marzo-abril. año V. No. 30. 1999


OPINIÓN
 

ALGUNAS APROXIMACIONES

A LA NOCIÓN DE VERDAD Y

PERSPECTIVA MARTIANA

 

por Eduardo Mesa

 

Ábranse pues las puertas del encierro,

comience el sacrificio, corte el hierro,

a ver si es que la muerte es ya la vida.

Eliseo Diego

"Muestrario del mundo o Libro de las maravillas de Boloña»

 

Queridos jóvenes, no puedo decir sin faltar a la verdad que soy un joven martiano; descubrí a Martí bien tarde y, aunque me he tomado en serio su estudio, reconozco que de haberlo leído con fruición en mi más temprana juventud, probablemente otra persona sería.

Ya me tocó vivir esa etapa, que el Arzobispado de Santiago de Cuba definiría con episcopal exactitud, en la que "un número creciente de cubanos (...) han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología". En este saco sin fondo han lanzado al Apóstol los coreadores de consignas y algunos intelectuales que, con buenas y malas intenciones, han cometido el pecado de vestir al pensamiento del Maestro con el ropaje de las conveniencias. Lamentablemente, empleamos mucho tiempo de nuestra vida en lamentarnos y como bien dice el pueblo "más vale tarde que nunca"; así me tomaré la licencia que todo hombre de letras se toma alguna vez (incluyendo al propio Martí) que es comentar alguna cuestión sobre la que no se es precisamente un especialista.

Es por eso que en el comienzo de esta ponencia reconozco mis limitaciones, pretendiendo así retomar una virtud que, entre otras, Martí vivió hasta el extremo, enunciándola en síntesis magistral cuando, en plena madurez, escribió. "Yo soy un hombre sincero/ de donde crece la palma/ y antes de morirme quiero/ echar mis versos del alma"; y echó los versos del alma y los demonios del cuerpo y la política que hizo estuvo siempre lejos de esa hijastra de la mentira que se conoce hoy como política real. Y si esta afirmación suscita alguna duda basta con releer aquella memorable carta al Generalísimo en donde expresa "(...) hay algo que está por encima de toda simpatía personal que Ud. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo". (0)

¿Si a esa sinceridad primaria que, contra chantaje y marea, mantienen nuestros jóvenes se integrara la pasión por la verdad, la caridad solidaria, la responsabilidad que empuja el propio destino al compromiso por el destino de la nación? ¿Qué hacer para que no quedemos en la conformidad de que la sola sinceridad nos salva? Puede que confundamos la sinceridad con el desenfado y ahí nos alejamos del meollo de la cuestión; no olvidemos "que la responsabilidad forma parte de la libertad", que "(...) la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia" (1).

"Somos hombres para mirar cara a cara a la verdad"(2) y en esta sentencia no hay espacio para la pereza, el desenfado y esa herejía filosófica llamada dialéctica que instruye en defender con vehemencia una idea para luego, en franco utilitarismo, contradecirla o simplemente no perseverar en ella.

Tiempos difíciles le correspondieron al apóstol y casi adolescente se enfrentó a las primeras pruebas; al reconocer la autoría de la carta dirigida a Carlos de Castro, se hace patente su profundo sentido de la honradez, de la amistad. De haber callado, su historia probablemente habría recorrido otros derroteros, porque el talento es gracia que se confirma con la voluntad, pero la honradez no busca otra gracia que el amanecer de la conciencia, y por apego a la verdad fue a la cárcel "y al día siguiente lo raparon, lo vistieron con la indumentaria de recluso y le pusieron en el tobillo de la pierna derecha un grillete unido por gruesa cadena a otra que le rodeaba la cintura"(3). Y padeció las llagas y el sarcosele para siempre, y con el hierro de esa cadena se hizo un anillo, que llevó hasta la muerte, en que se leía la palabra "CUBA".

Cuán diferentes del Apóstol hemos sido. En nosotros, con frecuencia la conveniencia, el miedo. Para llegar a la meta, participamos en muchas ocasiones, sin convicción, en escuelas al campo y mítines, en becas de sagrada y oscura lejanía, en campismos sin profe y brigadas universitarias de trabajo. Somos hijos de la mentira y de las medias verdades que se empeñan en habitar muy dentro de nosotros.

Nuestros padres y abuelos, con la ilusión de hacernos un futuro, nos indujeron a algunas opciones que, a la larga, han servido para colgar un certificado que avala profesión u oficio; sin embargo, el precio ha sido alto, porque, aunque las trasnochadas consignas no se entendían, era conveniente participar. Qué lejos estamos de aquel a quien "Duele ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo, en quien el juicio llega a donde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo"(4). Sí, el precio ha sido alto y "No es hombre honrado el que desee para su pueblo una generación de hipócritas y de egoístas"(5).

El joven cubano quiere vivir mejor y está dispuesto a asumir ciertos riesgos para lograrlo. A menudo me pregunto cómo arriesgan tanto para mejorar y tan poco para ser mejores. Estos cuarenta años de afanes colectivistas no han embotado la creatividad, ni el humor, incluso se conserva esa sinceridad primaria de la que ya he hablado y la cual se hará valiosa en la medida en que se integren a ella los valores enunciados. Sin embargo, convendría reflexionar detenidamente en que la creciente miseria material potencia un afán de consumir que nos convierte en los consumidores perfectos y que este afán es seguido de cerca por quienes están hoy más cerca que nunca. Algo nos revela el hecho -fácil de comprobar- de que muchas personas, casi todas jóvenes, usen prendas de vestir con el pabellón de los Estados Unidos de América. No quiero introducir la tesis -un tanto paranoica- de un neo anexionismo y es cierto que nuestros símbolos patrios, tan dañados por el panfleto y la consigna se perciben inexorablemente fundidos al proceso socialista, lo que contribuye notablemente al desdén de la savia propia por la corteza ajena. Sin embargo, esa fascinación por el modo de vida americano, que siempre ha estado revoloteando en nuestra historia, es hoy evidente y a los jóvenes cubanos, esto nos debe preocupar porque "En América hay dos pueblos, y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes y antecedentes y costumbres, y sólo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado nuestra América, y todos sus pueblos son de una naturaleza y de cuna parecida o igual, e igual mezcla imperante; de la otra parte está la América que no es nuestra, cuya enemistad no es cuerdo ni viable fomentar, y de la que, con el decoro firme y sagaz de la independencia, no es imposible y es útil ser amigo"(6). Quizás esté cercano el día en que las dos Américas, coincidentes también en una identidad fundamental cristiana, se relacionen diáfanamente; prevaleciendo el concepto de interdependencia en la muy saludable perspectiva que respeta el equilibrio entre unos valores universales para la relación entre las naciones y el proceso que vive un país hacia dentro; aún así, esta definición del Apóstol conserva la vigencia de lo que es pensado con corrección, aderezado con el innato talento y servido en la taza del sentido común, recipiente habitualmente escaso en la vajilla de nuestros pueblos.

Decantar lo perdurable de lo transitorio no es tarea fácil, se precisa del filtro sacrifical y de la imagen bienhechora como paradigma. Para Martí, el proyecto de una República con todos y para el bien de todos se inspira en la certeza de que la política no sólo es el arte de lo posible, sino que debe ser también, y en gran medida, el arte de lo imposible. Y es a esto, a lo imposible, a lo que los jóvenes cubanos renunciamos. ¿Será acaso porque lo imposible depende de nosotros? No aceptamos una mística de lo cotidiano, de rehacer la historia desde abajo con el protagonismo sano e incluyente de la virtud a prueba. Martí no edificó con pases mágicos el Partido Revolucionario Cubano, tuvo que emprender misiones, atraerse afectos, aprovechar los que ya tenía, convencer a hombres eminentes, deshelar voluntades, siempre con el principio de que "La política es la verdad"(7) y cuando esta tiene "por objeto salvar para la virtud y la felicidad de un pueblo, sólo pueden desertar de la política los que deserten de sus propios hijos"(8).

Si desertamos de nuestros deberes, estamos traicionando a quienes nos preceden. Los padres de ellos, al igual que los nuestros, tienen la ilusoria certeza de estarles construyendo un futuro. Ellos también reciben los beneficios de una ideologizada educación, los embates del exilio con su signo de menos, la eclosión del divorcio, la política de masas y el cultural legado de la Mónica Krauss. Si en otros tiempos se vendían los exámenes, ahora se vende droga en las escuelas y el sexo les sigue descubriendo muy temprano, siempre antes que el amor. Y ahora que afortunadamente el tema de la prostitución va tomando visos de debate, recuerdo aquella compañera del pre universitario que en el ochenta y cinco ya era clienta de HK en febrero. Estas personas, en su indefensión, necesitan de ustedes; no para caer en el engreimiento de pensar que son ustedes los únicos justos, esa es otra tentación que Martí evitó y nosotros también debemos evitar, pero la necesaria humildad no debe distraernos de que tenemos la responsabilidad de comprometernos con las cosas que consideramos buenas y justas, de luchar contra el presupuesto de que no tiene ningún sentido intentar cosas buenas.

Es responsabilidad y desafío reconocer y animar ese potencial de buena voluntad que está en cierto modo disperso, inmóvil ante la situación. Asumir nuestra juventud desde esa dimensión histórica que anuncia lo vital de una realidad y que Mons. Carlos Manuel de Céspedes conceptualiza en la singular metáfora de los islotes. ¿Acaso no brotó de unos islotes geográficos la más pujante civilización pre-cristiana? quiénes eran los apóstoles, sino un pequeño grupo de jóvenes y rudos naturales de Galilea, que al decir de la propia escritura, era lugar de donde no había venido nada bueno.

Una luz que vislumbra en esta noche oscura, es que los jóvenes buscamos algo. Por diversos motivos -que no enumeraré por extensos y harto conocidos- el ideal del hombre nuevo y otros humanismos triunfalistas han caído en la quietud de los archivos. Junto al rechazo de estas propuestas comienza la búsqueda; así el deseo de hallar el sentido de la existencia es uno de nuestros mejores signos, recordemos que esto acontece en un mundo en el que las juventudes, y el hombre común, no sólo no se preguntan por el sentido de su existencia, sino que ésta -al decir de Vaclac Havel- cada vez les importa menos. Quizás la asfixia nos revela el oxígeno, y al no tener buscamos la posibilidad de encontrar. Es el joven Martí alguien que busca, también por agobio, pero más por solicitud al sacrificio, solicitud que bien podemos definir como mística, "santidad" que corola a un hombre integral, un hombre que de ser despojado, mostraría la inalterable consistencia del amor. Y es que "En toda sociedad hay el visionario y el incrédulo, el poeta y el vulgo, el Mesías y los hebreos, el que anuncia lo venidero y el que no cree sino en lo visible"(9); sube el joven Martí a la montaña del espíritu para mirar siempre al futuro, asume el destino del poeta, padece los dolores del Mesías y anuncia lo venidero y trabaja por el porvenir.

"El mérito es de la verdad, y no de quien la dice"(10) y Juan Pablo II ha dicho a los jóvenes cubanos, creyentes o no, que "acojan el llamado a ser virtuosos. Ello quiere decir que sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza. La felicidad se alcanza desde el sacrificio. No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro. No esperen de los otros lo que Ustedes son capaces y están llamados a ser y hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva, donde los sueños más nobles no se frustren y donde Ustedes puedan ser los protagonistas de su propia historia"(11).

Estas palabras se encuentran con el testimonio del Apóstol, lo reconocen y lo presentan a todos nosotros, que aceptamos, que las propias miserias pasen con facilidad, casi sin dolor. "A la pena se le ha de cortejar, en vez de huir, porque el que renuncia a sí, y se doma, entra desde esta vida en un goce de majestad y divino albedrío, por donde el espíritu, enlazado con el universo, pierde la noción y el apetito de la muerte"(12). Los jóvenes debemos conocer que el sufrimiento purifica y libera, debemos aprehender el valor de lo pequeño y preferir la verdad, aunque situarnos ante ella nos provoque una indescriptible vergüenza.

 

CITAS:

0- carta al general Máximo Gómez. 20 julio de 1882. O.C. Tomo I. Pág. 167.

1- Homilía dedicada a los jóvenes pronunciada en la santa misa Plaza Ignacio Agramonte, Camagüey, 23 de enero de 1998.

2- Carlos A. M. Fortún. Código Martiano. Artículo 1.148, pág 222.

3- Luis Toledo Sande. "Cesto de llamas", pág. 40.

4- Carlos A.M. Fortún. Código Martiano. Artículo 607. pág 167.

5- Idem. Artículo 619, pág 168.

6- Idem. Artículo 98. pág 119.

7- Idem. Artículo 675, pág 173.

8- Idem. Artículo 690, pág 174.

9- Idem. artículo 2.159, pág 331.

10- Idem. Artículo 1.150, pág 222.

11- Mensaje de Su Santidad Juan Pablo II a los jóvenes cubanos. Camagüey, 23 de enero de 1998.

12- Codigo Martiano. Artículo 1.630 pág 267.

 

 

*Centro de Formación Cívica y Religiosa el 29 de Enero de 1999 en Pinar del Río.