Después de 155 años de lucha, Cuba hacia un modelo oligárquico

Martes de Dimas

El secretario del Partido Comunista de Cuba Miguel Díaz-Canel y el titular del Consejo de Negocios Cuba-Rusia, Boris Titov, firmaron, el pasado mes de enero, un acuerdo para organizar el tránsito del modelo totalitario de economía estatizada a otro de economía de “mercado” similar al modelo oligárquico-mafioso que existe en Rusia.

La Guerra de los Diez Años iniciada en 1868 por la libertad y la independencia de Cuba y continuada en 1879, fue reiniciada en febrero de 1895 con el objetivo de establecer una república moderna basada en la participación en condiciones de igualdad de sus ciudadanos, cuyo principal artífice en esa nueva etapa, fue José Martí. Mientras el acuerdo ruso-cubano, firmado en el mayor silencio, además de negar esa historia de luchas, compromete el presente y futuro de la nación cubana.

José Martí, dotado de una formación humanista y conocimientos sobre la política y los partidos –adquiridos durante su estancia en España y América–, analizó las causas del fracaso de la Guerra de los Diez Años, de las cuales dedujo un sistema de principios: la importancia del tiempo, el papel de la política y su carácter democrático y participativo, y la necesidad de aglutinar a todos los factores como fundamento de la unidad.

Desde ese fundamento, Martí proyectó la fundación de la república moderna como la estación de destino; a diferencia de la guerra, como medio indeseado pero necesario y la fundación de un partido como institución organizadora, controladora y creadora de una conciencia encaminada a sustituir la espontaneidad y la inmediatez. Ambos, guerra y partido, concebidos como eslabones mediadores, no como fin en sí mismos.

En las Resoluciones de noviembre de 1891, consideradas como el prólogo a las Bases del Partido Revolucionario Cubano (PRC), Martí planteó que la organización revolucionaria no ha de trabajar por el predominio, actual o venidero, de clase alguna, sino por la agrupación –conforme métodos democráticos–, de todas las fuerzas vivas de la patria, por la hermandad y acción común de los cubanos residentes en el extranjero, y por la creación de una república justa y abierta […] para el bien de todos.[1] Mientras la República la concibió como el estado de igualdad de derecho de todo el que hubiera nacido en Cuba, el espacio de libertad para la expresión del pensamiento, de muchos pequeños propietarios, de justicia social ganada por el amor y el perdón mutuo de una y otra raza, edificada sin mano ajena ni tiranía, para que cada cubano fuera hombre político enteramente libre. Definiciones que remató con un sublime ideal devenido puro formalismo en la constitución vigente: “yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.[2]

De la asamblea constituyente de Jimaguayú (1895) –como expresara en una oportunidad Emilio Roig de Leuchsenring–, salió en plena guerra una república civil democrática y fueron repudiados todo gobierno militar y toda dictadura. De forma similar, en la asamblea constituyente de la Yaya (1897) se impuso la tendencia democrática y civilista. En la Constitución de 1901 se refrendaron las libertades fundamentales, y en 1940 se aprobó una de las constituciones más avanzadas en el mundo para su época. Pasados más de un siglo, sin embargo, la República con todos y para el bien de todos, continúa pendiente de realización.

La revolución de 1959, en lugar de fortalecer la formación cívica para la participación ciudadana, desmanteló la institucionalidad existente, disolvió la sociedad civil, estatizó la economía e impuso un solo partido político, lo que generó un retroceso desde la economía hasta la espiritualidad, refrendando constitucionalmente ese resultado como irrevocable.

Fracasado el modelo totalitario, excluyente por naturaleza, ante la ineludible necesidad de cambiar, en lugar de retomar la tesis martiana “con todos y para el bien de todos”, se ha optado por copiar el modelo oligárquico de Rusia, ajeno en lo absoluto a nuestras necesidades e idiosincrasia.

La Habana, 06 de marzo de 2023

 

[1] J. MARTÍ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p. 23.

[2] J. MARTÍ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p. 9.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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