Revista Vitral No. 68 * año XII * julio-agosto de 2005


POESÍA

 

PRIMERA CARTA DE DIOS A LOS SOLDADOS

ANISLEY MIRAZ LLADOSA

 

 

 

 


(…) he aquí los mandamientos…

Los soldados regresan por la noche a confesarse en el Poniente.
Equivocan sus propios uniformes con los avellanos
y esa lluvia tan parecida al labio de una muchacha.
Además rezan y miran a lo alto:
«Padre,
recuerda que también has pronosticado el mirlo
este aguardar las plagas que demoran …
Padre, sabes que el mirlo ha regado sus minas
por la larga pradera que nos duele…
Haz que nunca regresemos al vivac».

I. Amad los ojos del Capitán
sobre todos los inviernos en la guerra
la pulcritud de la labranza allá lejos donde casi se pierde.
Amadlos después del polvo y los flautistas…
Si os quedan cartas de amigos que se fueron
esquinas canciones para el Mediterráneo
si os queda algo…amad sus ojos
que en esta guerra ya es lo mismo.

II. No rieguen en vano las semillas.
Vale más morir riendo entre el humo de esas bombas…
Las semillas se extinguen se extinguen.
En cambio hay bombas
para escribir la historia nuevamente.
Definan la hojarasca con otros soldados semejantes.
(Y nunca juren).

III. Santifiquen sus piernas
para que se confundan con la lluvia
en el regreso.

IV. Los padres de un soldado no sueñan.
Al menos no deben comer con los ojos abiertos
ni abrir una ranura a los crepúsculos.
Mamá debe tirar el cofre sin las cartas.
Que procure papá olvidarse del portón.
(Los soldados no vuelven cuando quieren).

V. No respondan. No crean en otras tantas vidas…
El hambre es un cuchillo vacío en esta mesa
el domingo tortuoso en que nos vamos
a donde no hace falta
sino el perdón que nadie nos dará.

VI. Los soldados conversan en voz alta.
Arrojan pequeños daguerrotipos en el acantilado.
Contra la luz escupen
y casi siempre nacen en octubre con dos hígados.
Por Mí quédense los silencios
y esos nombres…

VII. No pierdan los rostros de quienes os esperan.
El camino
la sed
los últimos cristales del templo
pero no esas caras que aprendieron
cómo fumar o asustarse por esta soledad.
Tampoco inventen desvelos imprecisos
cuando las altas luces les anuncien su tregua.

VIII. Los soldados también nacieron para amar
además de pasarse la vida poniendo bombas
y confundiéndose.

IX. Cada quien tiene un caballo
y una sombra de adivino sin rumbo.
Algunos proyectiles y rosadas pastillas de dormir.
Cada uno tiene su piedra luminosa.

X. Muchachas inciertas como cabras
enmudecen se petrifican en las orillas de la isla
con esa piel al dorso del espejo.
Esas muchachas son otros soldados
que se hartan de tanta inútil sal.

Los hombres como ustedes
-en definitiva ha sido la repuesta de Dios-
hallan tantas pequeñas luchas que vencer…
sin hipotecar su limo de grises campanarios
y esa piel mezcla de antigüedad prohibida.
Dios ha dicho:
No hay que desnudar canciones donde se hable de viejas esperanzas
de algún fantasma bueno husmeando en la ciudad
de una novia que llora los domingos
y remienda los sábados
segundos y guijarros hasta que vuelva el tren.
No tienen que taparse las ganas de gritar a la estrella
de gritar en las trampas en las últimas.

Acaten hasta el fin mis Mandamientos
la voluntad de un pobre pez que cuelga
retribuyendo sueños a los hombres.
Amen la cicatriz de heridas cotidianas
y por favor
NO VAYAN A LA GUERRA.


 

Revista Vitral No. 68 * año XII * julio-agosto de 2005
Anisley Miraz Lladosa
(Trinidad, 1981)
Graduada en Diseño Gráfico en la Academia Profesional de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera de Trinidad. Labora como Especialista Cultural en la Galería de Arte Universal de dicha ciudad. Ha ganado premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca 2000, el de Literatura Infantil Mercedes Matamoros 2002 y el Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua, Cienfuegos, 2003. Gran Premio Vitral 2003 y Premio poesía Vitral 2004.