La corrupción: “perversión de la conducta moral”

La corrupción en estos tiempos es un fenómeno recurrente, entendida como el hecho de convertir en negocio lo que no es negociable. Según Alain Etchegoyen, profesor de la Universidad de Bruselas, “la corrupción es la transformación de un intercambio no mercantil en un intercambio mercantil y se localiza siempre en relación con un poder cualquiera”. Los clásicos ejemplos de corrupción siempre se encuentran asociados al poder, ya sea económico, político o a escala social.

Corrupción es violar los niveles de control parlamentario; hacer uso del tráfico de influencias en el ejercicio de la función conferida; hacer uso exacerbado de las responsabilidades que son correspondientes a cada puesto de trabajo; desarticulación de las instituciones poniéndolas al servicio de intereses y no en función de sus objetos sociales; burlar los mecanismos de control económico establecidos por cada organismo, Parlamento o Nación, y hacer mal uso de los recursos económicos que se custodian.

Se puede hablar de corrupción con diferentes apellidos: corrupción política, corrupción económica, corrupción social; pero también corrupción del alma, esa que propicia la pérdida de una conciencia recta, verdadera y cierta, acerca a la persona al abuso del poder que le ha sido conferido para administrar, y lo hace enriquecerse, alejándolo de los ciudadanos que le han colocado allí. Una de las principales razones es la ausencia de voluntad para rechazar esta deformación social. Luego de tener la voluntad, se necesita una preparación ética y cívica, que posibilite desarrollar un discernimiento entre lo correcto y lo incorrecto, que respete las relaciones humanas, y que crea, férreamente, en el valor del servicio público. Este tema, que depende no más que de la persona, que es quién decide o no caer en actos de corrupción, está muy asociado a la verdadera vocación política del representante.

Las Constituciones de cada país deben establecer normas estrictas para el cumplimiento de las obligaciones de los funcionarios públicos. Garantizar una positiva evaluación del desempeño, acorde al cumplimiento de los principios establecidos para el servicio público, constituye otro mecanismo favorable. Si el “poder” se concentra en cumplir con objetividad sus funciones, y es imparcial, neutro, leal, austero, transparente, responsable, respeta los niveles de jerarquización, no discrimina, es colaborativo y obedece las peticiones del ciudadano a través de las instituciones y los mecanismos de control presentes en la sociedad, la corrupción puede ser disminuida. Otros mecanismos podrían ser: el cumplimiento de normas internacionales establecidas en pactos, convenciones, tratados, códigos de conducta, códigos de ética vinculados a los principios generales del derecho, que garanticen la defensa del bien común, la dignidad humana y el Estado de Derecho.

En el caso cubano, donde los modos de acceso al poder violan toda institucionalidad y coartan las libertades fundamentales del ciudadano, la corrupción es vista como un fenómeno ajeno y externo a la cúpula de poder, mientras la realidad demuestra lo contrario. Existe tráfico de influencias, violación de las normas procedimentales, no están establecidos códigos de ética en la mayoría de las instituciones, y en el caso de las que sí lo tienen, no establecen sistemas sancionadores eficaces, de acuerdo a la gravedad que se presente en cada caso. El nuevo Proyecto de Constitución de la República de Cuba, que ha pasado por un proceso de Consulta Popular, y está en espera de referendo el 24 de febrero de 2019, menciona solo una vez el término de corrupción, y lo hace en el Preámbulo, a modo de incitación: “por los que lucharon durante más de 50 años contra el dominio imperialista, la corrupción política, la falta de derechos…). Cuba tampoco ha ratificado los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, Económicos, Sociales y Culturales de la ONU (1976) firmados en 2008, y no responde a reglas internacionales o mecanismos instituidos desde la legalidad para tratar los casos de corrupción.

Quisiera concluir con dos frases célebres sobre esta “perversión de la conducta moral”. La primera de ellas es de la Santa Biblia, en la Carta de San Pablo a las Gálatas: “Si alguno es sorprendido en alguna falta… corregidlo con espíritu de mansedumbre. Y no te descuides de ti mismo, que también tú puedes ser puesto a prueba. Ayudáos mutuamente a llevar las cargas… Que cada uno examine su conducta y sea ella la que le proporcione motivos de satisfacción, pero sin apropiarse de méritos ajenos. Porque cada uno debe llevar su propia carga… Quien siembre su vida de apetitos desordenados, cosechará corrupción, mas quien siembre espíritu, a través del espíritu, cosechará vida eterna” (Gálatas 6, 1-8).

La segunda, es una frase de san Juan Pablo II en la Homilía pronunciada en Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998, durante su histórica visita Cuba: “La Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas ante la corrupción del poder político o económico; no buscando la gloria o los bienes materiales; usando sus bienes para el servicio de los más pobres e imitando la sencillez de la vida de Cristo”.

Estas vienen a ser dos incitaciones para preparar el espíritu y no caer en hechos de corrupción de ningún tipo.

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).

Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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