LA FEU DE HOY, NEGACIÓN DE LA FEU DE AYER

Martes de Dimas

La Federación de Estudiantes Universitarios y la Federación Estudiantil Universitaria se identifican con las siglas (FEU), pero no son lo mismo; entre ellas no existe continuidad, sino negación.

La primera se creó en diciembre de 1922 cuando un grupo de jóvenes, decididos a participar en los destinos de la nación cubana –imbuidos en la reforma que había tenido lugar en la universidad argentina de Córdoba en 1918 y en las palabras del Rector Carlos de la Torre, quien en noviembre de 1921 planteó que la Universidad debería manejarse en todos sus asuntos con absoluta independencia, menos en lo relativo al manejo de sus fondos– colocaron a la autonomía universitaria como centro de la lucha de la FEU.

La segunda FEU, con la Ley de Reforma de la Enseñanza Superior promulgada en el contexto de instauración del modelo totalitario que eliminó la autonomía universitaria, fue subordinada al poder establecido y convertida en una pieza del sistema totalitario para cumplir misiones por encargo.

Un repaso sucinto a la historia de la autonomía universitaria en Cuba nos remite a 1842, cuando las autoridades metropolitanas le concedieron a la Real y Literaria Universidad de La Habana el derecho de elegir a sus directivos. Cuarenta y tres años después, en 1885, se estableció que cualquier profesor universitario podía ocupar el cargo de Rector. Luego, en 1898, los cargos de Rector, Vicerrector y Decano de Facultad pasaron a ser elegidos por el Claustro Universitario. En 1910, en sus Estatutos la Universidad de La Habana (UH), quedó definida como un organismo superior docente, con autonomía en todo lo que relativo a su régimen interior, gobernada por un Rector, un Consejo Universitario y un Claustro General.

La FEU, a partir de su fundación en 1922, se concentró en la profundización de ese proceso inconcluso: la autonomía universitaria. El Primer Congreso Nacional de Estudiantes, en octubre de 1923 exigió la personalidad jurídica y autonomía de la UH en asuntos económicos y docentes. El Gobierno de los Cien Días, encabezado por Ramón Grau San Martín, en septiembre de 1933, puso en vigor la autonomía universitaria. En 1935 el gobierno de Carlos Mendieta la dejó sin efecto hasta que en 1937, el presidente Federico Laredo Bru, declaró a la UH “corporación del interés público con amplia autonomía”. Y finalmente la Constitución de 1940, en su artículo 53 declaró que: “La Universidad de La Habana es autónoma y estará gobernada de acuerdo con sus Estatutos y con la Ley a que los mismos deban atemperarse”.

La institución de la autonomía universitaria desempeñó un papel crucial en todos los acontecimientos políticos ocurridos en la República hasta la instauración del Gobierno revolucionario en 1959, el cual, en febrero de ese año, al sustituir la Constitución de 1940 por la Ley Fundamental del Estado Cubano, copió textualmente el artículo 53, con lo cual ratificó, que el Consejo Universitario, integrado por el rector, el vicerrector, los decanos de las 13 facultades y un Secretario, continuaban siendo el Gobierno de la UH.

En medio de los conflictos generados por la lucha ideológica dentro de la Universidad, entre ellos la expulsión de dos profesores de la Escuela de Ingeniería por la Asociación de Estudiantes –en violación de lo refrendado en Ley Fundamental de febrero de 1959– el Consejo Universitario fue sustituido por una Junta Superior de Gobierno, cuyo poder quedó en manos de un representante designado por el Gobierno; paso que resultó decisivo para el control de la Universidad por el Estado. Luego, en diciembre de 1960 se creó el Consejo Superior de Universidades, presidido por el Ministro de Educación e integrado por cuatro representantes de cada una de las tres universidades y cuatro del Gobierno. A petición de este Consejo se acometió la reforma universitaria, que fue presentada el 10 de enero de 1962, el mismo día que el dirigente comunista Juan Marinello, fue designado por el Gobierno Rector de la UH, lo que representó un retroceso respecto a 1898, cuando la elección de ese cargo era responsabilidad del Claustro Universitario.

Los objetivos de la reforma la ofreció el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez, quien dijo que la nueva Universidad sería regida conjuntamente por profesores y alumnos, pero, aclaró: “en la medida en que la revolución universitaria es obra de una verdadera revolución y que el socialismo preside las transformaciones, no es posible pensar en los profesores y los estudiantes como dos grupos antagónicos […] Un profesor de conciencia revolucionaria, orientado por el marxismo leninismo y militante de esa ideología durante años (se refería a Juan Marinello), no necesitará de la presencia vigilante de los estudiantes junto a él en el gobierno de la Universidad”[1].

Con la Reforma de la Enseñanza Superior se eliminó la autonomía universitaria, se colocó a los centros de educación superior bajo control del Estado y se puso luz verde a la expulsión de profesores y alumnos que se venían produciendo desde 1959.

Subordinada al poder, la FEU de promotora de cambios sociales devino defensora del status quo establecido; función que asumió mayor fuerza a partir de abril de 1971, cuando el Gobierno revolucionario, inmerso en un esfuerzo por mejorar las relaciones dañadas con la Unión Soviética, decidió apartar del camino a los intelectuales de izquierda que se oponían la represión contra la libertad de expresión y a la sovietización del país; lo cual condujo a la excluyente consigna enarbolada por la FEU en su condición de cancerbera del poder: La Universidad para los revolucionarios.

En la clausura del I Congreso de la FEU [2], el 13 de marzo de 1979, Fidel Castro, tratando de encaminar las energías estudiantiles en otra dirección, preguntó a los delegados: “¿Acaso la Revolución le ha quitado a la masa estudiantil su campo de lucha? No. […] La Revolución, en cambio, creó un campo de lucha mucho más amplio, mucho más universal, una tarea gigantesca: […], la de construir el socialismo, la de practicar el internacionalismo” Y en la Declaración Final del VIII Congreso de la FEU, en junio de 2013, repitió que: “no hay mayor responsabilidad y tarea para los hijos del Alma Mater, que la defensa de la continuidad de la Revolución y el Socialismo”.

La continuidad de esa línea acaba de ser ratificada por el presidente Miguel Díaz-Canel en el X Congreso de la FEU, quien en la clausura –coincidente con el centenario de la asociación– dijo que: “La FEU prerevolucionaria, luchaba por la revolución. La FEU de nuestros días es una parte esencial del cuerpo de la revolución. Lo que en apariencia es una diferencia, en esencia es “continuidad”, pero no del legado de 1922, sino del modelo totalitario instaurado después de 1959.

La Habana, 26 de diciembre de 2022

[1] Carlos Rafael Rodríguez. La reforma Universitaria. La Habana, Cuba Socialista No. 6 de febrero de 1962, pp. 31-42.

[2] http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1979/esp/f130379e.html 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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