EL HUMANISMO DE JOSÉ MARTÍ PARA LA SANACIÓN DEL DAÑO ANTROPOLÓGICO EN CUBA

Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

Conferencia de clausura

Introducción 

En primer lugar, deseo agradecer a la Sra. Iraida Iturralde y al CCCNY, que tan dignamente dirige, por la gentil invitación a clausurar el XXII Congreso Anual de este prestigioso Centro precisamente en este año en que se dedica a la persona y la obra, la vigencia y el legado, de José Martí en el 170 aniversario de su natalicio.

Esta conferencia es fruto de mis investigaciones para un Máster en Ciencias Sociales y para un Doctorado en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria en Madrid. Primero, deseo presentarles una definición deldaño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba con sus causas y consecuencias. Conocerlo puede ser ya el primer paso para sanarlo en su raíz. Pero no basta con reconocer el daño, es imprescindible buscarle sanación suficiente y pertinente.

Los cubanos no necesitamos acudir fuera de nuestra historia, ni recurrir a filósofos foráneos, tenemos en las dos columnas fundacionales de la nación, Varela y Martí, a dos fuentes extraordinarias para promover, primero, lo que el Papa Francisco ha llamado “conversión antropológica”[1], proveer, después, una sanación a partir de los fundamentos filosóficos-antropológicos de José Martí, con el fin no solo de una “sanatioin radice” sino también para contribuir a un desarrollo humano integral en una democracia de calidad.

  1. El daño antropológico (DA) causado por el totalitarismo en Cuba

Considero que la peor consecuencia de los muchos años de totalitarismo en Cuba es un daño a la persona humana que será, sin dudas, la que más esfuerzo y años necesitará para superarse. Por ello he dedicado parte de mis estudios desde 1994 a conocer y hacer consciente este fenómeno que ha marcado profundamente a la sociedad cubana, no solo en la Isla sino también en la Diáspora a donde algunos se han llevado ese daño en el hondón de su alma.

  • Origen del término

El término conocido hoy por “daño antropológico” (DA) ha tenido su origen, aunque con otro nombre, en la ponencia “Reconstruir la sociedad civil: un proyecto para Cuba”, escrita y presentada por Dagoberto Valdés Hernández y Luis Enrique Estrella en la II Semana Social Católica de Cuba, celebrada en La Habana durante los días 19 y 20 de noviembre de 1994. El término usado por Dagoberto Valdés en esa ponencia fue primero “desastre antropológico” y luego en la misma página usó “fracaso antropológico”. A partir de ahí y en la medida que fue profundizando en el tema, el autor fijó el término “daño antropológico”.

Sin embargo, la primera vez que se trata explícitamente acerca del tema es en el ensayo, en forma de editorial: “El daño antropológico en Cuba”, publicado en la primera etapa de la revista Vitral, que fue la publicación oficial del Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río en Cuba de 1994 a 2007, en su número 74, correspondiente al bimestre julio-agosto de 2006. En ese ensayo “se aborda por primera vez el mencionado tema, que se describe como el deterioro de la subjetividad personal y se manifiesta en forma de atrofia o parálisis de varias de las capacidades de cada persona para ser ella misma”.

Continuando estos estudios en mi tesis de Maestría, defendida en junio de 2019 en la Universidad Francisco de Vitoria, pude arribar a esta primera definición:

“El daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba es el debilitamiento, la lesión o el quebranto, de las facultades cognitiva, emocional y volitiva, así como de las dimensiones ética, social y espiritual de la persona humana, todas o en parte, según sea el grado del deterioro o trastorno causado, no obstante conservarse siempre la esencia de la persona humana y su dignidad”.[2]

Después de analizar los resultados de una encuesta realizada en Cuba y en parte de la Diáspora como parte de la investigación para la mencionada tesis, pude identificar posibles causas y consecuencias, entre las que se encuentran las siguientes

  • Causas del DA en Cuba

Se debe tener en cuenta la policausalidad que origina el DA en Cuba a causa del totalitarismo, especialmente aquellos factores que producen una sinergia con otros o que desencadenan una avalancha causal compleja. No obstante, teniendo en cuenta la investigación teórica y el resultado de las encuestas realizadas, se pueden relacionar las principales causas que provocan el DA en Cuba:

  1. Invertir la vida en la verdad en vida en la mentira.
  2. Menoscabar la libertad interior y el ejercicio de las libertades y derechos de los ciudadanos.
  3. Entronizar una sola ideología como religión secular, excluyente de todas las demás, porque, según la Constitución de la República, “solo en el socialismo y en el comunismo el ser humano alcanza su dignidad plena”.[3]
  4. La imposición de un partido único como “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”.[4]
  5. Adoctrinamiento mediante un sistema educacional obligatorio e ideologizado ya que según la Constitución “la enseñanza es función del Estado”[5] en exclusiva.
  6. Usar todos los medios de comunicación para la propaganda oficial.
  7. El uso de la represión, la violencia verbal, mediática, física o psicológica, contra los que se oponen y también contra los que intentan salirse del control total de sus vidas y proyectos, reconociendo que “los ciudadanos tienen el derecho de combatir, por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución.”[6]
  8. La separación de los miembros de la familia por largos períodos de tiempo o la alteración de los espacios, tiempos y roles de la familia (falta de viviendas, hacinamiento, promiscuidad, machismo, crisis de valores) como primera educadora y formadora de las dimensiones cognitiva, emocional, volitiva, social y espiritual de sus hijos y nietos.
  9. El control de toda la economía directamente por parte del Estado “que dirige, regula y controla la actividad económica”[7], a través de la empresa estatal socialista o mediante controles fiscales y de otros tipos sobre los llamados “trabajadores por cuenta propia” o sector privado.
  10. Uso de un enemigo externo para crear un ambiente de “plaza sitiada” en un régimen permanente de confrontación.[8]
  11. Desarticulación del tejido de la sociedad civil, control estatal de organizaciones, asociaciones de masas afines al Partido, e ilegalización de grupos independientes no reconociéndoles la personalidad jurídica.
  12. La unión de los tres poderes clásicos bajo el control del Partido y los órganos represivos.
  13. La organización de una estructura capilar de delación desde la familia, el barrio, el lugar de estudio o de trabajo, organizaciones de la sociedad civil y las Iglesias.
  14. Control sobre las expresiones y asociaciones culturales, grupos o movimientos artísticos sobre las Iglesias.
  15. Reescribir la historia: desde el inicio se intenta borrar el pasado, en especial el que transcurrió exitosamente antes del triunfo de la Revolución socialista en 1959 y, de hecho, se reescriben selectivamente los libros de historia nacional y mundial.
  16. La creación de un nuevo “lenguaje” en el discurso, en los medios, en la escuela, en las organizaciones, porque se secuestran las palabras y se les atribuyen nuevos significados de acuerdo con los “dogmas” de la ideología única. Una nueva “semántica revolucionaria” trastorna tanto el sentido, la denotación y la connotación de las palabras y también de los signos en una “nueva semiótica”.

Todas estas causas pueden ser resumidas en vivir en una sociedad totalitaria. No obstante, esta causa general se ha podido desglosar en estas componentes comprobándose así la policausalidad del fenómeno. Ellas contribuyen al control total de la vida y, por tanto, al consecuente daño de las facultades de la persona humana, de sus relaciones sociales y a la desintegración de la misma vida en sociedad, mediante una adaptación pasiva de la persona al medio que es condicionada por el miedo profundo, sostenido, y a veces ignoto, a la pérdida, al ataque y al cambio, incluso a la esperanza de cambio.[9

  • Síntomas y consecuencias del DA en el presente de Cuba

Se considera conveniente comenzar este epígrafe diciendo con José Martí que “no por ser cubano se liberta al hombre de las flaquezas propias de la humanidad; ni por ser cubano las agrava”.

Dicho esto, y teniendo en cuenta las fuentes consultadas, así como la encuesta realizada para este estudio, podemos enumerar, entre otros, estos síntomas o consecuencias del DA. Aunque no necesariamente las causas y las consecuencias tienen una relación biunívoca exclusiva, por la policausalidad y la complejidad del proceso, hemos querido presentar las consecuencias en el mismo orden en que hemos desglosado las causas que provocan el fenómeno:

  1. Incoherencia entre lo que se cree, se piensa, se siente, se dice y se hace. Doblez, simulación. Adaptación pasiva a la vida en la mentira y en la simulación.
  2. Despersonalización y masificación. No saber qué hacer con la libertad.
  3. Relativismo moral.
  4. Analfabetismo ético, cívico y político.
  5. Falta de proyecto de vida. Fragilidad o debilidad interior.
  6. Adormecimiento de la conciencia crítica.
  7. Bloqueo de la vida política. Usurpación de la soberanía ciudadana. Surge el “hombre-pieza”.
  8. Miedo paralizante y con frecuencia indefinido o ignoto. Miedo a la soledad moral.
  9. Desintegración del ámbito familiar. Falta de un espacio privado.
  10. Control laboral del ciudadano por medio de su centro de trabajo.
  11. La discrepancia o la crítica son penalizadas como “un servicio al enemigo externo”.
  12. Anomia social. Estado de desmovilización del ciudadano con respecto a los sistemas de funciones sociales.
  13. La indefensión jurídica del ciudadano. Es motivada por la ausencia de la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
  14. Atmósfera de desconfianza y paranoia. Falta de transparencia.
  15. Desecación y esterilidad del mundo de la cultura y de la creación independiente.
  16. Falta de libertad religiosa verdadera y plena.
  17. Desconocimiento o reinterpretación de la verdad histórica. Amnesia selectiva de la “memoria”.
  18. Demagogia y populismo. Maniqueísmo político y moral.
  19. Alienación y ansia irrefrenable de huir de esta realidad: exilio e inxilio-fuga mundi.
  20. Desvirtuación del papel de Cuba en el mundo. Utilización de unas relaciones exteriores guiadas a la intromisión, solapadas de solidaridad, altruismo y nuevas formas de “trata y esclavitud”.
  21. Confusión semántica. Incomunicación por un lenguaje manipulado, vaciado o trastornado.

       2. El proyecto de Varela y Martí: fundamento para la sanación del DA, sus causas y consecuencias

Los cubanos no tenemos necesidad alguna de buscar, en teorías filosóficas, ideologías o modelos políticos foráneos, un proyecto de Nación que ya nos legaron nuestros padres fundadores. Muchos fueron los que aportaron a esos cimientos y arquitrabes de la Nación, pero tenemos dos fundadores que son hacedores de síntesis, hombres de consenso, pontífices, hacedores de puentes, entre las diversidades, para la unidad nacional: uno, el profeta y padre de la nación y el otro el apóstol y padre de la República: Varela y Martí. Cuba tiene en su ADN fundacional todo lo que necesita para reconstruir la República: el proyecto de Varela y de Martí:

Existe un corpus filosófico en Varela y Martí vigente y suficiente para inspirar, enrumbar y reconstruir a Cuba, su cultura, su eticidad y su espiritualidad. Existe un proyecto de humanismo renovado, integral y trascendente en Varela y Martí para sanar el DA causado por el totalitarismo en Cuba. Existe un proyecto de República libre, democrática, occidental y próspera en Varela y Martí para buscar el bien común.

En esta hora peligrosa, en esta profunda noche del espíritu en Cuba, en medio de estos dolores de parto del alumbramiento de los tiempos nuevos, no perdamos el rumbo, guiémonos por estas dos estrellas señeras, por estas dos lumbreras del espíritu, por estos dos fundadores del humanismo cubano: Varela y Martí. Ellos son ancla y vela. Cimiento y cúpula de la Nación cubana. Cuerpo y espíritu de la nueva República.

Los cuatro pilares con los que nuestros padres fundadores, Varela y Martí, construyeron nuestra cultura y nacionalidad son el amor, la verdad, la fe y la virtud.

Es inefable la coherencia entre el profeta Félix Varela y el apóstol José Martí, por eso son, y serán siempre, las dos columnas fundacionales que sostendrán la nueva República. Esta unidad entre el profeta y el apóstol fue elocuentemente expresada por el propio Martí en su periódico Patria, el 6 de agosto de 1892, en el artículo titulado “Ante la tumba del Padre Varela” donde dice:

“La ciudad de San Agustín… venerada hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela”.

Y más adelante dice: “Me conmovió, comandante, al preguntarles dónde querían ir, oírles decir: “Antes que todo, a la tumba del Padre Varela”: y allí fuimos, bajo el sol abrasador: la visita se la contaré con la palabra de uno de nosotros que no sabe mucho de letras, y dijo que le parecía que estaba vivo el Padre.” (José Martí en Obras completas, tomo 2, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, pp. 96-97).

He aquí la conexión intrínseca entre Varela y Martí, el que repitió en su publicación las mismas impresiones de un grupo de patriotas que antes que él, habían visitado la tumba del Padre Varela. Martí llama a Varela: “Patriota entero” y “Santo cubano”. No acabo de entender por qué se ha demorado tanto la canonización del Padre Varela si desde su muerte y por el propio Martí, se le ha considerado santo a lo largo y ancho de nuestra historia. Nunca dejaré de insistir en que Cuba tiene estos dos más grandes padres fundadores cuyo ejemplo y enseñanzas bastarían para reconstruir la nación cubana, para refundar nuestra República en libertad, democracia y progreso.

No hay que salir por el mundo a buscar raíces y fundamentos. Ya los tenemos. Al mundo hay que abrirse para integrarnos a lo mejor de todos y para compartir lo mejor que tenemos desde los cimientos de la nación. En esos cimientos están grabados indeleblemente estos cuatro pilares de nuestra eticidad: amor, verdad, fe y virtud.

  1. Corpus filosófico-antropológicoen José Martí: persona, bien común, eticidad y espiritualidad

Hemos presentado el proyecto de nación de Varela y Martí. Ahora permítanme centrar nuestra reflexión en lo que constituye el “corpus filosófico-antropológico” que nos ha legado José Martí. Entresacar del pensamiento martiano los rasgos esenciales de su humanismo y, a partir de esa “columna vertebral”, articular dicho cuerpo filosófico para que sirva de inspiración y fundamento de un nuevo proyecto educativo para la reconstrucción de Cuba después del cambio sistémico y estructural necesario.

La apuesta hermenéutica es que dicho “corpus”, desarrollado antropológicamente, pueda contribuir decisivamente a “sanar” la causa profunda del daño suscitando una “conversión antropológica” del homo saucius al homo vivens[10], favoreciendo así un desarrollo humano integral en una ecología humana con una democracia de calidad.

Ese cuerpo filosófico-antropológico de Martí se articula sobre cuatro “ejes” sinérgicos y sincronizados entre sí. Ellos son: la persona humana, el bien común, la eticidad y la espiritualidad.

  • La primacía de la persona humana en José Martí

La centralidad, la primacía y la suprema e inviolable dignidad de todo ser humano, es colocada por el mismo Martí en lo más alto de la República que fundó:

“Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.[11]

Esta aspiración máxima en el pensamiento y la visión de futuro del Apóstol de nuestra independencia define indiscutiblemente a la persona humana, su dignidad, sus derechos, su promoción y su desarrollo integral, como la primera piedra fundacional de la nación cubana. Este principio sublime refleja innumerables rasgos identitarios de la antropología martiana. Por todos ellos podemos calificar su filosofía, con denominación más contemporánea, como personalista.

Ese “personalismo” preponderante en el pensamiento martiano le permite narrar la gravedad del daño que pudiera causar la degradación de los seres humanos. Su lenguaje poético no esconde, en la metáfora o el símil, sino más bien hace más luminosa la prevalencia de la persona humana sobre toda forma social, económica o política. Así de verdadero y bello lo expresa: “Ni luz tiene el sol, ni hermosura la naturaleza, ni sabor la vida, mientras corren riesgo constante de degradación los hombres que nacieron en la misma tierra en que nacimos.”[12]

Para culminar la total primacía de la persona humana para los procesos civilizatorios, Martí establece como prueba irrefutable y evaluadora de los procesos culturales el tipo de persona que se forma en medio de cada civilización o etapa histórica:

“La prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y de mujer que en ella se produce.”[13]

En este primer y principal eje del corpus humanista martiano, el Apóstol sintetiza la inalienable dignidad de la condición humana en estas tres dimensiones: la persona humana debe ser la ley suprema, su degradación es el mal más profundo y su dignidad debe ser la prueba validadora de toda sociedad. Estas dimensiones serán indispensables para todo proceso de personalización en el futuro de Cuba.

  • La búsqueda del bien común en José Martí

El segundo eje que conforma el cuerpo humanista de José Martí es el bien común. También lo expresa de una forma lírica pero contundente. El Apóstol eleva, hasta ponerlo alrededor de la estrella solitaria de nuestra libertad, el valor supremo para Cuba y le llama “la fórmula del amor triunfante”:

“…alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla…Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.” (J. Martí, (1891) “Discurso del 10 de octubre de 1891”. O.C. Tomo 4. p. 279).

He aquí la definición sintética que Martí tiene de la búsqueda del bien común. Esta definición está estructurada en dos claves sinérgicas: una clave participativa (con quién): “Con todos” y otra clave como propósito (para qué) y como meta (hacia dónde): “Para el bien de todos”.

Este segundo eje describe un proceso socializador, también indispensable en el futuro de Cuba. En Martí ambos ejes: persona y bien común son inseparables y complementarios entre sí. La primacía de la persona evita que el colectivismo anule a la persona. Así mismo, la búsqueda del bien común evita que el individualismo encierre egoístamente a la persona.

El Papa San Juan XXIII definía que “el criterio de la consecución del bien común es esencial para asignarle un lugar central al hombre, es decir, ser capaces de que la persona sea el sujeto y la finalidad de todas las instituciones”. El Concilio Vaticano II define al bien común como “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección” (Concilio Vaticano II. Constitución Gaudium et Spes No. 26).

Otras muchas citas de José Martí fundamentan la interrelación entre la dignidad suprema de la persona humana y la búsqueda del bien común. Por ello podemos decir, con palabras de hoy que la filosofía de nuestro Apóstol es personalista y comunitaria.

  • La eticidad en José Martí

El tercer eje vertebrador del humanismo de Martí es el cultivo de una eticidad basada en una escala de valores y virtudes que él mismo jerarquiza en este orden: el amor, la verdad, la libertad, la justicia, la fe y la virtud.

  • Amor y verdad

Este primer binomio, Amor y Verdad, bastaría para edificar una nación. Por eso, los valores que han sido fundamentos de Cuba son incompatibles con la filosofía del odio, de la lucha de clases, de la vida en la mentira. Amor sin verdad es debilidad y doblez. Verdad sin amor es fanatismo e inclemencia. La historia demuestra que no se puede amar desde la mentira. La historia, incluida la de la Iglesia, nos enseña que defender la verdad sin amor puede llegar a ser inquisición e impiedad. El amor no esconde la verdad y la verdad no disminuye al amor.

Nosotros sabemos, por Jesús de Nazaret y por Varela y Martí que “Dios es Amor” (1 Juan 4,8), que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). Y que como dijo Martí: “Hay que deshelar, con el calor de amor, montañas de hombres; hay que detener, con súbito erguimiento, colosales codicias; hay que extirpar, con mano inquebrantable, corruptas raíces…” ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil” (José Martí, 1881, O. C. Tomo 7, p. 285 y en La Nación. New York. 1884, O. C. Tomo 10. p. 80).

  • Libertad y justicia

El segundo binomio de la eticidad martiana es el que integran la libertad y la justicia. El Apóstol intenta conjugar sabiamente ambos valores. El mundo polarizado de hoy se debate entre los dos extremos como antagónicos: el liberalismo extremo que ha satanizado a la justicia. Y aquellos que en nombre de una supuesta justicia social han encadenado a la libertad.

Martí encuentra el “in medio virtus”, aristotélico y cristiano, logrando un sano equilibrio entre libertad y justicia, como antes habíamos visto el equilibrio entre verdad y amor. Así va edificándose la eticidad martiana: Amor que se concreta en la justicia. Verdad que nos hace libres.

Sobre el valor de la libertad, Martí la consideraba como parte de la esencia de la naturaleza humana, declarando que la causa profunda de todo lo imperfecto es la falta o el mal uso de la libertad dijo:

“Como el hueso al cuerpo humano, y el eje a una rueda, y el ala a un pájaro, y el aire al ala, así es la libertad la esencia de la vida. Cuanto sin ella se hace es imperfecto” (O. C. Tomo 9, p. 451).

El Maestro fija también la concreción del ejercicio de la libertad: la honradez interior, la libertad de pensamiento y la libertad de expresión, entre otras expresiones de esa parte de la esencia humana:

 “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía…”

Y, además Martí reconoce que el hombre ama por naturaleza la libertad, ella lo dignifica. La “libertad de la luz” que fue el lema de nuestra revista Vitral (1994-2007) es, según Martí, perpetua iluminación interior:

“El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo de donde no la hay.” “Acaso los enemigos de la libertad lo son porque la juzgan por sus vociferaciones. Si conocieran sus encantos, la dignidad que va con ella, lo rey que se siente el hombre libre, el perpetuo iluminamiento interno que la libre y decorosa conciencia de sí y ejercicio de si producen, no habría acaso amigos mayores de la libertad que los que son sus más eximios enemigos.”

El otro término del binomio es la justicia.

Sobre el valor de la justicia expresó Martí:

“En la vida práctica de las ideas, el poder no es más que el respeto a todas las manifestaciones de la justicia, la voluntad firme ante todos los consejos de la crueldad o del orgullo. Y cuando el acatamiento a la justicia desaparece, y el cumplimiento del deber se desconoce, (la) infamia envuelve el triunfo y la gloria, (una) vida insensata y odiosa vive el poder (O.C. Tomo 01, p. 101).

Queda claro que todo poder no es más que el respeto a todas las manifestaciones de la justicia. Es detener con firme voluntad la crueldad y el orgullo de los poderosos que se llenan de infamia, de insensatez y de odio.

La presencia de la inspiración cristiana en el pensamiento de Martí se hace muy explícita en esta relación intrínseca que establece entre la justicia y el perdón. La vigencia de esta clave humanista es evidente y urgente:

“No es posible el perdón cuando todavía no se ha hecho justicia. Existen esos hombres que nunca quieren seguir los tiempos, ni ver la verdad” (O.C. Tomo 7, p. 273).

“Lo que no debía ser, no debía ser. Toda desviación de la justicia absoluta, cualesquiera que fueran las condiciones de la época y mente que la cohonestaran, le parecía un crimen: y mientras más alto el desviado, mayor el crimen” (O.C. Tomo 17 p. 172).

Martí llama a la justicia “raro don” y denuncia diáfanamente los vicios contra la justicia: la opresión y el monopolio sea del poder o del dinero, al mismo tiempo que hace una cita explícita al Libro de los hebreos:

“Raro don, don excelso, es la justicia. Todo hombre tiene un poco de león, y quiere para sí en la vida la parte del león. Se queja de la opresión ajena; pero apenas puede oprimir, oprime. Clama contra el monopolio ajeno; pero apenas puede monopolizar, monopoliza. No en balde, cuando el Libro de los hebreos quería dar nombre a un varón admirable, lo llamaba «un justo»” (O.C. Tomo 18, p. 246).

  • Fe y virtud

El tercer binomio fundacional nos presenta la relación indispensable entre la fe y la virtud. Fe sin virtud es hipocresía. Virtud sin fe, se seca. La fe es motor y alma de la virtud y la virtud es fruto y semilla de la fe. Cuba necesita cultivar su fe y su espiritualidad. Es una necesidad de supervivencia.

El Padre Félix Varela, “el que nos enseñó primero en pensar”, el padre de nuestra cultura y nacionalidad, dijo: “Así pensaba yo, mi caro Elpidio… sobre la historia lamentable de los errores humanos… de los sufrimientos de la virtud siempre perseguida, y de los triunfos del vicio, siempre entronizado… el orbe nos presenta un inmenso campo de horror y de exterminio… Mas, entre tantas ruinas espantosas, se descubren varios puntos brillantísimos, que jamás oscurecieron las sombras de la muerte…: los sepulcros de los justos,… sus almas puras, que volaron al centro de la verdad; cuyo amor fue su norma y por cuyo influjo vivieron siempre unidos y tranquilos. Sobre las losas que cubren estos sagrarios de la virtud, resuelven sus imitadores el gran problema de la felicidad y arrojan miradas de compasión sobre los que… corren tras sombras falaces, y, burlados, se dividen; divididos, se odian, y odiados, se destruyen” (P. Varela (1835) “Cartas a Elpidio”. Tomo I Sobre la Impiedad. Carta primera. p. 5).

El mismo Padre Varela culminaba sus “Cartas a Elpidio” con aquella recomendación a sus discípulos y que constituye el más grande aporte a la eticidad, el civismo y a la verdadera religión del pueblo cubano: “Te encargo pues que seas el órgano de mis sentimientos y que procures, de todos modos, separarlas del escollo de la irreligiosidad. Si mi experiencia puede dar algún peso a mis razones,…que por desgracia o por fortuna conoce a fondo a los impíos, puede asegurarles que son unos desgraciados y les advierte y suplica que evitan tan funesto precipicio. Diles que ellos son la dulce esperanza de la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad.” (F. Varela. Cartas a Elpidio, Tomo 1, p. 181-182).

Y, como sintetizando el primer binomio de amor y verdad con el segundo binomio de fe y virtud, Martí expresa: “La grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud” (O. C. Tomo 6. p. 457).

Volvamos a nuestras raíces cubanísimas y allí encontraremos un proyecto de vida para nuestra nación y república que puede ser resumido y reconstruido sobre estos cuatro pilares: Amor, Verdad, Fe y Virtud. Solo poniendo “por encima de todo el amor” (Biblia. Col. 3,14) podremos construir la Cuba que soñaron y fundaron Varela y Martí. Centrémonos en esos fundamentos. Unámonos en ellos. Construyamos sobre ellos el futuro de Cuba.

El Apóstol expresa, ponderando la necesidad de una escala de valores: “Hay que deshelar, con el calor de amor, montañas de hombres; hay que detener, con súbito erguimiento, colosales codicias; hay que extirpar, con mano inquebrantable, corruptas raíces…” ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil.” (José Martí, 1881, O. C. Tomo 7. p. 285 y en La Nación. New York. 1884, O. C. Tomo 10. p. 80).

Estos son valores fundamentales y ejes vertebrales de cualquier intento de sistematización del humanismo de José Martí. Se trata de un intento de estructuración suficientemente “comprehensiva”, pero sin pretensión de presentar un “sistema cerrado”, como aquél al que busca oponerse por sus efectos nefastos, y trascenderlo en y por fidelidad a la riqueza diversa de la realidad sociohistórica en Cuba y el mundo.

  • La espiritualidad en José Martí

El corpus filosófico-antropológico en la obra de José Martí no estaría completo, se ahogaría en el reduccionismo materialista, si no se considera este cuarto eje de su humanismo. Se trata de la dimensión trascendente en el pensamiento martiano.

Considero que esa dimensión trascendente está compuesta por los conceptos y valoraciones de Martí acerca de: Dios, la espiritualidad propiamente cristiana y una religiosidad general sin práctica religiosa comunitaria, con una fuerte componente crítico hacia la jerarquía católica que el Apóstol conoció como aliada a España por la fatídica alianza del trono y el altar en la figura jurídica-canónica del Patronato Regio que daba a la Corona la potestad de proponer obispos para las colonias de España.

  • Trascendencia y espiritualidad

Está claro que, tanto en el pensamiento, en la obra escrita y en el comportamiento moral, de Martí hay una clara opción por la dimensión trascendente. Para nada tuvo una filosofía o una visión del mundo materialista. Toda su vida estuvo transida de trascendencia. Esa dimensión de la condición humana que saca a la persona de su egoísmo, de su individualismo, para abrirla a las relaciones humanos, a la entrega por el bien común, a vivir coherentemente una eticidad e incluso a entregar su vida por los demás.

El Apóstol expresó: “Dios es. Y sustancia creada como somos, nos rige un algo que llamamos conciencia; -nos dirige otro algo que llamamos razón, disponemos de otro algo que llamamos voluntad-. Voluntad, razón, conciencia, -la esencia en tres formas-. Si nosotros vida creada, tenemos esto, -Dios, ser creador, vida creadora, lo ha de tener. – Y quién a tantos da, mucho tiene. Dios es, pues. Y es la suprema conciencia, la suprema voluntad y la suprema razón.”

Si tenemos en cuenta que el significado de espiritualidad no coincide con el de práctica religiosa ni es una concepción pietista de la existencia humana, sino que es el espíritu con el que se vive, el espíritu que ilumina, orienta, fortalece y fecunda nuestra conciencia, nuestra razón y nuestra voluntad, entonces la cita que hemos mencionado demuestra que Martí cree que Dios rige esas tres dimensiones de la persona humana porque Él es. Porque ese Ser es la Conciencia, la Razón y la Voluntad supremas. He aquí la piedra angular de la espiritualidad martiana: Dios es y nosotros somos por Él, en Él y para Él.

  • Fe y Religiosidad

Otra forma de vivir su dimensión espiritual trascendente fue la fe y la religiosidad de José Martí. En efecto su apertura a la trascendencia no se quedó en algo abstracto o espiritualista sin rostro y sin código moral, al contrario, manifestó su fe en Dios y en su hijo Jesucristo destacando que esa fe tiene impacto y consecuencias éticas en la vida terrenal y en la historia personal y nacional.

Martí dijo: “Todo pueblo necesita ser religioso, no solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo…un pueblo irreligioso morirá porque nada en él alimenta la virtud.” (J. Martí. Fragmentos O.C. p. 392).

En esta cita expresa que la religiosidad es esencial a la vida de los pueblos y además la religión es de enorme utilidad para alimentar la virtud. A partir de esta relación entre fe, religiosidad y virtud, Martí entronca su filosofía antropológica en las raíces que el Venerable Padre Varela había expresado en sus esenciales Cartas a Elpidio cuando aseveró que: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad.”

Podemos resumir que este eje del corpus filosófico de José Martí no es un componente más, no es un ropaje externo: la dimensión trascendente y la espiritualidad de matriz cristiana del Apóstol de Cuba constituyen el principio, el fundamento y la inspiración fecunda para los otros tres componentes de su proyecto humanista: la persona, la eticidad y la búsqueda del bien común. La fe cristiana y los valores que de ella nacen, se fecundan, trascienden y deben constituir un eje transversal que redimensione y dé fuerza interior a los otros tres.

De esta forma la fe, sus valores y su mística son el fundamento y la salvaguarda de la persona humana y su dignidad plena. La fe, sus valores y su mística son el arquitrabe y la savia edificante de la eticidad martiana. Y la fe, sus valores y su mística son la principal motivación para la búsqueda del bien común. Así, los cuatro ejes se engarzan en un edificio o corpus de la antropología martiana. Esos cuatro ejes están en comunión con el pensamiento de la otra columna fundacional de la nación cubana, al que Martí llamó “el santo cubano”: el Venerable Félix Varela.

  1. Pertinencia y eficacia del humanismo de Martí para sanar las causas y consecuencias del DA y para la reconstrucción de Cuba: un proyecto personalista comunitario y trascendente

Una vez que hemos hecho este sucinto recorrido por el corpus antropológico en la vida y obra del Apóstol, debemos destacar la pertinencia y la eficacia que tiene el proyecto humanista de José Martí para la sanación del DA causado por el totalitarismo en Cuba.

En efecto, a continuación, especificaremos las causas y consecuencias de ese daño y el correspondiente remedio humanista aportado por José Martí:

  1. Ante la despersonalización inducida por la falta de libertad y el colectivismo masificador, encontramos el remedio sanador de la primacía de la persona humana que podemos resumir en la aspiración de Martí de que “la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” que no es una frase aislada sino la esencia y el pivote de toda su antropología.
  2. Ante la vida en la mentira, la doblez, la crisis de valores y virtudes, la ausencia de una eticidad que aporte coherencia a la vida, que han sido consecuencia de la opresión y el intento de simulación y reescritura de la historia, encontramos segundo eje del humanismo del Apóstol que es el edificio de la eticidad martiana cuyas columnas son la verdad y el amor, la libertad y la justicia, la fe y la virtud.
  3. Ante la lucha de clases como forma de vida de la nación, la exclusión del diferente, la criminalización de la discrepancia, y la depauperación extrema del país sumergiéndolo en una condiciones infrahumanas de vida, encontramos el tercer eje del proyecto humanista martiana que es la búsqueda del bien común que podemos resumir en aquella “fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos”, que tampoco es una frase aislada que Martí quería inscribir en los símbolos patrios, sino que es el segundo gran pivote de su antropología.
  4. Ante el materialismo reductivo de la condición humana que asfixia, esteriliza y seca al cubano y a la nación, encontramos el cuarto eje del humanismo martiano: la fe, la espiritualidad y la trascendencia que airean, fecundan y elevan a los otros tres ejes de su proyecto antropológico.
  5. En resumen: ante el fracaso de una filosofía marxista-leninista con trastornos caribeños, que ha provocado el DA del cubano y ha enfermado el alma de la nación, proponemos una filosofía personalista, comunitaria y trascendente, inspirada en los fundamentos filosófico-antropológicos de Varela y de Martí que hemos delineado en esta conferencia y que será la tesis de doctorado que, Dios mediante, defenderé en la Universidad Francisco de Vitoria en Madrid.

A modo de conclusión

Martí dijo que “En prever está todo el arte de salvar.”. En el Centro de Estudios Convivencia, el primer think tank independiente con cubanos de la Isla y de la Diáspora, que me honro en dirigir, está esforzándose en vivir este aforismo martiano y hace más de una década que viene realizando un “Itinerario de Pensamiento y Propuestas para el futuro de Cuba”. En nuestro sitio web www.centroconvivencia.org están disponibles 15 informes del CEC en los que compendiamos visiones y propuestas para los sectores más importantes para el futuro de la nación cubana: economía, marco jurídico, educación, salud, cultura, agricultura, medios de comunicación social y Tics, gobernabilidad y gobernanza, ética, política y religión, relaciones internacionales, aportes de la Diáspora a la reconstrucción de Cuba y una hoja de ruta para una transición verdadera, pacífica, ordenada y eficaz.

Termino levantando la vista hacia el futuro de Cuba, la patria sufriente y amada. Miro el horizonte con renovada esperanza y apremiante urgencia. Tengo la convicción de que ese futuro será libre, próspero y fraterno si comenzamos a sanar, desde ahora, el DA causado por el totalitarismo poniendo como cimientos de la nueva República el proyecto personalista, comunitario y trascendente que nos legaron Varela y Martí.

Muchas gracias.

 

 

 

 

 

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