marzo-abril. año V. No. 30. 1999


CINE

 

MÁS ALLÁ DE LOS SUEÑOS

por José Vilasuso

 

Original, sugerente, mueve a reflexión, derroche de cromatismo y arte pictórico raras veces enmarcados en el celuloide. Contrastes de situaciones e imágenes mediante su policromía, exuberancia u opacidad. Todo en movimiento, un lenguaje de la coloración basado en pinturas desde El Renacimiento hasta el Impresionismo del siglo XIX, Barroco y Gótico incluidos. Personajes y paisajes de Bottichelli, Cezanne o Manet cobran vida sirviendo de extras y escenario a la trama para resumir verdades que se imponen a toda adversidad. El amor que trasciende las fronteras de la dimensión terrestre para ratificarnos que todo lo puede.

"Más allá de los sueños", es otra realización de Vincent Ward, (Nueva Zelandia) cuya afición por las nomenclaturas transoceánicas, se popularizó con El Navegante. Todo deseo puede convertirse en realidad. De nosotros depende. Reside en la integridad del ser humano, voluntad y virtud. Serás lo que tú quieras; harás lo que desees, basta tu pensamiento que es lo único verdadero y quedará para la eternidad. Lo demás es materia y por tanto transitorio, efímero, fugaz. Tales son las enseñanzas del anfitrión, recibidas por el doctor Chris Nielsen (Robbin Williams) al pisar el edén. El lugar de la gloria se viabiliza en la plétora de su disfrute, con la pintura, que en la tierra fuera la pasión de Chris. Fotografía y música se funden para expresar un arte paradisíaco, de infinito, conseguido con tomas a la distancia y el precedente de los Alpes Italianos; luego multidimensionados en las secuencias celestiales, reflejo de los cuadros de Annie, su esposa. Puedes hacer lo que quieras, se invita a Chris y para comprobarlo se lanza al abismo, a volar libremente, terminando en cómico chapuzón donde su rostro asoma entre muecas mundialmente archiconocidas. Se inicia así una nueva aventura de proporciones espléndidas, espectaculares. La personalidad del neófito sorprende por su peculiar intensidad de emociones y traspasa los cálculos de sus propios guías. En el más allá el alma seguirá sorprendiendo por su creatividad, discernimiento y potencia amorosa. La vida de ultratumba no corresponde a una visión idílica o infantil; se trata de algo más elaborado, bastante más. El otro mundo es una continuación del actual, donde se prosigue la labor en dimensiones desconocidas y brinda la oportunidad de ser nosotros mismos. El paradigma que pocos alcanzan y siempre incompleto.

En su itinerario por el lugar sin límite, Chris arriba a un inmenso puerto que revive las orillas el Ganges, en la India. Las almas aguardan para un largo viaje a la tierra. La señal será el engendro de una nueva vida en un seno materno. Son incontables los que esperan y escasos los nacimientos.

Pero al doctor Nielsen le aguardan otros insospechados. Su sed de amor lo conduce hasta el sitio opuesto; el averno. El polo negativo se escenifica mediante alegorías marítimas. En el puerto de embarque, adversidad y dicha, bien y mal se separan tajante, irreconciliablemente. A bordo de una góndola tenebrosa pone proa a través de aguas subterráneas. El barquero (Max Von Sydow), le ha advertido de los peligros, pero nuestro héroe es tozudo y se arriesga. Las secuencias del paraje rememoran a los restos del Titanic en el fondo del Atlántico, escalofriantes. Inenarrables resaltan las angustias y pesares allí descritos. El infierno está en cada uno de los condenados; fallaron sus vidas y sólo ellos se cerraron a las maravillas que Dios había destinado para su felicidad. Al tronchar el programa en que se encuadraban cayeron al abismo. Hay muchas clases de infierno, tantas como almas que allí moran. Es el naufragio eterno, la frustración multitudinaria. Millones de condenados que navegarán sin reposo en busca de no se sabe qué. Un áncora de salvación que jamás se ajusta. Sus conciencias los remuerden, atormentan y uno comenta; "nunca cobré más del treinta por ciento de interés..." Algunos hundidos hasta el cuello en el cieno, se defienden aún, pero quedaron fosilizados en sus propios errores y no pueden recuperarse. No quisieron ver más allá.

Por fin el recién llegado quiere saber de Dios. ¿Dónde está Dios? En algún lugar, -se le explica-, esperando que le clamemos.

El mejor aporte del filme radica en su realismo. Realismo espiritualista diríamos. Aunque luce paradójico, al reconocer el más allá se sella la explicación que buscamos denodada, interminablemente y no todos hallan o hallan a medias. Desde la eternidad lo efímero de la tierra se hace palmario a los ojos de los consejeros del doctor Nielsen. No hay lógica en el mundo si se prescinde de la otra vida; menos aún moral. Por ello la conveniencia de proceder honestamente, es la fórmula del verdadero sabio. Sólo nuestras intenciones cuentan a la hora nona. Intente una y otra vez, se le insiste. Las ganas bastan a los ojos de la justicia suprema. De la mano la impronta de coloquios cruciales que dieron significado a la vida terrena de Chris. Ellos continúan latentes en su nuevo habitat. ¿Qué relación existe entre los vivos y muertos, bienaventurados y nosotros? ¿Nos reuniremos allá de nuevo? Una y otra vez Chris revive los instantes cruciales de sus relaciones familiares. El plan de la creación no estará terminado mientras cada cual no cumpla su cometido. Por consiguiente entre ambos mundos existe una estrecha vinculación. Chris seguirá necesitando a Annie y a sus hijos, pues la misión es conjunta y solidaria. Insertamos aquí el fallo de la obra. Resulta incongruente que una vez lograda la felicidad plena con la reunión familiar premio a la audacia de aquel Ulises "hollywoodense". La injerencia de la reencarnación separe a la familia, para reiniciar las vidas de los padres en la tierra.

Una vez más Robbin Williams hace derroche de histrionismo. Aunque la vertiginosidad de las secuencias, dados los contrapuntos de acontecimientos, obliga a los cambios expresivos del protagonista. El paso de la vida terrestre a la celestial como resultado de un accidente automovilístico, el desconcierto al permanecer entre los vivos estando muerto; las experiencias de inconmensurable felicidad y gozo propias del cielo, como los embates producidos por el crujir de dientes. Continuamente tachonadas por los instantes claves de su pasado, exigen los múltiples cambios, que adecuan el recurso de un ducho polifacético. Quien a su vez se verá nivelado por la interpretación encantadora, sobria, equilibradamente bella de la bella Annabella Sciorra.