CONTRA EL CONCEPTO DE “MASA”

Foto tomada de Internet.

Cuba está inmersa en la crisis estructural más profunda de su historia. La salida de la misma requiere del conocimiento de sus causas y de la voluntad política para emprender los cambios, en los cuales la participación ciudadana se alza como ineludible necesidad para que los intentos de solución no conduzcan a nuevos retrocesos. El gobierno cubano, una vez que agotó todas las posibilidades de conservar el «modelo» sin cambiar, ha decidido introducir ciertas reformas que, aunque distan mucho de ir a la raíz de los problemas, han resquebrajado el inmovilismo.  

En el nuevo contexto la formación ciudadana -una carencia histórica de nuestro país- tiene que ocupar un lugar esencial. Resulta de interés recordar las enseñanzas de figuras cubanas que se preocuparon y ocuparon de ese tradicional déficit, quienes nos colocan cara a cara con la falta de preparación del pueblo para el ejercicio de los derechos políticos. Una carencia que ha conducido a la mayoría de los cubanos a desentenderse de los asuntos públicos, un mal del pasado y del presente que constituye un serio obstáculo para salir de la actual crisis estructural.  

Entre el actual contexto y un país democrático media la formación de una cultura de derechos humanos. Parafraseando el concepto de acción afirmativa -que en otras latitudes define las leyes y proyectos encaminados a la inserción social de sectores tradicionalmente relegados-, en nuestro medio se impone de forma similar una acción educativa, pues la experiencia indica que los esfuerzos encaminados a la democratización serán nulos si no se cuenta con los sujetos capaces de exigir, promover e impulsar los cambios. Sin esa cultura, aunque el gobierno introdujera transformaciones económicas y políticas, y los derechos y libertades fueran restablecidos, los cubanos nunca estarán en condiciones de asumir las responsabilidades que desde la sociedad civil impone la vida en democracia. No es nada casual que en 1878, en plena colonia, se implementaran libertades cívicas que hoy son inexistentes. Se impone, pues, trabajar en la conformación de una cultura de derecho como cimiento de la nueva Cuba, para detener nuestra marcha hacia el pasado y enrumbarnos al futuro.  

En “La rebelión de las masas”, al referirse a las multitudes que se incorporan impetuosamente como sujeto de cambios sociales José Ortega y Gasset escribió: puede, en efecto, ser tránsito a una nueva y sin par organización de la humanidad, pero también puede ser una catástrofe en el destino de lo humano. No hay razón para negar la realidad del progreso. La política social dirigida a mejorar la calidad de vida de grupos desfavorecidos es una forma de compensar los daños sufridos en el pasado y proporciona oportunidades efectivas para remontar el déficit o desventaja social, pero es preciso corregir la noción que cree seguro este progreso. “Todo, todo, es posible en la historia —lo mismo el progreso triunfal e indefinido que la periódica regresión”1.  

A pesar de los pocos espacios y las muchas dificultades se puede avanzar por diferentes caminos: el estudio de la Declaración Universal y de los Pactos de Derechos Humanos que Cuba firmó en el 2008; el debate de ideas en los pequeños círculos que están emergiendo; la multiplicación del periodismo ciudadano y de los diferentes gérmenes de sociedad civil autónoma; la impartición de cursos acerca del derecho y de historia política de Cuba; y las proyecciones de filmes y documentales. Esas y otras vías deben fomentarse y multiplicarse para promover el intercambio de análisis y de opiniones.  

En el futuro, una política en ese sentido tendrá que ser incorporada al sistema educativo. El reto es lograr que la conciencia de valores cívicos y la visión integral de los derechos humanos se conviertan en una incorporación cultural profunda y sólida. Emprender esa labor en un contexto en el que predomina la moral de sobrevivencia, la frustración en las mentes, la tendencia al escapismo y la escasa formación humanista, es una misión extremadamente compleja, pero ineludible.  

Una acción educativa -usando una frase del Apóstol-«de modo que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana»2.Para que ninguna élite política pueda alzarse como representante de lo que en términos totalitarios se denomina como «masa».

Nota

Este artículo forma parte de un libro en edición del autor. Sirva para promover dicha obra de mérito.

Referencias

1José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, ed. cit., p. 120.

2José Martí: Obras escogidas, ed. cit., t. 3, p. 99.

 


Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
Reside en La Habana desde 1967.
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información
(1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la
Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
Primer premio del concurso convocado por “Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios
Convivencia (CEC). Cuba.

Scroll al inicio