El pasado y el futuro de Cuba: juegos de doble salvación

Por Maikel Iglesias
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Para salvar el pasado y el futuro de Cuba, debemos aprender a jugar con todas las piezas del presente.
Es un juego perdido desde el mismo inicio, apostarle a la memoria y al porvenir de la patria, todas nuestras energías, si no contamos con la totalidad de las fichas que conforman el dominó nacional.

Este río y el otro, tienen un solo Rey, el Mar.
(Refrán yoruba, perteneciente al signo Babá Eji Ogbe)
Por Maikel Iglesias

Foto: Orlando Luis Pardo

‘Es la exclusión una jugada estéril…’

Para salvar el pasado y el futuro de Cuba, debemos aprender a jugar con todas las piezas del presente. Es un juego perdido desde el mismo inicio, apostarle a la memoria y al porvenir de la patria, todas nuestras energías, si no contamos con la totalidad de las fichas que conforman el dominó nacional. Es la exclusión una jugada estéril, y el mantener desinformado a los participantes, retardar y restringir las conexiones a Internet, una rémora impía en el destino colectivo e individual de las cubanas y cubanos.
Es debido a estas razones, que la gran diva en potencia que es la sociedad civil, llamada a ser la voz cantante del concierto de nuestro archipiélago, demanda libertad y recursos accesibles, transparencia comunicativa, e inserción de todos los contribuyentes de los sueños insulares, para la realización de sus deseos más nobles y legítimos, en un marco de generosidad y respeto. Ya la gente ha tomado conciencia de que el crucigrama cubano, debe solucionarse mediante el aporte de cada una de las partes que componen nuestra sociedad.
Más allá de que a los comunistas en Cuba, corresponda una gran cuota de responsabilidad, en los problemas fundamentales del presente. A pesar de sus legados, más o menos visibles, de aciertos y de desaciertos en cuanto a búsqueda de soluciones colectivas, en los últimos 50 años de nuestra historia; sobre todas las cosas, simplificada a mi juicio, por una Carta Magna, que solo ha reconocido una manera única de afinidad política: ser marxista o no ser. El tiempo y sus actores nos han demostrado, que es en la diversidad donde se encuentra mejor, la clave necesaria para enmendar los errores.
Solo en lo diverso logramos ser profundos y reales. Nos permitimos ser más plenos y dichosos, a diferencia de lo superficial que se apodera del juego sociopolítico y económico de los países, cuando se intenta reducir el arco iris a una sola gama de colores, un único partido, una sola ideología. Las ideas al igual que las semillas de buena calidad, necesitan de riego y abono para germinar, aunque se encuentren estas en una tierra tan fértil como la cubana y en época tan oportuna como el día de hoy; pero el subsuelo se empobrece cuando lo obligamos a la redundancia cíclica de un solo cultivo. Si es cierto que no solo de pan viven los hombres, ¿por qué habremos de aceptar que todo un pueblo pueda sobrevivir gracias al comunismo?
Quisiera en este punto regresar al dominó, ese juego que tanto complace a los cubanos y que entraña toda una filosofía de vida en cuanto a socialización y el manejo de los tiempos. Ese que hechiza a tantos hombres y mujeres por sus cauces difíciles de predecir y el argot que abarca casi todas las esferas. Es sabido por quienes conocen de este, que cuando se reducen las fichas, ya sea por el extravío de las mismas o a conciencia de alguien que decide hacer trampas para salvar su partida; se reducen las posibilidades del juego, disminuye la atracción sobre la mesa, pierde fluidez en absoluto y termina colapsando las expectativas.
A mayor exclusión, es más propicio a cerrarse el dominó. No podemos ser tan torpes para seguir pasándonos con ficha y mucho menos ahora. Aunque es cierto que nadie pierde tanto en tema de moral como el tramposo o el excluyente, la posibilidad de que ganemos todos queda desterrada en tales circunstancias. Porque uno no simpatice con un número específico, por ejemplo, con el siete, que dicen que trae mala suerte para algunos, o con el doble nueve, por tener la tez más oscura que la de otras fichas, no debiéramos prohibirles su participación en el juego; la carta menos esperada podría salvarnos la vida.
Muchas veces, el crucigrama de Cuba, ha buscado su resolución en altamar. Cuando decimos esto, no hacemos referencia excepcionalmente a los balseros, la diáspora, Cristóbal Colón, piratas y corsarios; sino también y por encima de todo, al juego favorito de encontrarnos en la profundidad. Desde lo individual hasta lo general, lo mismo un individuo que una población entera, la cual ha decidido emanciparse, vivir en libertad, ganar su independencia para siempre; precisa, exige, nadar en aguas hondas y diversas, salir de ese charquito que anula las capacidades volitivas; una vez que hemos crecido como seres humanos.
Para esta afrenta es necesario un juego cada vez más limpio, unas aguas más potables que las de este río revuelto y tranquilo solo en apariencia, que es el fenómeno de la transformación social cubana. Esta forma de gobierno monopartidista, que todavía rige en esta parte del mundo, no es únicamente contraria a la visión de la mayoría de las naciones contemporáneas, sino a los intereses más nobles de sus propios hijos. La corriente política del régimen de alianza comunista y poder militar, que impera en Cuba, ya no da para más, lleva demasiados años oponiéndose a la naturaleza y los deseos más legítimos de los cubanos.
Un gobierno no debe ser un río, y su pueblo otro río que batalla por una salida al mar. Si queremos salvarnos de veras, tendremos que aceptarnos como hermanos de una misma sangre, como hombres y mujeres que se deben a un cauce mayor, más allá de las ideas y de los partidos y de las religiones. La patria se engrandece cuando somos capaces de incluir en el juego de salvarnos, a todos los géneros que la conforman. Alevines y peces antiguos merecen respeto, ateos, protestantes, yorubas y católicos animan la concordia, la verdadera lista es infinita; tanto el salmón contracorriente, como el pez gato que hambriento en las noches se escapa del río para sobrevivir, confieren un sentido a los océanos.

Maikel Iglesias Rodríguez (Poeta y médico, 1980)
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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