DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, LA RELIGIÓN EN MARTÍ

Foto de Dagoberto Valdés Hernández.

Saludo inicial

Muy buenos días, queridos hermanos y hermanas, estudiosos todos de la obra del más universal de los cubanos, el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí.

Agradezco al Comité Organizador de este Congreso, en su edición anual, especialmente a la Sra. Iraida Iturralde por extenderme la invitación y proponerme presentar una ponencia sobre un tema tan polémico como es el estudio de la religión en José Martí. Desde mi condición de cubano, laico y católico presentaré algunas ideas que nos ayuden a entender la concepción martiana acerca de Dios y de la religión y sus principales aportes no solo para Cuba como Nación, sino también para la Iglesia católica que peregrina en la Isla y ¿por qué no? allende los mares.

Introducción 

José Julián Martí Pérez nació de padres católicos. Su vida estuvo marcada por la fe cristiana al crecer en el seno de una familia católica que propició recibiera varios sacramentos de iniciación.

Podemos ver en Martí, al menos, dos etapas que permiten estudiar el tema en cuestión: la inicial, que incluye los tiempos del presidio político en Cuba y sus primeros acercamientos a la Biblia, las primeras experiencias con el mundo del dolor en las canteras, las injusticias de la esclavitud y la asociación de la religión al poder español; y una segunda etapa, ya en la mayoría de edad, en la que desarrolla su pensamiento y gran parte de su producción intelectual emanada de sus múltiples viajes por ciudades del mundo con diferente desarrollo espiritual, que le permitieron establecer semejanzas y diferencias entre las distintas religiones.

El objetivo general de esta ponencia es esbozar, mediante el estudio de los 29 tomos de las Obras Completas, y a través de las propias palabras de José Martí, sus concepciones sobre Dios, la religión, la espiritualidad y la trascendencia.

Desarrollo

La extensa obra de José Martí abarca una dimensión extraordinaria; es por ello por lo que podemos encontrar textos martianos referidos a disímiles temáticas, a veces algunas de ellas inimaginables. Sin embargo, el tema religioso ha sido poco estudiado y mucho menos divulgado. La declaración del Estado cubano de su carácter laico y la vinculación del pensamiento martiano a las concepciones de la Revolución y el Partido han deformado en diversas aristas todo el aporte del más universal de los cubanos, y ha introducido sesgos como este de la exclusión de la fe, la religiosidad y sus ideas acerca de Dios y de la iglesia. Estos últimos conocimientos nos pueden acercar más a Martí entendido como persona humana y no, exclusivamente, como homo político.

El presidio político en Cuba (1871), la primera obra escrita por Martí después de la prisión podría ser considerada como un momento esencial para entender el aspecto religioso en él. Sus vivencias del presidio modelo y el destierro a Isla de Pinos marcarían hondo en el joven y harían brotar las más genuinas concepciones sobre lo humano y lo divino, sobre lo que quiere el Dios verdadero para el hombre y lo que es capaz de hacer el hombre henchido de poder contra su prójimo.

Dios, identificación, valor y trascendencia

La palabra Dios aparece un total de 934 resultados en los 29 tomos de las Obras Completas. Tenemos esta primera y fundamentalísima acepción de Dios:

“Dios es. Y sustancia creada como somos, nos rige un algo que llamamos conciencia; -nos dirige otro algo que llamamos razón, disponemos de otro algo que llamamos voluntad-. Voluntad, razón, conciencia, -la esencia en tres formas-.

Si nosotros vida creada, tenemos esto, -Dios, ser creador, vida creadora, lo ha de tener.- Y quién a tantos da, mucho tiene.Dios es, pues.

Y es la suprema conciencia, la suprema voluntad y la suprema razón.”[1]

Aquí vemos, y quizá es la base para que, si ponemos en los buscadores convencionales de internet, o preguntamos a Siri o no acercamos a la básica Wikipedia, con la pregunta cuál es la religión de José Martí, nos presenten, a priori, que Martí era deísta. Entendiendo el deísmo solo como la afirmación de la existencia de un Dios personal, creador de todo el Universo, cabría; pero no en los demás elementos que conforman esta doctrina, en cuanto a la negación de la providencia divina y la religión revelada. Fijémonos que esa triada de voluntad, razón y conciencia, que se podría corresponder justamente con cada una de las personas de la Santísima Trinidad, también puede mostrar los tres ejes directrices de la esencia humana. Del Padre nos viene la razón para vivir en la búsqueda constante de la verdad; del Hijo la conciencia para entender nuestros actos, vivirlos con responsabilidad y ser consecuentes con ellos; y del Espíritu Santo nos llega la voluntad para asumir el Calvario que nos toca vivir cada día. Esta es, podríamos decir, la explicación martiana del misterio trinitario.

En la mencionada obra, que describe in extenso las horrendas vivencias del presidio y la esclavitud en Cuba en la etapa colonial, Martí evidencia el conocimiento del dolor, pero también la proximidad a Dios a través del dolor. El joven encuentra en esos actos cruentos e inhumanos de la soldadesca española una negación de Dios, algo que no puede venir de la obra de sus manos, sino de la mezquindad de algunos hombres alejados de Dios. Refiriéndose específicamente a la historia que quizá más le marcó de esta etapa de su vida, los martirios que sufrió Lino Figueredo con tan solo 12 años, dice Martí:

“Si existiera el Dios providente, y lo hubiera visto, con la una mano se habría cubierto el rostro, y con la otra habría hecho rodar al abismo aquella negación de Dios.

Dios existe, sin embargo, en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios.[2]

Los influjos bíblicos los vemos no solo a través de interpretaciones que son notables en sus textos, sino además cuando explicita ser conocedor de los Evangelios: “Yo os pido latidos de dolor para los que lloran, latidos de compasión para los que sufren por lo que quizás habéis sufrido vosotros ayer, por lo que quizás, si no sois aún los escogidos del Evangelio, habréis de sufrir mañana”. Aquí se refiere al Evangelio de San Mateo «Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos» Mt. 20, 16.

En sus textos, no solo en los del presidio, pero también, Martí habla del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Intenta ver a Dios unido a cada rostro doliente y sacrificado, herido por el trabajo rudo, pero no lograba encontrarle, aun así, alejado de Dios. El hombre como imago Dei:

“Y esto fue un día y otro día, y muchos días. Apenas si el esfuerzo de sus compatriotas había podido lograrle a hurtadillas, que lograrla estaba prohibido, un poco de agua con azúcar por único alimento. Apenas si se veía su espalda, cubierta casi toda por la llaga. Y, sin embargo, días había en que aquella hostigación vertiginosa le hacía trabajar algunas horas. Vivía y trabajaba. Dios vivía y trabajaba entonces en él.”[3]

En la relación hombre-Dios, Martí reconoce las limitaciones humanas y la inmensidad de lo divino, aunque a veces se refiera al hombre como Dios o un fragmento de lo divino enviado a la tierra:

“Hay un Dios: el hombre; -hay una fuerza divina: todo. El hombre es un pedazo del cuerpo infinito, que la creación ha enviado a la tierra vendado y atado en busca de su padre cuerpo propio.”[4]

Sin dudas el presidio político con la vivencia de las calamidades y el yugo opresor y el acercamiento a la lectura de la Biblia en la Finca El Abra grabaron en Martí una idea del valor supremo de Dios, desligado de la interpretación de la religión que pueden hacer los hombres. Esta es una enseñanza válida para todos los tiempos, los del siglo XIX y los del del XXI, los de la Cuba bajo el dominio español y los de la Cuba en la etapa post-revolucionaria. Es importante destacar que en esta todavía temprana etapa de la vida de Martí se pueden vislumbrar los gérmenes de lo que después sería, no la radicalización de un pensamiento antirreligioso, pero sí las críticas a la religión católica, a las conductas y posicionamientos de algunos miembros del clero. Son los efectos nefastos de la alianza entre el trono y el altar, dos entidades imposibles de fusionar, enseñanza también necesaria para los tiempos que corren.

Sin embargo, a pesar del dolor encarnado por el maltrato español a nombre de la Corona católica, el joven Martí es incapaz de dejar de ver a Dios como valor supremo. Cuando hace una valoración de Dios en negativose refiere a la interpretación de Dios que hace la monarquía española, el clero improvisado o los que tienen arcas en los bolsillos.

En esa indisoluble mezcla, Martí nos dice:

“Presidio, Dios: ideas para mí tan cercanas como el inmenso sufrimiento y el eterno bien. Sufrir es quizás gozar. Sufrir es morir para la torpe vida por nosotros creada, y nacer para la vida de lo bueno, única vida verdadera.”[5]

Entendemos que en su concepción de la vida hay una fusión entre el sentido terrenal de vivir y la trascendencia, o lo que es lo mismo, vivir con los pies bien puestos en la tierra y la vista hacia lo alto. Es asumir el Evangelio de Jesucristo en las formas que a cada uno por individual nos ha tocada encarnarlo. Por eso dice, como señal de entrega a la fuerza trascendente, en fecha muy próxima a la de su muerte: “En la cruz murió el hombre en un día, hay que aprender a vivir en la cruz todos los días” Carta-testamento literario, 1 abril de 1895).

Por último, entre tantas referencias que encontramos relacionadas con Dios como fuente de valor, credibilidad y superioridad ante los hombres, Martí plasma una segunda verdad absoluta, más allá de la reafirmación del binomio inseparable Dios y Bien. Me refiero, en este caso a la petición de no jugar a ser Dios, una opinión que, a la luz de estos tiempos y con los conocimientos actuales, recobra extrema importancia. La experimentación en humanos, el uso indiscriminado de células madre, la producción de embriones, el mejoramiento genético sin sólidos resortes morales, la inteligencia artificial, entre otros avances científico-tecnológicos solo deben servir para reafirmarnos en nuestra humanidad. Encauzar las fuerzas del hombre por los caminos de Dios, que son los caminos del progreso y la paz, pero con respeto a la dignidad plena hombre:

 “El hombre no puede ser Dios, puesto que es hombre. Hay que reconocer lo inescrutabledel misterio, y obrar bien, puesto que eso produce positivo gozo, y deja al hombre como purificado y crecido. Se magnifica el virtuoso.”[6]

“Un religioso sin religión”

Es de reiterar que en la amplísima producción literaria de José Martí encontramos múltiples, no solo referencias, sino reflexiones sobre lo divino y lo sagrado, desde simples invocaciones a Dios, definiciones muy personales y adelantadas para su época, opinión sobre los sacramentos administrados por la Iglesia católica (como el Matrimonio y la extremaunción)[7] y otras cuestiones más difíciles de abordar para quien no haya tenido una formación familiar y educativa entorno a la religión.

Martí escribió sobre“la religión natural, la supervivencia del alma, la creación, el carácter redentor del sacrificio, lo divino en el hombre, los pecados, la relación entre la materia y el espíritu, la lucha del bien contra el mal, el papel social de la religión, las funciones de la iglesia, etc. No obstante, el tratamiento ofrecido por Martí a estas cuestiones cardinales de la Teología se aparta del enfoque tradicional y le confiere a su manera de interpretar la religión, como a toda su obra, un enfoque tan original y renovador, que nos conduce a admitir la idea de que, aunque la religiosidad es consustancial a la cosmovisión del Maestro, es al mismo tiempo, una religiosidad peculiar”.[8]

Estableció su propia definición sobre qué es la religión y qué es ser cristiano. Por supuesto, basado en la relación que, solo un conocedor de la doctrina, pero más que de ella de su aplicación social, aterrizada a la vida de los hombres, lo que hoy llamamos la Doctrina Social de la Iglesia, el papel del laico en el mundo es capaz de hacer. Es el vínculo entre el homo socialis y el homo religiosus. El hombre necesita de una espiritualidad para poder vivir, consciente y de la mejor forma posible, los cambios y las realidades sociales a las que se enfrenta en la época que le ha tocado vivir.

Decía:

“…La religión es la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso está entrañado en el ser humano”.[9] 

También es conocido que Martí, en sus diversos proyectos literarios, muchos de ellos inconclusos, como es el caso del libro sobre las religiones en el continente americano, que pensaba ponerle por título “Los milagros en América”, aborda el tema de las religiones. En este proyecto concreto escribió sobre algunos momentos clave en el proceso de cristianización de las Américas que conforman la historia de esta parte del mundo, con aportes de figuras dentro de la Iglesia que se encargaron de transmitir la fe y mantener la tradición.

Las experiencias de las que se nutre Martí durante su vida en el exilio, tanto estudiando como preparando la Guerra Necesaria, en su contacto con los medios de comunicación americanos, con los tabaqueros sencillos, gente humilde de Tampa y Cayo Hueso o intelectuales de esta gran urbe neoyorquina; así como la realidad insular de encadenamiento y subordinación de la Iglesia cubana al Patronato Regio, es decir a la voluntad de los reyes de España, constituyen caldo de cultivo para revelarse no contra Dios, sino contra los poderes eclesiales. Justamente haciendo uso de la libertad, porque para él:

“… nada ayuda más eficazmente que la libertad a la verdadera religión”.[10]

En esa rebelión ante la jerarquía, a través de la pluma, lograenunciar Martí una serie de verdades basadas en esa confusión de lo que es de Dios y lo que pertenece por entero a las estructuras y a los hombres:

“No puede ser que Dios ponga en el hombre el pensamiento, y un arzobispo, que no es tanto como Dios, le prohíba expresarlo.

Martí llama a estos actos de los jerarcas de la iglesia, desfiguración de Dios:

“No tiene terrores para el que conoce a Dios, el abuso que hacen de él los que lo desfiguran.”[11]

Su marcada posición anticlerical, que no antirreligiosa, puede ser fundamentada en expresiones como las siguientes:

“Se siente que el catolicismo no tiene en sí propio poder degradante, como pudiera creerse en vista de tanto como degrada y esclaviza”.[12]

Y en una crítica explícita al catolicismo expresa que:

El cristianismo ha muerto a manos del catolicismo”.[13]

Haciendo la salvedad de que estas actitudes negativas en el cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios corresponden, netamente, a los hombres que conforman la institución Iglesia, llamándoles “los hijos extraviados del gran Cristo”:

“Los olvidos de la caridad cristiana a que, para afirmar un poder que han comprometido, se han abandonado los hijos extraviados del gran Cristo, no deben inculparse a la religión de Jesús, toda grandeza, pureza y verdad de amor. El fundador de la familia no es responsable de los delitos que cometen los hijos de sus hijos”.[14]

En la concepción martiana de religiosidad se pueden diferenciar fácilmente dos elementos que, incluso, él separa de forma tácita: la religión natural, el seguimiento del mandato divino en cuanto a bien, bondad y amor al prójimo se trata y las religiones corruptibles, fruto de las interpretaciones, acepciones y denominaciones que puede hacer el hombre, ya sea con fines de dominación explícita o introduciendo deformaciones derivadas de incoherencias, extremismos y fanatismos.

En resumen, Martí entiende la religión como en sus orígenes y concepciones primigenias de religar, agrupar, unir, para adaptarla a las sociedades diversas, cambiantes y en constante evolución.

Inseparable para él la religión de lo valores, resalta la necesidad de resolver el dilema que a veces se presenta entre la ética y la religión, lo sagrado y lo profano, lo personal y lo social, lo religioso y lo laico. En cualquier caso, llamándole hecho religioso a esa experiencia mística del encuentro del hombre con Dios, Martí tiene una definición completísima y esclarecedora, que demuestra que, más allá del dogma pondera los valores humanos y la espiritualidad que nos hace hombres y mujeres de bien:

“Hay en el hombre un conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente de un gran Ser Creador. Este conocimiento es el hecho religioso, y su forma, su expresión, la manera con que cada agrupación de hombres concibe a Dios y le adora. Esto es lo que se llama religión. Por eso, en lo antiguo hubo tantas religiones como pueblos originales hubo; pero ni un solo pueblo dejó de sentir a Dios y tributarle culto. La religión está pues en la esencia de nuestra naturaleza. Aunque las formas varíen, el gran sentimiento de amor, de firme creencia y de respeto, es siempre el mismo. Dios existe y se le adora”.[15]

Conclusiones

Este breve estudio del tema de lo religioso en Martí permite arribar a unos presupuestos últimos que nos ayudan a entender su polifacética vida impregnada de un acercamiento a Dios, y no precisamente de forma somera o a través de referencias indirectas. Son explícitas y abundantes. Por tanto, se puede concluir que:

  1. No existen evidencias documentales que demuestren que José Martí, si bien recibió sacramentos impartidos por la Iglesia Católica, fuera practicante miembro activo de una religión en específico.
  2. En su fecunda obra literaria podemos encontrar una diversidad de referencias, exhortaciones, invocaciones, meditaciones y hasta poemas de temática religiosa, incluso su extensa obra está preñada de sentimientos y valores universalmente reconocidos como religiosos. Es de fácil y notable impacto su identificación con ellos y el compromiso de vivir para ser Evangelio vivo de esos valores y virtudes de inspiración cristiana.
  3. La tradición cristiana recibida del medio familiar y escolar ejerció enorme influencia en la formación de su personalidad, que se fue nutriendo y forjando de sus propias experiencias de vida, algunas de ellas devenidas cicatrices como las vivencias del presidio político y otras esclarecedoras del mecanismo de funcionamiento de las instituciones eclesiales en sociedades más desarrolladas, que aprendió de sus viajes internacionales.
  4. Es notable su marcada posición anticlerical, entendiendo la religión no como cuestión de alguna parroquia, o servicio institucionalizado, sino como el mundo de los valores y los grandes ideales de amor, libertad y justicia, esbozados como fundamento de los grandes teólogos.
  5. Para José Martí todo lo relativo a Dios y a la religión, entendida por él ya sea como sentimiento o hecho religioso, no es más que expresión viva de una espiritualidad humana trascendente, que todos poseemos y que ejercitamos cuando hacemos valer la dignidad plena del hombre. Su alcance máximo es la vinculación estrecha entre religión y ética, teniendo a la moral como imperativo.

Dios, Patria y Libertad convergen en Martí para fecundarse entre sí, para presentarnos el camino hacia el horizonte de una República que debe reconstruirse según el Proyecto de Nación de Varela y Martíque, como todo horizonte se presenta inalcanzable, pero que es el mayor acicate para seguir viviendo con fe y esperanza en Cuba y para Cuba. He aquí sus tres pilares:

Dios como Creador, Redentor y Paráclito del Amor, el Bien, la Justicia y la Paz, por el que se vive y por el que también se muere en la cruz todos los días en Cuba;

Patria como la entrañable Cuba, la nación que sufre, hoy desmigajada y herida, por no conservar sano su corazón; y por haber sacado o escondido a Dios;

Libertad como el regalo que Dios nos da para que vivamos responsablemente en la Patria que nos vio nacer, amándola a ella y amando al prójimo como a nosotros mismos, que es también para el Apóstol, y para Cristo, amar a Dios.

Muchas gracias.

New York, 12 de noviembre de 2023

[1] Martí, J. Obras Completas. Edición 2.Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 1, p. 1.

[2]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 1, p. 63.

[3]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 1, p. 81.

[4]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 2, p. 64.

[5]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 1, p. 72.

[6]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 13, p. 84.

[7]Cf. Jardines, A. Reflexiones en torno al espiritualismo de José Martí.Ciudad de La Habana: Editorial Ciencias sociales, 1990, cuando cita a Martí: “Los sacramentos son simplemente convenciones religiosas, convenciones católicas. Acato el matrimonio porque lo comprendo en el orden natural como justa ley moral, y en el orden civil como precisa institución social. Respeto la Extrema-unción, porque en la esfera humana de la caridad, es la compasión hacia el enfermo, y el respeto a la muerte, que tantas cosas bellas encierran para mí”.

[8] Castillo Carballo, R.; Chacón Estrada, L.: “Aproximación al pensamiento religioso de José Martí”, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2011. Disponible en: www.eumed.net/rev/cccss/16/

[9]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 19, p. 392.

[10] Martí, J. Obras Completas. Edición 2.Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 19, p. 370.

[11]Martí, J. Obras Completas. Edición 2. Ciudad de La Habana: Editora Política, año 1981; Tomo 26, p. 80.

[12] José Martí: “El cisma de los católicos en Nueva York”. O. C. Tomo 11, pp.139-140.

[13] José Martí: “Francisco de Paula Vigil”, O. C. Tomo 6. p. 313.

[14] José Martí: “Hay en el hombre…”O. C. Tomo 19, p. 392.

[15] Arce, Reinero. Religión: poesía del mundo venidero. Implicaciones teológicas en la obra de José Martí, Ecuador: Consejo Latinoamericano de Iglesias, 1996.

 

 

 

 

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