Por Henry Constantín Ferreiro
“Adelante” escribirá el próximo sábado 10 una página muy especial.
Desde las diez de la mañana nuestro colectivo se encontrará en el mismísimo parque Agramonte
con todos los lectores que deseen soñar, y escribir, junto a nosotros, con sus opiniones y sugerencias,
las páginas mejores por venir, con las que habrá de saludar su aniversario 55 en enero del 2014.
(Periódico Adelante, sábado 3 de agosto de 2013)
Bajo los árboles del parque Agramonte, en Camagüey, sábado 10 de agosto, 10:30 am. La joven directora y parte de los trabajadores del periódico Adelante –órgano oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, como aclara en su primera página- se reúnen con sus lectores asiduos, después de convocar el encuentro una semana antes. ¿El mundo se va a caer?
Entre los escasos lectores que asistieron estuve yo, Henry Constantín, experiodista de ese mismo medio durante un par de meses de prácticas universitarias -hace ocho o nueve años- y donde viví dos primeras veces que a los escribidores de periódicos no se nos olvidan: la primera censura y la primera publicación; todo eso cuando aún no era un trauma mi presencia en la redacción del periódico, por mi posterior expulsión política de la carrera de periodismo.
Fui a la cita no solo porque recibo y tengo que leer Adelante sábado tras sábado, sino porque me gusta decir lo que pienso, y no solo dentro de mi casa ni a los que coinciden conmigo, que así no tiene mucho sentido. Fui porque quise dejar claro que somos muchísimos los inconformes, y no todos nos quedamos en la apatía, en el silencio o el exilio interior -así no cambia nada-: los cubanos deben conocer que tenemos propuestas razonables, y maneras cívicas de expresarlas y desarrollarlas. Fui porque debemos actuar en donde vivimos, si de verdad queremos mejorar la realidad.
Y por supuesto, me arrastró al parque Agramonte la atrevida convocatoria de un medio de prensa al que al fin le veo un atisbo de joven, convocatoria inusual en una ciudad de un país donde el diálogo público sobre problemas colectivos, desde visiones distintas, hace decenios se convirtió en leyenda, delito o traición. Que ahora haya una oportunidad, por escuetos que sean los resultados, es un buen signo. Ojalá no sea aislada.
Solo dos lectores menores de cincuenta años y no emparentados por trabajo ni familia con Adelante acudimos: Inalkis Rodríguez -en Twitter se llama @InalkisRL- que filmó y fotografió parte del encuentro, y yo, que además narré algo en @constantincuba. Mayores de esa edad, una docena, lo cual es muy mal síntoma en cuanto a capacidad de convocatoria e interés de sus lectores, para un único semanario provincial, con tirada de 40 mil ejemplares y un público meta de setecientas mil personas.
(No vi a los habituales funcionarios y agentes que atienden la prensa camagüeyana, lo cual me pareció excelente -solo tres policías en la esquina se entretenían en vigilar el tránsito.)
Los lectores mayores hablaron mucho, con amabilidad, pero con firmeza. Casi todos lucieron muy inconformes con la realidad y su reflejo en la prensa oficial, y tuvieron el valor de decirlo allí, en público, como debíamos hacer los jóvenes de cuerpo. Esos señores, aún esgrimiendo las habituales reservas de fidelidad revolucionaria, criticaron la suavidad o el silencio periodísticos en torno a las recurrentes epidemias de dengue y cólera, a la carestía de la vida o los activos grupos de protesta pública en la ciudad. Hablaron de cambiarlo todo, de que los jóvenes tienen que empezar a hacer su papel, de periodistas cubanos que hace años escribieron en medios extranjeros sobre problemas nacionales solo ahora descubiertos por los discursos del gobierno, de que los medios independientes del Estado son mejores que los estatales mostrando noticias, puntos de vista y soluciones de la dificilísima realidad cubana…
Al final, dos horas después, cuando el cansancio y el mediodía ya picaban a los presentes, hablé yo, sin interrupciones:
Me he quedado sin temas porque los jóvenes de espíritu han hablado de casi todo lo que yo tenía en mente. Es un encuentro inédito, y es bueno que todos hayamos podido venir y hablar sin que haya trincheras, sino puentes -entre tantos opuestos: periodistas y lectores, inconformes y conformes, jóvenes y adultos- y que sea en una plaza abierta, sin mediaciones y con respeto a tantas opiniones fuertes pero útiles.
Me gustaría ver algún día en “Adelante” escrita la demanda, la sugerencia, de por qué en Camagüey no hay otro medio de prensa escrita, que no pertenezca a las mismas personas o entidades a las que pertenece Adelante.
Agregué que extrañaba en el periódico la presencia de las tecnologías de la comunicación, de la necesidad de Internet -que no se trata de un debate, sino de una necesidad que tenemos todos-, tecnologías que están empujando al mundo hacia adelante mientras nosotros nos mantenemos en el sector de los que están atrás.
Me gustaría leer sobre todo este espíritu de inconformidad que se nota en la sociedad cubana y por supuesto en Camagüey, cuando pintan un cartel, en una manifestación pública; de la pérdida de valores que se ve (…) en los que hacen un acto de repudio, y nadie les dice “frenen eso, eso está muy mal, esa no es la Cuba que queremos ni el Camagüey que queremos”.
Si Adelante contempla todo lo que aquí se ha dicho, creo que a los 55 años -que cumple el próximo enero- saldrá de esa infancia en que yo lo veo y será independiente, autónomo, un medio de prensa adulto, como Camagüey necesita. Silencio.
Daicar Saladrigas, joven directora de Adelante, que me conoce, anotó mis ideas como mismo había hecho con los demás. Solo una vez alguien me interrumpió: la hijita minúscula de la directora, cansada de tanta reunión, desencadenó una perreta calmada a duras penas.
Y ellos saben que ese mismo Henry Constantín es el mismo que promueve y colabora decididamente con proyectos y medios de difusión atacados por los del Estado, que habla con disidentes, que arrestan e interrogan los mismos que vigilan a Adelante, y al que algunos trabajadores del periódico miran con reserva y desaconsejan como amigo o compañía.
Qué extraño, pero qué oportunidad. ¿Cuándo en Cuba se ha convocado a debatir en público los problemas de un medio de prensa oficial -precisamente el lugar donde se suelen omitir los problemas del país, y el mejor de todos los sitios para examinarlos y transformarlos?
Una semana después, el periódico publicó un breve texto sobre el encuentro, firmado por la directora. Incluyó la foto final -en la que estábamos todos, y yo no puedo quejarme de mi ubicación- como si de verdad no hubiera en Cuba gente especializada en sembrarles miedo a unos cubanos por la cercanía de otros. El texto admitió algo de lo que los lectores reclamaron, hasta lo de Internet y las otras nuevas tecnologías, pero por supuesto nada de la epidemia de dengue, el deterioro educativo de las escuelas, o la activa oposición callejera y los groseros actos de repudio con que a veces le responde el gobierno. Pero como escribí en el tweet: “por lo menos un pelo”.
Ojalá todo no haya quedado en un intento. Qué bien si el periódico, y quienes lo dirigen, sacan la conclusión correcta: que estamos a punto de vivir en un país mejor, pero para eso necesitamos escuchar, incluir y abrir espacios. Ojalá Adelante, y toda la prensa oficial cubana -que acumula recursos para hacerse y divulgarse, preparación, posibilidades de acceso y de protección, pero carece de un pequeño detalle esencial que define al periodista-, ojalá esa prensa se acerque más a los problemas de su gente, que son los de ellos mismos, y tantas opiniones francas los inciten a más confluencias en espacios libres y a nuevos retos periodísticos. Les hace falta a ellos, a Camagüey, y a todos los cubanos.
Ese sábado, por dos horas, los que fuimos ahí movidos por metas distintas -a lo mejor no- estuvimos cerca de otra Cuba. No una perfecta, pero sí más fácil de mejorar, y más justa, puesto que se escuchaba en buen ánimo a todos, y se les respetaba. Una isla donde daban ganas de vivir, de hacer regresar, de planear futuros. Una Cuba que, si pierden el miedo los que deben empujar, y lo pierden también los que deben ceder, está ahí mismo, a la vuelta de la esquina.
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Henry Constantín Ferreiro (Camagüey, 1984).
Periodista, escritor y fotógrafo. Expulsado de los estudios de Periodismo en dos ocasiones,
ambas por problemas políticos.
Único representante de Cuba en el II Concurso Hispanoamericano de Ortografía Bogotá 2001.
Graduado del Curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Textos suyos han sido publicados en medios de prensa cubanos, incluso oficiales.
Hace el weblog Reportes de viaje (www.vocescubanas.comReportes de viaje).
Dirige la revista La Rosa Blanca.
Reside en Camagüey.