LA FÓRMULA DEL AMOR TRIUNFANTE

Foto tomada de Internet.

Las fórmulas correspondientes a fenómenos naturales proporcionan datos exactos y predecibles, la complejidad de las relaciones sociales hace que las que se intentan aplicar a ellas solo muestren tendencias con un notable grado de incertidumbre. 

Así vemos que en situaciones límites los comportamientos en la generalidad de las personas se alejan de las normas éticas y racionales que esos mismos individuos observan en situaciones normales. Durante las guerras, las posibilidades de éxito aumentan alimentando el odio hacia el enemigo aún cuando solo ello no garantiza el triunfo. 

Paralelamente vemos que las sociedades exitosas en la actualidad resultan las más pacíficas, no por la ausencia de guerras sino, y sobre todo, por la existencia en ellas de relaciones interpersonales, normas e instituciones basadas en el respeto a la dignidad y los derechos de los individuos, en resumen, donde se armonizan los intereses individuales y los sociales. 

Es en este sentido que el Apóstol de la Independencia y de la Instauración de la Nueva República, nuestro José Martí, nos dejó una propuesta, muy repetida pero insuficientemente llevada a las prácticas sociales, cuya aplicación “Con todos” habrá de conducir al “bien de todos” y que calificó como “fórmula del amor triunfante”1. 

En contraposición a la propuesta martiana vemos que toda fórmula social resulta incapaz de dar solución a los problemas en una sociedad cuando incluye en su formulación elementos como la intransigencia, el odio al diferente, la mentira, la preponderancia de los intereses siempre parciales de grupos por encima del bien común y otros análogos que constituyen errores de origen que imposibilitan o al menos obstaculizan una participación cívica libre y responsable. 

Por otro lado se tiene que el amor implica el respeto a la dignidad y valía de cada ser humano, de todos los seres humanos sin discriminación de tipo alguno y el comportamiento fraternal que tiene base en la razón y la conciencia de las que estamos dotados los seres humanos. 

Son estas formas de expresarse el amor precisamente las bases de la doctrina de los derechos humanos, frecuentemente invocada pero raras veces incluidas en los proyectos de vida de los individuos y sus agrupaciones de manera efectiva. 

La crisis nacional en Cuba demanda con urgencia radicales transformaciones económicas, políticas y sociales, es cierto, pero también lo es que la mayor urgencia está en la reconstrucción ética de todo el entramado social, en el destierro de la mentira por la verdad, en la socialización del amor que desplace al odio. Porque el amor es el contenido esencial de la “fórmula” martiana.

Esto último nunca será posible si desde lo más hondo del corazón de cada uno de nosotros y en nuestros entornos más inmediatos, no procedemos a la propia transformación interna en el sentido señalado, en ver y tratar a todos los que nos rodean como nuestro prójimo para ser efectivos protagonistas de los cambios necesarios. 

Es que solo alimentando las virtudes en los pueblos se desarrolla su capacidad de amar y, facilitándole las condiciones para poder fundar, se incrementa el bando de los hombres que “aman y fundan” en contraposición al de los que “odian y deshacen” alimentado por la escasez de virtudes que se manifiesta en la falta de eticidad que ahora nombran eufemísticamente “doble moral”, en la corrupción generalizada, en la vida en la mentira, en el freno a la iniciativa de los individuos para aportar al bien común y otros males demasiado extendidos en la sociedad cubana actual. 

Mucho hay que hacer, muchos actores sociales deben actuar en pos de los cambios necesarios e impostergables para sacar al país de la crisis que ya dura demasiado en tiempo y dolor. 

Es necesario actuar pero con el arado firmemente agarrado y la vista puesta en un propósito concreto ahora lejano: la nueva república soñada y descrita en su obra por nuestro José Martí quien sintetiza y compendia las ideas y anhelos de los padres fundadores de nuestra nacionalidad, como el Padre Varela que dijo: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad”2. 

Pero actuar a tientas no es bueno, además del fin se necesita un método que encontramos en “esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos” que se hace más explícita en la sentencia: 

“Y si faltan pues todas las comunidades, todas las identidades que hacen la patria íntegra, se invoca un fantasma que no ha de responder, se invoca una mentira engañadora cuando se invoca la integridad de la patria, -Los pueblos no se unen sino con lazos de fraternidad y amor”3. 

Parece llegada la hora de que todos los que en el discurso dicen guiarse por el ideario martiano, apliquen en la práctica la fórmula que permita desterrar fantasmas y mentiras engañadoras para que así quede libre el camino hacia la nueva república que sea realmente, al fin “Con todos, y para el bien de todos”. 

Referencias

1Martí, José. Obras Completas. Tomo 4. p. 279. Editorial de Ciencias Sociales. Discurso en el Liceo Cubano, Tampa. La Habana. 1975.

2Varela, Félix. Cartas a Elpidio. Tomo I, Carta Sexta. p. 182.

3Martí, José. Obras Completas. Tomo 1. p. 94. Editorial de Ciencias Sociales. La República Española ante Revolución Cubana. La Habana. 1975.

 


Moisés Leonardo Rodríguez.
Promotor inicial de la Corriente Martiana.
www.corrientemartianacuba.org

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