El azúcar en el mundo de los espíritus

Martes de Dimas

El año 2021, cuando la producción descendió hasta las 800 mil toneladas, Dionis Pérez Pérez, director de Informática y Comunicaciones de AZCUBA, declaró, casi en tono de victoria, que la cantidad de azúcar producida era suficiente para garantizar la canasta familiar.

En mayo de 2022, las autoridades cubanas informaron que la producción no pudo sobrepasar las 480 mil toneladas. Para esta zafra de 56 centrales activos sólo molieron 35, de los cuales 32, a pesar de la “superioridad” de la economía planificada, incumplieron. La producción, 480 mil toneladas, fue casi igual a las 462 968[1] lograda en 1855. Ese retroceso me llevó a escribir la columna 150 donde plantee que la industria azucarera cubana había fallecido.

El asombro para los que conocen, y también para los no versados en la historia de esta industria –otrora locomotora de la economía–, y de su papel en la forja de la cultura y de la nación cubana, es que en 1861, cuando Cuba contaba con sólo 1 396 550 habitantes, se produjeron 533 800 toneladas (0,38 toneladas por habitante; mientras que la producción de 2022, 161 años después, la producción alcanzada arroja (0,04 toneladas por habitante).

La cifra de 480 mil toneladas, además que no permite cumplir los compromisos internacionales, apenas alcanza para cubrir la demanda nacional, que es de unas 600 mil toneladas anuales. Es decir, la industria azucarera cubana, de locomotora de la economía y primera productora y exportadora el mundo, pasó a engrosar los países importadores del dulce.

Las informaciones más recientes de la prensa oficial hablan de una próxima zafra, la de 2023, en la cual molerán menos diez centrales que en la anterior. Es decir, las autoridades cubanas, en lugar de reconocer el fallecimiento y asumir la responsabilidad que le corresponde en ese descalabro, al insistir en que esa industria vive, están hablando del mundo de los espíritus.

Un breve recordatorio revela la gravedad de lo ocurrido.

Entre 1913, once años después de inaugurada la República, en medio de la ruina económica generada por la Guerra de Independencia, la Isla produjo 2,5 millones de toneladas de azúcar y 39 años después, en 1952, se sobrepasaron los 7,2 millones de toneladas.

El declive comenzó después de la estatización de la agricultura con el intento voluntarista de producir 10 millones de toneladas de azúcar en 1970 y no se detuvo hasta que en el año 2001 la producción no rebasó los 3,5 millones de toneladas, menos de la mitad alcanzada en 1952 y similar a la producida en 1918 (3 598 489 tonelada)[2].

En ese año 2001, con el propósito de recuperar la producción hasta los seis millones de toneladas que se habían elaborado en 1948, el Ministro del Azúcar, General de División Ulises Rosales del Toro, anunció la tarea Álvaro Reynoso[3], para extraer 54 toneladas de caña por hectárea. Sin embargo, por razones ajenas a la leyes que rigen los fenómenos económicos, se ordenó cerrar, primero 71 de los 156 centrales activos y luego otros 29, es decir 100 centrales dejaron de moler, mientras esas enormes extensiones cañeras se destinaron para otros cultivos.

Resulta que Álvaro Reynoso, considerado el padre de la agricultura científica cubana, cuando la Isla era la primera productora de azúcar en el mundo, pero ocupaba el último lugar en productividad agrícola, realizó un análisis sistémico, en el que integró todas las operaciones relacionadas con el cultivo y cosecha de la gramínea, dirigido a resolver esa contradicción. En su estudio –primera obra de ciencia agrícola cubana–incluyó el vital tema de la pequeña propiedad como componente básico de la modernización de la economía agraria. Los resultados quedaron registrados en su obra cimera: “Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar”, publicada en 1862 y reeditada en Madrid, Paris y Holanda

Sin embargo en 2001, en la implementación de la Tarea Álvaro Reynoso, se obvió el factor determinante de la propiedad, lo que explica el fracaso. Las afras continuaron su declive. La de 2002 fue de 2,10 millones de toneladas, casi la mitad de lo que se producía en 1919, hasta que en 2010 la producción se detuvo en 1,1 millón de toneladas, la misma cantidad que se había producido en 1894, el año anterior al inicio de la guerra de independencia, que fue de 1 110 991[4].

A pesar de esa brusca caída, la producción de 2010 parecía ser una línea infranqueable, pues la suma del consumo interno más las exportaciones contratadas, no permitían otro paso en falso, a tenor de aceptar que la primera productora y exportadora del dulce había pasado, de forma definitiva, a engrosar la fila de los importadores, pero la capacidad destructora de la economía estatizada y la falta de libertades, fue más fuerte.

Para la zafra de 2023, a las dificultades ya tradicionales con el combustible, la explotación de la maquinaria, la baja disponibilidad técnica de los equipos y la escasez de fertilizantes y herbicidas, según reconoció el mismo Pérez Pérez, se unirá “la falta de motivación de los trabajadores, la pérdida gradual de la fuerza laboral y el atraso en el plan de siembra anual, que se encuentra al 41%”. A lo que añadió: “hasta la fecha ninguna empresa ha cumplido su plan”[5].

La propiedad, como el mercado libre son instituciones fundamentales para el crecimiento de la economía. Son medios de un fin: el hombre como ser humano.

Conservar una de sus formas, por razones ideológicas o de poder, en este caso el de la propiedad estatal, una vez demostrada su incapacidad para generar desarrollo, la convierte automáticamente en factor de freno que amenaza, repitiendo la frase atribuida al empresario azucarero José Manuel Casanova Diviño: “sin azúcar no hay país”, mucho menos lo habrá con su transfiguración en espíritu

La Habana, 14 de noviembre de 2022

[1] Manuel Moreno Fraginals. El ingenio, complejo económico social cubano del azúcar. La Habana, Editorial de Ciencia Sociales, 1978. Tomo 3, p. 36.

[2] Ibídem, p. 39

[3]Álvaro Reynoso y Valdés (Alquizar, 4 de noviembre de 1829-La Habana, 11 de agosto de 1888), científico, investigador, médico y químico. Considerado Padre de la Agricultura Científica en Cuba. Se graduó de Bachiller en Ciencias en la Universidad de La Habana y de Química y Medicina en la Sorbona de Paris. Doctor, laureado por la Academia de Ciencias de París, Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Sociedad Económica de Amigos del País.

[4] Manuel Moreno Fraginals. El ingenio, complejo económico social cubano del azúcar. La Habana, Editorial de Ciencia Sociales, 1978. Tomo 3, p. 38

[5] Granma, sábado 5 de noviembre de 2002, p. 4.

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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