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marzo-abril. año V. No. 30. 1999 |
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PATRIMONIO CULTURAL |
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CASONA CONCHITA UN LEGENDARIO INMUEBLE |
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Este artículo forma parte de un ensayo sobre la evolución histórica y constructiva de la edificación «La Casa de los Chinos», «Celeste Imperio», «La Gran China» o «Casona Conchita», el cual fue realizado para participar en un concurso provincial sobre dicho inmueble por el centenario de su construcción. El evento fue convocado por la Empresa Provincial de Conservas y Vegetales La Conchita y la Biblioteca Provincial. El análisis interpretativo del artículo no sería posible sin las fuentes documentales elaboradas trabajosamente durante la investigación en nuestros archivos, así como las anécdotas de las personas entrevistadas. De hecho, esta investigación constituye un esquema global de análisis y reflexión que pretende desde un inicio abrir puertas o hipótesis sobre la historia y la arquitectura del inmueble analizado, las cuales pueden ser profundizadas posteriormente por otros investigadores y especialistas. EVOLUCIÓN Y SIGNIFICADO HISTÓRICO DE LA CASONA CONCHITA La ciudad vieja, constituye un objeto de constante estudio, así como una fuente de experiencias que no es concebida todavía en su totalidad como un instrumento económico, sino interpretada en términos culturales, extendiéndose la tradición de «estilos populares» -materialización de la cultura arquitectónica- a todos los niveles constructivos y sociales, hasta fusionarse con la tradición popular. A finales del siglo XIX se desencadenaba todavía el «carnaval de estilos» pero se tiende a olvidar los atributos culturales en las viviendas y edificios públicos construidos por comerciantes y especuladores, quienes obviaron en todo momento la participación del arquitecto y recurrieron a los constructores y maestros de obras. La Casona Conchita es una de las más antiguas construcciones coloniales de finales del siglo pasado en la capital pinareña. Sus trabajos constructivos, según consta en el Tomo XII, folio 100 del Índice Geográfico de las Actas Capitulares del archivo provincial Histórico, a finales de 1899, el cual expone en detalle lo siguiente: Licencia para fabricar: Se dio cuenta con la instancia de Don Agapito Fernández solicitando licencia para fabricar en la calle San Juan esquina a Retiro. El Ayuntamiento conformándose con lo informado por el maestro y síndico del mismo, por unanimidad accedió a conceder la licencia solicitada, previo al pago del arbitrio. Dado en la Ciudad de Pinar del Río, en la Sala Consistorial, bajo la licencia del señor Alcalde en fecha 15 de noviembre de 1899. En la primera inscripción urbana del registro de la propiedad Provincial, según la finca 1859, Folio 37, con fecha abril 2 de 1903 y dando fe de la legitimidad de propietario al Señor Alcalde Agapito Fernández del Peral, está rubricado: 1ra Inscripción Urbana: Casa de mampostería en la planta baja de tabla y tejas en la parte que tiene de alto, dando frente a la calle de San Juan, en esta ciudad, sin número señalado, lindando al lado derecho vista al frente con la calle retiro, al lado izquierdo con otras habitaciones del Señor Agapito Fernández del Peral y al fondo con una finca rústica de este señor.- El terreno en que está construida dicha casa es parte de la finca número setecientos cuarenta y dos y mide cuarenta y dos cordeles planos de tierra, el censo de doscientos pesos pertenecientes a Don Pedro Pablo, Don Juan Antonio y Don José Garmendía y Arango. El señor Don Agapito Fernández del Peral es dueño del terreno en que está fabricada la precitada casa por harbo, oí haberlo adquirido por compra según consta de la inscripción segunda de la finca setecientos cuarenta y dos, folio veinte y nueve vuelto del tomo décimo sexto de este ayuntamiento habiendo levantado la indicada casa en cuatro mil pesos con el correspondiente permiso que obtuvo en su oportunidad. Agapito Fernández del Peral inscribe a su favor el dominio de la casa descrita que fabricó en terrenos de su propiedad. En rigor podemos plantear que se conservan pocos datos históricos que expongan en detalle la organización y vida interna de este inmueble, no obstante se logró con una minuciosa investigación determinar los nombres de los maestros constructores Emilio y Leopoldo Quintán; quienes dedicaron sus esfuerzos para la construcción de dicha estructura arquitectónica. Los testimonios de las entrevistas realizadas se convirtieron en el instrumentos elemental para descubrir dentro de las personas la información que se considera necesaria para el trabajo de quien la ejecuta, cuyo tejido histórico fue elaborado por los moradores que durante años han residido en los alrededores de la edificación y en nuestra capital vueltabajera. El crecimiento lento de la población a principios de siglo se reflejó en los pueblos del interior de la isla, y Pinar del Río no quedó exento de ello. En toda la época de la colonia había predominado en las diferentes regiones del país las construcciones de mampostería o ladrillos, generalmente de un piso y con fachadas lisas. Las edificaciones se hacían fundamentalmente de madera, en la mayoría de los casos, con portales; a cuya sombra se desarrollaba una vida semipública de relación entre la vivienda y el exterior. En algunos casos, los portales pertenecen al espacio público, protegiendo el paso de los peatones por las aceras. Estas soluciones de portales de madera lograron fijar la fisonomía de las calles pinareñas y es sin lugar a dudas una excelente adaptación a las condiciones climáticas, tanto para calles como para viviendas, por la protección que brindan contra el exceso de radiación solar y las intensas lluvias, permitiendo en cambio el disfrute de la brisa. La urbanización de la zona donde está enclavada la «Casa de los Chinos», a principios de siglo, fue englobándose poco a poco. Los propietarios de terrenos trataban en todo momento de no dejar espacios libres para la especulación, permitiéndoles en todo momento algunos desarrollos industriales, mezclados con algún pequeño comercio y tenencias de viviendas que les propiciarían una vida fastuosa pese a la baratura y rapidez en la ejecución de las construcciones. El único espacio común a las diversas categorías, era el centro comercial de la capital pinareña, donde se celebraba el «culto de consumo», según el status social. El proceso de la renovación urbana, entrado ya el siglo XX, coincide con el desarrollo de la ciudad misma en la medida en que fueron cambiando las condiciones económicas y sociales, surgiendo un reordenamiento urbano que se produce a raíz de nuevas necesidades sociales, principalmente el desarrollo de la actividad comercial, que da por resultado una organización más eficaz de los negocios privados, así como una tendencia a jerarquizar el modo de vida mediante créditos hipotecarios por parte de los hombres de transacciones. Las hipotecas dieron un impulso extraordinario a los negocios, al comercio propiamente dicho, lo que trajo consigo una nueva e importante actividad dentro del edificio que analizamos, siendo la actividad de intercambio y distribución el factor determinante en su desarrollo comercial. En la segunda inscripción de la Finca 1860, Tomo 39, Folio 38 se deja ver lo siguiente: El Señor Gil Álvarez Prida y Arias como gerente de la Sociedad Mercantil de Señores de Viuda Díaz Álvarez y Compañía, inscribe a favor de la misma el derecho de hipoteca. Agapito Fernández Peral, de esta vecindad hipotecó la finca 1859 en unión de cuatro fincas más a favor de la Sociedad de Señores de Unión de Díaz Álvarez y Compañía por la suma de siete mil doscientos ochenta y dos pesos trece centavos en oro español, en virtud de haber satisfecho dicho deudor a la sociedad acreedora representada por su gerente el Señor Ricardo Cuevas González. Ciertamente, el factor económico se encontró vinculado al aprovechamiento máximo de los negocios; así como a los derechos hipotecarios. Remitamos al siguiente ejemplo: Según el Tomo 89, Folios 25 y 26 (TRIPLICADO) de la Finca 1859 con fecha 3 de noviembre de 1919, el Señor Carmelo Teodoro Rubio, vecino de esta ciudad, casado una vez e ingeniero civil es dueño de la finca de este número, según consta en la inscripción novena que precede, y constituye hipoteca voluntaria sobre esta finca y otra más para responder a la cantidad de mil quinientos pesos, moneda oficial que el Señor Celestino Rodríguez y Díaz, vecino de esta población, casado una vez y del comercio le ha dado en préstamo en el acto de otorgamiento de la escritura. El Señor Teodoro Carmelo Rubio se reconoce líquido y legítimo deudor del Señor Celestino Rodríguez y Díaz. El señor Celestino Rodríguez y Díaz inscribe su derecho de hipoteca sobre esta finca y otra más registrada donde dice la nota marginal ante el notario Don Alfredo Roig y Junco. Con fecha 17 de enero de 1922 y según lo acredita el Tomo 89 y Folio 30 el CREDITO HIPOTECARIO queda cancelado por haber satisfecho el deudor al acreedor Carmelo Teodoro Rubio. Al remitirnos al Tomo 89, Folios 27 (vuelto) y 28, del párrafo de la inscripción 15 y con fecha 16 de enero de 1930 encontramos que: ...el señor Carmelo Rubio y Rubio de esta ciudad tiene inscripto a su favor el dominio de esta finca y en unión de otra la vende a la señorita María Rita Rubio y Rubio, cubana, soltera, mayor de edad, doctora en Pedagogía y vecina de esta ciudad en precio ambas de mil setecientos pesos, o sea mil doscientos pesos por la de este número. En tal virtud la Señorita María Rita Rubio y Rubio inscribe a su favor el dominio de esta finca que adquiere por el título de compraventa. EL MITO DE LAS BARRAS DE GUAYABA Varios testimonios de personas entrevistadas coinciden en plantear que, por los años treinta, en los bajos del inmueble radicaba un pequeño establecimiento o bodega donde se elaboraban barras de guayaba. Las mismas eran envasadas en cajitas de madera. El propietario de la institución, Aurelio María y Mitjans, se encargaba de verificar la calidad del producto elaborado por su diminuto colectivo de trabajadores. La indiscutible excelencia de las barras de guayaba a nivel provincial motivaron a la firma comercial «Hijos de Pío Ferro S en C» a realizarle al Señor Mitjans un convenio comercial por determinado período. Las aspiraciones de los Ferro no estaban satisfechas, afanados por ofrecer un producto de mayor calidad y siguiendo los modelos tradicionales en la confección de las barras de guayaba, deciden comprar las acciones de la pequeña fábrica. Aurelio María abandona el giro comercial inmediatamente para entregarse por entero a la carrera de Odontología, recibiéndole en sus escalinatas la Universidad de La Habana. «Hijos de Pío Ferro S en C» trasladarían posteriormente sus acciones para la calle 20 de mayo (hoy 1ro de Mayo), al fondo de la panadería «La India», en la capital pinareña. Descifrado el mito, podemos plantear y coincidir con muchos criterios de personas interrogadas que, esa «pequeña fabriquita» fue el cigoto o embrión de la actual fábrica de conservas «La Conchita»; aunque sin olvidar que ya por los inicios de los años treinta la firma comercial de Los Ferro expendía sus productos en diferentes establecimientos de la provincia y la Casa de los Chinos recibía con beneplácito el fruto de su obra.
USOS SOCIALES DEL INMUEBLE DURANTE SU VIDA ACTIVA Esta típica construcción colonial, cubana sin la menor duda y, sobre todo pinareña, fue toda una lección económico social. Por tanto siempre existió un nexo directo entre la casa-vivienda y la casa-almacén, que llegó a convertirse en una construcción de dos plantas y entresuelo. En su planta baja se desarrolló el comercio, con innumerables locales para el depósito de productos de la red minorista. (Obsérvese plano o esquema de planta baja). Durante el período 1899-1991 el acondicionamiento de sus bajos respondió en todo momento al giro del comercio. El almacenaje de los productos, antes de la Ley de Nacionalización, se combinaba con el alquiler de locales interiores y exteriores para el negocio ajeno; sobrando el espacio dentro de la estructura arquitectónica. Del pasado quedan, además del recuerdo y la historia de estos cien años de vida del edificio, anécdotas y testimonios que responden a muchas incógnitas e inquietudes de la población referente a los usos de la «Casa de los Chinos» en su planta alta durante los años 1899-1982 (obsérvese esquema planta alta). La creciente conciencia nos transitará por el tiempo y veremos inmediatamente los usos sociales de los cuales fue escenario esta edificación. Cuenta la historia que en los altos de esta centenaria construcción radicó por muchos años un salón de ensayos de la Banda de Música del Regimiento 8 del Antiguo Cuartel Ravena, posteriormente pasó a convertirse en una pequeña clínica para tuberculosos. Hay versiones sobre el posible establecimiento por un corto período de la Logia Paz y Concordia, pero en investigaciones realizadas no fue confirmado dicho planteamiento. El trayecto habitacional del inmueble por parte de sus propietarios en la planta alta puede observarse en la tabla cronológica que se anexa al trabajo. RESCATE Y CONSERVACIÓN DE LA CASONA CONCHITA, UN DILEMA DENTRO DEL HABITAT DEL CENTRO HISTÓRICO URBANO DE PINAR DEL RÍO Rescatar y conservar nuestro pasado y presente con valores históricos, artísticos, científicos y sociales es un deber para con el porvenir. Evitar que sean desvirtuados por medio de adaptaciones, así como prohibir las reconstrucciones «mal estudiadas» y «peor ejecutadas» de edificios y monumentos que son genuinos exponentes del arte, la vida y las costumbres o que hayan sido escenario de hechos sobresalientes de nuestra historia, es tarea fundamental de todos.
No hemos pretendido agotar el tema. Hay ideas enunciadas en este trabajo que no se desarrollaron suficientemente, sin embargo uno se consuela al pensar que el contenido de este texto debe aceptarse como una proposición, una reflexión polémica que mucho pudiera enriquecerse.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: 1) Arjona, Marta: «Patrimonio cultural e identidad», Letras Cubanas, Habana, 1986. 2) Cotarelo, Ramón: «Matanzas en su arquitectura», Letras Cubanas, Habana, 1993. 3) Denies Valdés, Wilfredo: «En esta casa se inició la actual fábrica de conservas La Conchita», Guerrillero, mayo 20 de 1988. 4) Registro de Comerciantes: Años 1943-1944, Archivo provincial Histórico. 5) Registro provincial de la Vivienda (Registro de la propiedad): Tomos Folios 13 22 39 37, 38, 41, 46 60 43 (vuelto) y 47 88 122 89 25, 26, 27, 28, 29, 30
6) Rodríguez Corrales, Lázaro: «Diálogo con un inmueble: Casona La Conchita». Biblioteca provincial, Sala General, Fondo de Consulta, enero de 1998. 7) Rojas Ávalos, Ángela V: «Introducción al urbanismo. Ediciones ISPJAE, Habana, 1985. 8) Rojas Ávalos, Ángela V: «Algunos criterios sobre remodelación urbana, a partir de un análisis histórico». Ciencias Técnicas, serie arquitectura y Urbanismo Nro. 4, La Habana, 1979. 9) Segre, Roberto: «Lectura crítica del entorno cubano», Letras Cubanas, Habana, 1990 |
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