El tiempo y la vida

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

La falta de formación ética y cívica en la persona del cubano se manifiesta en disímiles ocasiones de la cotidianidad insular.

La impuntualidad en las relaciones interpersonales así como el incumplimiento de los términos establecidos y el irrespeto al tiempo de los demás, son algunos de los signos en que la mala o insuficiente educación de los cubanos se manifiesta como desprecio a uno de los tesoros irrecuperables que debería ser más apreciado por los seres humanos: el tiempo.

El tiempo y la vida

Comencemos por tomar conciencia de que la vida humana no es ilimitada. Nuestro tiempo en este mundo tiene fin. Es tiempo para vivir lo más plenamente posible y debe ocuparse con actos y actitudes buenas, verdaderas y útiles.

Aunque los minutos, las horas y los días son formas de medir el tiempo, lo que verdaderamente le confiere un valor inestimable es que precisamente es tiempo de vida humana, … y ese tiempo tiene su fin.

Por tanto, nadie tiene derecho de malgastar el tiempo de vida de los demás. Nadie tiene derecho a vaciar de obras buenas, felices y útiles nuestras vidas. Nadie tiene derecho, sobre todo, a vaciar de sentido trascendente nuestra existencia terrenal.

El respeto a nuestro propio tiempo

Ahora bien, el tiempo como valiosísimo patrimonio personal, que Dios nos concede al nacer, debe ser respetado, cuidado y lleno de sentido y buenas obras, tanto por uno mismo, como por los demás.

Uno mismo, en su cotidiano bregar, llega a olvidar ese tesoro que es el tiempo de vida. Con frecuencia, vamos como zombis “matando el tiempo”. Dejando que los días pasen esperando “tiempos mejores”. Mientras, minutos, horas y días que “machacamos”, que “resistimos” o que “perdemos” sin hacer nada bueno, verdadero y bello, son minutos y días que no regresarán jamás.

Es por ello que, sin convertir el valor del tiempo en obsesiva fuente de estrés, en una angustia existencial, cada uno de nosotros debe tratar de aprovechar el limitado tiempo que Dios nos regala y no solo defenderlo de la vagancia, de la desidia, del “dejar pasar el tiempo” sino del sinsentido y el absurdo.

El respeto al tiempo de los demás

Así como es derecho y deber cuidar el tiempo de vida propio, también es un deber respetar y cuidar el irremplazable tiempo de los demás.

Este deber puede traducirse en actitudes concretas como por ejemplo:

  • Ser siempre puntuales, que es el arte de no hacer perder el tiempo a los demás.
  • Planear bien la agenda propia para no obstruir la agenda de los demás.
  • Respetar las costumbres y los ritmos de vida de los demás y no irrumpir en sus vidas como elefantes en una cristalería.
  • Cumplir y hacer cumplir los plazos prometidos o acordados para que, por nuestra causa, los demás puedan organizar su tiempo.
  • No alardear, ni justificar, las propias faltas de puntualidad y el irrespeto de los tiempos ajenos, con “así somos los cubanos” o fijando citas para “hora cubana” donde lo mismo hacemos perder el tiempo a los demás, que faltamos a los plazos, o que inclusive no asistimos a una cita sin avisar previamente que no llegaremos a tiempo o que nos vemos imposibilitados de asistir.

En una palabra, no es solo asunto de tener “costumbre de perder el tiempo” o hacérselo perder a los demás, sino de tomar conciencia de que el tiempo de vida de los demás es sagrado e irrecuperable y por ello debe ser tratado con el máximo respeto y cuidado.

Es la vida que pasa y no volverá.

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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