marzo-abril. año V. No. 30. 1999


BIOÉTICA
 

 

SERES VIVIENTES:

¿IGUALDAD DE DERECHOS?

por Ramón Valdés Carrillo

 

"Cuando una versión de la verdad es tan buena como otra, todo es lícito".

 

Cuando reflexionamos sobre la Bioética, tarde o temprano nos topamos con la necesidad de considerar a los otros seres vivientes: los animales y las plantas. Seres humanos y animales se han encontrado en este mundo para compartirlo y muchas veces unos han vivido de los otros, pero son los primeros quienes han roto la armonía de la naturaleza; sin embargo, los seres pensantes son los que pueden establecer normas éticas y con estas determinar su relación con el reino animal. Puede parecer que estas preocupaciones son modernas, fruto de la conciencia ecológica que se populariza desde los años 70, la verdad no es así, recuérdese cuando Calígula dio a su caballo el título de Senador, ubicándolo por encima de los ciudadanos romanos.

La preocupación por los seres vivientes no es exclusiva de nuestra época, la diferencia está en cómo se debaten estos temas en la actualidad, en consecuencia, los hombres, los animales, las plantas, incluso las rocas tienen vida y los mismos derechos. Para algunos, apoyados en ideas hinduistas las rocas tienen más derechos que las pulgas, puesto que su existencia es más perdurable que las de estas últimas. ¡Al fin todos somos polvo de estrellas! Estas ideas son atractivas, pero al momento de enfrentar decisiones de carácter ético se vuelven muy conflictivas; si sólo puedo salvar a un ser vivo dentro de un cuarto de laboratorio y tengo que decidir entre un hombre y una tortuga, la elección a favor de la tortuga puede resultar correcta, dado que esta es más longeva en promedio y altera menos que el hombre la armonía natural, siendo más respetuosa¿?

Algunas personas piensan que los animales y las plantas son objetos que el ser humano puede utilizar como le plazca, por ejemplo:

·Cría de ganado utilizando esteroides anabólicos.

·Hacinamiento de gallinas en jaulas en las que no pueden desplegar sus alas.

·Experimentos médicos con animales buscando determinadas ventajas.

·Tala de bosques enteros que tanto afectan el habitat de pequeños seres vivientes.

·Cosecha de plantas altamente dañinas para el propio ser humano como la mariguana, la cocaína, etc.

Como reacción a estas prácticas, nace la inquietud de considerar a los animales como sujetos dentro de un ámbito moral, desplazando a las plantas lógicamente de lo anterior. Nos podríamos preguntar ¿Cuál es la diferencia entre el hombre y los animales? ¿Es acaso la facultad de razonar o quizás la facultad de discurrir? pero un caballo o un perro maduro son sin dudas animales con más racionalidad que un bebé de un día o una semana, incluso de un mes, otra pregunta sería ¿Pueden sufrir los animales? En este caso es la capacidad de sufrimiento la que iguala a los hombres con los animales y por lo tanto le confiere la capacidad de ser sujetos de derechos y de pertenecer al mismo ámbito moral que el ser humano.

"Se han igualado por el sufrimiento todos los seres vivos: todos somos iguales y esto es extensivo al animal".

De la posición anterior se desprende la relación moral con los animales, el principio del placer y dolor serán los árbitros de lo correcto y lo incorrecto; hacer sufrir a un animal está mal porque produce dolor, por lo tanto la norma moral no permite infringir estos límites. Quien causa dolor a un ser vivo incurre en una falta de ética; en las decisiones morales que involucren a los seres vivos hay que optar por las que causen menos dolor.

Quizás entendamos los proyectos de algunos grupos ecológicos que prefieren invertir millones de dólares para conservar playas propicias para la reproducción de ballenas, antes que destinar estas cantidades para combatir el hambre de Somalia y las calamidades del tercer mundo.

El problema es, fundamentalmente un pensamiento bioético, considerando la igualdad con los seres vivos y su identidad en derechos ubicándolos en un mismo ámbito moral. Dicho con claridad los animales por simpáticos que sean no son iguales que el ser humano, tampoco son sujetos morales. ¿Podemos pedirle cuentas a un león africano por matar a una gacela? Su conducta no es producto de la deliberación y de la libertad, y sin ambas no es posible hablar de conductas éticas. Sin embargo, el ser humano sí es sujeto de derechos y de consideración moral por el hecho de ser hombre, la dignidad de su existencia lo hace ser un ser distinto a los demás independientemente de que su conducta sea buena o mala, dado lo anterior sí podemos exigir que el hombre asuma su responsabilidad ante los seres vivientes.

A pesar de que ni las plantas ni los animales tengan derechos, su existencia debe considerarse bajo el amparo moral que el ser humano tiene hacia ellos, lo que lo obliga a ser cuidadoso con los mismos; no todos los experimentos que se nos ocurran se deben hacer, no son lícitas todas las técnicas de crianza animal, ni es válido el maltrato que reciben -en muchas ocasiones- los seres vivos. Nunca olvidemos que las consideraciones y decisiones sobre la vida humana son delicadas, por su dignidad, la vida del hombre es un fin y no requiere de nada más para que se le deba respetar siempre, la vida humana está por encima de cualquier circunstancia, nadie puede ser considerado ni tratado como un animal o como una planta.

Por último creo que cuando nos preocupamos por los animales mostramos uno de los aspectos más nobles de la humanidad, la sensibilidad y las acciones destinadas al bienestar ajeno mejoran nuestra naturaleza y permiten convivir mejor con el mundo. San Francisco de Asis es quizás el mejor ejemplo de conducta hacia los animales, los respetaba y cuidaba porque comprendía a través de ellos la grandeza de la creación, siempre fue consciente de la responsabilidad y de los deberes que tenía como hombre, ante los animales, pero jamás los identificó con la dignidad que tenemos sus semejantes.