Editorial 80: CUBA: CAMBIO GENERACIONAL Y NECESIDAD DE CAMBIO

Foto tomada de internet.

Durante este mes de abril de 2021, previsiblemente, se terminará de consumar el cambio generacional en Cuba. Se supone que aquellos que hicieron la revolución que llegó al poder en 1959 cedan sus cargos al frente del Partido Comunista, del Gobierno y del Estado cubanos. La inmensa mayoría de los que asumen esas responsabilidades no habían nacido en aquella lejana fecha, o eran niños cuando el relato épico intentó llenar las expectativas de regreso a la democracia con la Constitución de 1940. Aquello nunca sucedió.

La generación que ahora ocupa cargos en la cúpula del poder ya no tiene ni el espíritu ni la narrativa épica. Es la generación de la cotidianidad administrativa, de la burocracia gris de los planes que no se cumplen, de lo normal y de lo común. Se apagó la llama heroica y pasa a la llaneza histórica. Un país no puede ser un campo de batalla inacabable. La vida es algo más que confrontación, lucha de clases, enemigos externos e internos. Esa vida es invivible. Cuba merece otra vida. Merece la alegría de la libertad, la paz del trabajo digno, una ecología humana para el desarrollo integral de los ciudadanos en una convivencia democrática de calidad y sosiego. Lo cotidiano solo es “heroico” cuando es camino de progreso personal y nacional. De lo contrario nada podrá mantener el canto bélico ni el bostezo de la continuidad.

La necesidad de cambio

Lo que hay en Cuba hoy es una necesidad urgente de cambio estructural. Una cosa es lo deseable y otra lo necesario. Lo necesario es perentorio, es deber moral, es tarea impostergable, so riesgo de males mayores. El cambio generacional no es suficiente. Cambiar el grupo etario al mando no alcanza para el cambio estructural. No alcanza un reordenamiento, es necesario un cambio de modelo de la ineficiencia a la productividad, de las listas de permisos o prohibiciones para trabajar a la liberación de todas las fuerzas productivas.

Cuba no merece que sus profesionales, sus intelectuales, sus artistas, sus emprendedores, sigan sufriendo un bloqueo interno de sus capacidades y talentos. Cuba no necesita más planes y lineamientos venidos de arriba. Cuba necesita cambios, libertades y derechos para renacer desde abajo. ¿Qué significa “conducir” al pueblo hacia un futuro que en lugar de mejor se pone peor? ¿Qué significa que un grupo minoritario de cubanos crea que sabe más y tenga que explicarle “medidas” al resto de los cubanos? ¿Qué significa imponerles restricciones y una sola ideología a todos los cubanos? ¿Cómo se llama a esto?

Un cambio generacional no es suficiente si no abre la puerta al cambio en paz. La responsabilidad que tienen los gobernantes en el mundo entero de “cuidar” de su pueblo no es paternalismo, ni autoritarismo, ni totalitarismo. Cuando la conciencia universal consagra el concepto de “cuidado” en la salud, en la convivencia, y también en lo político, se refiere al ejercicio de un Estado de Derecho. Esto significa cuidar, custodiar, garantizar un marco jurídico y un clima de convivencia que permita las libertades civiles y políticas, económicas, sociales y culturales. Cuidar la democracia no es conductismo o empecinamiento político. Cuando los mayores de la casa confunden el cuidado de las nuevas generaciones con la imposición de su autoridad para darle continuidad a las ideas, estilos de vida y proyectos de sus abuelos, pierden a sus hijos y nietos. Sencillamente porque el mundo avanza y la vida cambia. Todo cambia. Por eso Cuba necesita cambios. Por esa lógica sencilla, y porque lo que estamos viviendo ahora no es vida. Sobrevivir no es vivir como merece todo ser humano. La crisis no puede ser el hábitat permanente, aunque las crisis de crecimiento sean los motores del desarrollo. Pero dice la más antigua sabiduría que hay tiempo para todo: para sembrar y para cosechar, para llorar y para reír, (Cf. Eclesiastés 3). En Cuba es tiempo de cambiar para que llegue el tiempo de reír, cosechar y progresar.

La voluntad de cambio

Una cosa es la necesidad de cambio, y otra muy diferente la voluntad de cambio. El cambio es una decisión. Es una decisión de los distintos protagonistas del cambio.

  • En primer lugar, los ciudadanos. Aunque parezca raro, el cambio es una decisión que debemos tomar los ciudadanos que somos los soberanos de la nación. No simbólicamente, ni siquiera representativamente. Cada ciudadano en posesión de sus capacidades y derechos tiene la potestad de decidir, por lo menos, si quiere el cambio o no. Ningún gobierno o institución puede mantener la inercia o resistir al cambio si los ciudadanos buscan el cambio. No se necesita que sean todos, ni que lo hagan de la misma forma, ni que lo hagan todos a la vez. Lo estamos viendo en Cuba ya.

Compare el Noticiero Nacional de Televisión y otros medios oficiales con la inmensa mayoría de las redes sociales en Internet. Cualquiera puede ver dónde está la voluntad de cambio y dónde la resistencia al cambio. Desde hace siglos se denomina “revolucionarios” a los que quieren cambios, generalmente cuando estos cambios conllevan la violencia. Pero en Cuba todos los que muestran su voluntad de cambio, lo quieren por la vía pacífica. A eso se le denomina evolución, o transformaciones, o transiciones.

Para comprobar la voluntad de cambio de una gran mayoría del pueblo cubano consultemos las encuestas que han hecho organismos del Estado cubano sobre el reordenamiento y sobre algún programa de televisión. Las respuestas son abrumadoras. No nos quedemos en nombres o sujetos, lo más importante no es el quién, es el qué, el por qué y el cómo. Muchos quieren cambios. Si no gustan las encuestas, entonces basta con escuchar en una “cola” o en un centro de salud, basta con ir a un centro de trabajo o poner oído a los jóvenes, y sus canciones, y sueños preferidos.

  • En segundo lugar, la sociedad civil. Los ciudadanos solos, aislados, no tienen toda la fuerza pacífica y las iniciativas que pueden lograrse en los grupos de la sociedad civil. Cuba es uno de los pocos países en el mundo que tiene dos tipos de sociedad civil. Una que es y otra que no es lo que debe ser. Según todos los estudiosos la característica fundamental de toda sociedad civil es su independencia del Estado. Al querer apropiarse del término lingüístico reconocido en el mundo entero, en Cuba el Estado ha creado una “sociedad civil” dependiente por ley de un organismo del Estado. Y muchas veces dirigida por personas que al mismo tiempo pertenecen a una estructura estatal. Por otro lado, crece la sociedad civil llamada “independiente” porque lo es. Pero que resulta una redundancia para los que saben que la sociedad civil para ser verdaderamente lo que es, necesita ser siempre independiente.

 

Pues bien, queda claro, y más últimamente con la publicidad que le han dado los medios en el intento de descalificarla, que la sociedad civil cubana crece y se organiza. Y lo que es más importante, vive un proceso de diversificación de roles, santo y seña de su maduración: artistas, periodistas, feministas, LGBTI, animalistas, activistas cívicos, partidos opositores, iglesias, profesionales, académicos, trabajadores por cuenta propia, y un variadísimo entramado que se ha ido tejiendo para reconocer sus necesidades, y porque han comprobado que actuando en grupos articulados sus esfuerzos y demandas de cambio tienen más impacto y resultados. Son todavía insuficientes, pero señalan claramente el camino.

  • En tercer lugar, el Estado y su Gobierno. Si un número significativo de ciudadanos, y una creciente sociedad civil, han expresado su voluntad de cambio en Cuba, y el Estado con su Gobierno en cualquier país del mundo deben estar para servir a su pueblo, entonces toca al Estado cubano demostrar su voluntad de cambio. De cambio profundo, estructural y eficaz. De cambio que sea coherente con las expectativas y necesidades de la nación. No es reprimiendo y bloqueando las iniciativas ciudadanas, y desmantelando el tejido de la sociedad civil, como se sirve al cambio necesario. Es poniendo el oído no “pegado a la tierra”, como se dice, sino pegado a la voz del pueblo, pegado a las carencias de las gentes y respondiendo a lo que se escucha y se ve.

No basta con el cambio generacional, ni basta con la patente necesidad de cambio. Es necesario que cada cubano salga de la inercia, del miedo, del inmovilismo, y nos dispongamos a expresar honestamente la verdad de lo que estamos viviendo, aportar las posibles soluciones, y contribuir con lo que sepamos hacer para protagonizar el cambio que Cuba necesita.

Poner manos y pensamiento, acción y corazón para que Cuba cambie de forma ordenada y pacífica.

Pinar del Río, 25 de marzo de 2021

Aniversario 126 de la redacción del Manifiesto de Montecristi

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