Esteban Borrero, un pedagogo ejemplar

Martes de Dimas

Poeta, médico, político y pedagogo, Esteban Borrero, uno de los grandes intelectuales cubanos del período de transición entre los siglos XIX y XX, cuya labor en el campo de la enseñanza apenas se conoce. Sirvan estas líneas, en su ciento setenta y cuatro aniversario, como recuerdo y reivindicación de su figura y su obra.

Nacido un 26 de junio de 1849 en Puerto Príncipe, influido por su madre, que era maestra, se inclinó al magisterio. En la escuela de ella aprendió las primeras letras, y a los catorce años ya se desempeñaba él mismo como tal, siendo su hermano su primer discípulo.[1] Posteriormente fundó una escuela nocturna para adultos en la que estudiaban alumnos blancos y negros, cosa no común para su época.

Ávido lector, fue conformando, paso a paso, su ciclópea cultura. Dedicaba los espacios libres al conocimiento de los enciclopedistas, precursores ideológicos de la Revolución francesa de 1789, como Denis  Diderot y Jean le Rond d’Alembert; o de figuras famosas como el dramaturgo y novelista alemán, Goethe, y el dramaturgo y poeta inglés, Shakespeare. De la cuna familiar le vino su intelectualidad y patriotismo. Su padre, Esteban de Jesús Borrero, poeta de ideas separatistas, acusado por las autoridades coloniales se vio impelido a emigrar de la Isla.

Aunque carecía de impulsos bélicos, al producirse el alzamiento de 1868 contra la metrópoli, Esteban Borrero se incorporó a la lucha armada con los alumnos de su escuela nocturna; un hecho cuyo valor se realza con sus propias palabras: “Fui soldado por devoción patriótica”.[2]

En el campo insurreccional, entre otros cargos, fue capitán del Primer Regimiento de Infantería de Línea, ayudante del general Mateo Casanova, y jefe del servicio de avanzadas; pero esas actividades nunca le separaron del magisterio. Acompañado de su madre fundó dos escuelas para elevar el nivel de los soldados. Herido en dos ocasiones, fue hecho prisionero y confinado en Puerto Príncipe, donde se ganó la vida como zapatero y distribuidor de pan. Luego fue desterrado a Isla de Pinos, pero logró quedarse en la capital, y allí reinició su labor de maestro. Terminada la guerra matriculó en la Universidad de La Habana, y en 18799 se graduó de Bachiller en Medicina y de Licenciatura en Medicina y Cirugía.

En 1892 viajó a Estados Unidos para entrevistarse con miembros de la Junta Revolucionaria, y al estallarla Guerra de Independencia en 1895, emigró a ese país donde dirigió la Escuela del Club San Carlos de los emigrados cubanos. Fue nombrado delegado del Partido Revolucionario Cubano, delegado extraordinario de la República de Cuba en Armas en Costa Rica y El Salvador, y ministro del gobierno revolucionario en Centro América, donde dictó clases en la Cátedra de Física y Química de San José de Costa Rica.

Con la experiencia docente adquirida al regresar a Cuba participó, junto a Enrique José Varona,[3]  ̶̶̶ a quien había conocido en Puerto Príncipe mientras trabajaba de repartidor de pan ̶̶̶  en las reformas de la enseñanza que el Gobierno de Ocupación emprendió en 1898, cuando resultado del cierre de las escuelas durante la guerra, el número de maestros se había reducido a 2 708. Ante la emergencia, el norteamericano Everett Frye, Superintendente de Escuelas, autorizó el empleo de cualquier persona con la suficiente cultura, educación y condiciones mínimas para enseñar en las escuelas públicas. En esa labor, Enrique José Varona, secretario de Instrucción Pública, acompañado de su amigo Esteban Borrero, de otros pedagogos y de la sociedad civil, desempeñó una notable labor: se crearon las Escuelas de Verano, la Escuela Normal por Correspondencia, la Asociación de Maestros, Maestras y Amantes de la Niñez Cubana y su órgano la Revista Pedagógica Cubana, hasta que en 1915, durante el gobierno de Mario García Menocal, comenzó la creación del sistema de escuelas normales que fue clausurado por el Gobierno Revolucionario en 1960.

En ese proceso Borrero ocupó la Subsecretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, sustituyó a Mr. Frye[4] en la Superintendencia General de Escuelas, y dirigió la cátedra de Anatomía Comparada en la Escuela de Medicina. Cuando se creó la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana, fue designado profesor de Psicología Pedagógica, Historia de la Pedagogía, e Higiene Escolar.

Entre sus aportes pedagógicos destaca el libro Amigo de los niños (1903), un texto utilizado en las escuelas primarias cubanas durante mucho tiempo, en cuyo prólogo afirmó: “Es necesario educar instruyendo”, y aclaró: “Importa saber, desde luego, pero importa más ser bueno. Todo el saber del mundo no vale un sentimiento generoso: la virtud es más sana y mejor que la ciencia; pero ambas cosas pueden andar juntas, y la una completa las más de las veces a la otra”. Sobre esa obra, escribió Medardo Vitier: “revela casi toda la hechura mental de Borrero, a la vez que registra las palpitaciones de su ternura. Nos impresiona allí el encanto de la comunicación, la gracia del mensaje, la virtud, en fin de aquel hombre, para señalar las armonías del mundo, las ansiedades del espíritu”.[5] Fue, además, autor del primer libro de cuentos escrito en Cuba con una concepción moderna: Lectura de Pascuas (1899), y uno de los precursores del Modernismo hispanoamericano. Su narración más conocida es el cuento El ciervo encantado (1905).

Esteban Borrero fundó y dirigió El Colibrí, fue redactor de El Oriente y El Triunfo. Colaboró en la Revista Cubana, El Fígaro, La Habana Elegante y la revista Cuba. Escribió en publicaciones científicas como la Crónica Médico-Quirúrgica de la Isla de Cuba, el Boletín de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y la Revista de Ciencias Médicas de La Habana.

La más clara manifestación del legado de Esteban Borrero como maestro fueron sus tres hijas: Ana María, escritora; Juana, conocida como “la niña prodigio de Cuba”, destacada poetisa y pintora; y Dulce María, poetisa, ensayista, bibliógrafa, feminista y pedagoga, autora de la iniciativa por la que el 19 de junio de 1938 se celebró en Cuba por vez primera el día de los padres.

El estudio de la obra de Esteban Borrero  permite explicar, junto a la de otras grandes personalidades de nuestra pedagogía, los sobresalientes avances educativos alcanzados en Cuba antes de 1959. Su figura debe elevarse al lugar cimero que se ganó en la historia. Como ejemplo a  seguir se impone hacer uso de su conducta, entrega y virtud, sobre todo en materia de enseñanza, que constituye el oxigeno de la virtud y el civismo.

La Habana, 26 de junio de 2023

[1] Salvador Bueno. Figuras Cubanas. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la Unesco,  1964, p. 329.

[2] Ibídem, p. 330.

[3] Enrique José Varona (1849-1933), reformador de la enseñanza en Cuba.

[4] Alexis Everett Frye, pedagogo norteamericano, primer superintendente de Escuelas, creador de las Escuelas Normales de Verano para la formación de maestros.

[5] Salvador Bueno. Figuras Cubanas. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la Unesco,  1964, p. 335.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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