EXPANSIÓN DEL SECTOR PRIVADO EN CUBA: ALGUNOS ELEMENTOS PARA LA REFLEXIÓN

Foto tomada de Internet.

Las declaraciones de las autoridades cubanas a inicios de 2020 sobre la voluntad de avanzar hacia una potenciación de las fuerzas productivas capaz de mover al país por las sendas del desarrollo próspero y sostenible prometido por el gobierno cubano en los últimos años, sin que ello implique -en lo absoluto- avanzar hacia una privatización, me parece un hecho merecedor de análisis y reflexión.

En primer lugar, ¿a qué se refieren las autoridades cubanas al hablar de privatización? ¿Un traspaso de empresas estatales a manos privadas, una apertura que facilite la creación de nuevas empresas privadas o ambas opciones? En muchas experiencias internacionales, entre las que se pueden destacar las transiciones de algunos países de Europa del Este, los procesos de privatizaciones han incluido ambos factores: creación de nuevas empresas y traspaso de las ya existentes.

En el caso cubano, cuando las autoridades dicen que no se avanzará hacia una privatización entonces podríamos pensar que se refieren a que no ocurrirá la tan anhelada apertura del sector privado, y que tampoco se pasarán a manos privadas las ineficientes empresas estatales. En este sentido considero oportuno señalar algunos elementos que saltan a la vista con una mirada rápida de la historia y de la realidad de muchas economías en las que hubo predominio de la planificación centralizada basada en la propiedad estatal y hoy predomina el mercado con vigorosos sistemas empresariales privados.

¿Se puede crecer sin privatizar en las condiciones actuales de Cuba?

La realidad cubana, los análisis de los expertos en el tema y la historia económica cubana reciente no dejan las mínimas dudas al respecto, definitivamente no existe posibilidad real de que, en el corto y mediano plazo, el sistema empresarial estatal cubano despegue su productividad, mejore su eficiencia y aporte considerablemente al producto para que el país avance hacia un verdadero desarrollo humano integral, próspero y sostenible. Específicamente no existe esta posibilidad sin una reforma estructural de la economía que transforme los mecanismos de gestión y regulación económica, la propiedad y las reglas del juego del sistema.

Privatizar en estos momentos es una de las pocas opciones realistas para crecer, responder a las demandas sociales y generar desarrollo. No es una alternativa viable evitar el fortalecimiento del sector privado específicamente en una coyuntura marcada por una crisis estructural del modelo, un recrudecimiento de las sanciones, el aislamiento económico del país, y el fin de los generosos subsidios venezolanos. Ante la ausencia de un nuevo socio comercial dispuesto a apadrinar y mantener el ineficiente modelo socialista prevaleciente en los últimos sesenta años, las opciones que van quedando a los decisores de política son: abrirse al sector privado y potenciar una privatización y protagonismo del mercado de una vez; o administrar la crisis y resistir por unos cuantos años más, hasta que el sistema colapse totalmente y la apertura al mercado se imponga.

Sesenta años sin crecimiento sostenido basado en recursos propios, una última década de crecimiento promedio de apenas 2.1%, los últimos cuatro años con una tasa promedio de 1.2% e inferior a 2.3% en todos los casos, estos son los números del crecimiento en Cuba con el sistema empresarial estatal como protagonista y actor fundamental de la economía. La empresa privada es -sin dudas- un camino hacia el crecimiento económico, y la crisis estructural y sostenida indica la necesidad de probar un modelo económico diferente.

¿Qué significa privatizar?

¿Decir que la empresa privada es el camino que Cuba ha de tomar hacia el crecimiento es decir que todas las empresas han de ser privadas, y todos los sectores de la economía? Definitivamente la respuesta es no. Una vez más la ciencia, la historia y la experiencia práctica de muchos países alrededor del mundo demuestran que un excesivo control de las empresas privadas sobre todos los sectores no es recomendable, que una privatización absoluta no es recomendable, que una economía desregulada en la que el mercado tenga protagonismo sobre el Estado, la sociedad civil y la persona no sería capaz de responder a los anhelos de igualdad, justicia y desarrollo humano.

Por el contrario de lo que a menudo podríamos pensar, privatizar hoy día significa poner en manos privadas sectores que el Estado no tiene por qué asumir, poner en manos privadas empresas que son ineficientes, permitir que el sector privado complemente al estatal en la producción, distribución y generación de servicios que el Estado sería incapaz de generar por sí mismo. No tenemos por qué asociar privatización o economía de mercado con los extremos que vemos en algunos países latinoamericanos o en EE.UU., pues abundan otros modelos que pueden servir de guía, otros ejemplos en los que existe mercado y privatización en mayor o menor medida como son el caso de los países europeos donde impera el modelo de Estado de Bienestar y el socialismo democrático pluripartidista. También en países aliados del gobierno cubano como en China, Rusia, Vietnam y muchos otros lugares en los que el mercado y las empresas privadas juegan un rol fundamental.

La opción de privatizar puede ser perfectamente compatible con la construcción de un sistema en el que se logre un balance entre mercado y planificación, capitalismo y justicia social, empresa estatal y privada. De la mano de las pequeñas y medianas empresas, ampliando el sector cuentapropista y cooperativo podrían alcanzarse, en el corto y mediano plazo, resultados dignos de valorar en términos de crecimiento económico en nuestro país. Eso sería avanzar en la privatización, eso sería ampliar espacios de mercado.

El absurdo de la economía sin iniciativa y propiedad privada

Por último, si bien las empresas privadas y los mecanismos del mercado no son suficientes por sí mismos para responder a las principales preocupaciones de nuestra sociedad, sí son indispensables para la construcción del desarrollo. La evidencia al respecto es clara.

La libre iniciativa y la propiedad privada, las relaciones de mercado, los incentivos económicos, los resultados de la interacción entre oferta y demanda son aspectos íntimamente ligados a la naturaleza del ser humano, negarlos sería ir en contra de la propia existencia de la persona humana y de su dignidad. Las reglas de juego son necesarias y recomendables para que no “nos matemos los unos a los otros”, pero negar la naturaleza del hombre, anularla o intentar sustituirla representa un absurdo que genera consecuencias negativas para la economía, la política y para la sociedad en sentido general. También la experiencia de Cuba es bastante clara al respecto en los últimos sesenta años. Legalizar y reconocer la iniciativa privada y las relaciones de mercado no es un invento del capitalismo ni del neoliberalismo, estas son realidades que preceden a cualquier modelo económico y político, son elementos asociados a la naturaleza humana.

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
    Laico católico.
    Licenciado en Economía.
    Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
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