Burocracia enferma y socialismo

Por José Antonio Quintana de la Cruz
 
Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.

Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.

El programa televisivo Mesa Redonda ha puesto al burocratismo sobre el tapete. Burocratismo es la exageración y esclerosamiento de las estructuras y funciones de la burocracia. Este mal ha acompañado al socialismo cubano por más de cincuenta años. Los panelistas, dos periodistas y un científico social, se concentraron en los efectos del fenómeno sin profundizar en las causas. En un esfuerzo de síntesis, la jefa de la mesa concluyó que la causa fundamental del burocratismo es la insensibilidad de los burócratas, de lo que puede inferirse que es un fenómeno causado principalmente por un factor subjetivo, del ámbito de la ética.

 

¿Son los ciudadanos y ciudadanas insensibles antes de convertirse en burócratas o se tornan tales luego de ingresar a la burocracia enferma? Algunas personas son de suyo indiferentes al dolor y las dificultades ajenas, pero no todas, no la mayoría. La insensibilidad de los funcionarios es resultado de su continuada impotencia para la solución de los problemas con los que comúnmente se enfrentan. Esto, que no vale para casos particulares, es así para la generalidad de los funcionarios.

 

¿Cuál es la causa de la impotencia de los funcionarios? A veces se trata de que no disponen de los recursos necesarios para implementar las soluciones. Pero la mayoría de las ocasiones se trata de que carecen del poder de decisión adecuado a su responsabilidad. Claro que esto no explica la demora con la que un pequeño funcionario retarda la expedición de un certificado de muerte, pero sí los muchos otros casos en que no se recoge la basura de ciudades enteras, o no se rellenan los baches de las calles o se taponan los salideros de agua. Los funcionarios que reciben las críticas y las quejas dieran lo que no poseen por salirse del problema, pero deben esperar. Aprenden a resistir, lo que en el argot del pueblo es “no coger lucha”, a cuidar el puesto con una aparente o real indiferencia. La centralización excesiva y la falta de recursos hacen del funcionario un tramitador, un receptor y emisor de señales en las que nadie cree. Y desmoralizan a la burocracia en su conjunto.

 

Cuando la burocracia hipertrofiada y artrítica deviene burocratismo, la decisión no nace, lo decidido no fluye, los flujos son lentos, llegan tarde o se pierden en el camino. El trámite se hace difícil, rayano en lo imposible y se convierte en oportunidad comercial. Aparece el sobornador y el funcionario mal pagado acepta el soborno. La certificación de nacimiento, en lugar de en 15 días, se emite al momento por obra y gracia de 5 CUC. Los trámites se tasan, compran y venden como mercancías. En el mercado negro aparece el nicho del tráfico de documentos e influencias. El burocratismo se consustancia con la corrupción. Max Weber estaría horrorizado.

 

La burocracia es coetánea con los estados nacionales. Los feudos no precisaban de una burocracia acabada. Las complejidades en la organización de las tareas inherentes al Estado-Nación precisaron del diseño de funciones y de la selección de funcionarios que las ejecutasen. La burocracia no es un mal necesario, es una necesidad histórica ineludible para el funcionamiento del Estado moderno. Comenzó ordenando los quehaceres organizativos para facilitar los procesos y hacerlos expeditos, con decisiones oportunas y ágiles tramitaciones. Pero nunca ha sido inmune, como la democracia, a aberraciones, manipulaciones y excesos. Como dijo un gran griego, “todo sistema fracasa por la exageración del principio en que se funda”. Así, a veces, es un orden caótico.

 

Las instituciones y organizaciones estatales han sido el predio natural del burocratismo por ser donde más se ha desarrollado la burocracia y donde son inexistentes o poco arraigados los sentidos de pertenencia y propiedad. En Cuba, el Estado socialista y sus empresas han padecido un fortísimo y crónico burocratismo durante cinco décadas que alcanzó su cenit en la década de los 80 del pasado siglo. A las causas ya señaladas para cualquier época y lugar habría que agregar la desmesura de las plantillas de trabajadores en los centros de trabajo como una de las formas de reducir el desempleo y mejorar el nivel de vida de la población. Como alguien ha dicho, a veces los defectos aparecen como continuación de virtudes. O como consecuencia de sueños y utopías.

 

Los burócratas no son los causantes del burocratismo, son sus instrumentos. La sociedad, o mejor dicho, los líderes de la dirección social son los responsables de la aparición de este mal. La obsesión por el control detallado de los procesos desde arriba y las decisiones tomadas desde el ápice director de la sociedad, implican la hipertrofia y parálisis de las estructuras administrativas inferiores. Cogido el burócrata entre el pueblo y las estructuras superiores del poder, ¿a quién obedecerá?

 

Mientras más grande es el Estado, mayor es su burocracia y el riesgo de contraer burocratismo, hasta ahora. La computación y la informática abren una perspectiva alentadora para la reducción y aumento de la eficiencia de la burocracia. Pero, cuidado, puede surgir un burocratismo de nuevo tipo apoyado en los avances de la era digital.

 

Ninguna vacuna logra un éxito total, pero cuando su poder de inmunización sobrepasa el 75% se considera buena. Existen unas simples vacunas contra las aberraciones de la burocracia. Así, si en un país los funcionarios son suficientemente instruidos, aptos para los cargos para los cuales se les asigna; si son bien remunerados, bien reconocidos moralmente; si son sistemáticamente controlados por su organización y expuestos asimismo al control de los medios y de la ciudadanía, y si conocen su área de responsabilidad y tienen las atribuciones debidas para decidir en ellas, no enfermarán de burocratismo. Y si enferman hay que despedirlos inmediatamente.

 

José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).

Economista jubilado.

Médico Veterinario.

Reside en Pinar del Río.

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