EL “FRANKENSTEIN” CUBANO

Lunes de Dagoberto

Ahora mismo es muy difícil el análisis de la realidad cubana dentro de la Isla. Se confunden las medidas económicas. Se combinan las medidas y los frenazos. Pareciera como si primero se reformara tímidamente una parte accesoria del modelo, pero muy rápidamente, en cuestión de semanas o meses, los mismos que parecía que abrían, vuelven a frenar y vuelven a cerrar. No nos engañemos ni nos confundamos. La improvisación se mezcla con el inmovilismo. La eterna justificación se combina con la perseverancia en el error. Nadie podría hacerlo peor que los mismos que luchan por aferrarse al poder inventando modelos y experimentando con seres humanos.

Cuba es un Frankenstein

Algunos recordarán la conocida novela “Frankenstein o el moderno Prometeo” de la escritora, dramaturga y ensayista británica Mary Shelley, quien publicó en 1818 esta obra que ha sido considerada como la primera novela de ciencia ficción moderna, y cuyos temas principales son: la ética y los límites de la ciencia y la tecnología; el daño que puede causar un tipo de experimentación con seres humanos y con sociedades enteras; la creación y destrucción de la vida; y los peligros que provoca la soberbia del hombre cuando intenta desalojar a Dios de su propia existencia, de este mundo y de su trabajo, para pretender ocupar su lugar como señor y dador de vida. Según los analistas, esta novela provoca cuatro sentimientos fundamentales: tristeza, ira, aversión y miedo. Sentimientos que provoca la crisis de Cuba.

Pero nuestro propósito no es el análisis literario de esta conocida obra que inaugura el género de ficción en la Modernidad pero que contiene un necesario mensaje filosófico, especialmente, ético. Es precisamente sobre este mensaje que quiero proponerles un símil o paralelo entre Frankenstein y Cuba, tal como la vivimos al inicio de 2024.

  1. En la obra literaria el Doctor Víctor Frankenstein realiza un experimento: “crear” un hombre uniendo partes de diferentes cadáveres. En Cuba, después del fracaso continuado del socialismo real, se está experimentando construir un engendro de sistema tratando de unir las peores partes de dos “cadáveres”: lo peor de un capitalismo primitivo, pero con el cerebro de un Estado postotalitario, con lo peor del socialismo real, tardío y feneciente. El resultado es un monstruo que provoca al mismo tiempo: tristeza, ira, aversión y miedo.
  2. Es por esto la confusión que tienen algunos analistas, dentro y fuera de la Isla, al definir el modelo que se intenta implantar en Cuba: unos dicen que lo que trae el “paquetazo” son medidas liberales y erróneamente las igualan a las de Milei en Argentina; mientras, el mismo régimen se apresura a aclarar que no lo es, que las medidas para la pretendida estabilización macroeconómica son para más socialismo, es decir, para más control del Estado sobre la economía y la sociedad, fortaleciendo el protagonismo y la primacía de la llamada y fracasada empresa estatal socialista. En mi opinión, en Cuba están queriendo experimentar con seres humanos un modelo que es un monstruo como Frankenstein, tratando de coser, con puntada grande y chapucera, las peores partes de cadáveres muy diferentes.
  3. En la novela, una vez creado el monstruo, este se vuelve contra su propio creador y contra la sociedad en la que se creó el engendro. En Cuba, el experimento que engendró el Frankenstein de lo peor del capitalismo primitivo con lo peor del socialismo que nunca triunfó, provoca una crisis terminal que se vuelve un peligro para sus propios creadores y para toda la sociedad.
  4. Creer que la experimentación, la manipulación de la ciencia, sin el imperio de la ética y sin la primacía de la dignidad humana, puede “producir” un “hombre nuevo”, cuando en realidad inflige un daño antropológico que tiene como resultado el “homo saucius” (el hombre enfermo). Cuba debe aprender, los cubanos debemos interiorizar, que de la soberbia de un poder que se cree omnipotente, solo sale un Frankenstein que se vuelve contra su autor y perece con él -como en la obra- hundidos en las gélidas aguas del Polo Norte, donde naufraga la barca en que se perseguía al monstruo que, al final, muere congelado junto a su persecutor, es decir, encuentran la misma muerte el poder que intentó ser creador de una nueva vida y el engendro monstruoso que fue su creatura.
  5. En la obra, la autora intenta enviar el aleccionador mensaje de que: cuando la soberbia del hombre intenta ocupar el lugar del mismo Dios y cree que puede, con un voluntarismo seudo científico, crear un hombre nuevo, una sociedad nueva, sin Dios, lo que en realidad se engendra es un monstruo inhumano y peligroso, se crea un aislamiento del resto de la sociedad y del mundo, en el que todo perece en una persecución que conduce al hundimiento del barco. Cuba lo ha experimentado. Cuando se intenta sacar a Dios de la vida de un pueblo, como dice Martí: “nada en él alimenta la virtud”, la vida se vuelve contra sí misma, se deshumaniza, se congela, se ahoga, todo muere.
  6. Y que conste, que esto no implica, para nada, que se disminuya la libertad de conciencia y de religión que establece el respeto, frente a la ley y a la convivencia armónica, de creyentes, ateos y agnósticos. Esto se refiere a la dimensión espiritual y trascendente de todo ser humano que es inalienable y que si es reprimida o cercenada produce que el hombre se convierta en monstruo para el hombre. Esa es nuestra experiencia. Ojalá que Cuba no vuelva a desterrar a Dios, no vuelva a secar la espiritualidad, no pretenda amputar la dimensión trascendente de todo ser humano, porque ya sabemos el final de ese experimento.

Propuestas

Como siempre, no queremos el lamento que es estéril. El análisis de la realidad y la crítica de la esencia es ya un paso. El otro paso son las propuestas, signo de la fecundidad y adelanto de un parto natural:

  1. La promoción y educación de una verdadera creatura: natural, auténtica, humana, moral, espiritual y trascendente, cuya dignidad y derechos sean la primera y suprema ley de la nueva República de Cuba. Que ese cubano, y sus obras, en lugar de tristeza, produzca felicidad. Que en lugar de ira, produzca paz. Que en lugar de aversión, produzca convivencia, y que en lugar de temor, produzca amor.
  2. Que no se invente lo que ya está inventado. Que, aunque es necesariamente siempre perfectible, escojamos, entre todos los cubanos, aquel modelo, repito, siempre imperfecto cualquiera que fuere, pero que sea el más humano, el que ha hecho progresar más a la humanidad y el que surge del equilibro y la sindéresis de un centro alejado de los extremos. Como dijo Aristóteles en su Ética a Nicómaco: “in medio virtus”.
  3. Esto, digámoslo claramente, no significa que la virtud esté en medio de la mediocridad sin compromiso, ni supone “estar en la cerca”, ni implica construir un engendro con partes iguales de cadáveres diferentes, ni es el camino facilón de “quedar bien con todo el mundo”, ni es un pragmatismo sin ética y oportunista. Nada de eso. “In medio virtus” significa que la virtud, que es hacer el bien y hacerlo bien, lo mejor posible, es lo que el mismo Aristóteles llama “prudencia política” que está en el medio y supone el control de los demás apetitos o vicios personales y sociales como son los apetitos irascibles como la ira y la violencia que se dominan con la virtud de la fortaleza; y los apetitos concupiscibles como el placer y la corrupción que se dominan con la templanza. El centro virtuoso en política es lo contrario de la mediocridad y de la corrupción, es transitar sobre las escarpadas cimas de la virtud personal y de las virtudes cívicas y políticas, sin caer en los abismos de los extremos. En Cuba ya hemos caído en el más terrible de los extremos, evitemos caer en el otro. La prudencia política o virtud cívica es buscar las verdaderas soluciones y modelos políticos, económicos y sociales en el “medio” de los innumerables peligros del péndulo. Lo difícil es transitar por las altas cumbres de la política virtuosa, tanto de los que gobiernan, como del ejercicio de la cívica política de los ciudadanos, sin perder el equilibrio ni caer al abismo de los extremos.
  4. El reto de la virtud política es un modelo que integre la plena dignidad y derechos de la persona con la búsqueda y con la consecución del bien común. El reto de la virtud política es integrar “todo el mercado que sea posible, con solo el Estado que sea necesario” (Cf. I Informe del CEC sobre Economía en el futuro de Cuba). El reto de la virtud política es integrar la creación de la riqueza necesaria, con la distribución de esa riqueza. El reto de la virtud política es no confundir la justicia social con el fomento de la vagancia, ni el intervencionismo del Estado.
  5. Por eso, es también necesario abrir un debate para recuperar el origen y el verdadero significado del concepto de justicia social que está muy alejado de estos dos extremos: por un lado, se ha abusado del término “justicia social” con el fin de fomentar el populismo, el clientelismo, la vagancia, la dependencia del Estado y el control del ciudadano; y por el otro, se ha satanizado de tal forma la justicia social identificándola con el comunismo y contraponiéndola a las leyes del mercado, que se ha convertido en una mala palabra. La justicia social se logra, como dice su nombre, predominantemente social no estatal, con el protagonismo de la sociedad civil, y con la justicia legal, es decir, que la ley justa garantice que todos seamos iguales ante la ley y que esa ley garantice la igualdad de oportunidades para todos, sin paternalismos del Estado. Santo Tomás de Aquino consideraba que “La política es a la prudencia lo que es la justicia legal a la virtud” (S. Tomás en In libros ethicorum aristotelis, VI,7). Es decir, la justicia legal es diferente a las demás justicias (conmutativa y distributiva), pero la justicia legal es idéntica a las demás justicias cuando han sido saturadas de politicidad, es decir, de la búsqueda del bien común.

Que Cuba realice, con la participación libre y responsable de todos sus hijos de la Isla y de la Diáspora, una transición pacífica, ordenada, ágil y verdadera, que la transforme del Frankenstein que es hoy, en el modelo humano, eficaz y próspero de la República de Varela y Martí.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.
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