El cambio en Cuba ante la presión del pueblo

Foto tomada de internet.

El cambio en Cuba hoy y lo que significa para los cubanos, es un proceso de importancia que concierne a todos. La primera etapa de ese cambio tan añorado por muchos y tan repelido por unos pocos en el poder, ya ha comenzado y parece estar marcado por un sentir general en torno a la debacle total de un modelo totalitario, en creciente contradicción estructural, ingobernabilidad y brutal represión contra quienes demandan su fin.

El poder carece de credibilidad en torno a sus propias recetas como salida a la crisis existente. Algunos no aceptan la idea de un cambio que supere y deje atrás el orden imperante, y otros se resisten a reconocer algún progreso de cambio, si este no se basa con inmediatez en mejorías desde un pensamiento limitado a partir de las positividades pasadas de un Estado paternalista. Una mayoría creciente muestra constantemente su voluntad de cambios que van desde las quejas cotidianas hasta la protesta y desobediencia civil, de modo pacífico para unos y violento por otros.

En medio de este caos, descontento general y casi absoluto, estructuras de sometimiento y calamidad, algunos muestran y aseguran una idea de Estado de bienestar al doblar de la esquina. En sintonía con las naciones más desarrolladas, es una reproducción de las aspiraciones mágicas e idealistas de quienes están en el poder, solo que para ello basta con el fin del sistema imperante.

Vender la idea de apoyar el cambio al son de recuperar un estándar idílico de bienestar, asociado a los niveles alcanzados en décadas y siglos por sociedades libres y democráticas, sin hablar de los valores y procesos asociados a ello parece, cuando menos, un tanto lejos de la realidad.

Al mismo tiempo, el sistema atropella y hace polvo cada aspiración y sueños de plenitud humana en cuanto a la satisfacción espiritual y material del pueblo, sembrada desde el odio, la violencia y el ataque a la libertad, la propiedad, la religiosidad por más de 60 años. No es momento de ilusionar a los más afectados y reivindicar promesas que solo se sustentan en la superficialidad existente, fruto de un Estado paternalista.

Es justo sembrar esperanza y cuestionar el inmovilismo, la complicidad o el apoyo a un orden represivo y violento venga de donde venga. Pero debemos actuar, creer, pensar y proponer más. Creer en la fuerza de la oportunidad y la responsabilidad del hacer en libertad, más allá de la ilusión o la comodidad del “me tienen que dar”, en lugar de “tengo oportunidad de…” Es cierto que ante el plato vacío de hoy y de mañana la prioridad es garantizarlo; pero si se logra al costo de relativizar los valores, repetiríamos cíclicamente el proceso.

En la medida que lo evidente se hace posible hay que sustentarse en establecer nuestro compromiso “con todos y para el bien de todos”. En este contexto, en mi opinión representa dejar atrás esa visión populista de proyectarse sobre la mayoría como una categoría de masas, necesariamente ilusionarles y manipularles como un recurso político imprescindible para cambiar.

La credibilidad en la política debe ir de la mano del cambio hacia un país en libertad. No basta con conformarnos o minimizar el alcance de todos en este proceso. Nuestro actuar debe comenzar con el apoyo a un proceso de cambio, de denuncia de las injusticias. También debe estar relacionado con el seguimiento de los procesos políticos y con el apoyo a los diferentes programas políticos.

La desesperación por mejorar la deplorable crisis que atravesamos es una valiosa oportunidad de recuperar para nuestra Nación el vínculo indisoluble entre desarrollo y libertad, a partir de un auténtico pacto social. Para ello debemos ganar en el empeño de todos por lograrlo. Hagámoslo posible.

 

 


Néstor Pérez González (Pinar del Río, 1983). Obrero calificado en Boyero.
Técnico Medio en Agronomía.
Campesino y miembro del Proyecto Rural “La Isleña”. Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.

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