La enseñanza de la ocupación inglesa de La Habana y la Cuba actual

Martes de Dimas

La interdependencia entre acontecimientos externos y la vida interna de los pueblos, conocida como globalización, no es nueva; como no lo es la incapacidad de las clases políticas para extraer las enseñanzas que emanan de dichos eventos.

La victoria militar británica sobre la escuadra española estacionada en La Habana, hace 260 años y su retirada el 6 de julio de 1763, marcaron un antes y un después en la historia política, económica y social de la Isla de Cuba.

Los antecedentes

El privilegio del comercio de esclavos y la introducción de productos ingleses en territorio americano, resultado de la firma del Tratado de Utrecht, requería para su consolidación del dominio naval del Caribe, para lo cual La Habana –centro marinero y militar del imperio español– se interponía. Cuatro décadas después de Utrecht, durante la Guerra de los Siete Años entre Inglaterra y Francia, la Corona española ligada por lazos de sangre a los galos, participó en la contienda; oportunidad que la Armada Británica aprovechó para consumar un viejo sueño imperial: ocupar La Habana.

La ocupación produjo la mayor movilización militar y naval de la historia americana hasta ese momento. El 7 de junio de 1762 la armada británica hizo acto de presencia en La Habana.

De un lado George Keppel, con 53 buques de guerra, unos 200 transportes y más del 50% de las fuerzas navales inglesas en el Caribe. De otro lado el mariscal Juan del Prado, gobernador y capitán general de la Isla de Cuba, con 14 buques anclados en la Bahía, las fortalezas del sistema defensivo de La Habana y unos 9 mil efectivos, incluyendo milicianos del vecindario.

La batalla

El 7 de junio de 1762 comenzó el ataque por los castillejos de Cojímar y Bacuranao para tomar Guanabacoa. Los defensores respondieron con el hundimiento de dos navíos para cerrar la boca del puerto, lo cual inutilizó la escuadra encerrada dentro de la Bahía y el capitán de navío, Luis Vicente de Velasco, fue designado para la defensa del Castillo del Morro.

El 24 de julio de 1762, después más de mes y medio de enfrentamientos, Vicente de Velasco rechazó la rendición ofrecida por Keppel. El día 30 los ingleses reventaron la mina que habían colocado y por la brecha abierta iniciaron el asalto con cinco regimientos. Después de una hora de combate cuerpo a cuerpo la fortaleza fue dominada. En la contienda perecieron unos mil sitiados, entre ellos Luis de Velasco, quien murió a causa de las heridas sufridas y más de 3 mil sitiadores. El 11 de agosto la artillería inglesa machacó la ciudad y el 14 de agosto cayó el puerto de La Habana, el más importante de las Indias Occidentales españolas, el 12 de agosto de 1762 se firmó la capitulación y el 10 de febrero de 1763, con la firma del Tratado de París, España recuperó el dominio sobre Cuba.

El impacto en la Isla.

Para Cuba, la importancia de la ocupación no radica en el triunfo militar inglés, sino en el rumbo que tomó el país. Desde el momento de la ocupación, los alimentos para la escuadra española estacionada en el puerto santiaguero eran suministrados por corsarios provenientes de las colonias francesas del Caribe. El 6 de julio de 1763 se retiraron los ingleses pero nada volvió a ser como antes. Los intentos de restituir los controles monopólicos no pudieron contener el flujo comercial establecido por los hacendados de Bayamo, Trinidad y Santiago de Cuba con el Caribe.

La oligarquía criolla quedó sujeta al poder colonial, pero con una capacidad de influencia y de participación en el comercio y el transporte superior a la que poseía antes de la ocupación inglesa. Esa oligarquía tomó conciencia de la importancia de la ubicación geográfica de la Isla para el comercio marítimo, descubrió una atmósfera más tolerante en materia política y religiosa e influyó en las concepciones políticas y jurídicas de la intelectualidad criolla. El padre José Agustín Caballero propuso en 1781 una legislación local inspirada en el derecho público inglés. Pero sobre todo ejerció un efecto profundo económico mediante la labor de Francisco de Arango y Parreño y de los que algunos años más tarde colaboraron con él: Cuba completó su entrada a la civilización occidental.

El monarca Carlos III, genuino representante del despotismo ilustrado español, convencido de que la mejor forma de conservar la colonia era mejorando la calidad de vida de sus súbditos, llenó La Habana de fuentes y avenida, se erigió el Palacio de los Capitanes Generales, el del Segundo Cabo y se culminó la Catedral de La Habana.

En materia de economía, la naciente plantación azucarera-tabacalera contó con todas las condiciones para un desarrollo vertiginoso: capacidad de producción instalada, capital acumulado para la compra de esclavos y libertad de comercio.

La enseñanza

Lo que Cuba fue a partir de 1762 es inexplicable sin la influencia de ese acontecimiento en las contradicciones entre criollos y peninsulares por la igualdad de participación en los destinos de la Isla; contradicciones que habían sido reflejadas antes por José Martín Félix de Arrate y Acosta en su obra Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales, y que después de la ocupación inglesa resurgieron con mayor fuerza.

La moraleja radica en que los cambios históricos de los pueblos, inevitables, se imponen mucho más rápido cuando los acontecimientos externos le favorecen. El aprovechamiento de esas coyunturas de la historia depende en mucho de la comprensión y voluntad de los sujetos determinantes en cada momento.

La tozudez metropolitana ante las demandas de los criollos tuvo que ceder ante la ocupación británica. Un hecho del cual los actuales gobernantes de Cuba no han sido capaces de sacar las conclusiones pertinentes.

La tozudez de España que condujo a la toma de la Habana en 1762 y que se repitió durante las guerras de independencia, las ha heredado el gobierno revolucionario, que: después de fracasar en el intento de producir 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, al desaparecer la Unión Soviética en 1991 y ante la oportunidad que brindó la administración de Barack Obama en 2015, no sólo ha demostrado su incapacidad para utilizar las enseñanzas emanadas de historia pasada, sino que la sostiene ante la profunda crisis actual, cuyas últimas manifestaciones han sido el fracaso de las medidas económicas implementadas, las manifestaciones masivas del 11 de julio, la respuesta represiva y la reciente muerte del la figura que tenía en sus manos las finanzas del sistema totalitario. En fin, que una vez más se pone a la orden del día la imposibilidad de salir de la profunda crisis en que está inmersa la nación cubana sin el restablecimiento de los derechos y libertades que constituyen la base de la participación ciudadana.

Lleida, 4 de julio de 2022

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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