LA EFECTIVIDAD DEL MENSAJE DIGITAL

Miércoles de Quintana

Si quieres ser efectivo en las redes la principal condición a la que debes atender es: TENER ALGO IMPORTANTE QUE DECIR. Tal vez tu creas que la guerra en Ucrania es lo más importante y tu público considere que lo verdaderamente importante es la falta de harina y la angustiante escasez de pan en tu pueblo. Si te equivocas en esto no eres creíble.

Otra exigencia del éxito en la comunicación social es la brevedad. Si todo lo dice una foto no agregues nada más. Quizás una foto y un pie de tres o cuatro palabras mágicas. Un video de dos minutos quizás. Si dudas que esto pueda ser posible recuerda a Martí: honrar, honra. ¿Qué te parece? Más breve ni Monterroso, que como sabes o averiguarás, escribió un cuento con seis palabras.

Todo comunicador social desea que se recuerden sus mensajes, y que se crea en ellos, claro está. Pero el hombre común es olvidadizo, solo aprovecha el 10% de su capacidad de memoria. Y más terrible aun, olvida más del 90% del mensaje en las siguientes ocho horas de la recepción. ¿Cómo arreglar esto?

Lo primero es causar una impresión clara y precisa. Sin ambages, regodeos, ni floreos medievales. Hay que llamar la atención del público objetivo con la precisión del plomo en la diana. Lo ilustro enseguida.

Un verboso político pinareño del siglo pasado llegó al Café El Morro acompañado de su chofer en una luminosa mañana de abril. Sentados a una mesa, el Senador ordenó al mesero:

– Sírveme una taza del albo líquido de la fecunda ubre en mixtificación sublime con el néctar negro de los dioses blancos.

Había que ver el rostro del camarero. “Excúseme, Senador, balbuceo”. Pero el chofer, rápido como Billy el Niño, aclaró:

– Tráele un café con leche al Senador.

Recuerda, en la comunicación social hay que ir directo al “café con leche”.

Otra cosa, por excelente que sea el mensaje, su efecto no es eterno. Ya vimos que los receptores olvidan casi todo en ocho horas y en 30 días solo quedan reminiscencias desestructuradas del mensaje inicial. Repetir es el remedio. A la memoria hay que hacerle mantenimientos como a las centrales eléctricas. Sin mantenimiento se apagan ambas. La reiteración de los mensajes no es pecado de estilo o atentado a la gramática o a la eufonía: Es una necesidad. Es pragmatismo. Hace mucho que la publicidad funciona así.

Otra ley de la Mnemotecnia es la Asociación. La memoria es una red de asociaciones. Y tus mensajes deben favorecer las asociaciones que te interesen. No esperar a que el público receptor lo asocie a su manera. Debes influir para hacerle fácil asociar… a la tuya.

Si dices Caín las personas piensan en el mal, la traición, el crimen. Si mencionas el nombre de una anodina fruta, la manzana, te remite al pecado original, a una serpiente, a la seducción y al goce carnal.

La literatura se ha encargado de establecer asociaciones entre comportamientos, emociones, figuraciones y personajes: Otelo y los celos; Shylock y la avaricia despiadada; Tartufo y la ambición disimulada; Matías Pérez y volar en un globo.

Tú puedes influir para que las personas asocien cosas, gentes y hechos que recuerden lo que es bueno, digno, moral, patriótico, saludable, para promover que lo bueno se asocie con lo útil y lo bello, para que la fe se asocie con la esperanza y el éxito con la caridad y la generosidad. También para hacer el mal. Espero que esta última no sea tu elección.  

 


  • José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
  • Economista jubilado.
  • Médico Veterinario.
  • Reside en Pinar del Río.
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