EDITORIAL 94: UN HUMANISMO SIN PERSONA

Foto tomada de Internet.

En Cuba hace más de sesenta años que se dice que se “construye” un humanismo. Muy al principio de la revolución de 1959 se proclamaba que ese proyecto no era ni capitalista ni comunista, era humanista.

Ese alegado humanismo muy pronto fue desmentido con la confiscación de la vida: fusilamientos, expropiaciones, separación de las familias, adoctrinamiento, monopolización de la educación y la cultura, apropiación de todos los medios de comunicación, entre otros muchos procesos contra la naturaleza humana. No fueron errores en la aplicación del sistema, forma parte de su esencia. La historia en muchos otros países lo ha demostrado.

El recordado Papa San Juan Pablo II, de feliz memoria, dijo en su Carta Encíclica Centesimus annus:

“El error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente, considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social. Por otra parte, considera que este mismo bien puede ser alcanzado al margen de su opción autónoma, de su responsabilidad asumida, única y exclusiva, ante el bien o el mal. El hombre queda reducido así a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral, que es quien edifica el orden social, mediante tal decisión” (Centesimus annus No. 13).

He aquí descrito, en síntesis magistral, la raíz perversa y las fatales consecuencias provenientes de esa mala semilla:

  • Considerar al ser humano como una pieza de la sociedad. Es el fenómeno de la despersonalización.
  • Convertir a la misma sociedad en masa inerte y anómica. Es el fenómeno de la masificación.
  • El ser humano pierde su libertad, su autonomía y su responsabilidad. Es el fenómeno de la subordinación del ciudadano bajo el Estado-Partido único.
  • El ser humano al perder su autonomía y responsabilidad deja de ser un ciudadano autónomo. Es el fenómeno de la amoralidad o el relativismo moral inducido: es la pérdida de la conciencia bien formada, del discernimiento y la decisión moral.

Esto es lo que se ha denominado “daño antropológico” que, hay que aclararlo, no significa la pérdida de la esencia del ser humano sino “el debilitamiento, la lesión o la fractura, de sus facultades cognitiva, emotiva, volitiva y espiritual, tanto en la dimensión personal, como en las dimensiones familiar y social. Por tanto, no es un daño ontológico, sino un daño antropológico socio-cultural (Cf. Valdés D. (2019) “El daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba”. Tesis de Maestría. Universidad Francisco de Vitoria).

Las consecuencias de este error antropológico marcan por varias generaciones la forma de vivir personalmente y de integrarse y participar como ciudadano consciente y responsable en el seno de una comunidad.

Por tanto, podemos afirmar que los humanismos sin persona son deshumanizantes. En Cuba hemos experimentado con suficientes y lamentables experiencias personales y sociales que un humanismo sin persona está enfermo desde su raíz, tuerce, pervierte, el tronco de su mismo proyecto. Solo produce ramas raquíticas por toda necesidad física, espiritual y trascendente, y su esperado fruto, el “hombre nuevo” solo salió un “homo saucius”, es decir, el hombre enfermo, lesionado, anómico.

Ahora sabemos, por propia experiencia, que el humanismo sin persona solo “produce” frutos amargos y enfermos, podemos llamarlos agrazones, frutos que nunca maduraron porque estaban secos de raíz. Aquí recordamos el Poema III de Dulce María Loynaz: “El que no ponga el alma de raíz se seca”.

La propuesta para Cuba es asumir y aprender a vivir un humanismo con persona. ¿Qué significa esto en la práctica de la vida cotidiana, las relaciones sociales, en las estructuras institucionales? Entre otras cosas significa:

  • Que la persona humana sea el centro, el principio y el fin de toda obra social.
  • Que la persona humana sea respetada y honrada de forma integral en todo su ser: cuerpo, inteligencia, sentimientos, voluntad, y en todas sus dimensiones: personal, familiar, social, trascendente.
  • Que la economía sirva a la persona humana y esta no sea esclava de sus mecanismos.
  • Que el trabajo sea digno y dignifique a la persona humana sin explotarla.
  • Que la educación saque de cada persona, y desarrolle todas sus potencialidades y carismas, buscando y cultivando la verdad, la bondad y la belleza.
  • Que los medios de comunicación y las redes sociales, respeten, promuevan y preserven la suprema dignidad de la persona humana y la búsqueda de la verdad y no contribuyan a su desintegración, difamación, confusión o manipulación.
  • Que la religión cultive la espiritualidad, la trascendencia, la fe y las buenas obras en la persona humana y no sea opio adormecedor de sus conciencias.
  • Que la política esté al servicio de la persona humana y no la persona subordinada e instrumentalizada como peón de los intereses políticos partidistas.
  • Que el Estado esté al servicio de la persona humana, creando un hábitat humano, un marco jurídico y unas instituciones fuertes y sanas que contribuyan el desarrollo integral de cada persona y al ejercicio de una democracia de calidad.

Estas palabras de José Martí que resumen este editorial, y que deberían ser practicadas por todos los cubanos, no solo en lo dicho anteriormente, sino en todo lo demás que conforma un humanismo integral y trascendente cuyo centro y protagonista sea la persona humana:

“Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” (Tampa, 26 noviembre 1891).

Que esta “base y principio” sea el fundamento para la sanación del daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba y la inspiración para el cultivo de un humanismo en el que la persona y su dignidad plena sean el centro y la meta hacia el que camine la nueva República que deseamos.

Pinar del Río, 11 de julio de 2023

 

 

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