
El proyecto del mito llamado “Revolución” ha colapsado. Como el Sistema Eléctrico Nacional (SEN), el régimen se desconecta en todo el país dejando a oscuras a la nación cubana. No hay metáfora en esto, hay signo y advertencia de la realidad, de una realidad más profunda y definitiva, de una realidad decisiva y terminal.
El gran apagón que está sufriendo Cuba no se reduce a las ya reiteradas caídas del SEN. Se trata del apagón de la vida nacional, se trata del apagón de proyectos de vida, se trata del apagón del sentido y las ganas de vivir aquí. Se trata del apagón de las familias destrozadas por la huida en zafarrancho. Se trata del apagón total de la credibilidad en el sistema, no solo del sistema generador de energía, sino del sistema económico, político y social. Se trata del apagón de la vida en la mentira que nadie cree ya. Se trata del apagón de las falsas promesas en las que nadie espera nada. Se trata del apagón del ánimo y de la esperanza. Se acabó.
Una etapa de nuestra historia nacional ha llegado a su fin. Se agotó el invento con seres humanos. Se cayeron las máscaras y el muro del mito se derrumbó. Cuba ha pasado de la ficción al cinismo. Si buscamos en el Diccionario de la Lengua Española, cinismo es:
“Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.
En Filosofía:
“es la doctrina de los cínicos, que expresa desprecio hacia las convenciones sociales y las normas y valores morales”.
Como todos los cubanos, hemos experimentado que los apagones en Cuba no son accidentes aislados, ni fallos recuperables. Los apagones eléctricos son una de las consecuencias de la ineficacia del sistema político y económico. De la misma forma el apagón existencial es producto de la esencia del régimen político y económico que se nos ha impuesto. Es importante diferenciar accidente de esencia, diferenciar errores en la aplicación del sistema de la naturaleza intrínseca del régimen, para no caer en lo mismo en el futuro. Los cubanos todos, de la Isla y la Diáspora, debemos sacar la moraleja de este gran “cuento” que ha durado 66 años. Debemos aprender de este enorme error histórico y político. Debemos sacar las lecciones de la historia para jamás chocar con la misma piedra, aunque el sistema venga disfrazado de novedad y rectificaciones. Lo que es intrínsecamente perverso y va contra la naturaleza humana, no se puede reciclar, ni renovar, ni rectificar, porque en algún momento se les saldrán las entrañas deshumanizadas y deshumanizantes.
En otro sentido, es necesario que el gran apagón ocurra para que nazca una luz totalmente nueva. Sin muerte no hay resurrección. Lo que queremos para Cuba no es el caso de Lázaro, el amigo de Jesús del Evangelio, que murió y es devuelto milagrosamente a la misma vida que tenía y por eso, al tiempo, volvió a morir. Queremos para Cuba la verdadera resurrección de Cristo que es morir verdaderamente a la vida vieja, al sistema caduco, a un sinvivir agonizante, para amanecer a una vida diferente, esencialmente distinta, estructuralmente otra, cualitativamente superior. Queremos una vida humana diferente, libre, plena, fraterna, próspera y feliz. Esa es la resurrección de Cuba que queremos y por la que trabajamos.
Para alcanzarla es absolutamente necesario cambiar de raíz, cambiar el sistema, cambiar la mentalidad, y sobre todo, que cada cubano cambie. Es necesario comenzar ya, desde hoy, ya es tarde, a sanar el daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba a base de un proyecto educativo de valores y virtudes, basado en los fundamentos antropológicos de José Martí. Que la filosofía sustituya a la ideología, a todas las ideologías que intenten manipular la conciencia de los cubanos convirtiéndose en “religiones laicas”.
No hay que dejar espacio a la frustración y a la desesperación, es necesario, cultivar la convicción y la fe en que allá en el fondo de cada uno de nosotros permanece encendida una pequeña luz imperecedera. Una luz humana inextinguible que puede vencer y vence todos los apagones que hemos mencionado. Esa luz es la “Imago Dei”, la “imagen y semejanza” que Dios ha plasmado indeleblemente en cada espíritu humano. Todo ser humano lleva, en el hondón de su ser esa huella divina, esa “llama viva”, de la que hablaba el místico español san Juan de la Cruz cuando exclama en su conocido poema:
“¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro”.
No es esta “llama viva” ni el alienante conformismo, ni el violento odio, es llama de amor que tiernamente hiere, acicatea, nuestra alma para que despierte, y saque a cada cubano de esta oscura caverna sin sentido y avive la llama de amor práctico y comprometido con la transformación de Cuba, tal como nos inspira el mencionado místico castellano:
“¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!”
Cuba, oscura y ciega, saldrá de esta desmitificada “caverna de Platón”, saldrá del sin sentido de un régimen que muere para que los cubanos, todos, podamos gozar, en la libertad y la democracia, de “los grandes primores del calor y luz” que disfrutaremos, muy pronto, en una Cuba liberada, sanadora, fecundante y próspera.
Pinar del Río, 17 de septiembre de 2025.
