marzo-abril. año V. No. 30. 1999


LECTURAS
 

REVELACIONES POÉTICAS

DE FRANCIS

por Daniel Gutiérrez Pedreiro

 

 

El hombre es un ente, que busca siempre, que intenta encontrarse consigo mismo en una identificación con el cosmos: Místico y profético, el poeta se encuentra un paso más allá del hombre común: posee la clave para encontrarse con el origen sagrado del cosmos, aunque en ocasiones él mismo lo ignore. La poesía es la mujer, el origen del Todo que ilumina el camino hermético del poseso; poeta y hombre forman un solo cuerpo, dos en uno, unificados en la poesía: tercer elemento de este triángulo, infinito como la propia imagen generada a partir de un solo sueño, que tal es la palabra. El deseo de ser, y la necesidad obligada de buscar una justificación a ese Ser terminan por desgarrar la cara a la palabra, así, desnuda y desangrada viene la musa buscando al ángel, el último ángel, en la póstuma esquina esperando su pan y su luz. Poeta, hombre, ángel, todo en uno y uno en todo, generando luz y eternidad:

 

Ángel que abrir no puedes tus desnudos ojos.

Sueñas, te queman, te esquilman y no puedes

al fin mirar sin dentro crujir como una garra.

 

La obra de Francis Sánchez (Ciego de Ávila, Cuba, 1970), es una revelación dentro de las letras cubanas, y una voz que viene a sumarse a las grandes voces en el ámbito internacional. Con fuerza, su poesía abre puertas y empuja paredes. Tal es la misión de la verdadera poesía, abrirse con sangre, con llanto, desgarrando la propia sangre, decapitando una y otra vez al Bautista de los caminos trillados, preparándose al grito:

 

A la ciudad y a mi la sal nos vive

conque se fundó el grito de las rocas,

 

Mirando más abiertamente, hemos de advertir que su poesía es ante todo el empuje, el maremoto rítmico que se abre paso entre piedras y viento para entregarnos su amarilla luz de música. Poesía que canta desde sí, poesía que obliga a su lector a la canción mágica perfeccionada en el eco una y otra vez hasta que del propio infinito renazca la eternidad. Porque ante todo, tenemos que admitirlo, Francis no anuncia cómo pudiera ser o florecer la rosa de la Poesía, sino que hace que nazca en el poema. Y nace cantando, buscando aquel origen común entre el fuego y el lodo genético, pequeños dioses creando un universo perfecto para que se imponga una nueva historia:

 

¿Veré el mar del que soy lodo,

un pez ciego en la cruz alta?

(...)

Sueño porque al otro lado

del espejo Otro nos pueda.

 

Y al Otro lado del espejo estamos nosotros, lectores, soñadores, amigos y vacíos amantes esperando recibir el pan de la poesía en la sangre y el cuerpo del alfabético concreto. Francis ha entrado por la puerta ancha de la poesía, es un poeta grande, un bardo lleno de luz y sangre que en estos textos encamina al lector, como Homero a Dante, a través del infierno para que encuentre al final la transparencia azul de la poesía y la verdad convertidas en verbo:

 

Se escurre la memoria entre las carnes juntas

y no sé cómo vine, por qué, me ovillo aquí,

a la altura del polvo.

 

Es una voz que dice dudar, a la altura del polvo, pero vuela sobre nuestras cabezas reclamando a los escritores malditos su falta de visión ante lo más eminente, la palabra y la eternidad que ésta carga sobre sus hombros:

 

Ves, Rimbaud, el mundo ahora no es terrible

(...)

el tiempo, nuestra máscara, abierta carne

acepta incorporar en redor dando tumbos

los enfermos espías, el asombro

(...)

Amontonando las ventanas en frágil

espina, los cotidianos bautismos,

llegaría a enastar el alarido del mar sobre las nubes.

 

La necesidad íntima de la poesía recupera poco a poco su compromiso de sangre con el pueblo y de amor con la belleza. Es cierto, nos hemos perdido en nosotros mismos durante mucho tiempo y hemos resurgido de la nada una y otra vez, y corremos entre flores y reptiles pero ella, la poesía, se ha mantenido pura, sigue siendo siempre por encima del vacío que amenaza ahogarnos:

 

Espesas son las orillas

y, como en odre, se hacen

gotas de silencio.

(...)

Alzan estatuas de sal

por no ver su ojo abismal,

íntima isla, loto oscuro.

 

Estas Revelaciones de quien se reconoce atado al mástil, Francis Sánchez, traen el aviso de una secreta victoria, de una constante lucha contra viento y marea. Versos de fuerza y verdad, de amor encendido y serena espera. Al final, sólo lo que era en el principio: el verbo, nos obliga a volver la mirada más adentro, y ya habrá conquistado el presente.