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marzo-abril. año V. No. 30. 1999 |
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GALERÍA |
RITA LONGA, ALBERTI, Y SOSABRAVO EN LA HABANA
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I Desde 1731 la Basílica Menor de San Francisco de Asís exhibe arte, no importa para ello que no hayan allí exposiciones o conciertos, o que sea convento u oficina de correos: están la piedra y las formas en un contexto de colores, olores y figuras unidos todos por la eficaz argamasa de... ¿la historia?. Y están la admiración, el respeto y el sobrecogimiento placenteros que siente el visitante aún ante las escaleras desnudas y las celdas vacías. ¿ Que produce ese discreto regocijo del espíritu?. Cuando otro arte se asienta o se expresa en éste escenario, ambos ganan. Y el producto de la sinergia es como la fe: se siente, no se explica. Es lo que ocurre con las obras de Rafael Alberti y Rita Longa expuestas allí este invierno, luego de que se desmontaran los grabados de Goya, algunos de cuyos personajes parecen haber escapado de las obras y haber quedado en el convento como en casa propia. Rafael Alberti pintor es candidez, alegría pura y reflexión profunda: como si fuese un niño prodigio el que pintara. Los colores (sus colores), salvo excepcionales obras, son vivísimos o tiernos y todos juntos iluminan haciendo el cuadro esplendente o sosegador. Ni aún cuando, encolerizado, arremete contra el magnicidio perpetrado en Chile en 1973 sus cuadros son violentos o aterradores. No es denuncia que asusta, es arte que gusta e invita (no obliga) a pensar como buen maestro. El toro picasiano de Guernica es demoledor e implacable. La paloma con la que Alberti acusa al facismo chileno es pacífica e indefensa; como arma, porta una cinta negra en los labios (en el pico). En otro cuadro el corazón de Chile sangra, pero la sangre que la dictadura no ahorró, aparece en la obra discreta, pudorosa y convertida en elocuentes bombas, tan elocuentes como las palabras-lineas-dibujos que gritan en el cuadro. Con seis lineas negras sobre fondo blanco Alberti sugiere un desnudo: un seno, un insinuante gluteo y el espectador termina el cuerpo, evoca un cuerpo. Con unas lineas más, del mismo color y sobre idéntico fondo, hace dos desnudos que sugieren otras ideas. Son como carteles muy serios que muestran la belleza de la anatomía humana sin necesidad de color (de otros colores). La lidia de toros es reflejada por el poeta-pintor maravillosamente. Porque sus cuadros de ruedos y toreros son maravillosos por el color y la gracia del dibujo. Estoques inadvertidos, apuntando a la tierra o detrás del torero (no del matador); banderillas abigarradas, sangre mínima. Una capa plegada sobre el toro en un pase de riesgo: el cuerpo del torero y el cuerno del toro se buscan. Otra capa es un remolino originado en la mano del gladiador; un tornado rojiblanco perfecto sobre el cuerpo de la bestia confundida. Parece oirse el grito colectivo, cadencioso, desde las graderías: ¡Ole; Ole; Ole!. Las lidias de Alberti no son luchas llenas (manchadas) de Sangre: son fiestas. El pintor (el poeta) ha creado magníficas liricografías ¿Qué son?. El lo explica: "diérame ahora la locura/que aquel tiempo me tenía,/para pintar la poesía/con el pincel de la pintura/. Son cuadros alegres en algunos de los cuales el verso es linea de color que dibuja un arabesco, una voluta o algo que parece una cabellera o un animal. En otros hay versos encantadores, puestos entre colores y formas que los alegran y vivifican. En todos hay lirismo gráfico, algo que el pintor llevó al grabado en Italia y luego esparció con éxito por el mundo. Poesía visiva la llama él; poesía que, según su autor, pinta con el zigzagueo de un electrocardiograma. La exposición de Rafael Alberti es una alegre sonrisa plástica.
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II Con autorización del sumo sacerdote, soberbio y punitivo, se dirigía Saulo de Tarso a Damasco a reprimir a los cristianos. Había castigado con saña a los que seguían el Nuevo Camino, y los continuaría castigando. Súbitamente, un torrente luminoso lo envolvió. Cayó al suelo enceguecido. Una voz: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Quién eres, señor? preguntó el derribado al invisible . Soy Jesús, el mismo al que persigues. Este suceso, a mi juicio, ha quedado inmortalizado (esta vez por el arte) en una escultura desaparecida que estuvo expuesta en la Iglesia Veneciana de San Pablo y que Rita Longa, su autora, bautizó con el nombre de Saulo. Pero pudo (y puede) haberse llamado metamorfosis, o conversión: es el momento fronterizo entre un asesino y un santo, el instante a partir del cual el perseguidor todopoderoso e implacable se transforma en perseguido y abraza con fe hercúlea la causa de sus víctimas. Rita Longa parece haber presenciado el hecho. Saulo derribado, crispado, musculoso, espada al cinto, luce asombrado y aterrado y a la vez atento. Se apoya en las plantas de sus pies y en una mano; con la otra evita la luz. Túnica castrense. Homéricos los ojos. Es la visión de la escultora de aquella otra visión. ¿Dónde la vió?. Es una iluminación esculpida con divinas manos. La exposición, hecha de fotos de época, maquetas, modelos y esculturas, contiene más de veinte obras de tema religioso, un tema que, trabajado por encargo como se reitera con insistencia, no es posible haberlo materializado como ella lo ha hecho sin que haya existido una consubstanciación del alma de la autora con el espíritu del mismo. En las expresiones de los rostros, en los gestos detenidos, en la humildad y piedad de las formas está la esencia cristiana. En Bonus Pastor hay sacrificio y bondad. El pastor, rodeado de sus ovejas, con ellas a cuestas, no exhibe cansancio moral en el rostro: soporta el peso de los suyos. Hay decisión en esta figura, ¿de qué?. De proseguir hacia donde el corazón apunta, hacia el mandato. Son los misterios de la fe hechos piedra o bronce por manos que son prolongación de los misterios. El Sagrado Corazón de "esta gran mujer de alma estremecida"no se parece al Cristo de Leonardo ni al de ningún otro pintor o escultor. La túnica sencilla, de pliegues rectos que resaltan la estatura del hombre y de otros curvos que acentúan la belleza de la estatua, es el manto de un peregrino. El rostro imanta la atención: es un foco subyugador. Es la cara de alguien de allí, de los parajes que hoy son tierra santa. No es un rostro griego ni romano. Este Cristo de Rita Longa parece un hombre con el corazón de un dios: de Dios. III Relativamente cerca de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, expone SOSABRAVO. Acertado florilegio; oportuno y justo. Encantador. No obstante, se escuchan voces (pocas y mínimas) que critican lo que denominan sobredimensionamiento de la propaganda con respecto a la exposición. Creo que aquí, como en derecho, lo que abunda no daña. El pintor merece lauros y elogios: la antología que se nos regala es deleite para el espíritu y estímulo para la reflexión. Allí se goza y se piensa; se converge o se diverge; se apoya o se disiente pero es muy difícil permanecer insensible o indiferente ante la obra de este cubano que cultiva con éxito igual la pintura, el dibujo, el grabado y la cerámica ahora también el vidrio. Alfredo Sosabravo es un artista laborioso, detallista, que tiene intuiciones felices cuando coloca en el cuadro objetos baladíes y los convierte en arte. La varita mágica que le da este poder toma el suyo de la síntesis de talento, cultura y psicología cubanas que conviven en el pintor. UN CHINO EN EL PASADO conjunta humor con historia, es la versión plástica del dicho (chiste) popular de igual letra y significado. En la Torre de Babel y en el Hombre de Exito coexisten parecidos signos, objetos y bestias, pero en la primera una espiral surrealista (tiempo, suerte, muerte, sexo, historia, etc) de destrucción se pone en marcha desde la base hasta la cúspide en que un decapitado y la cabeza de un toro recuerdan a Guernica. El Hombre de Exito es la caricatura del triunfo falso puesto de moda por el exacerbado estilo de vida consumista. Este personaje policromo y sobresaturado, egoista (Yo soy ..) y tropical, provoca varias lecturas y siempre risa sanadora y edificante. En El MURO (Totem cultural-ecológico) y en el mural del patio de la casa de Carmen Montilla, se apretuja lo que parece en peligro de extinción en América, esa abundancia de especies, de verde, de diversa vida, de maneras de ser, de saber y creer, de fantasear e imaginar. El nuevo mundo ha perdido su juventud. Los años le han robado embrujo y materia, y hace bien Sosabravo en proteger en sus fantásticas cerámicas lo que resta. Una Jungla, esta vez pintada, es hermética, verde, antecedida por un velo neblinoso. La jungla de Lam es vista por dentro y con los ojos de la imaginación o de los sueños. La de Sosabravo no deja ver su interior. Sólo se sabe que comienza ahí. Lo que contiene y donde termina es cosa del espectador. El pintor toma partido en las confrontaciones políticas de su época. Lo confiesa plásticamente, sin ambages. En SI TUVIERA UN MARTILLO (una cabeza imperialista coronada con clavos listos para ser hundidos), obra que recuerda la homónima de Rita Pavone, expresa un deseo obvio. Hace suya la causa de Viet-Nam; lo testifica en algunos de los cuadros expuestos. El ser humano quemado con Napalm es bellamente aterrador. El recurso de usar cigarros para acentuar la sugerencia de quemaduras induce la lectura de que los que lanzan las bombas desde los aviones o torturan en las mazmorras son los mismos verdugos. Hay en la muestra un Homenaje a PORTOCARRERO: Flora en relieve, esculpida en un bloque irregular, selvático. Flora sugerida, que se descubre o se hace con los ojos mientras se la observa: Es la misma Flora de Portocarrero pero en el contexto y al estilo de Sosabravo: un homenaje que se convierte en recíproco azarosamente. En las dos plantas del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam que ocupa la exposición se adelantó la primavera. La muestra de Sosabravo es eso: color y dibujo primaveral. Y aves de vidrio: juguetes para el alma; fantasías para encantar a los mayores y hacer soñar a todos. |
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