Falsas promesas

Foto tomada de Internet.

Cuando las promesas se cumplen solo en parte, o de una forma no esperada por motivos justificados, quien promete sigue siendo creíble en la medida que la justificación sea comprobable. Sin embargo, cuando ocurre que las promesas se reiteran durante años y décadas y no se cumplen, o se cumplen solo por un tiempo muy limitado y todo regresa a donde estaba, a los que han prometido a lo largo de los años llega un momento en que no se les cree ya nunca más.

Eso también pasa en Cuba. Pongamos solo algunos ejemplos y el amigo lector seguramente comenzará a recordar muchas más promesas incumplidas, borradas por la falta de memoria pero que al rememorarlas surgen una tras otra. Haciendo un poco de historia, también antes de 1959 había políticos que no cumplían sus promesas, pero nadie podía prometer que habría pescado porque de esto había en todas partes y de muy buena calidad; tampoco se podía prometer azúcar, ni carne, ni pollo, ni café, porque de eso se podía comprar hasta en el pueblo más pequeño sin tarjeta de racionamiento, toda la que tu poder adquisitivo podía adquirir a precios accesibles. Todo esto, y las tiendas abarrotadas, nos parece un sueño de un lejano pasado que algunos pocos niegan por conveniencia: precisamente los que prometieron o creyeron ciegamente en las promesas.

Ahora las promesas son del sabroso guarapo que era posible saborear hasta los que venían de regiones lejanas que nunca habían visto una plantación de caña. En Cuba molían 161 centrales azucareros todos privados antes de 1959, hoy solo quedan 54 fábricas de azúcar todas estatales. Es un triste ejemplo que se extiende desgraciadamente a todas las demás producciones. Esto prueba una vez más que el sector privado es más eficiente y productivo que el estatal, y que competían por brindar lo mejor para su pueblo.

Con estos pocos y claros ejemplos, y otros muchos que se le ocurrirán a nuestros lectores, me pregunto a quién se le ocurrió decir en las últimas seis décadas que esta escasez de todo, que esta ineficiencia en todo, que este empobrecimiento es mejor que aquello. Sin embargo lo que sí abundan son las falsas promesas: Una gran flota pesquera, no hay pescado. Un cordón de La Habana para producir café caturra y no hay café. Los famosos cruces entre ganado Cebú y Holstein para producir carne y leche que correría por nuestras calles, y no hay ni carne ni leche. Se había encontrado petróleo en el mar del norte de Pinar del Río que abastecería a Cuba y sobraría para exportar, no hay ni petróleo para producir electricidad y regresaron los apagones. Hasta se prometió secar la Ciénaga de Zapata para producir alimentos, fomentar la cría de búfalos africanos para aumentar el abasto de carne… promesas, promesas, promesas.

Hoy, lo más sencillo que es nuestra agricultura tradicional, no es capaz de producir ni un boniato si no son cosechados por particulares. Por eso nuestras placitas de viandas están vacías y cuando “traen algo” todavía nos asombramos de la cantidad de personas y colas con peleas y desorganización en las que, gracias a Dios, no entra el Coronavirus.

¿Cuánto más habría que esperar para que se demuestre o nos convenzamos de qué es lo que sirve y qué son solo falsas promesas? Hemos visto que ya el pueblo cubano en su mayoría se manifiesta para decir que nadie “se traga tamaña guayaba”.

 

 


  • Luis Cáceres Piñero (Pinar del Río, 1937).
  • Pintor.
  • Reside en Pinar del Río.
Scroll al inicio