Año nuevo: Cambio de mentalidad

Por Yadián Alba Carreño
 
 
La culminación de un año y tener la dicha de estrenar otro, nos hace vivir en tránsito. Es como una invitación a rumiar nuestro pasado, a examinar sanamente el presente y a soñar el futuro. Se trata de reflexionar sobre nuestra vida personal, familiar, comunitaria y social al tiempo de meditar sobre aquello que no hemos asimilado o superado. 


 

 
Postal de Navidad. Tomada de www.oxfam.org.uk
 
La culminación de un año y tener la dicha de estrenar otro, nos hace vivir en tránsito. Es como una invitación a rumiar nuestro pasado, a examinar sanamente el presente y a soñar el futuro. Se trata de reflexionar sobre nuestra vida personal, familiar, comunitaria y social al tiempo de meditar sobre aquello que no hemos asimilado o superado. Con la gracia de Dios y perseverando, daremos un paso hacia el autodominio, el servicio y la fraternidad.
 
Tal y como dice el añejo refrán: año nuevo: vida nueva. La nueva temporada alienta a empezarla en blanco, o mejor dicho, libres de culpa, perdonados, limpios…
 
El mecanismo del resorte es un buen ejemplo para ilustrar esta gran fecha: de la experiencia de los 12 meses vividos, nos proyectamos con ilusión y gratitud, hacia atrayentes propósitos, hacia nuevas empresas, dejándole siempre a la Divina Providencia el lugar para que obre en nuestra existencia.
 
Si en verdad aspiramos a que el advenimiento del 2015 sea próspero, distinto, más solvente… es preciso, entre otras cosas, un cambio de mentalidad. Año nuevo y cambio de mentalidad se dan la mano. El uno lleva al otro. La ocasión propicia el gran salto del desaliento al umbral de la esperanza, y por ende, renace la amplitud de miras, se vislumbran otros horizontes y el pensamiento vuela como la mariposa: en libertad.
 
Cuando vivimos en una cultura que genera tanta violencia es preciso promover, defender y respetar la vida humana, don de Dios, desde la concepción hasta la muerte. Todos somos responsables de todos porque somos hijos de un mismo Padre: Dios creador. Urge mirarnos a nosotros mismos y a los demás desde una óptica más fraterna que propicie una convivencia pacífica y civilizada.
 
Cuando la realidad que nos circunda tienda a crearnos confusión y la falta de oportunidades suelan abatirnos, es sugerente hacer de la responsabilidad personal y la esperanza cristiana nuestras compañeras de camino.
 
Cuando la salud de las familias que componen una nación experimentan un deterioro notable por disímiles motivos, hay que caer en la cuenta de que el Estado y las instituciones civiles solo deben atribuirse prerrogativas subsidiarias, nunca determinantes, sobre esta institución milenaria donde se gesta la sociabilidad, el más rico humanismo y la cual está llamada a ser una fuente de riqueza para todos sus miembros. “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón” (san Juan Pablo II).
 
Cuando se le pide a la Iglesia su contribución a la educación cívica de una sociedad en pleno siglo XXI, también se le debe favorecer el acceso a los medios de comunicación para que sus agentes de pastoral ejerzan por todos los canales posibles la misión confiada por su Fundador y Maestro: anunciar a Cristo a todas las naciones.
 
Cuando la Iglesia católica cubana, sostenida en gran medida, por la solidaridad de iglesias hermanas de otras naciones, se reconoce pobre viviendo en un país pobre, se hace necesario que sus hijas e hijos, sientan lo decisivo que es tanto su constante colaboración económica (por nimia que esta sea) como el poner a disposición de la Santa Madre Iglesia, el dominio de oficios, servicios profesionales e iniciativas de emprendimiento que reporten a las parroquias una ayuda que favorezca la restauración de templos, el mantenimiento de los medios de transporte, el fondo para obras de caridad y materiales para la catequesis, la adquisición de nuevas tecnologías, el aporte para el Seminario Diocesano…
 
Existe en no pocos fieles y en muchos coterráneos nuestros, la creencia de que la Iglesia católica posee cuantiosos recursos financieros, razón por la cual, muchos creyentes no proceden con corresponsabilidad y los precios de las ofertas que se le hacen resulten, en un principio, muy elevados. Meditemos sobre el sentido de la limosna, sin perder de vista que la Iglesia tiene que efectuar todas sus compras y pagar servicios a precio tope, puesto que el Estado no le concede facilidades de pago ni rebajas.
 
Cuando el nuevo Plan Pastoral Nacional propone la conversión permanente a Jesucristo, se hace necesario recordar que esta es una prioridad que demanda de cada cristiano un trabajo interior constante que conduzca a la renovación de nuestro lenguaje y de muchas de nuestras actitudes para anunciar la alegría del Evangelio, dando testimonio en los diferentes ambientes en los que convivimos. La conversión cristiana es un camino arduo que dura toda la vida y en cual, habrá avances y retrocesos, pero sin dudas, quien persevere en él, habrá escogido la mejor parte.
 
Cuando se han producido excarcelaciones de prisioneros por motivos políticos y por otras causas, sigue siendo preocupante y poco constructivo el que con frecuencia se produzcan encarcelamientos y hechos violentos contra quienes se manifiestan divergentes con la ideología del único partido gobernante.
 
Ya es hora de superar la incapacidad para solucionar los conflictos pacíficamente, de respetar las legítimas diferencias y aprender el arte de convivir, para que así ocurra la inclusión plena de todos los cubanos, piensen como piensen y vivan donde vivan.
 
Que la paz y la concordia nos acompañen durante todo el año civil que se nos concede y que el cambio de mentalidad nos traiga la esperanza de estar a las vísperas del nuevo día para Cuba. ¡Confiemos!
 
Yadián Alba Carreño (Cárdenas, 1981).
Laico católico.
Licenciado en Terapia Física y Rehabilitación.
Reside y trabaja en Cárdenas, Matanzas.
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