nos lo han mostrado. Pero esto no ha de preocuparnos, después de una crecida, el agua vuelve a su cauce. No será fácil, nadie lo piense, quienes tengan la responsabilidad de asumir la restauración de la democracia y la economía en Cuba tendrán que tragar muchos tragos amargos, habrán de ceder en ocasiones, en otros casos tendrán que ser drásticos y les tocará tomar medidas que, en ocasiones, serán impopulares o incomprendidas, pero necesarias.

 

Es hora de juntar esfuerzos, de asumir que para andar un largo camino hay que tomar provisiones, planificar nuestro rumbo calculando cuándo hacer paradas y descansos, cuándo reabastecernos y el tiempo estimado de llegada. Es tiempo de proponer, de aportar, de hacer planes calculando riesgos, de saber qué haremos una vez que la piñata esté vacía. No podemos esperar a que suceda para después sentarnos a proyectar, o peor, a improvisar. Esto no es solo para los diversos grupos de la sociedad civil, es también para los diferentes partidos políticos que aspiran al poder y que tendrán que mostrar al pueblo sus propuestas de gobierno para que el soberano los acepte o no, para los mismos partidos que conformarán, sin dudas, el nuevo parlamento plural y representativo, que tendrá en sus manos la sagrada responsabilidad de velar por el bien y la armonía de la nación.

 

La hora de la piñata está cerca. ¿Qué pasará el día después?

 

Williams Iván Rodríguez Torres (Pinar del Río, 1976).

Técnico en Ortopedia y Traumatología.

Artesano.

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