La empresa de Acopio y el Estanco del tabaco

Martes de Dimas

Acopio, el monopolio de comercialización cubano, es más retrógrado que el Estanco del tabaco español del siglo XVII.

El Estanco del tabaco

El consumo del tabaco en la España del siglo XVII estimuló la fundación de fábricas para su elaboración; mientras en Cuba el cultivo de la hoja devino primera fuente de ingresos. Para el control del lucrativo comercio el Felipe V[1] institucionalizó el monopolio conocido como Estanco del Tabaco, lo extendió a todos los territorios de la Corona y para su control estableció en Cuba la Real Factoría de La Habana, con sucursales en Santiago de Cuba, Bayamo y Trinidad.

Los cosecheros de tabaco –conocidos como vegueros por sus asentamientos a la orilla de los ríos–, obligados a vender toda su producción a un precio fijo, realizaron varias sublevaciones y protestas: la primera en 1717 creó un vacío de poder que costó el cargo al gobernador de la Isla Vicente de Raja[2]; la segunda en 1720 se produjo por la cantidad de hojas dejadas de comprar a los vegueros y las demoras en el pago de las que le fueron compradas; y la tercera en 1723, que fue sofocada por el ejército con un saldo de varios alzados muertos, heridos y 12 condenados a la horca. Resultado de esos acontecimientos Fernando VII[3] suprimió el Estanco en 1817 y al siguiente año estableció la libertad de comercio.

La empresa de Acopio

La propiedad de la tierra para los que la trabajaban, según explicó Fidel Castro en 1953, sería una de las cinco primeras medidas que aplicaría la Revolución. Sin embargo, las leyes de reforma agraria de 1959 y 1963, al convertir el 70% de las tierras confiscadas en propiedad del Estado, sentaron las bases para el control absoluto sobre la producción, los precios y la comercialización de las producciones agropecuarias.

En 1966 el gobierno revolucionario creó Cubatabaco, una empresa estatal encargada de la dirección y ejecución de los planes agrícolas, industriales y las exportaciones y en 1985 la sustituyó por Tabacuba, un grupo empresarial dedicado a la producción y comercialización del tabaco. El efecto negativo no puede ser más evidente. En 1958 la producción de tabaco ya había llegado a la cifra de 58 202 toneladas; sin embargo, la disminución fue tal, que en el año 2016 se hablaba de producir unas 27 000 toneladas, cifra similar al promedio anual obtenido entre los años 1904 y 1910.

Ante el fracaso de la institución monopólica de Acopio, en el tabaco y en el resto de las producciones agropecuarias, el Partido-Estado-Gobierno optó por convertir en 1993 parte de las tierras improductivas en Unidades Básicas de Producción Cooprativa y después entregarlas en usufructo a los campesinos en 2008. En ambos casos conservando la causa de la ineficiencia: el monopolio estatal de la propiedad. Como resultado entre los años 2009 y 2014 la producción descendió en otro 21%.

Tres hechos, entre otros muchos demuestran la ineficiencia de Acopio:

1- Cientos de millones de pesos pendientes por pagar a los productores. El propio vicepresidente de Cuba, Salvador Valdés Mesa, reconoció en una reunión sobre el autoabastecimiento en La Habana que “Les debemos a los productores y hay que pagarles”.

2- La ineficiencia crónica en la recogida y distribución de los alimentos producidos, cuyo más reciente ejemplo ha sido la denuncia de los productores de la provincia Artemisa sobre la pérdida de más de 200 quintales de tomates; mientras el pasado año en Santiago de Cuba, por la misma razón, se perdieron 800 cajas de mangos y en Matanzas las redes sociales mostraron la pudrición de 150 quintales de piña.

3- El atraso en la entrega de cajas para la recolección de los frutos. Todo lo cual agrava la insuficiencia de alimentos para la población.

Las similitudes entre el Estanco y Acopio son evidentes. Las diferencias consisten en que el daño del primero se limitó a la producción tabacalera, mientras el segundo abarcó a toda la producción agropecuaria; y en que la corona española introdujo cambios, mientras el Gobierno cubano insiste no entregar la tierra en propiedad, no permitir la libertad para producir y comercializar, impedir el derecho de libre asociación, y no otorgar la personalidad jurídica a los productores para impedir que se conviertan en verdaderos empresarios.

En ese sentido el Ministerio de la Agricultura ha dictado la Resolución 861, de 2022, uno de cuyos objetivos es fortalecer el control estatal. La nueva normativa obliga a cada campesino tener todas sus producciones registradas fidedignamente, so pena de ser multado de forma exorbitante; una “multa cuya cuantía es el equivalente de multiplicar por tres el volumen de la producción al precio del mercado agropecuario en el momento en que se comete la infracción”, lo cual apunta a un mayor control sobre los productores.

A partir de ahora, Acopio, pieza clave en el desastre agrícola cubano, dejará de tener el monopolio de la comercialización, pero no para eliminar las restricciones, sino nuevamente para cambiar la forma introduciendo nuevos mecanismos de control: el productor continúa obligado a contratar como mínimo el 80% de su producción agrícola directamente con el Estado. Por tanto, el campesino que no contrate todo el potencial de sus producciones o venda parte de lo contratado a otro destino, será multado con un monto equivalente a tres veces el valor del producto “desviado” o no declarado.

De manera que los poseedores de tierras sólo pueden disponer de los excedentes productivos una vez saldado lo contratado, lo cual reduce la posibilidad de vender libremente, ya que, al tener que declarar todo el potencial de su producción, el excedente sería mínimo.

Como se ve, el poder de decisión queda en manos de los Comités de Comercialización municipales, dirigidos por el intendente del Gobierno Municipal, que a su vez es regido por el Comité homólogo a nivel provincial, con el Gobernador en persona al frente. En estos comités participan las entidades agropecuarias productoras, acopiadores y comercializadores, pero evidentemente la voz cantante la sigue teniendo el Partido-Estado-Gobierno, mientras la economía decrece y el descontento aumenta.

Lleida, 27 de junio de 2022

[1] Felipe V “El animoso”, rey de España de 1700 a 1746.

[2] Vicente de Raja, Gobernador y Capitán General de Cuba entre 1716 y 1717.

[3] Fernando VII. “El deseado”, rey de España en 1808 y de 1814 a 1833.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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