El diferendo Cuba-Estados Unidos, una mirada desde la historia

Foto de Adrián Martínez Cádiz.

Dimas Cecilio Castellanos Martí ¦¦ Cuba está en crisis. En la misma se interrelacionan factores internos y externos. Entre los primeros, el modelo totalitario es el fundamental; entre los segundos, es la relación con Estados Unidos. Los internos tienen primacía sobre los segundos, pero en la salida de la crisis no puede ignorarse el papel del vecino del norte. De ahí la incidencia en los asuntos del patio que tendrá el próximo inquilino de la Casa Blanca.

Desde principios del siglo XIX Cuba estuvo incluida en los planes expansionistas estadounidenses. A mediados de siglo Estados Unidos estaba en la mira del anexionismo cubano. Y a fines de ese siglo, la lucha entre las potencias de la época desembocó en la intervención norteamericana en la guerra entre Cuba y España. Luego, en la primera mitad del siglo XX la historia de Cuba estuvo marcada por la presencia y el tutelaje del Norte. Y en su segunda mitad por un diferendo que sobrepasa las seis décadas de duración.

A esas raíces hay que añadir que: en Estados Unidos se confeccionó nuestra enseña nacional, se fundó el Partido Revolucionario Cubano, se recaudó la mayor parte del dinero con que se costearon las embarcaciones que trajeron los patriotas que lucharon por la independencia y las armas. Que tras la destrucción que dejó la guerra, la rápida recuperación de la economía, la educación y la sanidad, no hubieran sido posibles sin la participación del ocupante. Que de ese país proceden hoy las remesas de más de 1 millón de cubanos que sustentan la vida de sus familiares y al gobierno de la Isla. Que a pesar del embargo, actualmente Cuba compra a Estados Unidos decenas de millones de dólares en alimentos y otros productos. Y que la mayor potencia económica, militar, política y científica del orbe esté ubicada a pocas millas de las costas cubanas. Son realidades, que nos gusten o no, para bien o para mal, fueron y son determinantes en los destinos de Cuba.

Los aspectos negativos de la política de Estados Unidos permitieron al movimiento revolucionario declararse antimperialista y continuador de la lucha por la independencia iniciada en 1868. Al tomar el poder en 1959, ese movimiento emprendió acciones que perjudicaron los intereses económicos y geopolíticos norteamericanos en Cuba: la Primera Ley de Reforma Agraria, los intentos de expandir la revolución al resto de la región y el restablecimiento de relaciones con la Unión Soviética. Acciones que fueron respondidas por la administración norteamericana con la suspensión de la cuota de azúcar, la preparación de una fuerza de exiliados cubanos para invadir a la Isla y la ruptura de las relaciones diplomáticas. La escalada de las medidas, en plena Guerra Fría, alcanzó tal dimensión que la confrontación pasó a ocupar el centro de la política nacional.

Los conflictos entre Estados tienden a desmovilizar los conflictos entre Estado y sociedad. Con el argumento de la necesaria unidad nacional, el gobierno cubano barrió con la sociedad civil y los espacios cívicos, redujo al mínimo la propiedad privada, cercenó los derechos y libertades, desapareció el concepto de ciudadano, y a la vez, solapó las deficiencias internas. Los resultados no se hicieron esperar. Las promesas anunciadas en 1959 -desde la economía hasta la formación del hombre nuevo- terminaron en el desabastecimiento y la corrupción generalizada. Al mismo tiempo la política diseñada por Estados Unidos para promover cambios dentro de Cuba, también fracasó.

Agotado el capítulo de ganadores y perdedores, el 8 de agosto y el 2 de diciembre de 2006, Raúl Castro planteó la disposición a normalizar las relaciones con Estados Unidos en un plano de igualdad. Y Barack Obama, en marzo de 2009, levantó las restricciones a los viajes de los cubanoamericanos con un parentesco de hasta tres generaciones, gastar hasta 179 dólares diarios, autorizó los envíos de remesas, y la venta de alimentos y medicinas al gobierno cubano.

Después de largas conversaciones secretas, el 17 de diciembre de 2014, ambos mandatarios anunciaron la disposición a dialogar para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Y en el Discurso del estado de la Unión, el 20 de enero de 2015, Obama planteó: “Estamos poniendo fin a una política que debería haber terminado hace tiempo. Cuando uno hace algo que no funciona durante 50 años es hora de probar algo nuevo”.1

El 1 de noviembre de 2015 Barack Obama declaró: “Hace más de 54 años, en medio de la guerra fría, Estados Unidos cerró su embajada en La Habana. Hoy, puedo anunciar que Estados Unidos ha acordado restablecer formalmente sus relaciones diplomáticas con la República de Cuba, y volver a abrir embajadas en nuestros respectivos países. Se trata de un paso histórico en nuestros esfuerzos por normalizar las relaciones con el gobierno y el pueblo cubano y empezar un nuevo capítulo con nuestros vecinos de las Américas”.

Ese mismo día, Raúl Castro en respuesta, dijo: “En consonancia con los anuncios del 17 de diciembre de 2014 y las conversaciones de alto nivel entre nuestros gobiernos, me complace dirigirme a Usted para confirmar que la República de Cuba ha decidido restablecer relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de América y abrir misiones diplomáticas permanentes en nuestros respectivos países… La parte cubana asume esta decisión, animada por la intención recíproca de desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación entre nuestros pueblos y gobiernos”.

Finalmente, el 14 de agosto de 2015 se reabrieron las embajadas, y los días 21 y 22 de marzo de 2016 Barack Obama arribó a Cuba -algo que no ocurría desde 1928- cuando el presidente estadounidense Calvin Coolidge estuvo en La Habana en visita no oficial.

En su segundo mandato, la administración Obama dictó seis paquetes de modificaciones: amplió los permisos generales de viaje, ofreció facilidades comerciales a empresas privadas cubanas y a pequeños agricultores, acrecentó el monto de las remesas y donativos, expandió las exportaciones comerciales de bienes y servicios desde Estados Unidos, incrementó el acceso de Cuba a las comunicaciones, proporcionó telecomunicaciones comerciales y servicios de internet con precios más bajos, reanudó los servicios financieros a la Sección de Intereses y retiró a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, estas dos últimas eran exigencias del gobierno cubano.

Dos medidas no fructificaron: la instalación en Mariel de una planta para ensamblar anualmente mil tractores pequeños que se venderían a menos de 10 mil dólares a los agricultores independientes. Y la inclusión del café producido por privados en la lista de productos cubanos comercializables en Estados Unidos. Ambas fueron rechazadas por las autoridades de Cuba porque rompían el monopolio del Estado.

El resto de las medidas se reflejó en el aumento de los viajes a Cuba, la llegada de cruceros a puertos cubanos, el reinicio de los vuelos, el inicio de la transportación directa de correo, el establecimiento de acuerdos de empresas estadounidenses de telecomunicaciones para servicios de voz directa con Cuba, se facilitaron las negociaciones con otros países, y se reanimaron las esperanzas de cambio.

Llegado a este punto, la tesis del gobierno cubano de no cambiar nada hasta que el otro no cambie, quedó acorralada, pero en lugar de renunciar a los esquemas desgastados y realizar cambios al interior, se limitó a permitir a los cubanos hospedarse en hoteles reservados para turistas, comprar computadoras, DVD y líneas de telefonía móvil, vender su casa o su auto, salir del país sin tener que pedir permiso y permanecer hasta 24 meses en el exterior; y abrir más de 100 puntos públicos de acceso a wifi. Medidas, que pusieron de manifiesto hasta qué punto habían retrocedido los derechos en Cuba.

El tiempo perdido pasó su cuenta. Donald Trump, desde la campaña electoral había anunciado que eliminaría las medidas de Obama porque Cuba no había dado pasos hacia la democracia.

Patrick Leahy, el demócrata que viajó a Cuba con una delegación de senadores estadounidenses, dio a conocer que Raúl Castro les entregó dos copias firmadas de su discurso en la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC, en febrero de 2017, celebrada en República Dominicana, donde expresaba la voluntad de negociar con el mandatario Donald Trump. El senador y demás miembros de la delegación manifestaron confianza en que, a pesar del compromiso público de Trump de hacerlo, la apertura no sería revertida.

Los paquetes de medidas dictados por la Casa Blanca -incluyendo la Directiva Presidencial de octubre de 2016, dirigida a hacer irreversible los avances logrados- contenía seis objetivos a mediano plazo. Parecía muy difícil revertir lo avanzado durante la presidencia de Obama, pero no lo fue. Las negociaciones no arrojaron todo el resultado posible porque faltaron las medidas necesarias de la parte cubana para liberar las fuerzas productivas y restituir las libertades ciudadanas. Ese fue el talón de Aquiles de las negociaciones.

Decía la filósofa y politóloga Hanna Arendt que: Todo intento de liberar a los hombres sin generar un espacio público que permita el ejercicio de la libertad, sólo puede llevar a los individuos de una dependencia a otra, quizás más férrea que la anterior.

El tiempo de no cambiar se agotó. Ahora, fuera de tiempo, se requiere una dosis mayor de voluntad política, en un escenario mucho más desfavorable, tanto en el plano nacional como en el internacional, pero el cambio es ineludible.

El camino transitado ha sido largo. No se cambió durante las primeras diez administraciones estadounidenses, no se cambió con la de Obama, tampoco con la de Trump. Eso no puede continuar con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, sea demócrata o sea republicano; pues el cambio es una necesidad nacional. El gobierno cubano, no tiene otro camino que marchar con la historia: hacia los cambios o hacia la hecatombe.

Y marchar con la historia implica propiciar el empoderamiento del cubano, para que recupere la condición de ciudadano; un reclamo que se está manifestando de forma creciente en las redes sociales y en los debates que van surgiendo alrededor de cada tema que afecta al pueblo.

Entre las muchas medidas que la sociedad cubana reclama sobresalen: ratificar los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, firmados desde 2008; entregar en propiedad personal o cooperativa la tierra en usufructo y las que el Estado ha sido incapaz de hacerlas producir; permitir la creación de micros, pequeñas y medianas empresas con personalidad jurídica, para que los cubanos se conviertan en agentes económicos efectivos; retirar el apellido de extranjera a la Ley de Inversiones, para que los cubanos puedan ser empresarios en su propio país; y liberar el comercio interno y externo del monopolio del Estado.

Referencias

[1] Granma, miércoles 21 de enero de 2015. Obama pide al Congreso poner fin al bloqueo.

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias
  • Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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