Cuba y sus vuluptuosidades

Entre los que se van y los que se quedan

Por Jesuhadín Pérez Valdés
Fusión. Isaac Linares (Acrílico/Lienzo)

Fusión. Isaac Linares (Acrílico/Lienzo)

El enrojecimiento va desde el vientre hasta el tórax. Se extiende a los hombros, los antebrazos, los muslos y el dorso entero. La sensación de calor o de frío al mismo tiempo anda acompañada de transpiración profusa, contracción muscular involuntaria, hiperventilación, aumento en 2 veces y media de la presión arterial y ciento ochenta pulsaciones cardiacas por minuto. Sin dudas un ejercicio fisiológico difícil. Deja una sensación de cansancio al finalizar cada sesión similar a la de levantar un peso de cincuenta kilogramos y trasladarlo una distancia de cien metros. Hablamos del sexo. De no ser porque trae conjuntamente voluptuosas sensaciones, la humanidad se habría extinguido hace millones de años.

La naturaleza es sabia. Adjunto al esfuerzo nos trae un placer irrenunciable para cualquier persona normal.
Cuba es un ejercicio fisiológico para el cubano medio, tan difícil como lo es el sexo, pero con un padecimiento serio: inorgasmia aguda. Por eso muchos renuncian a su condición de amantes para irse a copular con la prometedora chica del frente; criatura anglosajona que en materia de sensualidades da raya a la experimentada Europa. Y cuando revisas motivos terminas convenciéndote de que son legítimas las razones de los que escogen faldas foráneas. Es la evolución natural de las especies, los organismos eligen, cuándo pueden, dónde y con quién reproducirse. En eso estamos de acuerdo, y aunque nos sorprendemos un poco cuando una personalidad pública decide plantar su casa de campaña en tierra confederada, terminamos aceptándolo y sacando conclusiones nada inocentes. Somos cubanos y entendemos. Estamos chamuscados por el Sol, apreciamos el valor de una afrodisiaca botella de Coca-Cola.
Por eso los cubanos, especialmente aquellos que no ordenan su cena por teléfono, ni pasan las vacaciones en Varadero -mayoría- comprenden y perdonan a los que el aparato oficial bautiza de adúlteros de la patria. ¡Es que la palabra adulterio es tan voluble! Desde que los infieles de ayer son los que hoy pueden visitar Varadero y conducir un Chrysler-intrepid por nuestras estropeadas carreteras, el rojo de muchos ha disminuido. No importa cuantos muñecos de paja se quemen, después de apagar con su orina las brasas de la parodia moralista, muchos saltarán por encima de los tizos al primer guiño lascivo. Se seguirán yendo y los que queden, después de cada orgía medieval, rezarán a la Virgen…
Perdonar, entender… no hay nada que perdonar, si buscar bienestar es legítimo, y se puede comprender; pero lo que muchos no entienden es que otros que tienen posibilidades reales de partir no lo hacen. Ah, tal vez para estos, Cuba no sea tan inorgásmica.
¿Cómo, cuándo y dónde descubrieron el punto G de un país que sufre una frigidez agonizante? ¿Por qué deciden vivir aquí a pesar de tanta esterilidad? Esto es dificilísimo de adivinar especialmente cuando no se es parte de la oficialidad nacional. Y si agregáramos al acertijo otro ingrediente, digamos unos kilos de asedio patronal… entonces solo un masoquista resolvería quedarse. Y si no, imposible. Pero los hay.
¿Qué los mueve? Cabría preguntarse. ¿Acaso el país es distinto para estos? No lo es. Lo distinto es su actitud ante ese futuro que concierne a todos. Han decidido quedarse porque siendo parte del presente aquejado han resuelto medicinar el futuro. Han empezado justo donde los demás deciden terminar.
No es nuevo. La tradición repite en forma de espiral el mismo hecho. Lo distinto es el contexto. Son otros los hombres. Los que se fueron se cansaron de un sexo huero, los que permanecen han encontrado formas de hacer despertar la carne dormida. ¿Pero cómo? Confían en el temperamento de la historia. Tienen el oído pegado al pecho de la nación y creen que se puede hacer algo. Todavía late.
Cuesta quedarse; erupciones en todo el cuerpo, sensaciones de calor y frío, transpiración profusa, contracciones musculares, hipertensión y taquicardias… pero sin clímax. Si no lo creen pueden probar vivir en Cuba como vecino de a pie. Esto para el ciudadano común; ese que aun no ha decidido decirle a todo el mundo lo que piensa, o firmar un proyecto de reforma, fundar una revista autónoma o realizar periodismo independiente; a estos audaces les va peor. Cuesta, cuesta tanto, que muchos desisten aun cuando se han propuesto llegar al final. Y es que, en el caso Cuba, el orgasmo se ha retrasado demasiado. El deleite y la libido son proporcionales. La actitud no es rigurosamente un rasgo del carácter…
¿Por qué se quedan? Porque tienen un proyecto para Cuba, porque se sienten –como cubanos- parte de ese recurso, porque confían en la capacidad histórica de recuperación de la nación, porque lo han decidido aún a riesgo y porque creen que la democracia viene en parto distócico al cual hay que asistir. No es masoquismo, es responsabilidad.
Su placer no ha quedado reducido a la voluptuosidad inmediata sino que han fijado un punto en el horizonte.
No han querido someter su felicidad al placer de un momento, sino al nacimiento maravilloso de la criatura. No han vivido por el orgasmo, lo han hecho por el embrión que se avizora, por el ser nuevo que se fecunda, por el hijo que le va naciendo a la patria… por el futuro. Este es el secreto.
Lo descubrí un día hablando con unos amigos, de esos que deciden quedarse a contra corriente. No todos pueden comprenderlo. Es como esas fórmulas complejas que al aplicarlas, aun teniendo todos los ingredientes, sabe amarga. No todos entienden la utopía. No todos aceptan sus prospectos.
Es el camino estrecho y duro.

Jesuhadín Pérez Valdés (Pinar del Río, 1973)

Estudiante de Derecho.
Varios artículos suyos fueron publicados en la Revista Vitral.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia. 
Vive en Pinar del Río, Cuba
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