Felipe Poey, un patriota de la ciencia y la pedagogía

Martes de Dimas

Durante el siglo XIX cubano, preñado de hechos violentos, cientos de cubanos hicieron patria desde la paz. Un ejemplo significativo es Felipe Poey y Aloy.

Separados por doscientos veinticuatro años de su nacimiento, ocurrido el 26 de mayo de 1799, sus contribuciones al desarrollo de la ciencia y la pedagogía constituyen un ejemplo a imitar.

Hijo de padre francés y madre española, Poey cursó sus primeros estudios en Francia, se graduó de Bachiller en Leyes en el Real Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana y recibió la investidura de abogado en Madrid. A su regreso a Cuba en 1823 contrajo matrimonio y en 1826 viajó a Paris con su esposa y primer hijo[1], donde permaneció hasta 1833.

Su innata  vocación científica se dimensionó durante su viaje a Francia en 1826, oportunidad en que llevó consigo sus investigaciones autodidactas sobre la flora y la fauna, entre ellas un tonel de peces cubanos recolectados y conservados en aguardiente que entregó a dos científicos de renombre mundial que estaban escribiendo la monumental “Historia Natural de los Peces”: Georges Cuvier[2], fundador de la paleontología y el destacado zoólogo Achille Valenciennes[3], quienes introdujeron a Poey en los principios básicos de la rama de la zoología dedicada al estudio de los peces: la Ictiología.

Los esfuerzos dedicados a caracterizar la fauna piscícola cubana e identificar sus especies los materializó en “Ictiología Cubana o Historia Natural de los Peces de Cuba” (1883). Además, recopiló y estudió varias órdenes de insectos y de moluscos, trabajó en el laboratorio de Georges Cuvier y estableció relaciones con destacados científicos de la época.

A su regreso a Cuba Poey fundó el Museo de Historia Natural, ocupó la cátedra de Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de La Habana, fue decano de la Facultad de Ciencias, vicerrector de la Universidad de La Habana, Socio de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País (1838), fue uno de los treinta miembros fundadores de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, y presidente de la Sociedad Antropológica.

Su “Ictiología Cubana o Historia Natural de los Peces de Cuba” comprende 758 especies, representadas por mil 300 individuos de todas las edades y otras muestras de escamas, esqueletos completos, medio esqueletos, vísceras completas, cabezas y aletas. Esta obra fue premiada con Medalla de Oro y Diploma de Honor en la Exposición Colonial de Ámsterdam (1883). A fines del siglo XIX los intentos para su publicación en España no dieron fruto. En la primera mitad del siglo XX las gestiones continuaron a cargo de Carlos de la Torre[4], discípulo predilecto de Poey. En 1955 se imprimió un volumen limitado sin los dibujos de su “Atlas”; en 1962 con varias láminas del “Atlas”; y finalmente de forma íntegra en el año 2000.

Sus aportes en el campo de la pedagogía no fueron menos importantes que los realizados en la ciencia. Poey impartió Geografía de Cuba y Geografía Moderna en la enseñanza primaria, Lengua Francesa y Lengua Latina en la secundaria, y Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de La Habana. Integró el claustro del famoso Colegio San Cristóbal de La Habana, conocido por Carraguao, junto al insigne José de La Luz y Caballero, donde estudiaron figuras significativas de nuestra historia como Perucho Figueredo y Francisco Vicente Aguilera. También fue autor de textos escolares de gran repercusión en el desarrollo de la educación, la cultura y las ciencias en Cuba.

A lo anterior hay que añadir dos características de este insigne cubano: 1- Sus profundos conocimientos de las materias que impartía. Parafraseando a su discípulo preferido, Carlos de la Torre, Poey poseía un encanto para exponer los temas más complejos que cautivaba a los alumnos; y 2- Su mente abierta a las nuevas teorías y a las ideas diferentes, por lo que su biógrafo, el naturalista estadounidense, David Starr Jordan[5], lo consideraba más joven a los ochenta y cinco años, que muchos hombres a los cincuenta.

Paralelo a sus aportaciones en la ciencia y la pedagogía, nuestro naturalista publicó, entre otros textos: el primer libro de geografía de Cuba (1836), que llegó a editarse 19 veces; el “Compendio de Geografía Moderna” para los colegios y escuelas secundarias (1840); un curso de Zoología (1843); Memorias sobre la Historia Natural de la Isla de Cuba (1851 y 1856-1858); y el mencionado tratado de Ictiología cubana en el que trabajó durante más de cincuenta años; un Curso elemental de Mineralogía (con tres ediciones 1872, 1878 y 1883); y colaboró en la obra “Naturaleza y Civilización de la Grandiosa Isla de Cuba” (1876), escrita por el humanista Miguel Rodríguez Ferrer[6].

La importancia de sus aportes se confirman con su presencia en las instituciones científicas de la época: Socio de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País; Corresponsal de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid; Miembro de la Sociedad Numismática Matritense; Miembro de la Academia Nacional de Ciencias y Artes de Barcelona; fundador de la Sociedad Entomológica de Francia; Colaborador de la Academia de Ciencias de Berlín; Individuo de la Sociedad Zoológica de Londres; Individuo de las academia de Ciencias Naturales de Filadelfia, Boston y Buffalo. Colaboró como divulgador científico en múltiples órganos de prensa de la época y fue director y colaborador de “Repertorio Físico natural de la Isla de Cuba”.

Al recordar a tan destacada figura de la ciencia no puede dejar de mencionarse que en el siglo XIX, cuando realizó sus investigaciones, en Cuba había pescado para el consumo de la población. Además de la amistad contraída con pescadores cubanos para adquirir nuevas especies, Poey visitaba diariamente las pescaderías en La Habana en busca de nuevas variedades. Hoy, a casi dos siglos, la falta de libertades y la incapacidad gubernamental impiden que los cubanos consuman pescado.

Felipe Poey, considerado padre espiritual de los naturalistas cubanos y uno de los principales naturalistas de toda América, murió en La Habana en enero de 1891. Su sepelio se efectuó en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, fue enterrado en la Necrópolis de Colón, exhumado y trasladado a la Facultad de Ciencias del recinto universitario, donde reposan los restos del héroe que hizo patria desde la ciencia y la pedagogía.

Lleida, 22 de mayo de 2023

[1] Andrés Poey (1825-1919), destacado geógrafo y meteorólogo. Fundador del primer laboratorio físico-meteorológico de Cuba.

[2] Georges Cuvier (1769-1832), destacado científico francés. Fundador de la anatomía comparada y la paleontología.

[3] Achille Valenciennes (1794-1865), zoólogo francés.

[4] Carlos de la Torre y Huerta (1858-1950), naturalista cubano, presidente de la Cámara de Representantes en 1903, rector de la universidad de La Habana en 1921, uno de los precursores de la autonomía universitaria en Cuba.

[5] David Starr Jordan (1851-1931), pacifista y principal ictiólogo de principios del siglo XX.

[6] Miguel Rodríguez Ferrer (1815-1889), escritor, geógrafo y humanista español.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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