José Agustín Caballero: ciencia, enseñanza, política y cultura

Martes de Dimas

En 1762, en medio de la Toma de La Habana por los ingleses, nacía un 28 de agosto, uno de los fundadores de la ciencia, la enseñanza, la cultura y la nacionalidad cubanas. Me refiero a José Agustín Caballero y de la Barrera (1762-1835), filósofo y teólogo formado en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y en la Universidad de La Habana.

Dotado de conocimientos enciclopédicos, conducta ética e ideas ilustradas, este cubano comprendió que el principal obstáculo para superar el atraso científico y cultural de la colonia, estaba en las obsoletas formas de pensamiento existentes. on el apoyo del gobernador don Luis de las Casas,[1] enrumbó su actividad teórico-práctica hacia la reforma de la añeja filosofía medieval. Su Philosofia Electiva (1797) fue el primer intento criollo de adecuarse al pensamiento moderno.

Con el término electiva, Caballero rechazaba la aceptación de verdades absolutas y de autoridades en materia filosófica o científica. Propuso, en cambio, un método de estudio basado en el desarrollo del pensamiento independiente, “mediante el cual el sujeto del conocimiento, pensando por sí mismo, se remonta a los principios generales, los examina, discute y extrae sus propias conclusiones”: un método para lo cual la escolástica —corriente teológico-filosófica del pensamiento medieval que subordinaba la fe a la razón— resultaba inútil.

El filósofo bielorruso Oleg Ternevoi, de orientación marxista, afirmó: “Ni en la lógica ni en toda su filosofía Caballero fue consecuente hasta el final, pues evitó los problemas escabrosos y orilló el materialismo y el ateísmo. Su actividad iluminista tuvo un carácter moderado. Nada dijo de los materialistas y ateístas franceses del siglo XVIII […]. Incluso evita utilizar, al igual que los escolásticos, el término ‘materialismo'”.[2]

Esa apreciación atemporal de Ternevoi no valora a Caballero por lo que aportó, sino por lo que él, desde el marxismo, considera que debió aportar, sin tomar en cuenta el momento, el espacio y las condiciones políticas en que transcurrió la producción intelectual del cubano, y sin comprender que su grandeza está en haberlo hecho desde la misma escolástica.

De forma similar al bielorruso, dice Torres Cuevas: “Pese a todos estos avances que se observan en el pensamiento de José Agustín Caballero su solución a los problemas no provoca ruptura sino conciliación entre el viejo sistema de ideas y el nuevo. Su pretensión es desarrollar la crítica de la escolástica, eliminando todo lo que obstaculiza el desarrollo de las ciencias, pero sin romper los pilares fundamentales del sistema”.[3]

Protagonista de una época de transición, Caballero debió elegir entre revolución y reforma, y optó por la segunda. Su valor radica en que, formado en la escolástica, hombre de la Iglesia, teólogo, logró desarrollar su obra desde la única vía posible en su contexto y condición particular. Las críticas de Ternevoi y de Torres-Cuevas, basadas en los presupuestos de la filosofía marxista de lo que debe y no debe ser, al no tener en cuenta el contexto en su objeto de análisis, quedan descontextualizadas.

Caballero se propuso y cumplió a cabalidad, el propósito de crear un método de conocimiento para promover el desarrollo científico y social. Por su acción reformadora, es considerado el último escolástico cubano del siglo XVIII y nuestro primer filósofo del XIX.

Como formador, desde las cátedras de Filosofía, Sagrada Escritura y Teología Moral, que encabezó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, Caballero desplegó una encomiable obra formadora de la juventud en el pensamiento libertario. Sin su labor, resulta incomprensible la siguiente generación de grandes pensadores, entre ellos su sobrino materno, José de la Luz y Caballero –cuyo trabajo se nutrió de la reforma emprendida por su tío y mentor–, pasando, desde luego, por la cátedra de Félix Varela.

Entre los aportes educativos de José de la Luz y Caballero destacan: la supresión del latín por el estudio del Español en las escuelas, la generalización de la docencia primaria gratuita y la impartición de enseñanza a las mujeres, acciones que forman parte de la reforma educacional por él promovida.

Sus obras escritas –Educación de los hijos y Discurso sobre la Física (1791), Pensamientos sobre los medios violentos de que se valen los maestros para educar (1792), Ordenanzas para las escuelas gratuitas de La Habana (1794), Discurso sobre la reforma de estudios universitarios (1795) (donde criticó los métodos de enseñanza de la Universidad de La Habana), Discurso sobre la educación de las mujeres (1802), y el discurso pronunciado en la Sociedad Patriótica en defensa de la enseñanza en la lengua materna– constituyeron un inapreciable aporte a la cultura nacional.

En asuntos políticos, económicos y comerciales, Caballero concibió y preparó un proyecto de gobierno autonómico para Cuba, inspirado en el derecho público inglés, con el cual fortaleció la lucha por modificar la estructura del poder colonial a favor de la clase social naciente: los criollos.

Sus aportes en la ciencia, la educación y la política, fueron difundidos a través de las instituciones de la época, entre ellas la Sociedad Patriótica, calificada por José Martí como “la más alta mentora de las sociedades cubanas“, y las páginas del Papel Periódico de La Habana.

Dentro de la amplia diversidad de cuestiones tratadas, lo más significativo fue el método empleado para el análisis de la realidad social de la época como premisa de las acciones transformadoras. En ello radica lo imperecedero de su trabajo.

El estudio de la figura y obra de José Agustín Caballero demuestra que la memoria histórica constituye una valiosísima herramienta para la interpretación y actuación en el presente. Por esa indiscutible razón, ignorar el pasado significa correr el riesgo, como ha ocurrido, de repetir errores y desaprovechar aciertos.

Cualquier reflexión acerca de la Cuba de hoy, siguiendo el método de Caballero, nos lleva a la comprensión de la necesidad de reconstruir los puentes derribados después de 1959. Se impone —cierto que en condiciones dificilísimas— una labor que comienza por la ética de los actores, la conformación y socialización de una cultura de derechos y el fomento y fortalecimiento de espacios independientes que posibiliten la salida de la ciudadanía en Cuba actual de su actual marginación en el escenario de la política, para desde allí comenzar a desatar los nudos que han hecho retroceder su historia.

Por sus méritos, no solo debemos recordarlo y agradecerle, sino también enfrentar, como él lo hizo, los retos actuales: reformar, de hecho y no de palabras, todo lo que sea necesario, que en Cuba es casi todo.

 

La Habana 28 de agosto de 2023

 

[1] Luis de las Casas y Arragorri (1700-1796).Impulsó las obras públicas en la capital, entre ellas su primera biblioteca. Participó en la publicación de El Papel Periódico de La Habana y en el despegue de la industria azucarera.

[2] Oleg, Ternevoi. La filosofía en Cuba 1790-1878. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, pp. 102-103.

[3] Eduardo Torres-Cuevas. Historia del pensamiento cubano. La Habana,Editorial de Ciencias Sociales, 2004, vol. I, t.I, p. 214.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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