EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

El mes de noviembre llega a su fin y, con la llegada de diciembre, se nos presenta el tiempo de preparación para la Navidad, fiesta en que conmemoramos el nacimiento de Jesucristo. Sí, el nacimiento de Jesucristo, aunque la fecha venga acompañada de innumerables y cada vez más disímiles símbolos.

El 25 de diciembre nos recuerda que hace aproximadamente 2023 años nació en Belén, en la pobreza de un establo rodeado de animales, Jesús de Nazaret. Porque no había sitio en ninguna posada, su madre María tuvo que dar a luz en aquel sitio, el primer signo de humildad para presentarse ante los hombres el hijo de Dios. Allí le fueron a adorar pastores y reyes magos del Oriente que viajaron desde muy lejos guiados por la estrella de Belén, que anunciaba con su luz un gran cambio para la humanidad.

A lo largo de los siglos, para preservar la tradición, las familias creyentes han mantenido vivo el símbolo de montar un “Belén” o “Nacimiento” en sus hogares, en las Iglesias y en lugares públicos, recreando el ambiente y los personajes de aquella conocidísima e histórica escena bíblica. Se han empleado múltiples formas, diseños y materiales para mostrar quizá, en el mundo del arte, la temática de la vida de Jesucristo más tratada, junto con la crucifixión del Salvador. Nacimiento y muerte. Principio y fin. Ese es el primer y principal símbolo de la Navidad: el misterio religioso de José y María junto a Dios hecho hombre y niño que conforman la Sagrada Familia de Nazaret. Ese es el centro, el fin, el sentido de la Navidad. No lo olvidemos. Todo lo demás es adorno.

Luego han venido a acompañar la escena de los tres personajes insustituibles: Jesús, María y José, otros símbolos que deben ser complemento pero no la esencia de la Navidad. Primero el árbol, con sus adornos y luces que es un símbolo que refuerza la alegría por la natividad, tiempo de la luz, del gozo, de la felicidad para los padres, para el resto de la familia, y para los amigos, que deriva siempre que se recibe la nueva vida de un hijo, más aún en este caso para la gran familia de Jesús que somos todos. Pero el árbol no puede opacar el verdadero sentido de lo que celebramos. Colocar un árbol solo, sin hacer alusión al motivo por el que verdaderamente se pone el árbol, es una mutilación del motivo y de todo el mensaje que encierra la Navidad.

Hay muchas maneras de poder reflejar el nacimiento: puede ser desde unas esculturas hasta un sencillo dibujo de los más pequeños de casa, pero que no falte lo primero y principal: el nacimiento de Cristo.

Luego hay otros tantos símbolos que a veces ni siquiera son complementarios o están muy alejados de algunas culturas. Nieve, Papá Noel o Santa Claus, trineos y renos conforman un paisaje bonito; pero no pueden opacar el verdadero sentido de lo que celebramos. Nada de eso había en Belén aquella primera Navidad. La Navidad no se puede convertir en una mera fiesta civil para exhibir la belleza de las cosas sin darle el sentido histórico, religioso y cultural que tiene para el mundo. Ni tampoco debe transformarse en una celebración para ostentar con el árbol más grande, la mayor cantidad de luces, los adornos más caros y finos, cuando a veces ni se recuerda por qué es que hacemos fiesta en esta época del año. Ante todos los excesos recordemos que Jesús nació rodeado de una vaca y un burro, envuelto en pañales en un pesebre de paja.

La Navidad no puede convertirse en una fiesta para el exterior, sino en una etapa propicia para reforzar, hacia el interior de las personas y de las familias, los valores de vida y paz, de unidad, comunión de esfuerzos, esperanzas y metas. La Navidad tiene que ser liberada o diferenciada del sentido mercantilista para afianzarse en el verdadero mensaje que encierra: celebramos la vida de Jesús con alegría.

Para los cubanos, que vivimos tiempos difíciles, la Navidad debe caer como bálsamo para curar las heridas de todo el año que termina, para unir a las familias divididas por credos religiosos o políticos, por ideologías o doctrinas, por violencia o rechazo de género o identidad sexual, por el éxodo masivo e imparable, que a veces amarga la Navidad porque no congrega a todos los miembros de la familia junto a la mesa. El valor que más refuerza la Navidad es el de la familia, a imagen y semejanza de la sagrada familia de Nazaret. La unidad de todos aún en los momentos más críticos, como también debió ser para María el nacimiento de su hijo en aquellas condiciones. La humildad para reconocer que aun en medio de las vicisitudes el abrazo de los amigos y la calidez de la familia salva la escena, como recibieron ellos la cercanía de los pastores que trabajaban en los campos de los alrededores.

La Navidad debe seguir siendo, a pesar de los pesares, un motivo de reunión familiar, un empujón para el amor, la amistad y la generosidad. No nos entretengamos con los adornos, con las luces de colores y tantos atavíos, mantengámonos todo el año en ese espíritu que debemos reforzar en la Navidad.
Que no quede un árbol sin Nacimiento, grande o pequeño, pintado, en una lámina o con figuras.
Que las felicitaciones que enviemos digan claramente: ¡Feliz Navidad! y no Felices Fiestas que no se sabe a qué se refiere. Que el Día Feriado que se recuperó con la visita del Papa San Juan Pablo II, sea celebrado explícitamente por el motivo y no sea cambiado para otro día cualquiera. Que en la sencilla comida del 24 y del 25 tengamos una oración y un recuerdo para los niños de casa y para los jóvenes y adultos sobre lo que estamos celebrando: el nacimiento de Jesús de Nazaret, el único Mesías, el único Salvador, el único Rey y Señor que ha existido en la historia, en el mundo y en Cuba.

¡Jesús nace para salvarnos a todos! Por eso, y solo por eso, podemos saludarnos proclamando: ¡Feliz Navidad!

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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