Cuando lo absurdo se vuelve normal

Martes de Karina

Corrupción, oportunismo, abusos. Ineficiencia, maltrato, mediocridad. Doble rasero, doble moral, incoherencia de vida. Cualquiera de los anteriores puede ser un término para caracterizar la Cuba del presente. No a todos los cubanos, pero sí a la sociedad cubana en general. Los cubanos que, teniendo la oportunidad, no han caído en alguno de estos fenómenos han pasado a ser la excepción y no la regla. Cuando la degradación de una sociedad se hace muy evidente, el problema ha pasado de ser personal o familiar a ser un problema social. Y entonces es hora de buscar causas y circunstancias que lo han provocado.

Y si cada uno de los problemas enunciados y otros son preocupantes, existe un problema mayor: que lo consideremos “normal”. Que alguien diga solo lo que le conviene:  ¡normal!; que no te atiendan bien cuando requieres un servicio: ¡normal!; que un dirigente o funcionario del gobierno tenga ciertas facilidades: ¡normal!; que en la televisión digan lo contrario de lo que estamos viviendo: ¡normal! Que el acaparamiento, que es lo que hacen las hormigas para el invierno, sea un delito muy grave: ¿¡normal!?

La palabra normal me taladra el oído, porque refleja la triste realidad de que vamos por el camino de acostumbrarnos a la calamidad, a la ignominia, a la mentira. Nos parece normal el absurdo.  Pasamos de la cultura de la queja y entramos en la cultura del no importa nada o todo vale. De la postura de defensa y crítica, a la postura de la indiferencia y la justificación. Y eso ocurre generalmente como consecuencia de un desgaste moral muy profundo y de un cansancio que inmoviliza. Luego aparece el contagio, vamos inoculando el mal a otros con frases como “no cojas lucha”, “siempre ha sido así”,”¿a quién te vas a quejar?”, “no vas a resolver nada”…

No importa qué tan extendido esté el mal, para no sucumbir debemos, por lo menos, no aceptarlo como bien. Somos un pueblo con un gran poder de recuperación, pero necesitamos tener conciencia de aquello que debemos recuperar, de en lo que vamos mal. Quejémonos y actuemos si podemos. O por lo menos quejémonos del mal. Incluso busquemos justificación. Pero basta de engañarnos. El absurdo no es normal. Es nuestra responsabilidad que no lo sea nunca en el mundo, en la nación que queremos dejarle a nuestros hijos.

 


Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

Columnas anteriores

10 octubre 2017│La historia puede salvarnos

3 octubre 2017│Ponerse la capa antes de la “precipitación”

26 septiembre 2017│La injerencia en los asuntos internos

19 septiembre 2017│Expectativas que no son prejuicios, son experiencias

12 septiembre 2017│Cuando la solidaridad indica aumento de la necesidad

5 septiembre 2017 │¿Cuándo Internet en casa?

29 agosto 2017 │El desabastecimiento persistente

22 agosto 2017 │El gobierno cubano vuelve a “botar el sofá”

Scroll al inicio