Reconocer a los que nos han antecedido

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Hay un tema que hace un tiempo me viene preocupando, tanto más en la medida que nos enfocamos en diversos intentos para caminar hacia la democracia. Es que, por una lado encauzamos los esfuerzos en la construcción de una sociedad más justa civilizada y plural, y por otro obviamos con frecuencia que toda iniciativa es válida por pequeña que sea, que en la diversidad está la riqueza de las cosas y, sobre todo, que no siempre somos los únicos y los primeros. Es lo que llamo pérdida de la memoria histórica, que puede ser consciente o inconscientemente.

Cuando nos referimos a memoria histórica hablamos de un término que se refiere a reconocer y ponderar, con especial respeto, el pasado que los grupos humanos a veces no conocen, no desean buscar o no lo valoran como realmente merece.

Es la acumulación de experiencias de un pueblo que permite el encuentro, el vínculo y la conexión del pasado con el presente; entender y explicarse los sucesos que forman parte de la historia pero que también son la base de lo que tenemos, vivimos o padecemos hoy.

Eso es la memoria: un acervo del cual podemos tomar conocimientos; una historiografía que recoge hechos y procesos que sirven como referencia para el presente y para los tiempos venideros.

La memoria histórica se conforma a partir de la memoria colectiva, es decir, de todos y cada uno de los protagonistas de una época, de una acción, de un proceso o de una obra. También podemos nutrirnos de la historia que nos permite aprender del pasado, interpretar el presente estableciendo comparaciones para crecer, así como la proyección hacia el futuro sin negar nuestras raíces.

A partir de la memoria histórica podemos enriquecer la memoria de cada persona humana para edificar el bien común.

Este tipo de memoria, referida a la parte cognitiva, consta de tres etapas: la codificación, el almacenamiento y la recuperación. Así mismo sucede con el arsenal histórico que a veces queremos negar o irreconocer para alzarnos como pioneros de algo que ya fue inventado, desarrollado o experimentado. De esta forma se obvia la recuperación de esos contenidos que servirían como premisa para iniciar nuevos procesos.

Con este tipo de actitudes sucede al igual que con el populismo: existe un intento explícito y consciente de reescribir la historia. Existen marcadas intenciones de declararse mesías o renovadores de todo, asegurando que ahora sí vamos a construir lo que hasta ahora no se le había ocurrido a nadie o ninguno lo había hecho bien.

Ese es mi miedo, basado en evidencias de la actual sociedad civil en Cuba, que neguemos las iniciativas y esfuerzos anteriores para hacer lo mismo o algo parecido sin reconocimiento de que otros, antes,  ya lo hicieron en su momento y hoy forman parte de la historia.

Es muy poco inteligente no partir de lo que ya se hizo pues permitiría no cometer los mismos errores, acumular las mejores experiencias y aunar voluntades.

Con frecuencia vencen las rencillas, las ansias de hacer carreras meteóricas y el exceso de protagonismo, pero esto es no ser fiel a la verdad que es un componente esencial de todo proceso donde participe el ser humano.

Algunas propuestas para concientizar sobre la importancia de la memoria histórica pudieran ser:

  1. Antes de iniciar cualquier investigación, proceso o proyecto, hacer un estudio de los antecedentes, el “estado del arte” y cerciorarse de la existencia o no de iniciativas similares para estudiarlas, citarlos y, si lo merecen, honrarlas.
  2. No negar a conveniencia los hechos que nos han precedido, nos gusten o no, son parte de la historia que siempre es maestra para guiarnos por el camino del bien.
  3. Fomentar la cultura del respeto y la admiración hacia las personas y acontecimientos que nos han antecedido.
  4. Propiciar talleres, debates, encuentros, jornadas de intercambio, con quienes pueden dar aún testimonio de lo que han vivido y beber de las mejores fuentes.
  5. Combinar las nuevas tecnologías con los métodos antiguos de recolección de información para seguir construyendo identidad. Esto también ayudaría a visibilizar lo que un día existió y que por razones del tiempo, o de malos métodos, no cuenta con el suficiente alcance.

Pensar que fuimos los primeros en todo nos encierra en una burbuja que impide el normal desarrollo de las relaciones humanas y nos aísla del mundo exterior, para entrar en deformaciones que no queremos ni debemos sufrir todos los que trabajamos por una causa común. Si a escasas décadas de que ocurrieron algunos hechos ya son olvidados o reescritos a conveniencia ¿qué podemos esperar para cuando ya no estén vivos sus protagonistas? Eso constituye una deslealtad y una ingratitud, además de un grave error histórico.

Trabajemos constantemente para que la memoria histórica sea tenida en cuenta en todo momento, en la familia, en la Iglesia y en los demás grupos de la sociedad civil. Es una forma de honrar al prójimo, creer en la diversidad y respetarla.

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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