A MÁS DE UN AÑO DE LA GUERRA EN UCRANIA

Foto tomada de Internet.

La guerra en Ucrania cumplió un año el 24 de febrero de 2023. Hasta los más apegados a la búsqueda de la libertad con métodos pacíficos, reconocemos la práctica de una lucha justa y necesaria, liderada y comprometida en no ceder su soberanía a una potencia extranjera y la voluntad de Ucrania en la defensa y promoción de la democracia y los valores occidentales.

Este conflicto ha ido mucho más lejos de las fronteras de ambas naciones, aunque no directamente en confrontación armada, pero va marcando un proceso que muchos esperamos que resulte a favor del fin de una época pos soviética, que junto a la idea de un nuevo socialismo la socaban y ponen en riesgo junto a la libertad y el progreso de la humanidad.

La multipolaridad, tan defendida como estrategia para socavar las democracias y el empoderamiento cívico y ciudadano, no ha sido aceptada ni es viable al apegarse este país a sus lazos y propósitos a occidente.

El actual conflicto tensa el equilibrio entre culturas de democracias y modelos de dominación totalitarias; reta la vida en paz entre las naciones y la de sus ciudadanos. Esa misma idea con la que la cultura occidental se ha permeado de una tolerancia política a costa del sufrimiento y la opresión presente en estas naciones, a la vez que venden una idea de bienestar y derechos a las sociedades y culturas occidentales que no practican ni son una realidad en sus naciones.

Los mecanismos internacionales, en específico la ONU y su Consejo de Seguridad, se muestran poco efectivos en función de poner fin a esta guerra. Reflexionar, o pronunciarse, acerca de una guerra siempre es complejo, difícil y riesgoso. Complejo porque el hecho de la confrontación, la muerte del oponente como objetivo y la polarización propia en torno a este nivel de un conflicto, pueden hacer de la indiferencia un comportamiento general, justificado por los males que ella genera y considerar como legítimo o apropiado cualquier resultado del conflicto.

Difícil porque el bien común pudiéramos decir en este caso está sujeto a la superación de un conflicto armado, como vía de supervivencia de estos valores y reclama nuestra atención, criterio y compromiso con cada realidad, que a nivel social necesita alcanzar o no perder los mínimos de libertad, oportunidad, dignidad e igualdad de derechos ante la ley.

Riesgoso porque la guerra tensa al máximo los límites de tolerancia para quienes no estando directamente involucrados en el conflicto, reconocen que en ella se arriesga parcial o totalmente sus intereses económicos, políticos, o simplemente su razón ética, mucho más cuando a través de ella transcurren procesos geopolíticos y estratégicos en los que se arriesga la estabilidad general.

Lo cierto es que el fin de los tiempos, que Francis Fukuyama había asegurado con la caída del campo socialista, parecen ilustrados en el umbral de este conflicto, las huellas de un derrumbe moral, como lo fue el del campo socialista y la satisfacción con los progresos alcanzados a partir de este, parecen haber subvalorado las capacidades de supervivencia y adaptación de una misma ideología de dominación y opresión, a nuevas etapas y a otras circunstancias.

La actual crisis que representa este conflicto parece irreversible. Al autoengaño de las falacias de democracias de voto, sin libertad de sus ciudadanos y estructuras de poder centralizadas que dominan por el miedo y la represión, la solución de este conflicto es un proceso en el que se comprometen de manera especial los ciudadanos ucranianos, inspirados y decididos a existir como Nación y luchar por ella. Sin esta realidad, muy bien liderada, como resultado de sus últimos años en democracia, asistiríamos a una colonización pro rusa con pésimas consecuencias para Ucrania y para el mundo.

Pese al altísimo costo de la guerra y la violencia, el resultado ha sido todo lo contrario de lo esperado por la parte agresora. Además, lo que se muestra como escalamiento de ese conflicto es una consecuencia necesaria, que no debe relativizar los resultados ni el derecho de la parte agredida a defenderse y ser apoyada. Estamos ante una tensión que es resultado, en parte, del consentimiento y la legitimización de una geopolítica mundial que les otorgó credibilidad a estos países sin democracia como lo ha sido también China.

El resultado, en lugar de transformar la naturaleza y la realidad de estas sociedades, ha sido al revés. Están quienes han valorado como un alto riesgo para la seguridad y el progreso de las democracias occidentales, a partir de que estas potencias emergentes han decidido aplicar más abiertamente sus métodos de expansión económica, militar, política y cultural.

 

 


  • Néstor Pérez González (Pinar del Río, 1983).
    Obrero calificado en Boyero.
    Técnico Medio en Agronomía.
    Campesino y miembro del Proyecto Rural “La Isleña”.
    Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
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