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marzo-abril. año V. No. 30. 1999 |
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EDUCACIÓN CÍVICA |
¿PAN Y FERIA?
por Dagoberto Valdés |
Hace unos días pasaba por un lugar de fiesta, o mejor dicho, donde se suponía que hubiera una fiesta, y me encontré no sólo a jóvenes, sino a una mayoría de personas de alrededor de 40 años que no daban la impresión de que estaban en una verdadera fiesta. El tema de la fiesta, de su contenido auténtico fue ya tratado en un artículo anterior, hoy quisiera detenerme en una frase que escuché al paso y que se me ha quedado rondando todos estos días sugiriéndome una pregunta: ¿para qué se hacen esas actividades que se llaman fiestas, o noches pinareñas, o actividades recreativas?. El hecho fue así: Un hombre mayor, con una palabrota grosera y aparentemente ofensiva llamaba de una esquina a la otra de la calle a un amigo por su nombre. Miré rápidamente porque me parecía que un altercado estaba comenzando por el calibre de las palabras. Mi sorpresa fue grande al ver sendas sonrisas, de oreja a oreja, en ambos personajes y otra palabrota todavía más gorda en el aludido, que alzando la mano y un pie correspondía al raro saludo, diciendo además la consabida pregunta: "¿Qué hace?..." El otro, sin duda y encogiendo los hombros, sin abandonar la extraña sonrisa vacía, le dice: "Ahí, desconectando. No hay más na." La sabiduría popular siempre a resumido mucho pensamiento y tantas otras lecciones en frases o refranes que sintetizan la experiencia de muchos años. Me preocupa no sólo las groserías que se han puesto de moda como saludos. Más me preocupa la confusión de conceptos sobre el objetivo o la finalidad de las actividades recreativas. Por eso intentaré reflexionar sobre el contenido de estos términos. Recreación, es una actividad que permite a los que la organizan y a los que participan "re-crearse", es decir, volver a crear un ambiente de iniciativas, creación artística o literaria, deportiva o bailable, manual o intelectual. Se trata de crear y recrear lazos de relaciones humanas que nos permitan re-crearnos a nosotros mismos, es decir, rehacernos como seres humanos. Recreación es reconstruirnos por dentro, dejar de ser máquinas de trabajo, dejar el agobio que nos despersonaliza, y rehacer un clima de humanización y promoción de lo mejor que hay en las personas. Una auténtica recreación siempre contribuye a que las personas sean mejores, a que se cree y recree un hábitat espiritual donde pueda crecer la virtud personal y la creación social. La recreación es uno de los medios naturales donde se favorece la renovación del espíritu y de las relaciones sociales ¿Son así las actividades recreativas que organizamos o que nos organizan? Diversión, es una actividad en la que hacemos algo diverso de lo que comúnmente realizamos. Es salir de la rutina cotidiana. Es inventar algo distinto, pero no sólo por el lugar o por lo que comemos o bebemos, sino por el contenido de lo que hacemos, por el "cambio" del corazón con que lo hacemos, por el "diverso" espíritu con que lo animamos, es sobre todo, por el sentido con que lo hacemos. Es algo nuevo que nos libera del tedio existencial: libera lo mejor de nuestra personalidad y no sólo libera los instintos biológicos que nos asemejan más a los animales. Distracción, es desviar nuestra atención de lo que estamos haciendo o de lo que estamos viviendo. Es atraer la atención hacia un mundo falso, pasajero, ilusorio, para olvidar, por un momento, lo que de verdad estamos viviendo. Distraerse conscientemente, con el fin de tomar un respiro para recomenzar con nuevos ímpetus la tarea de la vida es bueno y sano. Pero huir de la realidad, escapar de lo que es esencial, desviar nuestros esfuerzos de lo que verdaderamente va a cambiar nuestra vida para mejorarla, es alienación y no diversión. Es escapismo vulgar y no descanso para recobrar fuerzas. Distraerse, por ejemplo, de las necesidades que un padre de familia está pasando, con el falso consuelo de que una vez a la semana puede emborracharse y pasar una noche olvidando su miseria con pan y feria que desaparecen a la mañana siguiente, es por lo menos, propio del subdesarrollo moral. Este tipo de distracción es el medio natural donde florecen la vulgaridad, la desesperanza, la frustración. Porque en la mañana siguiente junto a la resaca del alcohol chocamos con la realidad descarnada que no podemos soslayar. Las falsas distracciones producen vacío y desencanto cuando pasan. La verdadera recreación pasa, pero deja un espíritu renovado y re-creado que anima a la persona a seguir luchando en medio de la realidad dura, pero con nuevos ímpetus y ganas de vivir. No distrae de la vida dura, sino que la enfrenta con nuevos bríos. La distracción vulgar es pan de alienación para hoy y hambre de frustración para mañana. Esto no sirve para sostener y animar el espíritu de lucha de un pueblo sino que debilita su voluntad y hace frágil su alma. Esas personas van arrastrando la existencia, de fin de semana en fin de semana, sin más expectativas que "desconectar" con un alcoholismo que las saque de "circulación". No es malo beber unas cervezas o tomar para compartir un rato de esperanza y alegría... lo que es malo es, al no tener ni esperanzas, ni alegría, sustituir esa necesidad del cambio y de lo nuevo bebiendo hasta olvidar lo que no cambia y lo que aburre de viejo. Entonces, ¿qué es lo que necesita nuestro pueblo, distracción o diversión; "pan y feria" o verdaderos espacios de re-creación y renovación? Cuidemos a nuestra sociedad del alcoholismo y de la distracción vulgar y alienante. Es bueno que el pueblo se divierta pero no es bueno que se distraiga de lo que es propio de la dignidad personal y de lo que es la esencia de la convivencia social. Es bueno que la gente pase un rato agradable pero no es bueno que se pase de la realidad a la inconsciencia. El que trabaja merece descansar y divertirse pero no a costa de convertirse en un irracional de la comida, la bebida y el ruido escandaloso, como si esa fuera la manera más humana de hacer algo distinto y renovador. Algo distinto, diverso, no es comer y beber más el fin de semana que durante los restantes seis días, eso puede saciar el hambre y la sed del cuerpo pero no llega a satisfacer las insaciables necesidades del espíritu humano. ¿Qué valoración subyace en nuestro inconsciente cuando pensamos que la gente podrá recrearse dándole más comida y más bebida y más música convertida en ruido? Quizás esto es un análisis muy superficial y materialista vulgar. Tengo la certeza de que la mayoría de las personas sensatas conocen la valía moral y la grandeza de alma del pueblo cubano y no desean, sino toleran y lamentan, que se confundan las expectativas legítimas de hacer algo distinto, de cambiar la rutina, de renovar el agobio existencial, con el remedio coyuntural, burdo y rastrero de distraerle el hambre de progreso espiritual y de felicidad auténtica con pan, ron y feria. Los esfuerzos por reanimar no sólo las calles sino los centros culturales, los espacios de participación, la apreciación artística y literaria, el cultivo de los valores y de las virtudes que los hacen realidad vivencial, la creciente participación en actividades religiosas de todo tipo y credo, las voces que se alzan en cultura a favor de espacios sanos y educativos, la cooperación entre organismos e instituciones, entre privados y estatales, para ofrecer una renovación más profunda y sustancial, única que es capaz de saciar el alma de las personas y de los pueblos, me llenan de esperanza. Todo ser humano tiene derecho a la recreación sana pero no hay derecho a cambiar esa recreación por distracción vulgar, vacía y alienante. Por eso espero que la diversión sea cada vez más una recreación profunda del espíritu y del cuerpo y cada vez menos una descarga de lo que no sacia más allá de la madrugada de sábado. Porque si fuera así, sería peor el remedio que la enfermedad.
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