Juan Gualberto Gómez: el gran ciudadano

Juan Gualberto Gómez en su juventud. Foto tomada de Internet.
  • “Sin libertad y sin igualdad, no cabe que exista fraternidad”.[1]
  • Juan Gualberto Gómez

Mi abuelo materno lo había conocido en La Habana. Contaba en casa que venía a visitarlo con regularidad a su negocio, y que con verbo fácil y elegante hablaban largo rato. Era una persona muy decente, decía el, y cuando convocaba al pueblo habanero en un parque cercano, mi abuelo acudía para escucharlo hablar. No hay dudas que, como lo llamó Cosme de la Torriente,[2] Juan Gualberto Gómez y Ferrer fue el Gran Ciudadano que luchó por Cuba en la Isla, en el exilio, en la cárcel, durante la guerra y en la República. Se distinguió como periodista, conspirador, líder negro, político y gran amigo y colaborador de José Martí. Su entorno familiar y su vida íntima fueron también singulares ya que sus padres, esposa, hijos y el resto de su familia, estuvieron siempre a su lado apoyando sus esfuerzos a pesar de innumerables adversidades.

Juan Gualberto Gómez y Ferrer había nacido en Sabanilla del Encomendador, Matanzas, el 12 de julio de 1854. Su madre, Serafina Ferrer, era una negra esclava hija de la africana Irene Carabalí y de padre desconocido. Poco más se sabe de ella hasta que contrae matrimonio con Fermín Gómez. Es imposible precisar cuándo ocurrió el enlace, pues los archivos de las parroquias de Santa Ana, Cidra y Sabanilla fueron quemados durante la Guerra de Independencia en 1895, y luego en 1935. Pero según las declaraciones de sus descendientes, Fermín y Serafina se casaron cuando ella tenía 17 años y Fermín 32.

El matrimonio tuvo un solo hijo, Juan Gualberto, que había nacido en el ingenio azucarero “Vellocino de Oro” propiedad de Catalina Encinoso de Abreu y Gómez.[3] Gracias a las leyes de la época, Fermín (Yeyé) y Serafina (Fina) lograron comprar la libertad del hijo antes de su nacimiento,[4] y es así como por su condición de hombre libre Juan Gualberto pudo aprender a leer, escribir, y se pudo educar. Cuando cumple diez años lo envían a estudiar a La Habana. No fueron pocos los esfuerzos de sus padres para que asistiera al colegio Nuestra Señora de los Desamparados que dirigía el maestro afrocubano Antonio Medina y Céspedes[5], quien seguía las técnicas pedagógicas de José de la Luz y Caballero[6].

El 22 de enero de 1869 Juan Gualberto asiste a una función de la compañía de Bufos Habaneros[7] en el Teatro Villanueva de La Habana, cuyo fin encubierto era el de recaudar fondos para la independencia. En el intermedio de la función actuaban Florinda Camps y Jacinto Valdés, artistas muy populares entre los habaneros. La prensa española había reportado el día anterior que Florinda “era uno de los cómicos que desplegaron una bandera cubana en procesión por la ciudad”. Y añadía luego el periódico: “Deben meterla en la jaula donde se castigan los bergantes”. Al término de la obra se escucharon en el teatro varias exclamaciones como “¡Viva Céspedes!” y “¡Viva Cuba Libre!”, que representaban la simpatía de los espectadores con la causa cubana. Los integrantes de la fuerza militar dieron comienzo a un intercambio de balas que se generalizó luego por toda la ciudad, lo cual ocasionó muertos y heridos. En los siguientes días se llevaron a cabo registros y detenciones. La gravedad de este incidente y el clima convulso que empezaba a imperar en la ciudad y en toda Cuba, pues la guerra ya había comenzado, hicieron que los padres de Gómez, apoyados económicamente por doña Catalina, la dueña del ingenio donde vivía Juan Gualberto, decidieran enviarlo a Francia para que estudiara el oficio de constructor de carruajes. En mayo de 1869, cuando Juan Gualberto cuenta 15 años de edad, se embarca en el vapor La France.

En la capital francesa Gómez estudia, aprende francés y vive rodeado de un amplio panorama intelectual. Pero el rumbo de su vida iba a dar un vuelco total. Con el fin de recolectar fondos para la independencia de Cuba, en julio de 1872 llegan a París Francisco Vicente Aguilera[8] y el general Manuel de Quesada[9]. Al necesitar Aguilera un traductor del español al francés para contrarrestar los ataques de la prensa francesa hacia los cubanos contrata a Juan Gualberto, y ya desde entonces se va forjando en él el sentimiento de cubanía. Su experiencia personal como negro cubano y la sublevación contra el gobierno español en la Isla, lo van involucrando en la lucha por la independencia. Hace entonces profesión de fe patriótica con esta declaración:[10]El amor de una mujer ¿podrá hacerme olvidar tu amor? No, patria. ¡No jamás!

Viendo la capacidad de Juan Gualberto para el estudio llegan a París Catalina Gómez, la dueña del ingenio en Matanzas, y los padres de Juan Gualberto. Estos han determinado se matricule en la prestigiosa Escuela Mungo para que estudie ingeniería. Pero un par de años después, en 1874, le notifican que no le pueden seguir pagando los estudios por lo que debe regresar a Cuba. Juan Gualberto no quiere volver y para sostenerse busca empleos mal remunerados en casas de comercio y como reportero o corresponsal. Por fin en 1875 consigue trabajo como periodista de la revista Revue et Gazette des Théatres, comenzando así su carrera literaria.

Aunque en París le iba muy bien, en 1877 decide regresar a Cuba. Ha vuelto a reunirse con sus padres y amistades, pero no logra encajar en el ambiente. La guerra está en curso y no soporta la presencia española. Entonces viaja a México junto al famoso violinista cubano Claudio Brindis de Sala[11]. El músico quiere dar conciertos en la capital azteca y Juan Gualberto lo acompaña como empresario.[12] Un día en una tertulia en la capital mexicana se entera del fin de la Guerra de los Diez Años, y ante esa nueva situación política vuelven a Cuba muchos desterrados. Juan Gualberto decide regresar también en 1878.

En cuanto llega a La Habana funda el periódico La Fraternidad con el fin de abogar por los derechos de su raza. Su amigo Nicolás Azcárate[13] le presenta a José Martí iniciándose entre ellos una fraterna amistad. Juan Gualberto dijo después que el encuentro con Martí “estrechó y fortaleció la identidad de nuestras opiniones respecto a los destinos de nuestra patria”.[14] Pero cuando menos se lo esperaban, todo cambió. Era septiembre de 1879. Juan Gualberto relata: “Una mañana en que habíamos trabajado mucho en su bufete y debíamos seguir trabajando en el arreglo de asuntos de interés para Las Villas, Martí me llevó a almorzar a su casa. Estábamos aun en la mesa él, su distinguida esposa y yo, cuando sonó la aldaba de la puerta de la calle. Su esposa se levantó y abrió. […] La señora de Martí dijo a este en voz alta: ‘El señor que vino hace rato a buscarte, y al que dije la hora que te podía ver, es el que ha vuelto’”. Martí se levantó, fue a su habitación, pidió que le trajeran el café. Luego, añade Juan Gualberto: “me dio la mano, tomó su sombrero y se marchó con el visitante para mí hasta ese momento incógnito. Desde ese día y esa hora, no volví a ver más a Martí”.[15] En los próximos días Martí sería desterrado a España como preso político. Meses después Juan Gualberto correría el mismo infortunio.

Debido a su vinculación con los clubes revolucionarios y a los movimientos conspirativos en Cuba, Juan Gualberto es encarcelado y deportado a Ceuta en 1880. Sus dos grandes amigos: Nicolás Azcárate y Rafael María de Labra,[16] influyen y consiguen liberar a Juan Gualberto de la prisión en Ceuta, aunque bajo libertad controlada por la ciudad. Esto le permite escribir para el periódico La Discusión de Cuba, y para la prensa de Madrid como en El Abolicionista del que fue jefe de redacción; La Tribuna, en el que llegó a ser director; El Pueblo y El Progreso, y es corresponsal del periódico habanero La Lucha. Escribe diariamente en contra de la esclavitud, y con la nobleza que lo personificaba, argumenta: “jamás nos separaremos de los blancos. Aunque ellos no siempre se hayan conducido con nosotros como hermanos, lo son en realidad y ni ellos ni nosotros podremos deshacer lo que la naturaleza ha formado. Nosotros ya no somos africanos, como ellos tampoco son europeos. La influencia del medio se va ejerciendo sobre unos y otros, y obra con irresistible resultado la ley de adaptación al medio. ¡Somos cubanos!”.[17] Sería Juan Gualberto Gómez el primero en pensar en la igualdad y la unión de las razas.

Estando en Ceuta conoce a la gaditana Manuela Benítez Mariscal quien es viuda y tiene cuatro hijos de su primer matrimonio. Manuela y Juan Gualberto se enamoran y tienen a su primer hijo, Juan Eusebio. Luego les nacerían: Juana en 1888; Manuela María en 1891, y Alejandrina en 1893. Después de vivir dos años en el exilio de Ceuta, y sin poder regresar a Cuba, Juan Gualberto decide mudarse para Madrid bajo libertad condicional. Allí continúa escribiendo, aunque tiene la salud quebrantada y está en aprietos económicos. Labra le avisa que el periódico El Liberal le dará trabajo ya que ha quedado una plaza vacante. También escribe para la Revista de las Antillas, El Progreso y La Tribuna. “Cuba es para Juan Gualberto una obsesión […], está consagrado a una causa que ha convertido en la razón e ideal de su vida”, nos dice Octavio Costa[18], uno de sus biógrafos. Escribe lo que opina y siente, y tiene problemas con la ley por expresar sus ideas en el periódico. Es encarcelado, pero a la vez es apoyado por cientos de personas quienes reúnen el dinero de la fianza para liberarlo de la cárcel y para ayudar a mantener a su pobre familia. El General Calixto García le escribe: “es usted el único cubano que ha tenido el valor suficiente para sostener sus ideas en la prensa de Cuba y creo que se necesita más valor para hacer lo que usted ha hecho que para luchar en el campo con los godos”.[19] Por fin el tribunal emite el fallo: Juan Gualberto no ha cometido el delito de excitación de la rebelión: propugnar la independencia de Cuba desde un periódico con las únicas armas de las ideas no es delito”.[20]

En 1890 se le permite regresar a Cuba. Comienza a publicar el periódico La Igualdad, y pronto se convierte en el más famoso y respetado líder afrocubano que preside el Directorio Central de Sociedades de la Raza de Color cuyo fin es el de lograr igualdad de derechos basados en las leyes. En estos años el Directorio Central celebra una gran Asamblea que llega a aunar a 100 organizaciones de negros cubanos de la Isla. Entre otras iniciativas, logran dar fin a la prohibición de matrimonios interraciales, a la segregación en los colegios, así como obtienen al derecho de los ciudadanos negros a estudiar en centros de educación.

En 1894 José Martí nombra a Juan Gualberto su delegado en la Isla para coordinar los preparativos de la Guerra de Independencia que ya se está fraguando. Sobre Gómez, Martí diría: “Su alma clara y para mi amadísima; usted es uno de mis orgullos[21]. Tres días antes de que estallara la guerra, el 21 de febrero de 1895, Manuela y Juan Gualberto contraen matrimonio en La Habana. Manuela, la andaluza de corazón cubano, entendía y apoyaba los afanes de su esposo, y al casarse legalmente Gómez reconocía a sus hijos naturales y se hacía cargo de los hijos de Manuela de su primer matrimonio. Pero en ese momento no imaginaban el calvario que les depararía el destino.

Llega el 1895 y el ambiente está listo y también los ánimos de los patriotas. El telegrama con la orden del alzamiento que señala el inicio a la Guerra de Independencia había sido entregado, envuelto en un tabaco, a Miguel Ángel Duque de Estrada del Partido Revolucionario Cubano. Este, siguiendo instrucciones, viaja a La Habana y en aduanas, llevando el tabaco puesto en la boca simulando que lo va a encender, se lo entrega a Juan Gualberto. “Por mí, finalmente, pasaron las instrucciones, las órdenes necesarias y los manifiestos, para el levantamiento del 24 de febrero”[22] dice Gómez. Se traslada con premura a Ibarra, en Matanzas, para el alzamiento, pero tiene tan mala suerte que es hecho prisionero el 28 de febrero, y sentenciado nuevamente a 20 años en las cárceles de Ceuta. Mientras viaja en el vapor que lo transportaba a África, escribe desesperado a su esposa: “Figúrate, una barra de hierro con anillos obligados a estar inmóviles horas enteras. Nunca he visto suplicio tan bárbaro”. Y luego añade: “a pesar de que tú conoces mi energía de carácter, no puedes figurarte cuánto dolor hay en mi alma… me siento solo y muy afligido. Aunque yo no sé llorar, tengo una pena y una opresión tan grandes en mi corazón, que me parece que llorando solo se me quitarían…”[23] ¡Cuánto sufrimiento el de este hombre valeroso!

En el presidio de África Juan Gualberto vuelve a escribir a su esposa y le relata las inhumanas condiciones en las que se encuentra: “Me encuentro mucho peor de lo que he estado en ninguna parte”. Luego le cuenta que lo tienen en un calabozo de un metro cuadrado más o menos, a oscuras, en las que el preso jamás puede acostarse; amarrado con una cadena en el pie a un gancho fijo a la pared, viéndose obligado a dormir agarrotado y con solo una vasija para las necesidades y desperdicios.[24] En Cuba su familia sufre por él. Juan Gualberto escribe a Epifanía, su primera hija, y le dedica un tierno y sentido poema del que recogemos las últimas estrofas:

  • De ese modo, cuando libre                                        
  • la patria nuestra se vea                                              
  • de todo lo que la afea                                                
  • y provoca mi rencor;                                                  
  • cuando al prisionero rompa                                       
  • su cadena repugnante                                                
  • el filo recio y cortante                                                 
  • del machete vencedor.                                               
  • A la tierra independiente
  • volveré con alegría,                                                    
  • bendiciendo el bello día
  • del regreso junto a ti.
  • Y al abrazarte gozoso,
  • podré besar conmovido,
  • la cana que te ha salido
  • sufriendo triste por mí.[25]

Mientras tanto en Cuba su esposa Manuela está al cuidado de sus hijos y suegros que están ya ancianos. Pronto las autoridades españolas los deportan a todos a Cayo Hueso teniendo que vencer graves dificultades. Además de Manuela y los hijos, también van los padres de Juan Gualberto, Serafina y Fermín, y las ahijadas de Serafina: Dolores, y Sara Malagamba. El viaje en barco Habana-Cayo Hueso fue muy difícil ya que llevaron un sillón para acomodar al anciano Fermín quien resiste la travesía pero que le daña su salud mental. Como dato curioso, aquel sillón quedó en la familia hasta que en 1899 fue llevado a Cuba Libre, y posteriormente a Villa Manuelita[26] ya durante la República.[27] En el exilio la situación de la familia resultó penosa. Fermín contaba 75 años y requería una atención especial; Serafina tenía una edad avanzada y la salud de Manuela era frágil, aunque se conservaba activa. A todo esto, había que agregar la angustia por la prisión de Juan Gualberto, la manutención de los niños y las carencias económicas. Ya no era solo Juan Gualberto el que sufría, era toda su familia. Y ¡pobre Manuela!, habían sido muchos años de dificultad y prueba que ella había llevado, muchas veces sola y alejada de su esposo.

Cuando Juan Gualberto al fin logra su liberación en 1898, la guerra en Cuba ha terminado con la intervención norteamericana. Se muda a París y allí colabora con Ramón Emeterio Betances.[28] Luego se embarca para Nueva York donde Estrada Palma lo comisiona ir a ver a los cubanos de Jacksonville, Tampa y Cayo Hueso para que el Partido Revolucionario Cubano se mantenga organizado. El 12 de agosto se firma el Protocolo de la Paz y España se dispone a abandonar el territorio de la Isla. Va Juan Gualberto a Cuba a encontrarse ¡por fin! con su familia, ansioso de besar a sus hijos, a sus padres y a su esposa. Todos contentos van a residir a la casa de la calle Lealtad número 106 en La Habana, y más tarde compran una casa quinta situada en la Calzada de Managua, en Mantilla, actual municipio de Arroyo Naranjo. Juan Gualberto, el prócer que ama a Cuba y solo quiere trabajar por su futuro, continúa trabajando en diferentes cargos importantes en el gobierno de la nueva República, esforzándose por el bienestar de la patria, y siempre fiel a sus convicciones.

Al fallecer Manuela, el 25 de marzo de 1932, Juan Gualberto, hombre sin fortuna y que casi carecía de lo indispensable para vivir, que todo lo había dado a su país, cerró su casa de La Habana y se trasladó a la casita de madera de Villa Manuela donde tenía familiares y amigos. Está enfermo, cansado y muy mayor; ha luchado mucho y ha sufrido aún más. El Congreso está tramitando una iniciativa para rendirle un homenaje y atenuar su absoluta pobreza. Pero a las seis y cuarto de la mañana del 5 de marzo de 1933, a los 80 años de edad, moría Juan Gualberto Gómez, el hombre humilde y honrado, el hijo de esclavos, el amigo de Martí, cuya vida había sido “una línea recta”.[29] El cubano que había tenido fe en lo bueno y en lo justo; el que, según su biógrafo,[30] hasta en su agonía había invocado a Martí y a Cuba. Lo velaron en familia con el ataúd cubierto por la bandera cubana, la que había defendido toda su vida.

Años después de su muerte, Villa Manuelita se convirtió en lugar de tertulias de la intelectualidad cubana dirigidas por Virgilio Piñera[31]y que tenían lugar los sábados en la noche. Juanita Gómez Benítez, la hija de Juan Gualberto y de Manuela, estaba siempre presente. Me imagino y deleito con la imagen de Mercedes, la biznieta de Juan Gualberto, sirviendo a los invitados champola[32] como en tiempos de los Gómez, pues esta era una antigua tradición de la casa.

No se puede hablar de Cuba sin hablar de Juan Gualberto Gómez, figura esencial en nuestra historia, que había sido delegado a la Asamblea de Representantes en 1898; delegado por Oriente a la Asamblea Constituyente; secretario de la Comisión Consultiva; miembro de la Junta de Educación; desempeñando cargos en la Cámara de Representantes entre 1914 y 1917, y en el Senado entre 1917 y 1925, y condecorado con la Gran Cruz de Carlos Manuel de Céspedes, el más alto galardón que otorgaba la nación cubana.

Cuando el danzón surgió en Matanzas en 1879, su ritmo se esparció por toda Cuba, y llegó también a los salones de Europa y de los Estados Unidos. Más tarde, con la naciente República se interpretaron los criollos danzones en los salones de El Louvre de La Habana en honor de Juan Gualberto Gómez y Ferrer, modelo de honradez, integridad y cubanía. Su vida ejemplar y su entrega total a la lucha por la libertad y la justicia deberían servirnos hoy de guía en nuestro trabajo por una Cuba mejor.

Bibliografía

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  • [1] Periódico La Fraternidad, La Habana, 29 de agosto, 1890.
  • [2] Cosme de la Torriente y Peraza (Matanzas, 1872 – La Habana, 1956) militar, político, abogado y estadista cubano. Fue presidente de la Liga de las Naciones y le fue conferida la Orden de la Legión de Honor de Francia al terminar la Primera Guerra Mundial.
  • [3] “Juan Gualberto, preso cubano en Ceuta”, El Faro de Ceuta, 28 de junio 2010.
  • [4] El nombre Vellocino de Oro es el nombre de un ingenio propiedad de los herederos del Sr. Francisco Encinoso de Abreu. El encargado del ingenio, Antonio Kessel, relató que sobre el matrimonio de Serafina y Fermín: “me entregaron antes del nacimiento del niño la cantidad de veinticinco pesos por su libertad”. En 1881, el ingenio tenía 86 caballerías y una dotación de 37 patrocinados y 14 libertos. En 1885 el ingenio fue demolido.
  • [5] El colegio fue establecido en 1862 y educaba a negros niños pobres. Su director, Antonio Medina y Céspedes, fue un independentista, escritor, editor y poeta. Para más datos ver Elvia Duque Castillo: Aportes del pueblo afrodescendiente, iUniverse, Inc., Bloomington, Indiana 2013, pp.141-143, y Teresa Fernández Soneira: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vol. 2, Ediciones Universal, Miami, 2018, pp. 96-97.
  • [6] José de la Luz y Caballero (La Habana, julio, 1800, – junio, 1862) filósofo y educador cubano. Se destacó por sus colaboraciones en temas científicos y filosóficos.
  • [7] Bufos: género de teatro popular, de estilo mixto, satírico y musical, emparentado con la zarzuela y el sainete.
  • [8] Francisco Vicente Aguilera (Bayamo, 1821 – Nueva York, 1877), hacendado y patriota cubano que colaboró con Carlos Manuel de Céspedes para independizar al país. Fue vicepresidente de la República de Cuba en Armas y mayor general del Ejército Libertador cubano. Falleció en el exilio.
  • [9] Manuel de Quesada y Loynaz (Camagüey 1833-Costa Rica, 1884), perteneciente a una de las familias más distinguidas de Camagüey. Fue militar mambí que luchó por la independencia de México y la de Cuba.
  • [10] Angelina Edreira de Caballero: Vida y obra de Juan Gualberto Gómez, R. Méndez Impresores, Habana, 1973, p. 18.
  • [11] Claudio Brindis de Salas (La Habana 1852 – Buenos Aires 1911) fue un violinista cubano conocido como el «Paganini negro».
  • [12] José Manuel Pérez Cabrera: La juventud de Juan Gualberto Gómez, folleto. Imprenta El Siglo, La Habana 1945.
  • [13] Nicolas Azcárate Escovedo (Güines, 1828-Habana, 1894. Abogado, orador, periodista, liberal y amante de la libertad.
  • [14] José Luciano Franco: “José Martí y Juan Gualberto Gómez”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, p. 279.
  • [15] Juan Gualberto Gómez: “Martí y Yo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, vol. 8, La Habana, 1985, pp. 279-280.
  • [16] Rafael María de Labra (La Habana, 1840-Madrid, 1918) ideólogo y político, liberal y republicano, activo antiesclavista y escritor prolífico.
  • [17] Edreira, Ibid., p. 110.
  • [18] Octavio Costa: Juan Gualberto Gómez, una vida sin sombra, Editorial Unidad, La Habana, 1940, p. 82.
  • [19] Carta de Calixto García fechada en Madrid el 28 de octubre 1890. En Octavio Costa, Ibídem, p. 96.
  • [20] Juan Gualberto Gómez, su labor patriótica y sociológica, Club Atenas, La Habana, 1934, en Costa, Ibídem, p. 110.
  • [21] José Martí, carta a Juan Gualberto Gómez, 22 diciembre 1894, Anuario del Centro de Estudios Martianos, t. 3, p. 441.
  • [22] Mercedes Ibarra Ibáñez: “Recordando a Juan Gualberto Gómez”, La Habana Elegante, segunda época, www.habanaelegante.com/Spring 2009.
  • [23] Angelina Edreira de Caballero: Vida y Obra de Juan Gualberto Gómez, R. Méndez, La Habana, 1973, p. 80.
  • [24] Ibídem, p. 82.
  • [25] Ibid., Carta de Juan Gualberto Gómez a su hija Epifanía, p. 89.
  • [26] Casa situada en la Calzada de Managua, número 65 en Mantilla del actual municipio Arroyo Naranjo. En ella vivió Juan Gualberto Gómez con su familia, desde el año 1917 hasta su muerte acaecida en el año 1933. Hoy habitada por su biznieta Mercedes Ibarra Ibáñez.
  • [27] En la actualidad se encuentra entre los artículos expuestos en el Museo Municipal Juan Gualberto Gómez de Unión de Reyes en Matanzas donde se exhiben 48 piezas pertenecientes a la familia Gómez-Mariscal.
  • [28] Ramón Emeterio Betances (Puerto Rico, 1827, Francia, 1898) prócer puertorriqueño, artífice de la insurrección conocida como el Grito de Lares; padre del movimiento de la libertad puertorriqueña y colaborador con la causa de Cuba.
  • [29] Octavio Costa, Ibid., p.181.
  • [30] Leopoldo Horrego Estuch: Juan Gualberto Gómez, un gran inconforme, 1ra ed. Editorial Mecenas, La Habana 1949, p. 238.
  • [31] Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912 – La Habana, 1979) escritor cubano que incursionó en la poesía, el cuento, la novela y el teatro.
  • [32] Jugo de guanábana.

 

 


Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947).
Investigadora e historiadora.
Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
Reside en Miami, Florida.

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