Justo de Lara: Otro cubano universal

Por José A. Quintana de la Cruz

José de Armas y Cárdenas, conocido por el pseudónimo de Justo de Lara, fue un periodista cubano de talla universal que asombró a la comunidad intelectual de su época por su precocidad, demostrada sobre todo por la crítica informada y original que hiciera a la obra de Miguel de Cervantes y Saavedra.

 

 

Por José A. Quintana de la Cruz

 

Justo de Lara. Fotos tomadas de Internet.
Justo de Lara. Fotos tomadas de Internet.

 

José de Armas y Cárdenas, conocido por el pseudónimo de Justo de Lara, fue un periodista cubano de talla universal que asombró a la comunidad intelectual de su época por su precocidad, demostrada sobre todo por la crítica informada y original que hiciera a la obra de Miguel de Cervantes y Saavedra.

 

 

Nacido en Guanabacoa en 1866, se hizo de un título de abogado pero ejerció muy poco esa profesión. Una irresistible vocación literaria lo llevó a convertirse en uno de los cervantistas más calificados del mundo. A los 18 años de edad publicó “El Quijote de Avellaneda”, cuya lectura hizo decir a Menéndez y Pelayo que aplaudía en él “la independencia de los juicios, el buen gusto constante, la erudición nada vulgar, el recto sentido, la facilidad del estilo y el conocimiento perfecto del asunto”.

 

Para mí, esa “independencia de los juicios” y la objetividad, que daba a sus críticas una imparcialidad casi absoluta, son las características más preciosas de su obra. En estos tiempos en los que el juicio crítico está plagado sobre todo de elogios, o de implacables y poco probadas descalificaciones, resulta educativo y agradable releer la valoración que hizo Justo de Lara del Quijote de Avellaneda.

 

En su ensayo de 1889 “Los Dos Quijotes”, raudo, en el primer párrafo, ofrece su criterio severísimo: “…la continuación de la primera parte del Quijote realizada por Alonso Fernández de Avellaneda, tuvo por único objetivo herir el amor propio de Cervantes… y que su inspiradora fue el bastardo sentimiento de la envidia”. Más adelante, en el análisis de los personajes, reconoce el talento del impostor cuando dice, “…el Sancho de Avellaneda… es uno de los personajes más graciosos y bien dibujados que pueden encontrarse en novela alguna”, y enseguida completa (no contradice) el juicio anterior cuando asevera, “…el Sancho de Avellaneda, todas sus gracias, son resultado de su escaso talento y no del ingenio agudo y discreto del rústico de Argamasilla…”

 

El criterio conclusivo es un argumento de mucha fuerza: “… al comparársele con el de Cervantes, no puede menos de parecer despreciable producto de un ingenio pequeño y mezquino, pero considéresele aislado, examínese junto a otras obras de imaginación que se publicaron en su época y se verá que es uno de los mejores de la novela española del siglo XVII…” Avellaneda es solo despreciable al lado de Cervantes.

 

La obra ensayística y periodística de Justo de Lara es abundante y sustanciosa. Se destacan por la elegancia y profundidad de su realización, además de las comentadas arriba, “La Dorotea de Lope de Vega”, “Cervantes y el Quijote”, “Cervantes en la Literatura Inglesa” y “Los dos Protectorados”. La calidad de sus realizaciones hizo decir a Enrique José Varona que Lara poseía “…sagacidad critica de subido valor…”

 

Escribió en 17 periódicos y revistas cubanos así como en el Quartely Review de Londres, The New York Herald y The Sun. Las colaboraciones que enviaba sistemáticamente a los periódicos ingleses y norteamericanos estaban directamente escritas en inglés y, en esta lengua, mantenían el austero encanto de su estilo. Roig de Leuchsenring creía que sus “…trabajos todos merecedores… por su originalidad y precisión, por la galanura y pureza del estilo, y por los juicios y opiniones imparciales y atinados…” Todos sus escritos eran precedidos por amplias y profundas lecturas e investigaciones, sin embargo, él declaraba que no investigaba para una obra específica sino por placer intelectual. Decía que a la hora de escribir el ensayo, las añejas y sedimentadas lecturas emergían acicateadas por laboriosas reflexiones. Quizás, ello explique su originalidad. Era un creador que sintetizaba, con oportuna magia de genio, nuevo saber a partir de viejos humus. Manuel Sanguily, al describir las virtudes de Lara, decía que “…admira que a su edad, se posean dotes tan raras como aplicación paciente al estudio, espíritu de investigación, criterio de independencia y habilidad de citar…”

 

Hizo traducciones de Shakespeare y escribió dos novelas y una comedia. Pero su fortaleza intelectual residía en la capacidad para el ensayo crítico, el ejercicio del cual lo elevó a las cumbres donde señoreaban José Martí, Enrique José Varona, Manuel de la Cruz, Juan Gualberto Gómez, Gonzalo de Quesada y Rafael Montoro, entre no muchos otros. Max Henríquez Ureña, al referirse a esta faceta dominante en el quehacer de Lara, señaló que “…su crítica es la de investigación, de compulsa, de análisis, nunca la crítica de impresión…”

 

José de Armas y Cárdenas murió en la Habana en 1919. Su vida y su genio los empleó para enriquecer la cultura de la nación cubana. Fue patriota como fue genio, sin voces altas ni luces de artificio. Merece que se le recuerde con algo más que estas líneas. Espero que otras piedras se coloquen sobre la mía.

 

José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).

Economista jubilado.

Médico Veterinario.

Reside en Pinar del Río.

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