DESPEDIR EL AÑO CON LA ESPERANZA DE QUE LAS COSAS VAN A SER MEJORES


Miércoles de Jorge

Se acaba el año 2022, y aunque no es sorpresa, no deja de inquietarnos la situación actual de la economía cubana. La profunda crisis económica por la que el país atraviesa no parece tener fecha tope, no parece haber esperanza de que las condiciones de vida de la gente van a mejorar significativamente, a menos que se emprendan transformaciones profundas y estructurales del modelo.

Esta crisis tiene sus caras más visibles en la escasez, los bajos salarios, la inflación, la ineficiencia, la corrupción, y un largo etcétera. Todos estos elementos tienen en común, el hecho de que afectan no única pero sí mayormente a la gente de a pie, a los cubanos más humildes, a los que menos posibilidades tienen de arreglárselas en el sector privado, escapando del país, o “resolviendo” a pesar de las consecuencias. Lo anterior hace que la gravedad de la crisis y la urgencia de revertirla sean ambas inmensas.

El gobierno cubano, que es el principal responsable de la crisis, no ha generado los cambios necesarios para revertir la grave situación de precariedad económica que sufren los cubanos. La ayuda –o su ausencia– por parte de otros actores, tampoco ha logrado que se transforme el modelo económico y que como consecuencia los cubanos podamos gozar de un mejor nivel y calidad de vida dentro de la Isla. Por desgracia, tampoco han sido suficientes los esfuerzos de la sociedad civil y del pueblo, que a pesar de reclamos y protestas, no hemos conseguido “obligar” a las autoridades a dar paso al cambio.

El panorama descrito hasta aquí es desolador, y es probablemente una de las principales razones que explican el éxodo masivo –de más de 200 mil cubanos– en el último año. No obstante, dejar morir la esperanza de que las cosas van a cambiar, es en cierto sentido, contribuir a que el cambio no se dé. Por ello, la invitación es a que no perdamos de vista, las razones –muchas y valiosas– que tenemos para la esperanza.

Recordemos, al mismo tiempo, que la esperanza no es una simple espera, un sentarnos de brazos cruzados, ni asumir la posición de espectadores. La esperanza lleva a la acción, la esperanza nos hace trabajar y esforzarnos por transformar las cosas, la esperanza es una actitud de espera activa en la que somos protagonistas de ese futuro que soñamos y que queremos construir.

Esperar un futuro mejor para Cuba, es trabajar para lograrlo. Esperar que las condiciones de la economía mejoren, y de la vida en general, es ponernos en acción y aportar nuestro grano de arena para tal propósito. Cada cual desde su espacio, desde sus posibilidades, con las herramientas que tenga al alcance.

Mientras se acercan las últimas semanas del mes de diciembre, un buen ejercicio con el que podríamos despedir el año, es mirar el año que acaba no con la desesperanza que a menudo provoca la gravedad de la crisis que se vive, sino con la esperanza de que las cosas serán mejores y el compromiso de ponernos en la acción para que así sea.


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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