DEMOS LA OPORTUNIDAD A JESÚS DE NACER EN NUESTROS CORAZONES


Miércoles de Jorge

La celebración de la navidad es siempre una oportunidad para todos nosotros. Una oportunidad para cambiar, para abrir nuestras vidas a cosas nuevas y buenas, para dejar atrás errores o malas decisiones que nos han llevado de alguna forma por caminos de dolor y sufrimiento. Una oportunidad, en otras palabras, para dejar nacer a Jesús en nuestros corazones, de que llegue a nuestras vidas y lo recibamos con alegría.

Dejar que Jesús nazca en nuestros corazones no es una oportunidad cualquiera, no es algo insignificante lo que se nos ofrece en cada navidad, sino la opción de transformar radicalmente nuestra existencia y con ello la de los demás. La vida de un discípulo de Jesús, de alguien que le ha abierto el corazón a Jesús, nunca se reduce a sí misma, sino que está necesariamente en relación con los otros, una relación de entrega, de servicio, de amor, una relación –por tanto– capaz de transformar el mundo.

La navidad no es el único momento en el que podemos dar un sí a Jesús, hay muchos momentos en la vida en los que también es posible ese paso. Sin embargo, la navidad es siempre una invitación, es siempre un llamado, es siempre una oportunidad para recordarnos que hoy puede nacer Jesús en nuestras vidas. Algunas ocasiones concretas en las que dejamos que Jesús nazca en nuestros corazones pueden ser las siguientes.

– Cuando servimos, es decir, cuando damos sin esperar algo a cambio, cuando ayudamos al necesitado sin condicionar nuestra ayuda por otro criterio que la indigencia del otro, cundo vivimos nuestra vida convencidos de que no somos nada si solo miramos a nosotros mismos y que necesitamos vivir con y para los otros.
– Cuando somos tolerantes, cuando impedimos que nos gane la rabia, la soberbia, el desprecio y muchas otra emociones que a menudo nos llevan a ser intolerantes ante los que nos rodean. Cuando aprendemos a vivir con las diferencias de los demás, y a aceptarlas y respetarlas aunque no estemos de acuerdo con algo.
– Cuando creamos relaciones de respeto, cuando nuestra relación con quienes nos rodean son basadas en el respeto y el entendimiento.
– Cuando sembramos la paz, cuando cultivamos el diálogo, el entendimiento, la negociación, la solución pacífica de los conflictos, la inclusión, etc. Cuando evitamos todo tipo de violencia, sea verbal, física, psicológica, o de otro tipo. La paz es siempre el camino de quienes seguimos a Jesús el nazareno.
– Cuando vivimos el amor. Todos los elementos anteriormente señalados pudieran resumirse en la necesidad de que vivamos en el amor. Que nos relacionemos con los demás por amor, que “nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado”.

Intentar vivir una vida así es la mejor forma de celebrar la Navidad, o al menos abrirnos a la posibilidad de poder servir, ser tolerante, cultivar relaciones de respeto, sembrar la paz, vivir en el amor, etc. Olas fiestas, los encuentros familiares, las comidas o las salidas de las que casi todos somos partícipes con los festejos de navidad son buenas cosas y son importantes, pero lo que es determinante para vivir una navidad a plenitud es que nos dispongamos a dejar nacer al niño Jesús en nuestro corazón. Eso lo podemos lograr con estas actitudes y muchas otras.

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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