EDITORIAL 83 SIN SOCIEDAD CIVIL NO HAY DIÁLOGO VERDADERO

Foto tomada de internet.

En Cuba, ni en Estados Unidos, son los tiempos del presidente Obama. Nada es igual más que algunos actores. Caer en los mismos errores o precipitaciones del anterior proceso sería de una torpeza y unas consecuencias negativas para el pueblo cubano. A tiempos nuevos, soluciones nuevas. A circunstancias diferentes, procesos diferentes. Cuba no es el mismo país de hace apenas cinco años.

Nuevas circunstancias en Cuba, Isla y Diáspora

Todo proceso, tanto al interior de Cuba como en sus relaciones internacionales debería partir de un análisis de la realidad actual de la nación cubana constituida por sus dos pulmones: Isla y Diáspora. Debemos aclarar que el uso del término bíblico de diáspora incluye a todos los nacionales: el exilio histórico, las oleadas de los diferentes éxodos masivos, los que llegaron por reunificación familiar, los que salieron de Cuba por razones de estudio o de trabajo. Todos los cubanos que compartimos un mismo amor a la Patria tenemos derecho y deber de trabajar por la libertad y la prosperidad de esta nación.

Ese análisis de la realidad nos manifestará evidencias de que las circunstancias de Cuba han cambiado exponencialmente en estos últimos años. Mencionaremos solo algunos de esos cambios a tener en cuenta:

En la Isla:

La economía cubana venía cayendo en una crisis sistémica producida por un modelo que no funciona. A ello se agregó la crisis de la pandemia que cerró dramáticamente las dos principales fuentes de divisas: las remesas y el turismo. Y para agravar aún más la situación, en medio de este desastre, se decide implantar la llamada Tarea Ordenamiento tardíamente, lentamente y en el peor momento. Su impacto en la sociedad cubana ha sido similar a los paquetes de ajuste económico impuestos en otros países: precios exorbitantes, salarios insuficientes, inflación y economía familiar en quiebra: hambre, escasez de alimentos básicos, escasez de medicinas imprescindibles, estimulación del mercado negro, la corrupción, las interminables colas y la precariedad general, no solo de las capas sociales más vulnerables empujadas al límite. Por esto Cuba no es igual que hace cinco años. Está peor.

La política cubana venía agotándose en su liderazgo, en sus estructuras, en sus programas, pero sobre todo en su legitimidad, en su credibilidad y en su gobernabilidad. El tránsito generacional ha contribuido a esas pérdidas sistémicas. La continuidad en la cerrazón de la trinchera ha contribuido a esa ingobernabilidad. Los bandazos de una pugna que va trastabillando de un lado a otro de un experimento con personas que busca inventar un híbrido que nunca llega y que es el absurdo entre el ser y el quehacer. El referéndum constitucional de 2018, aún sin garantías electorales, ya evidenció, hace cuatro años, que Cuba no es la misma: alrededor de un millón 400 mil no fueron a votar a pesar de la presión a nivel de barrio. Este abstencionismo no era común en Cuba y se considera como un “voto negativo”, o por lo menos, una falta de apoyo a la nueva Constitución. Más de 700 mil personas votaron NO, y más de 300 mil dejaron en blanco la boleta o la anularon explícitamente. Estas tres cifras unidas nos revelan que 2 millones 482 mil 108 electores dentro de la Isla, bajo todo control, manifestaron de diferentes maneras que no apoyaban ni la Constitución ni el régimen político. En cualquier país de 11 millones de habitantes y un poco más de 9 millones de votantes, la cifra de casi dos millones y medio de los que no apoyaron es una cifra más que significativa. No se trata de un grupúsculo, se trata del 26,69 % de los ciudadanos cubanos en pleno derecho político que no apoyan este proyecto político reflejado en la actual Constitución. No se tuvo en cuenta esa cifra enorme de discrepantes o indiferentes para los electores en Cuba. No se tuvo en cuenta a los cubanos alrededor del mundo que tendrían que haber ejercido su derecho al voto y les fue despojado. Hace cuatro años pareciera que no se tomó nota de este malestar que aflora a la superficie. Ese malestar, sin remedio ni representación constitucional, siguió creciendo. Los mandatarios pareciera que no tomaron nota, o se confiaron, o no les quedó otro remedio que mirar para otro lado. Y cuatro años después del referéndum ese malestar reprimido explotó. El estallido social del 11 de julio de 2021 no se produce en un momento, es lava ardiente, magma que pugna por salir a la superficie. Cuba cambió después del 11J. El pueblo habló y cualquier nuevo proceso debe escuchar la voz de nuestro pueblo inconfundiblemente clara: libertad, Patria y Vida y Cambio hacia la democracia. Por todo esto Cuba no es igual que hace cinco años atrás.

La sociedad civil cubana ha cambiado en los últimos años. Ha cambiado para mejor. Hemos vivido un proceso de diversificación de roles de los diferentes grupos. Hoy tienen una identidad mejor definida diversos grupos de la sociedad civil como: periodistas, artistas, opositores políticos, activistas cívicos, intelectuales, defensores de Derechos Humanos, Iglesias, think tanks, grupos de animalistas, LGBTIQ, feministas, entre otros. La diferenciación de roles no es división de la sociedad civil, es riqueza en la diversidad. Es signo de madurez. Es abordar el mismo fin desde diferentes sectores o ambientes. Al mismo tiempo la expansión de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs) en amplios sectores del pueblo cubano ha cambiado sustancialmente la creación de estados de opinión. Y ya sabemos que quienes tienen la capacidad de crear estados de opinión adquieren mucho poder. El Estado ha perdido la hegemonía de la información y las comunicaciones. Incluso la prensa internacional acreditada en Cuba ha perdido amplios campos de intercambio y difusión de información. Las redes sociales son hoy día el instrumento hegemónico del periodismo ciudadano, de la denuncia de violaciones de derechos humanos, de la difusión de eventos y la verificación de atropellos; son una enorme herramienta de convocación y comunicación. Esto quedó demostrado más que fehacientemente el 11 de julio de 2021. La comunidad cubana que vive en todas las latitudes del mundo globalizado ha demostrado después del 11 de julio que esa parte transnacional de Cuba también ha cambiado, en organización, en convocatoria, en movilización y en impacto en la opinión pública en las naciones y organismos internacionales. Por esto Cuba no es igual que hace una década. Ahora hay que contar con el protagonismo de la sociedad civil en Cuba y en la Diáspora.

A circunstancias diferentes, procesos diferentes

Por todo lo anterior, entre otras razones, es bueno decir claramente que ante circunstancias diferentes es necesario prever y realizar procesos diferentes, aunque el fin sea el mismo. Estos no son los tiempos de Obama, ni en los Estados Unidos, ni tampoco los mismos tiempos dentro de Cuba. No debemos caer en los mismos errores de hace un quinquenio. Escuchemos lo que Cuba necesita expresado diáfanamente por su pueblo a lo largo y ancho del País, y a lo largo y ancho de las latitudes del planeta: libertad, patria y vida.

Sería también decisorio e indispensable que se distinguieran los procesos de posible normalización de las relaciones de Cuba con los Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones, de los procesos de diálogo y negociación entre nosotros los cubanos para salir hacia la libertad y la democracia. En ambos procesos se debe contar con la participación de una representación de la independiente sociedad civil cubana. Y, por supuesto, la normalización de las relaciones internacionales de Cuba depende, sobre todo, del proceso de normalización democrática entre los cubanos, dentro y fuera de la Isla. No será posible una normalización internacional ética, y políticamente aceptable, sin la normalización de todos los derechos humanos, las garantías jurídicas y un tránsito hacia el Estado de Derecho en Cuba. La mejoría y solución de la situación interna condiciona cualquier proceso de relaciones internacionales.

No estamos en contra de un diálogo verdadero y evaluable. Pero sería funesto para el pueblo cubano retomar un proceso que tuvo lugar en otras condiciones, sin tener en cuenta las nuevas circunstancias. El pueblo cubano se ha manifestado pacíficamente, y el régimen cubano también ha declarado su naturaleza y su respuesta. Se dijo claramente por la televisión en la tarde del 11 de julio 2021: “la orden de combate está dada”, “la calle es de los revolucionarios” y la violencia cayó sobre los manifestantes pacíficos. Se armó con odio, palos y armas a una parte del pueblo contra la otra, y todavía están encarcelados cientos de manifestantes pacíficos para los cuales la Iglesia ha pedido un indulto general. Mientras estas personas estén encerradas será muy difícil poder establecer un auténtico diálogo.

Una sociedad civil equipada con propuestas de contenido y dinámicas metodológicas

Como hemos argumentado antes, la sociedad civil cubana está preparada para ejercer su papel en un diálogo entre cubanos con el fin de facilitar un tránsito ordenado y pacífico hacia la democracia. La sociedad civil, siempre contando con la Isla y la Diáspora, debe estar representada y activa en todo diálogo y negociación verdaderos.

Consideramos que la sociedad civil cubana conoce los métodos y estudia las propuestas para desempeñar una participación activa, independiente, propositiva y respetuosa, en la búsqueda de una salida que pueda regalar a Cuba, y dar testimonio al mundo, de una transición civilizada y pacífica, denunciando todo intento de cambio fraude y proponiendo las medulares transformaciones sistémicas que la nación cubana necesita para la reconstrucción nacional en libertad, justicia y democracia.

Sin la participación consciente, eficaz y sistemática de representantes de la independiente sociedad civil cubana no habrá negociación legítima ni creíble, tanto desde el punto de vista ético, cívico y político. Esa participación debe incluir derecho a la palabra y a la propuesta, derecho al debate y a la réplica. Debe incluir participar en las evaluaciones periódicas de los pasos que se vayan dando en el proceso, en la rectificación de errores, de método o de fondo, así como la valoración del avance, estancamiento o retroceso de una hoja de ruta o agenda acordada por todas las partes concernidas, los mediadores y los garantes. Busquemos, entre todos, la mejor forma para lograr elegir a una representación de nuestra sociedad civil de la Isla y de la Diáspora para que esa representación pueda participar en una hipotética negociación estando equipada con:

Los mejores instrumentos metodológicos para participar y debatir.
Las necesarias condiciones y garantías para su facilitación y desarrollo.
Las propuestas de contenidos esenciales y consensuados.

Prever, consultar, capacitar, proponer, son las acciones que garantizarán que no se caiga en los mismos errores del pasado, que se garanticen las condiciones óptimas, y se logren los resultados que respondan a las demandas manifestadas por miles y miles de cubanos a lo largo de la Isla y a lo ancho de la Diáspora.

El pueblo se manifestó y habló. Escuchemos, todos, la voz de este pueblo. Hagamos el cambio sistémico, pacífico y civilizado, con la participación de todos los cubanos que somos y debemos ser los protagonistas de nuestro presente y futuro. Con el apoyo de la comunidad internacional. Cuba lo merece y espera.
Pinar del Río, 11 de septiembre de 2021

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