El verdadero desarrollo

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

El mes pasado, los días 15 y 16 de septiembre, tuvo lugar en La Habana la Reunión del Grupo de los 77 + China, la mayor organización intergubernamental de países en desarrollo en las Naciones Unidas. El tema central, aunque resulte paradójico en un país en crisis como lo es Cuba fue: “Los retos actuales del desarrollo: papel de la ciencia, la tecnología y la innovación”. Y a decir en el comunicado final del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, tuvo resultados sumamente positivos, catalogada de muy exitosa.

De más está decir que, para cualquier cubano de a pie, en medio de la grave situación que vive el país, realizar una cumbre en la capital, con el consecuente gasto de recursos y de la movilización del país que eso supone, es un derroche innecesario. Claro que ante ello, también el mencionado comunicado del Minrex aclara que “Fue una Cumbre austera, sin lujos, ni derroches de ningún tipo. Se organizó con recursos mínimos debido a las serias limitaciones financieras y materiales por las que atraviesa nuestro país, en un contexto de bloqueo recrudecido a niveles sin precedentes”. Como tantas otras veces, la culpa de la mala gestión, la inexistencia de políticas públicas que vayan orientadas al desarrollo humano integral, y la colocación de la persona humana en el centro de todas las relaciones sociales, ha sido colocada en terreno ajeno. El contexto del “bloqueo recrudecido” le acomoda al discurso oficial como eterna justificación de la pésima situación interna.

Sin embargo, y es válido aclarar, porque llueven las contradicciones y predomina en los medios y en el discurso “de arriba” un lenguaje plagado de eufemismos: Primero: Los días que duró la cumbre no hubo apagones, justo al finalizar se anunció que la central termoeléctrica Antonio Guiteras se desconectaba del Sistema Electroenergético Nacional. Segundo: Recién concluida la Cumbre, el Presidente de Cuba viajó a New York para participar en el 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y a su paso por Estados Unidos se reunió con empresarios cubano-americanos a los que les negó cualquier posibilidad de intercambio o negociación en la Isla. Tercero: Muy poco tiempo después de la cumbre, en el programa de la Mesa Redonda, comparecieron el Ministro de energía y minas y el Ministro de economía cubanos, para “explicar” la grave situación que atraviesa el país que se resume en que no estamos en cero pero iremos a peor, requiriendo del pueblo más comprensión.

Justo estos tres elementos, de tantos que podríamos estar analizando, a los que se podrán sumar los cientos de anécdotas que guarda cada ciudadano de a pie, indican lo que todos vemos y padecemos: no hay desarrollo por ningún lado. La realidad discursiva, como suele suceder en este tipo de sistemas está muy distante de la verdadera realidad. Los panfletos oficiales, los llamados a la resistencia, la eterna comprensión del pueblo y el “ya casi, pero todavía no” son soluciones intermedias que no resuelven la grave crisis cubana que es un problema estructural, es un problema del modelo socioeconómico y político.

Ningún país del mundo puede establecer sus relaciones económicas en base a los impagos, de eso no tienen “culpa” los vendedores ni los acreedores. Ningún país del mundo trata mejor al turista en comparación con el nacional, y esta es una realidad perenne en Cuba. Ningún país del mundo, en medio de un naufragio, visible, tangible y creciente, se niega a utilizar las últimas y únicas tablas de salvación que se le ofrecen, solo la arrogancia, la desidia y el desinterés por el bien común hacen valer criterios retrógrados como aquello que la confianza está en la revolución. Misma revolución que exporta nuestros médicos para ingresar fondos al presupuesto nacional; que no es autosuficiente ni para garantizar la canasta básica de la población diezmada en alrededor de 2 millones de nacionales que han emigrado en los últimos tiempos; que prioriza planes militares, invierte en gastos innecesarios como medios de propaganda y hace intromisión en asuntos geopolíticos que no le corresponden, olvidando a sus ciudadanos.

Una cumbre en La Habana ¿para qué? ¿Para hablar de ciencia y tecnología en un país dónde hasta la ciencia tiene intereses de Estado? No olvidemos el desvío de recursos para la generación de vacunas anti-Covid que después no era reconocida por la Organización Mundial de la Salud sin haber un analgésico para combatir una simple fiebre. Recordemos también que Cuba rechazó un convenio con Covax, la institución a través de la que se distribuyeron vacunas de modo gratuito a los países más pobres. Cuba clasificaba con creces porque los parámetros económicos son indicativos de crisis total, sin embargo, el gobierno apostó por los candidatos vacunales locales.

Una cumbre en La Habana ¿para qué? ¿Para hablar de innovación? ¿Qué ideas innovadoras en un país netamente agrícola que importa el arroz, el café, azúcar y el cien por ciento de los alimentos racionados que ofrece a la población? Innovar no es hacer más con menos, es decir, aumentar la cantidad en detrimento de la calidad. Innovar no es descubrir el agua tibia cambiando un ingrediente en una fórmula. Innovar no es hacer experimentos con humanos a ver cuánto más puede resistir un pueblo que vive con las mínimas condiciones de vida.

Uno de los lemas de la cumbre trazaba un objetivo: “hacer realidad el derecho al desarrollo”. Totalmente de acuerdo. Nadie lo duda. Tenemos derecho, pero si lo dice la ciudadanía y la sociedad civil en Cuba es mal visto; si lo dice la oficialidad es porque está orientado en el sentido correcto, determinado por los que definen qué es lo correcto.

Para que el desarrollo no se quede en palabrería o mera variable cualitativa es medido por parámetros cuantitativos como el crecimiento económico, la producción y el consumo, el nivel de exportaciones, el producto interno bruto, la calidad de vida, el acceso universal a los servicios de calidad como salud y educación, entre otros tantos que conforman una ecuación con marcado desbalance en la Isla. Mientras sigamos buscando el origen del problema fuera, cuando las causas reales y objetivas del fracaso del modelo están dentro, tanto más nos estaremos alejando de la solución.

La identificación de Cuba con discursos que en cierta medida se acomodan a la voz oficial insular no ayuda a la solución de los problemas internos; más bien, enturbia el camino hacia alcanzar el verdadero desarrollo humano. Así pues, viene como anillo al dedo la frase del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres en el marco de la cumbre, cuando dijo que: “El mundo le está fallando a los países en desarrollo”. Visto desde esa óptica de aciertos y desaciertos no convendría poner en una balanza el caso cubano, porque estamos seguros, y más que una certeza es una experiencia de vida que, sin movernos a culpar al orbe, el gobierno cubano le ha fallado a su pueblo en la construcción de un mundo mejor.

 

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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